jueves, 14 de junio de 2012

Mujer en la ventana


Ignacio Abel en La noche de los tiempos 

La encontró en la terraza, apoyada contra la barandilla, el pelo echado hacia atrás y la cara vuelta hacia el sol todavía suave de marzo, de espaldas al horizonte del Guadarrama, agigantado por el efecto óptico de la lejanía, las cumbres cubiertas todavía de nieve, las piernas desnudas, los cortos calcetines blancos. Me gusta que me busques pero que no estés seguro de que vas a encontrarme.

Quizá la causa de su enamoramiento:

No ha conocido a nadie que mire y escuche con tanta atención, con tanta ansia de saber, tan alerta a las palabras como a los silencios y a los gestos mínimos, ejerciendo con la misma apasionada intensidad la intuición y el razonamiento, preguntando, adivinando, examinándose a sí misma con una lucidez tan incorruptible como su curiosidad. 

Cosas que nunca te dije:

Descubriéndola a ella se había ido descubriendo simultáneamente a sí mismo.


El tema solo aparece en la pintura a principios del XIX. En los cuadros de Vermeer hay ventanas de cristales emplomados por las que casi siempre entra una claridad de mañana o tarde con nubes, pero a esas ventanas casi nunca se asoma nadie, y nunca llegamos a saber lo que se ve por ellas.
La ventana abierta a lo que aparece más allá solo existe desde el Romanticismo, sobre todo el romanticismo nórdico, el de Alemania y Escandinavia, el de las habitaciones despojadas pero también acogedoras, el de la vida retirada que se abre soñadoramente a un paisaje que la soledad o la luz vuelven de algún modo remoto, tocado por la ansiedad de ver lo que está mucho más lejos, de experimentar una luz meridional que sea mucho más fuerte.

Mujer en la ventana

Esta obra de 1822 es el único interior de Friedrich. En ella aparece su mujer, Christiane Caroline Bommer (1797-1847), con quien el artista había contraído matrimonio en 1818, a la edad de cuarenta y cuatro años, de forma sorprendente, pues era conocido como el mayor amigo de la soledad. En agosto de 1820 el matrimonio se mudó a la calle An der Elbe 33, junto al Elba. Consigo llevó Friedrich los paneles con que regulaba la luz de las ventanas de su estudio, los cuales adaptó a sus nuevas ventanas, tal y como aparecen en este cuadro. Como era su costumbre, su estudio aparece desprovisto de la parafernalia propia de los de otros pintores; en su austera desnudez, Friedrich sólo permite la presencia de unos frascos en el alféizar. Su mujer ha abierto uno de los paneles y observa, relajada, el otro lado del río, donde asoman una hilera de álamos. Por el mástil se adivina la presencia de veleros, como los que abundaban en su época en el Elba.
Lo que se reprochó, precisamente, fue la presencia de su mujer de espaldas en la ventana. Desde su matrimonio, la aparición de figuras femeninas se hizo abundante en su obra, contra su costumbre anterior. En casos como Mujer frente al sol poniente, expresaban un claro sentido religioso. 
El vestido de Caroline acentúa este movimiento hacia el exterior, sostenido por la gradación de colores, desde lo más oscuro, la habitación, hasta lo más luminoso, el cielo. La simbología es también clara. El sombrío interior representa el mundo terreno, el mundo de los vivos. La ventana, como las puertas, es el ámbito de relación de ese mundo terreno con el celestial. Las barcas reflejan dicho tránsito. La mujer contempla el otro mundo, el celestial, bajo el que se alzan los álamos, símbolo de las fuerzas regresivas de la naturaleza, recuerdan el pasado. 


Podemos saber muchas cosas de esta mujer contemplando el cuadro: por la ropa que viste, por el recogido del cabello, por la posición de sus piernas y brazos, por el paisaje que contempla, por la habitación desde donde se asoma.
Pero esta obra nos dice mucho más de quien lo pinta que de la mujer que representa.
El no poder contemplar su rostro hace que cualquier otra mujer pueda identificarse con ella.
Friedrich está enamorado del misterio que esta mujer representa.

