Escuela cínica
Arqueología del ahora mismo, Antonio Muñoz Molina [El País, 16 de junio de 2012]
La otra crisis, José Saramago
Todo mucho más claro, Antonio Muñoz Molina [El País, 3 de agosto de 2013]
Escuela cínica
Se
denomina escuela cínica (del griego
κύων kyon: ‘perro’, denominación atribuida debido a su frugal modo de
vivir) a la fundada en Antigua Grecia durante la segunda mitad del siglo
IV a.C. El griego Antístenes fue su fundador y Diógenes de Sinope uno de sus filósofos más
reconocidos y representativos de su época. Reinterpretaron la doctrina socrática
considerando que la civilización
y su forma de vida era un mal y que la felicidad venía dada siguiendo una vida
simple y acorde con la naturaleza. El hombre llevaba en sí mismo ya los
elementos para ser feliz y conquistar
su autonomía era de hecho el verdadero bien. De ahí el desprecio a las riquezas y a cualquier
forma de preocupación material. El hombre con menos necesidades era el más libre y el más
feliz. Figuran en esta escuela, además de los ya citados, Crates
de Tebas, discípulo de Diógenes, su esposa Hiparquía,
y Menipo de Gadara.1
Los
cínicos fueron famosos por sus excentricidades, de las cuales cuenta muchas Diógenes Laercio, y por la composición de
numerosas sátiras
o diatribas contra la
corrupción de las costumbres y los vicios de la sociedad griega de su tiempo,
practicando una actitud muchas veces irreverente, la llamada anaideia.
Ciertos aspectos de la moral cínica influyeron en el estoicismo,
pero, si bien la actitud de los cínicos es crítica respecto a los males de la sociedad,
la de los estoicos es de acción mediante la virtus.
El cinismo es
un movimiento que se desarrolló en Grecia, durante los siglos III y IV a.C., y
siguió en las grandes ciudades del Imperio Romano: Roma, Alejandría y
Constantinopla hasta el siglo V. Uno de los orígenes del nombre está asociado a
uno de sus fundadores, el primero fue Antístenes, que le puso este nombre por
el lugar donde solía enseñar, que era un gimnasio llamado Cinosarges, lo que
traducido, vendría a ser perro blanco o perro veloz. Después, por el
comportamiento de Antístenes y Diógenes les apodaron kínicos, ya que sus
comportamientos se asemejaban al de los perros. Aunque al principio esta
escuela fue llamada “escuela socrática menor”. La actitud cínica fue iniciada
en Occidente por Diógenes de Sinope en el siglo IV a.C.
Con el tiempo,
el concepto de cinismo fue mutando, y hoy se asocia a la tendencia a no creer en
la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, así
como una tendencia a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la
burla.
cinismo. (Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμός). 1. m.
Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas
vituperables.
Cínico. Se aplica a la
persona que miente o comete actos vergonzosos con descaro, sin ocultarse ni
sentir vergüenza.
— adj.
Hace referencia
a la impudencia,
la obscenidad descarada
y la falta de vergüenza
a la hora de mentir o defender acciones que son condenables.
Casi 2000 años después de que ciertos filósofos griegos hubieran abrazado el cinismo clásico, en el siglo XVII y XVIII escritores como Shakespeare, Swift, Voltaire y, siguiendo las tradiciones de Geoffrey Chaucer y François Rabelais, utilizan la ironía, el sarcasmo y la sátira para ridiculizar la conducta humana y reactivar el cinismo. En el aspecto literario, figuras del siglo XIX y XX como Oscar Wilde, Mark Twain, Dorothy Parker, HL Mencken, utilizaron el cinismo como forma de comunicar sus opiniones bajo algunas manifestaciones de la naturaleza humana. En 1930, Bertrand Russell en el ensayo sobre El cinismo juvenil pudo describir la medida en que (a su modo de ver) el cinismo había penetrado en las conciencias occidentales en masa, y puso acento especial en las áreas parcialmente influidas por el cinismo: la religión, la patria (el patriotismo), el progreso, la belleza, la verdad. La primera mitad del siglo XX, con sus dos guerras mundiales, ofrece pocas esperanzas a las personas que deseen adoptar un idealismo diametralmente opuesto al cinismo.
