martes, 26 de junio de 2012

Territorio Fellini, Mundo Buñuel


Exterior e interior. Escaparate y conciencia.
Asperezas, sátira y melancolía; la belleza terrible y amarga de las imágenes; cómics americanos y cócteles; Little Nemo y Dry martini.

La Strada, la canción de la calle. 1954


Las miserias de una sociedad depauperada, resignada, miserable y desposeída siquiera de un mínimo de dignidad humana. Una nación golpeada por el infortunio y el desengaño que es fiel y noble a su maltratador hasta sus últimas consecuencias.
Posguerra italiana. Gelsomina di Constanzo es vendida a un forastero por tan sólo diez mil liras.
Gelsomina, de por sí tan extraña, tan próxima a los terrenos de la idiotez. O es que confundimos bondad con idiotez. Es curioso lo que hacemos con el lenguaje. A las buenas personas les llamamos tontos. ¿Por qué tiene tan mala prensa la bondad? ¿Por qué es tan sospechosa?
La segunda hija que se vende al mismo forastero. La anterior ha muerto en circunstancias oscuras, sin más explicaciones. Su madre no parece querer saber lo que ocurrió.
Zampanó tiene un acento extraño, distinto al de los italianos comunes. Zampanó es un tipo sin pasado, que consigue su sustento diario representando el papel de “hombre fuerte”, capaz de romper cadenas con sólo la expansión del pecho en su miserable circo ambulante. No parece nunca estar interesado en razonar sobre ningún tema y su sentido de la ética se basa sobre todo en la amoralidad. Es mujeriego y violento.
Presentación de “Il matto”. Es un saltimbanqui joven, equilibrista superdotado, y se le ve arrojando una risa muy peculiar en todo momento. Tiene además, una debilidad que será su perdición: no puede dejar de burlarse de Zampanó cada vez que lo ve, socavando con ello, si bien involuntariamente, la autoridad tradicional que suele pertenecer a quien se vale del poderío físico. Trata de que Gelsomina escape de su amo y busque su destino, por más ínfimo que parezca, y le da ánimos cuando ella decide permanecer con Zampanó confiando en que el amor lo hará cambiar tarde o temprano.
Huída. El Loco debe huir de Zampanó, quien daría lo que fuera por propinarle una buena paliza.
Encuentro casual. A pesar de su aire amistoso, en su rostro se refleja una sutil inquietud, pues sabe que por fin ha sido atrapado.
Exceso en el castigo. Se sorprende angustiosamente cuando se da cuenta de que lo ha matado. Entonces, hace parecer que la muerte de El Loco fue producto de un accidente: arroja el cadáver junto con el coche a la orilla de un riachuelo en medio de una inexplicable escena bucólica.
Ruptura de la inocencia. Gelsomina se deja arrastrar por la locura. Zampanó decide abandonarla a su suerte, olvidarse de ella.
El tiempo pasa. Zampanó ha envejecido y aún sigue ejerciendo su conocido número circense. No hay indicios de grandes cambios en su vida, salvo las canas y un visible fastidio; sin embargo, por casualidad se entera del destino final de Gelsomina.
Final de Gelsomina: Murió sola en la playa mientras tocaba con la trompeta aquella maravillosa sintonía de Nino Rota que “Il matto” le enseñara a tocar en una ocasión. Eso basta para desmoronarse al fin, basta para sacar, a lo mejor por vez primera, todo el cúmulo de emociones reprimidas, basta para dejarse invadir por el desamparo, para conseguir, acaso demasiado tarde, alguna esperanza de redención, todo eso mientras yace arrodillado en la arena de una playa desierta.
¿Qué tienen en común Gelsomina y Zampanó? ¿Por qué Gelsomina no lo abandona y él sí? Ambos son seres errantes, solitarios y desvalidos que tienen dificultad para encajar en el mundo. Lo que les diferencia es su manera de enfrentarse al mundo: él es resentido, orgulloso, presuntuoso, agresivo, irascible, pícaro y bravucón. Ella, mucho más joven, es tímida, buena, inocente, ingenua, generosa y pacífica, pese a que su vida está marcada por la violencia. Él es coraza y ella desnudez.