Al contemplar el cuadro de Dalí Muchacha en la ventana, uno no se identifica con la mujer que contempla. Hay algo en ella que no permite esa identificación.
Quizá sea porque representa a la hermana del artista, Ana María.
La muchacha sufre algunas desproporciones notables como sus pies, los cuales son muy pequeños. Pero no es sólo eso. Uno siente pudor al fijarse en sus piernas y nalgas.
Ana María escribió el libro "Salvador Dalí, visto por su hermana Ana María Dalí" que no agradó al pintor. Años más tarde Dalí acabaría pintando otra versión del cuadro original con el título "Joven virgen sodomizada por su propia castidad".
No parece que Dalí encajara muy bien las críticas.

 

En Mujer asomada a la puerta del jardín, de Julio Romero de Torres ocurre lo mismo que con el cuadro de Friedrich. La mujer está de perfil, pero apenas se distinguen los rasgos de su cara.



Creo que hay un fragmento de un cuadro de Joan Llimona que representa el rostro de una mujer en actitud de espera. No estoy segura porque lo he visto sólo en un blog y no consigo encontrar el cuadro al que pertenece.



Parece que mire por la ventana pero la ventana no se ve. El rostro es el espejo del alma y, aunque no mire directamente a los ojos, se le adivina.



“Más bien que reinar en los bosques, debería, a mi ver, el grande hombre corresponder al amor que ha inspirado a una pobre y sencilla muchacha. El tiempo le parece horriblemente largo; la verás asomada siempre a la ventana, contemplando las nubes que pasan por encima de los antiguos muros de la ciudad. ¡Si yo fuese un pajarito!. He aquí lo que canta todo el día y una gran parte de la noche; por cada vez que está alegre, está cien triste; tan pronto se deshace en lágrimas, como parece estar en aparente calma; pero, en cambio, se la ve siempre enamorada.”
Palabras de Mefistófeles para seducir a Fausto de que busque a Margarita. Ven conmigo y consuélala.
“Tengo la cabeza trastornada y el corazón desgarrado; cada vez me siento más desfallecida.
Ni aun me atrevo a evocar el recuerdo de mis días de calma. Si me asomo a la ventana es para verle, si paso el umbral de mi puerta es para salirle al encuentro.”

Fausto; Johann Wolfgang von Goethe, Ediciones Orbis, S.A., Traducción cedida por Editorial Iberia, S.A.

Primer verso de una canción popular alemana.
Wenn lch ein Vöglein wär

Wenn ich ein Vöglein wär
und auch zwei Flügel hätt,
flög ich zu dir,
weil´s aber nicht kann sein
bleib ich allhier

Bin ich gleich weit von dir,
bin doch im Traum bei dir
und red´ mit dir.
Wenn ich erwachen tu bin ich allein.

Es vergeht kein Stund in der Nacht,
da nicht mein Herz erwacht
und an dich denkt,
daß du mir tausendmal
dein Herz geschenkt.

In meinem Gärtelein
blüht ein schön´s Blümelein:
Vergiß nicht mein !
Dies Blümlein leg an´s Herz
und denke mein !

Worte aus: "des Knaben Wunderhorn"
Weise: mündlich überliefert


If I were a little bird
and also had two little wings
I would fly to you.
But because that cannot be,
I remain just here.
 
Equally if I am far from you,
yet I am with you in sleep
and talk to you.
When I become awake,
I am alone.
 
There is no hour of the night goes by
that my heart does not wake
and is thinking of you,
that many thousand fold
you gave your heart to me.

Hace un tiempo leí una entrevista a Yuko Yamaguchi, la diseñadora oficial de Hello Kitty en la que le preguntaban en qué creía ella que radicaba el éxito de la gatita blanca y contestó que pensaba que provocaba identificación porque, al no tener boca ni expresión en la cara, cualquier niña podía identificarse con ella independientemente de cómo fuera o del estado de ánimo que tuviera. Las niñas tristes y melancólicas piensan que Kitty es como ella. Las que son alegres y divertidas también.

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