La risa
abundante y reiterada garantiza una vida saludable, si bien no la eternidad.
El cinismo es una de las manifestaciones más
radicales de la filosofía y también de las más incomprendidas. Los cínicos
consideran que la forma de
vivir es parte fundamental de la filosofía e inseparable de su manera de pensar.
Sin embargo, no todos los integrantes de este
movimiento tienen las mismas actitudes externas ni los mismos comportamientos,
por lo que a veces se habla de filosofía cínica, otras veces de actitud cínica
y otras simplemente de locura.
El término cínico es uno de esos términos que han
ido perdiendo su
significado original y transformándose en otro distinto al que tuvo en
sus orígenes. Tanto es así que hay algunas propuestas para usar los términos
quínico o kínico, con el fin de diferenciar claramente el concepto de cínico en su sentido original del
que se usa hoy en día, es decir, diferenciar en concepto de cínico en
sentido filosófico, de su sentido popular.
El
cinismo es una filosofía teórica y una práctica, pero también una forma de vida, aunque esta característica
se empezó a perder enseguida, es una filosofía que pretende alcanzar la felicidad mediante
la sabiduría y la ascesis.
Uno de los rasgos que diferencia al cinismo de
otros movimientos es precisamente la importancia que dan a la ascesis, la práctica continua del ejercicio
mental y físico, como camino para conseguir un estado de ánimo apropiado para
alcanzar la autosuficiencia, que les libere de los imprevistos y les endurezca para permanecer
impasibles ante "adversarios existenciales" como el hambre, el
frío o la pobreza, que no
dependen de ellos. Esta actitud les emparentaba con el estoicismo,
aunque su desvergüenza les volvía a alejar.
Se pueden distinguir dos fases en el movimiento cínico: la primera fase se desarrolló básicamente en Grecia, durante los siglos -IV y -III, la segunda fase se desarrolló en las grandes ciudades del imperio romano: Roma, Alejandría y Constantinopla, y duró desde los siglos I a V.
Se pueden distinguir dos fases en el movimiento cínico: la primera fase se desarrolló básicamente en Grecia, durante los siglos -IV y -III, la segunda fase se desarrolló en las grandes ciudades del imperio romano: Roma, Alejandría y Constantinopla, y duró desde los siglos I a V.
El nombre de cínicos tiene dos orígenes
diferentes asociados a sus fundadores. El primero viene del lugar donde
Antístenes solía enseñar, que era un gimnasio llamado Cinosarges, que se puede traducir como el perro
blanco o el perro veloz. El segundo origen tiene que ver con el comportamiento de Antístenes y
de Diógenes, que se asemejaba al de los perros, por lo cual la gente les
apodaba con ese nombre (kinicós). Está comparación viene por el modo de vida
que habían elegido estos personajes, por su idea radical de libertad, su
desvergüenza y sus continuos ataques
a las tradiciones y los modos de vida sociales.
Sin embargo detrás de todo esto, el cinismo pretendía dar una respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en este periodo de crisis cultural, manifestando su malestar y descontento, y también librarse de los caprichos de la fortuna, guiando al individuo hacia la felicidad. Este camino no era fácil así que se necesitaba un entrenamiento, una disciplina para a conseguir una plena autonomía moral y a ser posible también física. Era característica de los cínicos la transgresión continua, tanto de los valores tradicionales, como de las normas sociales.
Los cínicos tomaron como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como ejemplos de autosuficiencia y basándose en ello propusieron un modelo de comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad, aunque esto solo era posible mediante una rigurosa disciplina física y mental. Proponen la necesidad de la autoafirmación individual frente a una sociedad alienante y coaccionadora.
El cinismo es una forma de vivir, pero también de pensar y de expresarse, y como no se han conservado las obras de los primeros cínicos, hoy son conocidos en gran parte por dichos y anécdotas (chreiai), que fueron transmitidos en forma de colecciones, la más usada es la de Diógenes Laercio, referencia fundamental para el estudio no solo de los cínicos, sino de gran parte de la filosofía anterior a su autor. Utilizaron recursos literarios diversos donde no faltan la parodia, la sátira, la anécdota o la burla, pero siempre de forma escandalosa y provocadora.
