En nuestro oficio, había dicho
una vez Olvido la palabra arte siempre suena a mixtificación y a paños
calientes. Mejor seamos amorales que inmorales. ¿No te parece?
Y fue así como el asombrado
pintor de batallas, muy atento a cuanto escuchaba, se afirmó en la certeza de
la red oculta que atrapaba al mundo y sus acontecimientos, donde nada de cuanto
ocurría era inocente y sin consecuencias
He seguido dándole vueltas al
cortometraje de Buñuel Las Hurdes, Tierra sin pan.
Las personas que aparecen en la película
no son actores interpretando un papel. Tienen nombre y una vida real, de
verdad.
Aunque el fin sea legítimo y
encomiable:
consiguió escandalizar a los gobernantes e intelectuales de su tiempo y con ello obtuvo una repercusión que permitió difundir el mensaje social y de denuncia que tenía este documental producido por el intelectual anarquista Ramón Acín;
no justifica los medios.
No se me escapa la diferencia
entre el caso concreto y extremo de Ivo Markovic y el de los vecinos de Las
Hurdes pero me ha parecido que están en la misma línea. En ambos casos se
utiliza a seres humanos como medio para un fin.
Repito que no he visto la
película pero he leído reseñas y críticas del documental en la red:
Son más que conocidas las
simulaciones de la cabra abatida por un disparo, de la falsa dentadura de la niña,
del burro embadurnado de miel, de los temblores palúdicos avivados por el
aguardiente, de las niñas mojando unos mendrugos de pan en un sucio arroyo por
miedo a que sus padres se los roben.
Algunas secuencias están escenificadas. Particularmente
crueles son dos que involucran a una cabra y a un burro.
En un efecto casi sarcástico suena todo el tiempo
la 4ª de Brahms, el romántico paisajista de la Alemania boscosa y
abundante.
En el empeño de mostrar con bronca poesía
desoladora lo oculto, una región apartada y terrible de lo real, su lado crudo
y tenebroso, lleno de muerte y pesadilla, Buñuel no se apartó de la búsqueda
surrealista tanto como podría parecer.
El surrealismo no es sólo una vaca saliendo por la
puerta de una casa (aunque no falta).
A este respecto, la
película hace referencia a problemas reales que asolaban la zona: La dificultad
para conseguir pan, la ausencia en la ingesta de carne (paliada por alguna
cabra despeñada o la matanza de algún cerdo), el paludismo o la disentería provocadas
por la ingesta de agua contaminada y bayas verdes respectivamente, la
abundancia de enfermos de bocio y cretinos (pobrísima ingesta de yodo), la
promiscuidad exagerada y la muerte a edades tempranas. Problemas endémicos de
una región con una situación geográfica particular y que se reproducían también
en otras zonas. Con este material, es difícil creer que el director necesitase
de más florituras para lanzar un grito de socorro a la zona.
Sin embargo, el autor no se
dedica a denunciar con imágenes, sino que pone en tela de juicio la actitud de
la población local, hecho que le granjeó una lógica enemistad y repulsa de
ciudadanos e intelectuales de la talla de Gregorio Marañón. En el documental,
los hurdenses son tratados como salvajes (los cretinos que se matan unos a
otros), paletos (los habitantes que al intentar curarse una herida se la
infectan), egoístas (los niños que encuentran pan y no lo comparten con los
padres, no vaya a ser que se lo quiten), borrachos (los albercanos ebrios tras
la fiesta del pueblo)...
Además, Buñuel utiliza metáforas de la muerte
(calaveras, gallos, buitres) para potenciar unas imágenes ya de por sí
desoladoras. Por no hablar de las conocidas escenas trucadas: La cabra
despeñada que en realidad es abatida a tiros, el plano de la boca inflamada de
una niña que en realidad es el de una anciana, el entierro de los cadáveres que
es simulado, el niño muerto que no lo está, el hombre aquejado de paludismo
acrecentado por la ingesta de aguardiente...
Y para terminar, un texto en el que se prevé la
victoria del Frente Popular en las elecciones y se habla de la ayuda de los
antifascistas para derrocar a Franco.
Como curiosidad, La Alberca formaba parte de
Las Batuecas, región limítrofe a Las Hurdes y no parte de ella como en el film
se sugiere.
La película le hará un flaco favor a la región.
Tras la Guerra Civil,
Franco creará un plan para la reforestación de la zona con grandes extensiones
de pinares. Esto ayudará a paliar la hambruna y la emigración, pero destruirá
la economía local basada en el pastoreo y la apicultura. Posteriores planes
fracasarán, unido a grandes incendios que asolarán la zona. Hasta 1988 esto
continuará así. La asociación local y el auge del agroturismo posterior
contribuirán a mejorar las condiciones de la zona.