Las Hurdes. Tierra sin pan


Cortometraje documental que hace un retrato de Las Hurdes (Cáceres), una de las regiones más pobres y menos desarrolladas de la España de 1932. La insalubridad, la miseria y la falta de oportunidades provocan la emigración de los jóvenes y la soledad de quienes se quedan en esta desolada región extremeña. 
No la he visto, pero me he informado sobre ella.
Con esta película Buñuel da un giro a su obra, alejándose del surrealismo ortodoxo para acercarse a propuestas más sociales y al comunismo.
El surrealismo, que no en vano, era un movimiento de rebeldía contra la sociedad burguesa en todos sus aspectos y que tenía como arma principal el escándalo. Buena parte de estos objetivos se cumplen en esta cinta de Buñuel, pues consiguió escandalizar a los gobernantes e intelectuales de su tiempo y con ello obtuvo una repercusión que permitió difundir el mensaje social y de denuncia que tenía este documental.
En este documental se realiza un recorrido por la comarca y los habitantes de Las Hurdes. La película refleja la situación tercermundista en que se encontraban algunas zonas de España. Es polémica la legitimidad de la cinta como documental antropológico, pues Buñuel, además de rodar los habitantes y las costumbres de esta comarca extremeña, construyó en ocasiones (como muestran fotos fijas del rodaje que se conservan) escenas a la medida de sus necesidades. Puede observarse, en este sentido, que la cabra despeñada fue abatida por una escopeta cuyo humo se observa en la fotografía. Asimismo, el burro comido por las abejas, tiene las patas atadas, y coincide con uno de los motivos más obsesivos para el cineasta, el del carnuz, que ya aparecía en el ambiente de la Residencia de Estudiantes, y se puede documentar en varios cuadros de Dalí de esa época y en los burros podridos encima de los pianos de Un perro andaluz. Algunos documentalistas, como Pío Caro Baroja le han reprochado esta manipulación de la realidad y el daño ocasionado a los hurdanos, protagonistas de una exhibición truculenta. Empero, hay que pensar en si hay algún documental que no seleccione y manipule en mayor o menor medida la realidad objetiva en dirección a los fines perseguidos, que en este caso (no lo olvidemos) eran denunciar ante las autoridades una situación de atraso a la que había que poner remedio, en la línea de los valores comunistas a los que el grupo de André Bretón se había ido acercando en la década de los 30. Cabe preguntarse si hubiera sido tan efectivo como testimonio social de no haber procedido a exagerar unas carencias que, lejos de arremeter contra el pueblo hurdano, ponían en evidencia la dejadez institucional que las habían permitido.
 Carlos Saura la tuvo como punto de partida para su documental Cuenca, a raíz del cual declararía en 1958:
En el año 1932, cuando Luis Buñuel realizó Tierra sin pan, pudo nacer una genuina escuela del documental, entroncada con las raíces más profundas del temperamento hispánico. Solo se debía seguir el camino que Luis Buñuel nos dejó, pero nadie lo hizo.
Al estreno del filme, realizado en el Palacio de la Prensa de Madrid, acudió el doctor Gregorio Marañón, que se indignó por lo desagradable de la película, y protestó enérgicamente contra ella, opinión que recibió y compartió el Gobierno de la Segunda República, que decidió prohibirla por la mala imagen que ella podía ofrecer de España. En 1937 el filme se estrenó en Francia donde, también a los pocos días de su proyección, hubo de ser retirada a instancias del gobierno francés y de la prensa.
Es curioso observar que casi veinte años después ocurrió algo parecido con la película que retrataba los barrios más deprimidos de Ciudad de México, Los olvidados, cuyo estreno en México provocó reacciones violentísimas, y fue solicitada la expulsión de Buñuel por parte de la prensa, sindicatos y otras asociaciones. Permaneció solo cuatro días en cartel sin que faltaran intentos de agresión física contra el cineasta, solo que en esta ocasión, el premio conseguido en el Festival de Cannes, hizo que la película fuera avalada por el prestigio de este importante certamen, así como por la defensa que de ella hicieron algunos intelectuales mexicanos, entre los que destacó Octavio Paz.
Dos miradas diferentes pero complementarias y ambas interesantes.
No quisiera prescindir de ninguna. Pero si tuviera que elegir, prefiero sugerir a mostrar.
Supongo que por eso he visto casi todas las películas de Fellini y casi nada de Buñuel.
Prefiero la seducción del cuerpo que se adivina bajo la ropa a la desnudez, el claroscuro a la luminosidad, Velázquez a Goya.
Hay algo descarnado y obsceno en Buñuel. Me ocurre lo mismo al contemplar ciertos cuadros de Dalí. Hay cierta artificiosidad en ellos que asusta un poco, provocan miedo.
Puede ser también falta de honestidad, arrogancia, hipocresía, crudeza, cinismo. 

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