Invalidar la moneda en
curso.
Según la tradición antigua, Diógenes se vio
obligado a abandonar Sinope, porque su padre o él mismo (o ambos), se dedicaron
a invalidar monedas,
estropeándolas con un punzón. A raíz de todo esto su padre fue
encarcelado y Diógenes tuvo que huir, o bien fue exiliado, no se sabe con
certeza.
Relacionado con este asunto se formó la leyenda de que Diógenes fue a consultar al oráculo de Delfos, y recibió como respuesta a su pregunta el enigmático consejo de invalidar la moneda, que se acabó convirtiendo en la consigna cínica, y en metáfora de buena parte de su comportamiento.
Lo cual podría ser considerado un antecedente lejano de la
importante consigna nietzscheana sobre la transvaloración de los valores.
Invalidar los valores y cambiarlos por otros fue uno de los retos que
asumieron los cínicos y que persiguieron con insistencia.
La libertad radical.
La
libertad radical es libertad de pensar, de acción y de palabra. El cínico se
diferenciaba de los demás por su desvergüenza radical, por adoptar modos de vida que escandalizaban a su
sociedad, por predicar la autosuficiencia, la libertad de palabra y la
austeridad como cosas necesarias para alcanzar la tranquilidad de ánimo
y con ello la felicidad.
Se proclamaban cosmopolitas y liberados de cualquier obediencia a las
instituciones, convenciones
o leyes, ya que estas son siempre locales, y ellos se consideraban
ciudadanos del mundo. En cualquier sitio se encontraban en su casa.
... y que como los perros,
unas veces movían el raboy otras veces mordían.
El sabio cínico considera que para alcanzar la felicidad es necesario la libertad, la autosuficiencia y el desapego. Los cínicos no estaban dispuestos a conceder que la felicidad dependiera de cuestiones ajenas a sí mismos, la libertad está en el centro de la forma de pensar cínica y se refiere a la libertad de acción y a la libertad de expresión.
Una parte importante de la tradición cínica se
ha transmitido en forma de anécdotas (chreia),
lo cual no es de extrañar considerando cierta aversión por la escritura de algunos de sus
miembros, y la importancia de las "performances" o acciones públicas
características de los cínicos. Hay varias colecciones de estas anécdotas,
algunas de las cuales fueron recopiladas por Diógenes Laercio en su libro.
Las acciones más representativas son las
atribuidas a Diógenes, tales como masturbarse o defecar en público, mear encima de alguien, escupir a la
gente o hablar en favor del incesto y del canibalismo. Sin embargo todos
estos hechos solo tienen validez porque son actos deliberados de protesta contra las costumbres
sociales y morales y porque los cínicos primitivos creían que era una
forma de enseñanza.
Las acciones.
La teoría cínica proviene de la práctica y su
fundamento se encuentra en la exigencia de libertad frente a todo aquello que pueda esclavizarle.
Como parte de esta libertad radical se encuentra la libertad de palabra (parrhesia).
Esta libertad de expresión es un rechazo de la polis y de la autoridad, porque va directamente contra sus propias normas, asumiendo la posibilidad de recibir severos castigos, incluso el exilio. La libertad de palabra utilizaba formas que habitualmente llegaban a ser ofensivas.
Esta libertad de expresión es un rechazo de la polis y de la autoridad, porque va directamente contra sus propias normas, asumiendo la posibilidad de recibir severos castigos, incluso el exilio. La libertad de palabra utilizaba formas que habitualmente llegaban a ser ofensivas.
Junto con la libertad de palabra, otra característica
del cínico es su desvergüenza
(anaideia).
Aceptaban el apodo de perros porque lo tomaban precisamente como el símbolo de
su falta de vergüenza. Como parte de esta desvergüenza asumían el desprecio por las convenciones y el
placer.
El
cínico adopta un estilo de vida que representa su independencia y proclama la
necesidad de autosuficiencia (autarkeia) para conseguirla.
Pero para lograr esta autosuficiencia es preciso vivir de una manera sencilla, con deseos que
puedan ser satisfechos fácilmente y con las únicas pertenencias que uno pudiera
"salvar en caso de naufragio".
