Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida.
Pitágoras
Médicos y maestros. Sanadores de
cuerpos y del espíritu. El médico que se hace maestro para curar las ideas que
pudren el alma y son causa de enfermedad. Dos profesiones para las que es
imprescindible tener vocación.
Yo he tenido buenos y malos
profesores, como todo el mundo, pero me acuerdo fundamentalmente de lo bueno
que aprendí de los buenos, que casi siempre tuvo poco que ver con el contenido
de la asignatura o de los programas de evaluación y más con la manera de
entender su profesión, con la forma de enfrentarse a los problemas, con su ejemplo y su mirada
al mundo.
Los maestros son como los libros.
Todos tienen algo que enseñarte pero el valor de lo que te enseñan varía mucho
de uno a otro.
Mi tía Guille, que es maestra,
dice que para los buenos profesores los alumnos que presentan alguna dificultad
son los realmente valiosos, los que te permiten crecer. Los demás, aprenden solos. Los que han aprendido a
mirar ya no requieren ayuda. La satisfacción está en motivar al alumno que se
ha dado por vencido, en dirigir con acierto al que está desorientado. Creo que
no le falta razón.
María García fue mi tutora en
primero y segundo de primaria. Lo que recuerdo de ella es que era una estupenda
contadora de historias. Ella y su marido José María se contaban entre los
primeros profesores con los que comenzó su andadura el Colegio Aljarafe. María
se dio cuenta de que yo me expresaba bien a través de los dibujos,
especialmente coloreando. Procuraba fijarse en aquello en lo que destacaba cada
niño para animarle a seguir potenciándolo. Era muy cariñosa y atenta.
Rosario García también fue una
estupenda tutora. Ella dijo muchas veces en las reuniones de padres que contaba
con un grupo muy bueno donde había muchos niños sobresalientes. Yo no me
contaba entre ellos pero el tener compañeros así me sirvió de acicate. Rosario
comprendió que yo tenía un grupo cerrado de tres amigas y que presentaba dificultades para relacionarme con el resto de la clase. Al finalizar quinto
curso, tomó la acertada decisión de separarme de todas ellas. Nunca se lo
agradeceré lo bastante.
Mi tutor de sexto se llamaba José
Manuel Elena. Sacó las oposiciones en aquella fecha y ahora es profesor en la
facultad de Informática.
En séptimo y octavo, mi tutor fue
Ramón Guzmán. Se esforzó mucho por enseñarnos el valor de la autonomía como
única forma de alcanzar cierta libertad. Nos hablaba del sentido de la
responsabilidad, de la importancia de que nos comunicáramos con nuestros padres
y les participáramos de nuestras inquietudes y deseos.
Me acuerdo de Paco Vélez, nuestro
profesor de Física y Química. Dedicó una clase entera a contarnos disparates
físicos que íbamos copiando de la pizarra al cuaderno. Al final de la misma,
nos hizo reflexionar sobre lo que habíamos hecho. “Arrancad esas páginas,
vamos”. Una situación parecida se describe en el libro de “El club de los
poetas muertos” de N. H. Kleinbaum. Me parece mentira.
En primero de BUP tuve una
excelente profesora de Lengua, Carmen Casanova. En una de sus primeras clases
nos habló de lo que nos jugábamos a partir de ese momento. Nos dijo que cada
nota contaba para alcanzar el objetivo de llegar a la Universidad.
Teníamos que plantearnos qué queríamos estudiar y qué nota
teníamos que alcanzar de media para obtener el acceso a la carrera que
hubiésemos elegido. Era una profesora muy disciplinada, ordenada, metódica.
Pocos profesores me hablaron tan claro como ella.
En segundo, recuerdo el
entusiasmo de Chema, nuestro profesor de Literatura. Llamaba "el justiciero" a su rotulador rojo, con el que corregía los exámenes. Sus clases sobre el
Lazarillo, el Quijote o Galdós fueron memorables. Acababa de salir de la
facultad y le brillaban los ojos contando aquello de lo que más sabía. Tuvo que
marcharse casi a final de curso porque lo llamaron para hacer el servicio
militar.
También recuerdo a Magdalena
Pons, profesora de Inglés. Nos hacía un pequeño examen nada más entrar en
clase, los primeros diez minutos. Quería enseñarnos la importancia del
esfuerzo. Todo lo valioso cuesta mucho conseguirlo. Mejor ir dando pequeños
pasos en la dirección adecuada que darse la paliza de estudiar dos días antes
del ejercicio. He sabido que, una vez jubilada, se dedica a dar clases de
Inglés en centros de adultos.
Y la facultad de Filosofía.
No tengo apego por las cosas, ni siquiera por los libros o los discos, pero sí por los lugares en los que he conocido la misteriosa exaltación de lo mejor de mí mismo, la plenitud de mis deseos y de mis afinidades, y lo que quisiera atesorar como un coleccionista avaricioso
Fue un privilegio. Apenas
cuarenta compañeros de promoción. Los profesores nos conocían muy bien y el
trato era cercano pero respetuoso.
Algunos de mis compañeros eran
realmente buenos y habían leído mucho. Yo me sentía un poco pardilla e inmadura
si me comparaba con ellos.
Me acuerdo especialmente de
Manuel Pavón, nuestro profesor de Filosofía de la Naturaleza. Hacía
fácil lo difícil y tenía un extraordinario sentido crítico. Su carácter, sus
comentarios, su humor inteligente. Era de estas personas que te adivinan con la
mirada. Podía anticiparse y ver más lejos que los demás. Mostraba interés por
lo que le pudieras contar y eso hacía que muchos alumnos fueran a pedirle
consejo. Atraía como un imán porque el trato humano era para él lo más
importante. Me hablaba de sus proyectos y de la importancia que tenían para él
los años dedicados a la investigación. Su curiosidad era enorme.
Se quejaba del precio que había tenido que pagar por su vivienda pero no parecía lamentarse de su situación personal. Entereza y coraje.
Cuando me he encontrado con
antiguos compañeros, todos le destacan. La razón de ello es que era una persona
con carisma, muy entregado a su trabajo y, sobre todo, de un trato muy humano,
por encima del habitual profesor-alumno. Escuchaba muy bien y orientaba mejor aún.
Quizá no fuese el que más sabía de lo suyo pero sí el más sabio. Espero se
entienda esto último que quiero decir.
Sin desmerecer a algunos otros
que también fueron buenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario