miércoles, 20 de junio de 2012

Actualidad de los sofistas

Porque la mayoría, por así decirlo, no se da cuenta de nada, sino que celebra las cosas que ésos pregonan.
"Fuente": Platón, Protágoras, 316c-317c.

El término sofista, del griego sophía (σοφία), "sabiduría" y sophós (σοφός), "sabio" es el nombre dado en la Grecia clásica, de aquel que hacía profesión de enseñar la sabiduría. Sophós y Sophía en sus orígenes denotaban una especial capacidad para realizar determinadas tareas como se refleja en la Ilíada (XV, 412). Más tarde se atribuiría a quien dispusiera de "inteligencia práctica" y era un experto y sabio en un sentido genérico. Sería Eurípides quien le añadiría un significado más preciso como "el arte práctico del buen gobierno" (Eur. I.Á.749) y que fue usado para señalar las cualidades de los Siete Sabios de Grecia. Sin embargo, al transcurrir el tiempo hubo diferencias en cuanto al significado de sophós: por una parte, Esquilo denomina así a los que dan utilidad a lo sabido, mientras que para otros es al contrario, siéndolo quien conoce por naturaleza. A partir de este momento se creará una corriente, que se aprecia ya en Píndaro, que da un significado despectivo al término sophós asimilándolo a "charlatán".
Ya en la Odisea, Ulises es calificado de sophón como "ingenioso". Por el contrario, Eurípides llama a la sophía "listeza" y al sophón "sabiduría", tratando con ello de diferenciar la intensidad y grado de conocimiento de las cosas que tienen respectivamente los hombres y los dioses.
El verbo sophídsesthai, "practicar la sophía", sufrió una evolución similar al terminar por entenderse como "embaucar". El desprecio con el que los sofistas eran tratados en ocasiones no nacía del hecho mismo de recibir remuneración, sino de hacerlo, sobre todo, por la formación en la llamada areté, el arte de la política y la ciudadanía, que incluía todas las técnicas persuasivas para hacerse un lugar en la administración de la polis.
Platón criticaba a los sofistas por su formalismo y sus trampas dialécticas, pretendiendo enseñar la virtud y a ser hombre, cuando nadie desde un saber puramente sectorial, como el del discurso retórico, puede arrogarse tal derecho.
La primera exigencia de esa areté era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. "Poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", dice Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas". Platón dirá más tarde que era "captura" de almas.
Una de las actitudes más características de los sofistas, estuvo referida a su concepción de la normativa social; considerando que ni la moral ni las leyes respondían a la naturaleza, sino que eran solamente nomos, es decir resultados de las convenciones humanas; por lo cual los hombres podrían establecer un orden social y moral totalmente distinto, sin que con ello lesionaran el orden natural. Con ello, sentaron las bases de la discrepancia entre las concepciones del llamado iusnaturalismo que considera que hay reglas jurídicas y morales inherentes a la naturaleza; y el llamado “positivismo jurídico”, que solamente considera que las reglas están vigentes por imposición humana.
Sosteniendo, en definitiva, que no había ninguna verdad auténtica, sino que la verdad dependía del poder de persuasión con que fuera expresada y la utilidad que tuviera.
Para Protágoras lo que separa al hombre de los animales no es solamente el lenguaje y el dominio de la técnica, sino la capacidad de convivir políticamente.
Los hombres eran incapaces de subsistir, porque no disponían de la sabiduría política; de modo que Zeus envió a Hermes a dar a los hombres el aidós, algo así como el concepto del deber de respetar las leyes de la polis.
En la dinámica de la democracia, debe cultivarse la capacidad de persuadir; a partir del concepto de que si bien no puede afirmarse que la mayoría tenga razón meramente por serlo, de todos modos el mejor curso de acción posible para la sociedad sea aquel que cuenta con el respaldo de la mayoría. 


Estos días he recordado al profesor López López y lo que nos contaba acerca de sus primeros artículos. Él y otros jóvenes necesitaban dominar muy bien el lenguaje para burlar la censura en tiempos del franquismo.
No sé en qué proyectos estará ahora pero he curioseado en Internet y he encontrado esta publicación: Música y Filosofía. Simulación y Disimulación: Aspectos Constitutivos del Pensamiento Europeo. Sevilla. Kronos S.A. 2003. Pag. 101-103
El título es bastante sugerente. Parece que no ha abandonado su terreno de juego.


Citas de José Saramago:

He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.
El tiempo de las verdades plurales ha terminado. Ahora vivimos en el tiempo de la mentira universal. Nunca se mintió tanto. Vivimos en la mentira, todos los días.
Casi siempre el discurso político es de ocultamiento. A lo mejor, si se tradujera, de ese discurso saldría exactamente lo contrario de lo que el político dijo. Esa traducción tendría mucho que ver con el pensamiento que el discurso oculta. Lo encontramos a toda hora.


  • La comunicación verdadera

    Fragmento de El hombre duplicado
    (traducción libre del catalán)
    Por mucho que las tecnologías de la comunicación se desarrollen y mejoren, siguiendo una auténtica progresión geométrica, la otra comunicación, la comunicación propiamente dicha, la de verdad, entre tú y yo, entre nosotros y vosotros, continúa siendo esta confusión cruzada de callejuelas sin salida, engañosamente sembrada de plazas ilusorias, tan engañosa cuando expresa como cuando quiere ocultar.

    Orwell siempre: el lenguaje político está diseñado para hacer verdadera la mentira y respetable el asesinato.
    Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina

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