Los cínicos concedían un gran valor a la austeridad y a la
frugalidad y en esto se asemejaban a los estoicos. Otra cuestión
fundamental para el cinismo era la práctica de ejercicio físico, porque la disciplina (askesis) le fortifica frente
a las adversidades imprevistas y aumenta su resistencia a vivir en la intemperie.
Acostumbrarse a cuidar de sí mismos, sin criados, seguir dietas sencillas y
vestir un simple manto y un bastón.
Los cínicos proponen también una vida
conforme a la naturaleza, tomando a los animales como ejemplo de
autosuficiencia. Los
animales tienen pocas necesidades y se adaptan rápidamente a la
situación en que se encuentran. Diógenes vivía en la polis, como si fuera un
perro, con un comportamiento escandaloso para un ser humano, aunque no todos
los cínicos llevaron el compromiso a tales extremos.
La imperturbabilidad (apatheia)
es el ideal del sabio cínico, que vive alejado de todo lo que le produce perturbación o angustia
y es capaz de adaptarse con indiferencia a las circunstancias. Y por
último el cosmopolitismo
cínico, que está relacionado con la libertad de no pertenecer a ningún país, ni estar obligado por las leyes,
porque son regionales y lo que vale en un sitio no vale en otros. También está
relacionado con la oposición a la polis, porque la naturaleza no tiene
fronteras ni leyes.
El paso del tiempo.
Con el paso del tiempo el comportamiento y la
vida provocativa de los primeros cínicos fue dando paso a un escándalo verbal y
escrito. Teoría y práctica
están inseparablemente unidas en el cinismo, pero la importancia de una
y otra no es la misma, se dejarán a un lado el manto y el bastón, y lo que
queda es la escritura pero no la vida cínica.
Antístenes fue el prototipo de
sabio austero y solitario, con una confianza radical en el ser humano individual y una
desconfianza total en las instituciones de cualquier clase.
Fue uno de los filósofos más relevantes de su
época, discípulo de Sócrates, tuvo a su vez una influencia decisiva en algunas
de las escuelas que se formaron en este periodo, tanto por sus teorías, como
por su actitud y su forma de vida.
Es considerado precursor de la escuela cínica a
través de Diógenes y de Crates, y de la escuela estoica a través de otro de sus
seguidores, Zenón de Citio. Antístenes nació en Atenas, entre los años -450 y
-445 y murió en al año -366 (fechas aproximadas dependiendo de las fuentes).
Participó en la batalla de Tanagra, con unos 20
años, de ahí la posible datación de su nacimiento. Su padre fue un ciudadano ateniense y su
madre una esclava tracia, este mestizaje le impedía conseguir la ciudadanía
ateniense, pero no parece que esto le importunara demasiado, incluso
ironizaba al
respecto diciendo que también la madre de los dioses era extranjera.
Comenzó su andadura filosófica como discípulo
del famoso sofista Gorgias, que como todo sofista cobraba por enseñar, por lo
cual se podría deducir que Antístenes o bien gozaba de una posición económica desahogada o que
él mismo ejercía de sofista y cobraba por esto. En este mismo tiempo
se inició también en los misterios órficos. Sin embargo, su principal
aprendizaje fue con Sócrates, de quien se hizo discípulo y amigo hasta la
muerte de éste.
Antístenes estuvo presente en uno de esos raros
momentos estelares de la filosofía que fue la muerte de Sócrates, mientras discutían sobre la
inmortalidad del alma y esperaban a que llegara el momento de beber la cicuta
que le causaría la muerte. La tranquilidad del viejo maestro en tan decisivos
momentos causó una profunda impresión en todos los que estaban allí presentes y
es muy probable que esto influyera en la insistencia posterior de Antístenes en
la ataraxía.
Un buen día Antístenes decidió prescindir de todo lo superfluo
y fundar su propia escuela. Lo hizo en un gimnasio en las afueras de Atenas
llamado cinosarges, que quiere decir el perro blanco (perro raudo o veloz,
según otras versiones), dando lugar a la duda de si de esta circunstancia deriva
el nombre de la escuela cínica.
El cambio es tan radical que se manifiesta
también externamente, pasa a vestir un manto, un zurrón y un bastón,
indumentaria que se convierte en el uniforme del cínico. Prescinde de una manera decisiva de todo lo
que no puede llevar encima, con la intención de librarse de los caprichos de la
fortuna y regir su propio destino.
El objetivo es alcanzar la felicidad y esto se
consigue si uno depende solo de sí mismo. Lo fundamental para el cínico es la autarquía, es decir la independencia
de todo condicionamiento exterior, la autosuficiencia, que puede
aprenderse pero que requiere un esfuerzo.
Antístenes pone como ejemplo al héroe Heracles
(Hércules). Atrás queda todo aquello que considera que ya no le pertenece al
sabio, la familia, el dinero, la fama y sobre todo sus antiguos pensamientos.
En cierta ocasión afirmó que la mayor dicha era sin duda, morir feliz.
Antístenes vivía según su propia ley, la que él mismo eligió para sí, de
acuerdo con la areté personal que libremente asumió.
Las leyes establecidas, las convenciones
sociales no eran para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las
normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representa una atadura
para el hombre.
Predicaba una vuelta a la naturaleza como revulsivo a la
domesticación social
y cultural que se imponía en las ciudades. Poseía una amplia cultura y escribió
numerosos libros, según Diógenes Laercio que los agrupa en 10 volúmenes y nos
da el título de casi 60 escritos, de los cuales actualmente tan solo se
conservan dos breves fragmentos (Sobre Ayax y Sobre Ulises).
Diógenes de Sinope
La figura de Diógenes enseguida pasó a ser una
leyenda de provocación y la imagen del sabio cínico por excelencia, de aspecto
descuidado, burlón y sarcástico. Su forma de vida perruna, su estilo agresivo,
su comportamiento siempre en contra, le diferencian sin confusiones.
Vivía en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil,
nada menos que al hombre, se masturbaba en público, comía carne cruda, escribía
libros a favor del incesto y del canibalismo. Si alguien es el prototipo de
trasgresor, ese es Diógenes de Sinope.
Nació en Sinope (Asia Menor) entre los años
-413 y -400 y murió en Corinto en el año -323. Este mismo año es probable que
murieran también Aristóteles y Alejandro Magno. Su padre era banquero y cuenta
Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta
"invalidar la moneda en curso", que como todas las respuestas de los
oráculo era enigmática, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos:
falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores.
Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el destierro de Sinope. “Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a quedarse”, fue su irónico comentario.
Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el destierro de Sinope. “Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a quedarse”, fue su irónico comentario.
Forzado por estas circunstancias deambuló por
Esparta, Corinto y Atenas, en esta ciudad frecuentó el cinosarges y se hizo
discípulo de Antístenes, optó por llevar una vida austera y adoptó la
indumentaria cínica, como su maestro.
Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter
apasionado, llegando Platón a decir de él, que era un Sócrates que
se había vuelto loco. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su
maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y
denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones.
Propone una nueva valoración frente a la valoración tradicional y se enfrenta
constantemente a las normas sociales.
Se considera cosmopolita, es decir, ciudadano
del mundo, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce
esto mismo en los demás, por tanto el mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de
todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que
un muchacho bebía agua en el hueco de las manos.
Conoció a algunos de los filósofos y
gobernantes de la época, se cuenta la anécdota de que estando un día en las afueras
de Corinto, se le acercó Alejandro Magno y ofreció concederle lo que quisiera,
a lo que el filosofo respondió simplemente: “apártate a un lado que me quitas el sol”. Esta
anécdota pretende reflejar claramente que el sabio no necesita nada de los poderosos, que está por
encima de las riquezas materiales y de la ambición del poder. Esta actitud crea
una radical separación con los políticos.
Todo esto es posible pero se necesita un duro
entrenamiento (askesis).
Diógenes, como todos los cínicos recomienda el entrenamiento para adquirir la
areté, ejercitarse tanto física como mentalmente para endurecerse y llegar a la
impasibilidad y a la autosuficiencia. La independencia se consigue con el
esfuerzo, como el viejo héroe Heracles, que sirve de ejemplo a los cínicos,
porque vive
conforme a su propia valoración de las cosas y no según normas ni convenciones
impuestas desde fuera.
Escribió algunos libros, que se han perdido,
pero todos los indicios hacen suponer que eran de carácter breve y en forma de
máximas o sentencias agudas e irónicas, según sus comentaristas.
Su muerte, como no podía ser de otra manera,
también es motivo de anécdotas. Según algunos murió por su propia voluntad,
suicidándose mediante la contención del aliento, dueño de su destino y del
momento de su muerte. Según otros murió de las mordeduras de un perro, esta vez
de los de cuatro patas o de una indigestión por comer pulpo crudo. Y cuentan
también otros que aún resuena el eco de las carcajadas del sabio de vez en
cuando y que sus amigos levantaron un monumento en su honor, que consistía en
una columna coronada por un perro de mármol.
Antístenes.
Cuando le preguntaron qué es lo que había aprendido de la
filosofía, respondió: ser capaz de hablar conmigo mismo.
Al preguntarle qué cosa era lo mejor para los
hombres, dijo: morir felices.
Decía que por todo equipaje se debería llevar
sólo el que en caso de naufragio, pudiera nadar con él.
Las opiniones que más le gustaba repetir eran:
que la areté
[virtud] se puede aprender. Que la areté es suficiente en sí misma para la felicidad.
Que el sabio es autosuficiente, pues también son suyos los bienes de los demás.
Que el sabio no vive según las leyes establecidas, sino según su propia areté.
Diocles le atribuye también lo siguiente: para
el sabio ninguna
cosa le es extraña o imposible.
Es más útil pelear con pocos buenos contra muchos malos,
que con muchos malos contra pocos buenos.
Hay que prestar atención a nuestros enemigos, porque son los
primeros en descubrir nuestras debilidades.
La virtud del hombre y de la mujer son la misma.
Diógenes de Sinope.
Cuando Diógenes llegó a Atenas, quiso ser
discípulo de Antístenes, pero fue rechazado, ya que éste no admitía discípulos,
y ante su insistencia Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le
dijo: no hay
un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas
algo que decir.
Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le
preguntaron qué era lo que sabía hacer, contestó "mandar, mira a ver si
alguien quiere comprar un amo".
Cuando le invitaron a la lujosa mansión le
advirtieron de no escupir en el suelo, acto seguido le escupió al dueño,
diciendo que no había encontrado otro sitio más sucio.
Cuenta una anécdota que Alejandro Magno dijo en
cierta ocasión, que de no haber sido Alejandro, le hubiera gustado ser
Diógenes.
Argumentaba así: todo es de los dioses, los
sabios son amigos de los dioses, los bienes de los amigos son comunes, por
tanto todo le
pertenece al sabio.
Catálogo
integral de filósofos cínicos conocidos
M.-O.Goulet-Cazé, en un excelente trabajo, ha
elaborado un catálogo integral de los cínicos conocidos, con un pequeño resumen
de cada uno de ellos, dispuestos en 8 grupos: 83 cínicos cuya autenticidad histórica está
comprobada, 14 cínicos anónimos, 10 personas cuya vinculación con el cinismo es
incierta, 31 cínicos de las pseudoepigráficas Epístolas cínicas, 13 cínicos
casi con seguridad ficticios, pero que aparecen en la literatura, 1 cínico por
equivocación, 4 personas que no fueron cínicas, pero a las que se conocía como
perros, y por último varios títulos en los que aparece la voz perro.
"Consulta el ojo de tu enemigo, porque es el primero que ve tus defectos "
"El cinismo consiste en ver las cosas como realmente son, y no como se quiere que sean."
"El elogio en boca propia desagrada a cualquiera."
"El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe."
"El movimiento se demuestra andando."
" Las pasiones tienen causas y no principios "
"Los cuervos devoran a los muertos y los aduladores a los vivos"
"No es necesario, para hacer desistir a quien contradice, contradecirlo a su vez; es menester instruirlo, porque no se remedia a un loco montando en furor como él "
"No te imagines que los demás tienen tanto interés en escucharte como el que tú tienes de hablar "
" ¡Oh, Platón!, el caballo, sí lo veo; pero la equinidad no la veo "
"Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mí."
" Se debe convertir el alma en una fortaleza inexpugnable "
"Un cínico es un hombre que conoce el precio de todo y no da valor a nada."
