Los héroes se esculpen en piedra imperecedera para escapar de la muerte, pero la piedra no retiene tampoco la memoria. Yo he visto ruinas de ciudades más grandes que Atenas cuyo nombre se había borrado de la memoria de los hombres. Bajo la ardiente arena del desierto, bajo los mares habitados de peces hay palacios y murallas.
Juan Eslava Galán
Al recibir el libro de Gerva, me he sentido mal. Me he sentido extraño. Pasaba las páginas y el horror volvía una y otra vez. Yo me jubilé en 1994 y ya no hice Kosovo; y sin embargo reconocía cada cara, cada escena, cada cadáver. El rostro de mujer angustiada que huye con su hijo dormido a la espalda en la contratapa del libro lo había visto tantas veces que, apenas lo tuve delante, pude reconstruir sin esfuerzo la situación. Aún conserva a su hijo -pensé- y va en grupo con otras mujeres y niños. Su marido quedó atrás, y a estas horas está luchando o abona una fosa común. Ella tiene suerte, porque no la han violado. Lo sé porque está en la frontera pese a ser guapa y joven, y en los Balcanes a las guapas y jóvenes casi nunca las violan una sola vez, sino que las llevan a burdeles para soldados y las violan cada día y cada noche, y al final las matan cuando quedan preñadas. He visto esa historia en el acto, como he visto otras historias igual de corrientes y conocidas de sobra en las fotos muscadas entre casquillos de bala, en el reparto de pan a los refugiados, en los cadáveres devorados por los perros. Creía estar ya a salvo y lejos de todo eso, y mira. De pronto llega Gerva y me recuerda que ése es el único mundo real verdaderamente real que existe, y que esto otro de aquí sólo es un camelo, una tregua, y que mañana el muerto de la foto puedo ser yo, o la que corre con el niño a la espalda puede ser mi hija. Una noche de 1991, bajo las bombas serbias en Vukovar, Gerva me dijo: "Si me matan por tu culpa, no te lo perdonaré nunca"
Arturo Pérez-Reverte
Esta mañana mi hija mayor me ha
preguntado qué hay por dentro de las paredes, quería saber qué es lo que no se
ve. También me ha preguntado cómo se fijan los azulejos a la pared y cómo van
cogidos los enchufes. ¿Qué pasa si la ducha deja de funcionar?
¿Y si la casa se derrumba? ¿Se
puede vivir dentro de ella mientras la están reparando? Me especifica: no lo que ocurre si se
cae un tabique, sino la casa entera.
He estado tentada de decirle que
el problema no está en que se caiga nuestra casa, sino en el derrumbe de ciudades
y países. Pero sólo tiene cuatro años y siempre hay que tener presente en qué
fase o momento de su vida está el que escucha y que lo que uno le cuente lo
sabrá ya para siempre.
Cuando íbamos en el coche camino
del colegio, veníamos escuchando una emisora en la que alguien comentaba que
Paul Krugman había dicho que “lo que Europa necesita es un cataclismo”, un
resquebrajamiento de todo el sistema.
Mi marido ha apagado la radio.
Los adultos nos seguimos haciendo
las mismas preguntas que los niños aunque hayamos perdido la ingenuidad.
Si saciáramos toda la curiosidad
de los pequeños sin darle evasivas ni respuestas banales y simplistas creo que
nos iría un poco mejor.
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