El reconocimiento
Su
conocimiento de aquel rostro se basaba casi exclusivamente en la observación de
la fotografía que había tomado un día de otoño en Vukovar, antigua Yugoslavia,
cuando las tropas croatas, batidas por la artillería y las embarcaciones
serbias que bombardeaban desde el Danubio, se mantenían a duras penas en el
estrecho perímetro defensivo de la ciudad cercada. El combate era muy intenso
en los suburbios, y en el camino de Petrovci, Faulques y Olvido Ferrara se
cruzaron con los supervivientes de una unidad croata que se replegaba,
derrotada, después de luchar con armas ligeras contra los blindados enemigos.
Caminaban dispersos, al límite de sus fuerzas, vestidos con una variopinta
mezcla de prendas militares y ropa civil. Eran campesinos, funcionarios,
estudiantes movilizados para el recién formado ejército nacional croata:
rostros cubiertos de sudor, bocas abiertas, ojos extraviados de fatiga, armas
que colgaban de sus correas o eran arrastradas por el suelo.
La foto se publicó cuatro semanas
después, coincidiendo con la caída de Vukovar y el exterminio de todos sus
defensores, y aquella imagen se convirtió en un símbolo de la guerra. O, como
concluyó el jurado profesional que la premió con el prestigioso Europa Focus de
aquel año, en el símbolo de todos los soldados de todas las guerras.
Olvido no hizo ninguna foto –casi
nunca fotografiaba personas, sino cosas-.
Antecedentes
Supo entonces de
una joven familia en un pequeño pueblo de la que en otro tiempo se llamaba
Yugoslavia: marido mecánico agrícola, esposa dedicada a la casa y a cultivar el
huerto familiar, hijo de poca edad. También supo, de nuevo, lo que ya sabía:
que la política, la religión, los viejos odios, la estupidez unida a la
incultura y a la infame condición humana, arrasaron aquel lugar con una guerra
que enfrentó a parientes, amigos y vecinos. Masacrados por los nazis y sus
aliados croatas durante la Segunda Guerra
Mundial, esta vez los serbios tomaron la delantera, resumida en dos palabras: limpieza
étnica. El de los Markovic era uno de los matrimonios mixtos fomentados por la
política integradora del mariscal Tito; pero el viejo mariscal estaba muerto y
las cosas habían cambiado. El marido era croata; la mujer, serbia. La partición
los separó. Cuando bandas de milicianos chetniks empezaron a asesinar a sus
vecinos, la esposa y el hijo tuvieron suerte: vivían en zona de mayoría serbia,
y allí se quedaron mientras el marido, fugitivo, era enrolado en la milicia
nacional croata.
Después de la publicación
Después, entre paliza y paliza, un guardián lo reconoció. Era el de la
foto famosa. El héroe de Vukovar. El rostro de los separatistas croatas. _Fue
torturado durante seis meses. Como un animal. Luego, por alguna extraña razón,
o casualidad, lo dejaron seguir vivo. Trasladado a un campo de prisioneros
cercano a Banja Luka, pasó allí dos años y medio. Un día lo subieron a un
camión, y cuando pensaba que lo iban a fusilar se vio en un puente sobre el
Danubio y oyó decir: intercambio de prisioneros, camina, estás libre…
_Cuando aquel hombre fue puesto en
libertad buscó el contacto con su mujer y su hijo. Tres años sin noticias,
imagínese…Y bueno. Al poco, las tuvo. La foto famosa también había llegado al
pueblo. Alguien consiguió un ejemplar de la revista. Siempre hay vecinos
dispuestos a cooperar en esa clase de asuntos. Lo de siempre: envidia, ruindad.
Lo previsible entre seres humanos.
_Una noche un grupo de chetniks
se presentó en la casa donde vivían la mujer serbia y el hijo del croata…La
violaron uno tras otro, cuanto quisieron. Como el niño, de cinco años, lloraba
y forcejeaba defendiendo a su madre, lo clavaron con un bayonetazo en la
puerta. Luego, cuando se cansaron de la mujer, le cortaron los pechos y la
degollaron. Antes de irse pintaron en la pared una cruz serbia y las palabras:
Ratas ustachas.
_Excuso decirle que, aunque la
mujer estuvo gritando toda la noche, ni un solo vecino encendió una luz ni
salió a la calle a ver qué pasaba.
La foto que no vendió…la imagen
de Olvido boca abajo en el suelo, la correa de su cámara en torno al cuello,
una mano inerte casi tocándose la cara, y la pequeña mancha roja, el hilillo
oscuro que empezaba a deslizarse desde el oído por la mejilla hasta mezclarse
con la otra mancha más grande y brillante que se extendía por debajo. Mina
antipersonal, esquirlas de metralla. Una foto que Faulques no vendió nunca y
cuya única copia había quemado, tiempo más tarde.
La utilización de imágenes
violentas en las películas me produce repulsión. Fui incapaz de ver, por
ejemplo, El viento que agita la cebada de Ken Loach. En la escena de la tortura
decidí apagar el DVD. Las imágenes tan explícitas me estaban empezando a
afectar seriamente. Lo mismo me ocurrió con la escena de la emasculación en Pa
negre de Agustí Villaronga. Los segundos se hacen interminables y no lo
soporto.
Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio
E. Kant