Que filosofar es prepararse a morir, Ensayos de Montaigne
¿Qué ocurre después de la muerte?, Mohed Costandi [El País, 21 de octubre de 2015]
Con estos ejemplos tan ordinarios y frecuentes, que pasan a diario ante nuestros ojos, ¿cómo es posible que podamos desligarnos del pensamiento de la muerte y que a cada momento no se nos figure que nos atrapa por el pescuezo? ¿Qué importa, me diréis, que ocurra lo que quiera con tal de que no se sufra aguardándola? También yo soy de este parecer, y de cualquier suerte que uno pueda ponerse al resguardo de los males [...]
no advertimos ninguna transición violenta cuando nuestra juventud acaba, lo cual es en verdad una muerte más dura que el acabamiento de una vida que languidece, cual es la muerte de la vejez. El tránsito del mal vivir al no vivir, no es tan rudo como el de la edad floreciente a una situación penosa y rodeada de males del cuerpo encorvado se aminoraron ya las fuerzas, y lo mismo las del alma; habituémosla a resistir los ataques de la muerte. Pues como es imposible que permanezca en reposo mientras la teme, si logra ganar la calma (cosa como que sobrepuja la humana condición), de ello puede alabarse entonces pues es harto difícil que la inquietud, el tormento y el miedo, ni siquiera la menor molestia se apoderen de ella. [...]
Nuestra religión no ha tenido más seguro fundamento humano que el menosprecio de la vida.[...]
Como el venir a la vida nos trae al par el nacimiento de todas las cosas, así la muerte hará de todas las cosas nuestra muerte. [...]
Mas la propia naturaleza nos obliga a perecer. «Salid, nos dice, de este mundo como en él habéis entrado. El mismo tránsito que hicisteis de la muerte a la vida, sin pasión y sin horror, hacedlo de nuevo de la vida a la muerte. Vuestro fin es uno de los componentes del orden del universo, es uno de los accidentes de la vida del mundo. [...]
La muerte es la condición de vuestra naturaleza; es una parte de vosotros mismos; os huís a vosotros mismos.
Lejos de estar muerto, un cuerpo en descomposición rebosa de vida. Cada vez hay más científicos que hacen del cadáver la piedra angular de un ecosistema vasto y complejo que surge poco después de la muerte, y prospera y evoluciona a medida que la descomposición avanza. [...]
En estas primeras fases, el ecosistema del cadáver está formado sobre todo por bacterias que viven en y del cuerpo humano vivo. Nuestro cuerpo alberga una enorme cantidad de bacterias. Cada superficie, cada rincón del cuerpo es un hábitat para comunidades de microbios específicas. Con diferencia, la mayor de estas comunidades está en el intestino, donde residen billones de bacterias de cientos o miles de especies diferentes. [...]
Los cuerpos embalsamados terminan por descomponerse. Cuándo exactamente, y en cuánto tiempo, es algo que depende de cómo se hiciera el embalsamamiento, del tipo de ataúd donde descansa el cuerpo y de cómo fuera enterrado. Al fin y al cabo, los cuerpos son solo formas de energía atrapadas en masas de materia a la espera de ser liberadas en el universo.
Según las leyes de la termodinámica, la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. En otras palabras: las cosas se descomponen y, en el proceso, su masa se convierte en energía. La descomposición es un final, un recordatorio morboso de que toda la materia del universo debe obedecer estas leyes fundamentales. Nos desbarata, equilibrando nuestra masa corporal con su entorno, reciclándola para que otros seres vivos puedan usarla.
Cenizas a las cenizas, polvo al polvo.
¿Qué ocurre después de la muerte?, Mohed Costandi [El País, 21 de octubre de 2015]
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