"Un pensamiento original vale mil citas insignificantes."
"El cinismo es la única forma bajo la cual las almas bajas rozan lo que se llama sinceridad".
- Friedrich Nietzsche "Más allá del bien y del mal".
Los
que se distinguieron en la exageración del principio de Sócrates fueron los cínicos. Su fundador, Antístenes,
empezó a enseñar en un lugar llamado Cynosarges, o templo del Perro
Blanco; de aquí se los llamó cínicos:
perros, nombre que además se granjearon por su lengua mordaz y sus maneras
desvergonzadas.
Sócrates había establecido que el bien supremo
es la virtud, y que a ésta debe posponerse todo; pero su discípulo Antístenes exageró o más bien adulteró esta
verdad, diciendo que el
hombre sólo debe cuidar de la virtud, despreciando todo lo demás.
Empezó, pues, por vestirse pobremente; se dejó crecer la barba, y armándose de
cayado y zurrón, emprendió la vida filosófica. Su discípulo Diógenes vive en un tonel, y allí recibe a
Alejandro: «¿Qué quieres de mí ?», le dice el conquistador: «Nada; sólo que te
apartes, pues me quitas el sol.»
¿Quién duda que el hombre debe perderlo
todo antes que la virtud, y que las riquezas, los honores, los placeres son
objetos deleznables, indignos de nuestro amor? Pero inferir, como los cínicos, que
nuestras casas deben ser un tonel, nuestros vasos la mano, y que para las
necesidades de la vida no debemos atender a las relaciones sociales, es una
exageración no prescrita por la virtud. Esta, llevada a un alto punto, puede
ciertamente conducir a un desprendimiento heroico, a pobreza absoluta, a
privaciones y sacrificios de toda especie; pero nunca traspasa los debidos
límites, olvidándose de lo que disponen la prudencia y la decencia; una virtud imprudente e indecente no sería virtud.
Bajo
las exageraciones cínicas se ocultaba un gran fondo de orgullo: la vanidad de despreciarlo todo
es una vanidad peligrosa. Bien habló el que dijo al cínico que hacía
ostentación de sus harapos: «Al través de las roturas de tu vestido descubro tu
vanidad.»
Las
exageraciones sistemáticas conducen a la locura. La escuela
cínica, después de haber pasado por Orates,
que vende todos sus bienes y los distribuye entre los pobres, dando un bello
ejemplo de desinterés, continúa por Metrocles
y acaba en Menipo y Menedemo. Este último andaba por las calles
gritando que había venido del infierno para observar la vida de los hombres y
dar noticia de las malas acciones a las deidades infernales.
algunas cosas se le quedaron para siempre de aquellas clases de Griego: el gran arquetipo narrativo del viaje de Ulises, por ejemplo; la idea de la resistencia frente a la tiranía, representada heroicamente por las ciudades griegas que se unen contra la invasión de los persas; la noción del individuo que somete a duda los dogmas acatados por todos y que en nombre de su soberanía personal está dispuesto a morir. Si teníamos la capacidad de imaginar un sistema político en el que se pudiera respirar más anchurosamente que en aquel país eclesiástico y cuartelario en el que habíamos nacido era gracias a que unos griegos de veintitantos siglos atrás habían inventado la palabra y la idea de la democracia.Mucho más habría podido aprender si hubiera prestado atención, pero una palabra que le escuché por primera vez a mi profesor de Griego la he tenido siempre presente: hubris. La hubris era la desmesura en la ambición o el exceso de confianza en las propias fuerzas que ciega a los soberbios y los empuja al desastre. En todo empeño humano hay un límite, una medida que la embriaguez del poderío o del éxito anima a traspasar. El soberbio es el único responsable de su propia perdición, pero las consecuencias de su insensatez arrastran también a los inocentes y a los débiles. No es un mal dictamen para comprender estos tiempos.Arqueología del ahora mismo, Antonio Muñoz Molina [El País, 16 de junio de 2012]
Efectivamente,
reactivar el cinismo antiguo en el siglo XXI sonaría pobre si lo redujéramos al
exhibicionismo en la vía pública, la masturbación, el nudismo, el escupitajo,
el canibalismo o arrastrar un arenque con una cuerda. La modalidad cínica que
Onfray toma como emblema implica el desprecio “a los profesores ciruela, los poderosos
arrogantes y los que compran filósofos tal como se compran esclavos,
a los que hay que aclararles que preferimos el sol antes que sus luces
artificiales, los que nos impiden vivir y que merecen una buena patada en el
culo”.
