viernes, 17 de agosto de 2012

Tal vez los tiempos son así



Me gusta la vehemencia civilizada de las intervenciones. Algo que nos hace mucha falta es debatir de verdad: concediéndole al otro el derecho no solo a tener parte de razón o toda la razón, sino también a opinar de buena fe. 
Wim Wenders con Paris, Texas al menos trataba de gente real y de sentimientos humanos, y había en ella eso que ya casi nunca hay en el cine, una sugerencia de respeto hacia los destinos de los personajes. 
 Pulp fiction la bazofia de lo sanguinario, la miserable pornografía puritana de la crueldad.
Pero lo peor de todo es que tal vez los tiempos son así, la irrealidad cruenta y tediosa de Pulp fiction es un retrato de la realidad más acertado de lo que sus multitudinarios defensores (y sus cuatro o cinco detractores pusilánimes) están dispuestos a admitir. 
La violencia extrema de esta película es inocua en su exageración: pero basta mirar los periódicos para saber que eso no es así, que lo más común en todas partes es justamente la crueldad gratuita y sin límites,
En Pulp fiction tan sólo hay una inhumana falta de piedad, o de compasión, para ser más exactos, una incapacidad aturdida y embrutecida de comprender el dolor,
Al fin y al cabo la han hecho en un país donde hay detectores de armas de fuego a la entrada de las escuelas públicas y donde es legal ejecutar en la silla eléctrica a un retrasado mental o a un menor, pero no permitirles que fumen un cigarrillo antes de morir.
Javier Marías
Nada me alegra tanto como poder disentir sobre asuntos cinematográficos con un escritor a quien aprecio y con cuyas opiniones a menudo estoy de acuerdo.
La escena de la película Kika, de Almodóvar, en la que se presenta la violación de una mujer en tono de farsa, más que la escena misma, le irritaba la reacción que había observado en el público,
Esta manera de ver cine (o de leer novelas) a mí me parece un poco elemental, pero sobre todo me parece moralista y -no muy alejada de la óptica con que las asociaciones de espectadores más conservadoras intentan (y van consiguiendo) censurar los- contenidos de la televisión, se trate de películas, anuncios o programas. Y lo peor de esta actitud en el presente caso son las cortapisas que pudiera acarrear a uno de los géneros más nobles y más difíciles y más antiguos, la comedia.
Bromear sobre lo más serio y grave, sobre lo más trágico o abominable, puede ser de gran ayuda. Comprensión de las atrocidades. Comprensión no quiere decir aprobación,
No se le invita a juzgar -o no se debería-, se le propone ver cómo sucedieron esos hechos, cómo fueron posibles, qué clase de individuos los cometieron, es decir, cómo eran esos individuos antes y después de ellos,
En el arte no se trata de absolver o condenar a nadie (bueno, sí en el mal arte de tesis), sino de comprender mejor el mundo precisamente porque se asiste a su transcurso.
Nuestra integridad moral es siempre subjetiva y ambigua, y de que la frontera entre: lo que creemos que haríamos y no haríamos es más difusa de lo que pensamos normalmente. Nabokov en una reacción puritana y simplista, impropia de un hombre tan agudo en tantas otras ocasiones, en sus Lectures on don Quixote: le parecía un libro cruel, brutal y desagradable, en el que los personajes hacían de continuo el ridículo, eran objeto de bromas feroces (también a cargo del autor) y recibían manteos y palizas a cada episodio. Pero por lo menos alcanzó a ver que esa violencia era irreal, retórica, sin secuelas ni verdaderas consecuencias:
Puestos a mirar el arte desde la moralidad
Antonio Muñoz Molina

Deduce en mí una tendencia a la elementalidad y al moralismo que al parecer ya manifesté cuando el estreno de Kika, 

 Lleva a cabo un elogio muy brillante, y que desde luego yo comparto, del espíritu de la comedia y de los valores emocionales e incluso morales de la ficción, en la creencia, supongo, de que Pulp fiction se nutre de ellos.

No creo que el cine tenga la obligación de moralizar:
En el arte hay siempre una dimensión moral e ideológica, y de que las reacciones ante una obra y los juicios de valor estéticos, conscientes o intuitivos, nunca son exclusivamente formales.
Entre sus muchas diferencias: la compasión, en su sentido más literal, el misterio de hacer que el espectador entienda a la vez a la víctima y al asesino, se ponga íntimamente en el lugar de cada uno de ellos, igual que el director, o el autor de un libro, está en el lugar de cada, uno de los personajes.
No soy partidario de prohibir Kíka ni Pu1p fiction, ni ninguna otra película, ni de someter a directrices ideológicas estrictas sus contenidos
Justo porque la medida de su grandeza es la risa sobre las cosas más serias,
En las mejores comedias la risa se establece justo en el límite de la posibilidad de reírse, o Vladímir Nabokov Pnin, que trata precisamente de la legitimidad de la burla y de los límites de la risa,
Cada cual tiene derecho a juzgar la calidad o la catadura de la risa, incluso a compartirla o no,
No podía percibirlos como escenas de comedia. Que, una gran parte del público, a mi alrededor, se muriera de risa no me producía indignación, sino esa extrañeza, (incómoda,
Contraste alucinante entre el puritanismo sexual de los Estados Unidos y la obscenidad con que se exhibe, se comercializa y se exalta la violencia de las armas de fuego.
Javier Marías