Onfray
dice confiar
más en sus ideas que en los hombres.
La
reciente edición de Filosofar
como un perro (Capital Intelectual), un conjunto de crónicas
breves que el filósofo francés publicó en el semanario satírico semanal Siné
Hebdo
¿Cómo
serían esas formas de vida cínicas que menciona en el prólogo del libro?
Vivir
como cínicos, como Diógenes, no es usar un abrigo sucio, tener la barba
manchada con el menú de la semana, masturbarse o copular en la plaza pública,
sino volverse libertino,
en el sentido del siglo XVII, o sea, liberado, o libertario. Es no tener ni
dioses ni amos, no reconocer ninguna autoridad por el hecho de ser autoridad,
no confiar nunca en las instituciones, no creerles ni a los periodistas ni a
los universitarios que son formadores de opinión de la sociedad del
espectáculo, no creer ni una palabra de ningún político que hace carrera,
rechazar los honores, los cargos, los nombramientos, las condecoraciones,
preferir el ser al tener, construir la propia vida sin tener que deberle ni
pedirle nada a nadie. En una palabra, es “crearse libertad” para utilizar una
bella expresión de Nietzsche.
En
su obra la relación entre hedonismo y anarquismo ha sido el eje, ¿de qué modo
ve que se puede articular hoy día?
El
hedonismo que propongo es un hedonismo del ser, es el antídoto exacto para el
hedonismo del tener. El hedonismo filosófico es un arte de vivir libre, sin las
asperezas que permitirían a un tercero dominarnos; el hedonismo trivial,
consumista, capitalista y liberal es un hedonismo de la posesión, de la
propiedad, del tener, de la apariencia, del parecer.
Crisis financiera, crisis económica, crisis política, crisis religiosa, crisis ambiental, crisis energética, si no las he enumerado todas, creo haber enunciado las principales. Falta una, principalísima según mi entender. Me refiero a la crisis moral que arrasa el mundo y de la que me permito dar algunos ejemplos. Crisis moral es la que está padeciendo el gobierno israelí, de otra manera no sería posible entender a crueldad de su actuación en Gaza, crisis moral es la que infecta las mentes de los gobernantes ucranianos y rusos condenando, sin remordimiento alguno, a morir de frío a medio continente, crisis moral es la de la Unión Europea, incapaz de elaborar y poner en marcha una política externa coherente y fiel a unos cuantos principios éticos básicos, crisis moral es la que sufren las personas que se aprovecharon de los beneficios corruptores de un capitalismo delincuente y ahora se quejan de un desastre que tenían que haber previsto. Sé muy bien que hablar de moral y moralidad en los tiempos que corren es provocar la hilaridad de los cínicos, de los oportunistas y de los simplemente listillos. Pero lo dicho, dicho está, y estas palabras algún fundamento tienen. Eche mano cada uno de su conciencia y diga lo que encuentra.
La otra crisis, José Saramago
Una sociedad cínica está enferma
Antonio Muñoz Molina
Una ventaja de esta época sombría es que la desvergüenza de los que mandan se ha vuelto tan absoluta que ya no hacen falta especiales sutilezas para adivinar los propósitos de sus actos, y ni los más incautos corren peligro de engañarse sobre ellos. A los que mandan y a los que aspiran a mandar en España, o en los territorios que en el futuro próximo logren venturosamente liberarse de ella, que exista una asignatura dedicada al estudio de la rectitud en los comportamientos privados y públicos les debe de parecer tan cómico como la idea de que los corruptos vayan a la cárcel, o de que los pobres tengan el mismo derecho a la educación que los ricos, o de que la salud sea un bien tan valioso y tan primordial para la dignidad humana que no se la puede degradar sometiéndola a las leyes del beneficio privado.Todo mucho más claro, Antonio Muñoz Molina [El País, 3 de agosto de 2013]
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