Un recurso frecuentísimo, pero que no habría esperado de un escritor que suele jugar limpio. El recurso consiste en decir que no ha dicho lo que no ha dicho
Introducir a posteriori el elemento diferencial de la calidad -siempre discutible y subjetivo, por lo demás- no creo que sea muy honrado.
Sus canciones no deberán juzgadas desde una perspectiva moralista ni por los efectos que causen en la juventud.
Las razones por las cuales conviene que ese punto de vista moral quede en principio al margen al juzgar el arte -a diferencia, insisto, de lo que sucede con los hechos o casos reales- son variadas, pero me limitaré a señalar una de índole práctica: si se admite ese criterio moral, no hay por qué no tener en cuenta cualquier posible moral.
Tampoco Pulp fiction me deslumbró, pero vi en ella un talento, atrevimiento y misterio, cosas que no abundan en el cine ni en la novela actuales.
La risa (contra la que él escribió hace poco otro artículo, por lo demás) es tan subjetiva como la moral, y además es cambiante.
To be or not to be, de Lubitsch, tuvo problemas y fue atacada en su día por la gente seria precisamente porque se atrevía a hablar en tono de broma de algo tan grave como la invasión de Polonia.
o el arte moral, aunque a mi interlocutor le cueste desprenderse de esta última. Ha costado mucho meter en la cabeza de los críticos (y no de todos) que la separación de contenido y forma es disparatada
Estoy de acuerdo es en la dimensión moral del arte. No tanto en la ideológica, Simplificación elemental -sí, de nuevo-, falsaria e intelectualmente perezosa
Esa dimensión moral del arte tiene poco o nada que ver con la de la realidad, y eso es lo que Muñoz Molina no acaba de querer ver.
La lista de Schindler, sobre cuya correcta ideología, y propósito moral no hay dudas aparentes, yo la veo como una película deshonesta y por tanto inmoral desde el momento en que recurre a un truco barato y lacrimógeno para conmover al espectador. (Abrigo de la niña en color rojo).
Recurrir a la nacionalidad de una película para execrarla.

Salvando las distancias, que las hay, me ha recordado una experiencia personal. No sé si seré capaz de expresarme con objetividad. Al menos, voy a intentarlo.
Se trata de un buen amigo de mi marido. Nos conocemos desde el año 1995, desde el otoño de ese año, para ser exactos. En esa fecha yo era la novia de otro de sus amigos. Digamos que esta historia viene de lejos y ha pasado por diferentes etapas.
Parece que yo no le caigo bien. No sé si desde el principio. Y la razón por la que lo creo es que no hace nada por disimularlo, más bien parece tener interés por pregonarlo a los cuatro vientos. Siempre ha sido así, por lo menos que yo recuerde. Cuando digo algo con lo que no está de acuerdo, en lugar de argumentar en contra se limita a decir algún disparate que suponga esté a la altura de lo que yo acabo de expresar. Hay una intencionalidad de dejarme en ridículo, de hacerme parecer tonta. Él sabe que no lo soy, pero actúa como si lo fuese y su tendencia es a tergiversar mis argumentos, a dejarme en evidencia, si es posible, de cara a los demás.
Lo que de verdad le molesta de mí no lo sé pero estoy segura de que no es el tema de discusión en ningún caso. Lo que de verdad le molesta o le irrita es otra cosa que yo no soy capaz de adivinarle.
Al principio, yo trataba de defenderme con argumentos porque le presumía una buena intención. Cuando me di cuenta de su falsedad, de que se trataba de un juego en el que él siempre iba a tener la última palabra, opté por la indiferencia. Ahora no le escucho cuando trata de humillarme.
Mi marido mantiene una buena relación con él, al margen de nuestras diferencias.
Esto significa que ellos se siguen viendo periódicamente y, ocasionalmente, nos reunimos los cuatro –las dos parejas o el antiguo grupo que formábamos antes.
En las últimas veces que nos hemos visto en grupo yo he tenido la opción de poder evitarlo. Entre tantas personas siempre puedes ignorar a una sin llamar la atención.
El problema surge cuando estamos los cuatro. Él me pregunta y yo tengo que contestar, ser amable, mantener la apariencia de normalidad, la corrección. 
Mi marido y su mujer estuvieron presentes en el último intento y no hemos cruzado una palabra después sobre el tema. Ya no sé si es que a mi marido le acaba pareciendo normal lo anormal o es que yo estoy empezando a ser demasiado exigente con las compañías que frecuento.
las opiniones impopulares, controvertidas o, en todo caso, distintas, cuando son expresadas por una mujer, se interpretan como indicadores de su estupidez. No es que no estés de acuerdo con ella, es que es idiota. “Lo siento, cariño, pero no lo entiendes.” He perdido la cuenta de las veces que me han llamado “imbécil ignorante”.
La voz pública de las mujeres, Mary Beard

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