lunes, 9 de junio de 2014

Huye, Adso



El sueño de cualquier joven periodista de raza debe de parecerse bastante al perfil de Roberto Saviano: una mirada limpia y buen olfato para descubrir las historias, habilidad y simpatía para tratar con las fuentes, valentía para meterse en la boca del lobo y una pluma capaz de convertir cualquier reportaje en buena literatura. Si, además, con 26 años se logra escribir un libro como Gomorra, del que ya se han vendido más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo, el sueño parece redondo. Hasta que se lee la dedicatoria de su nueva obra, CeroCeroCero, un viaje de casi 500 páginas por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico que en España publicará la próxima semana la editorial Anagrama: “Dedico este libro a todos los carabineros de mi escolta. A las 38.000 horas pasadas juntos. Y a las que todavía hemos de pasar. Dondequiera que sea”. Esta conversación con Roberto Saviano (Nápoles, 1979) tuvo lugar en el sótano de un hotel de Roma. Por supuesto, bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas.
Pregunta. Después de que la mafia napolitana lo condenara a muerte, obligándole a enterrarse en vida, ¿por qué ha seguido escribiendo sobre los mismos asuntos?
Respuesta. Me gustaría responder a la pregunta con una frase heroica del tipo: continúo escribiendo porque creo en la verdad, porque no han conseguido amedrentarme, pero me sentiría un poco ridículo porque dentro de mí no es la verdad. O mejor, porque la verdadera respuesta es: estoy obsesionado. Estoy obsesionado porque una vez que me encontré de frente con la historia de las mafias ya no pude, físicamente incluso, resistirme a seguirla. Sabía que si continuaba escribiendo me iría peor en la vida. No solo por la cuestión de las amenazas, sino porque la mayoría de las personas citadas en el libro intentarían denunciarme por difamación. Pero es más fuerte que yo. Es una especie de adicción. Una manía. No es el pensamiento puro de: es justo luchar por la verdad. Porque estoy totalmente convencido de...
[No sé si sincera pero la respuesta no es muy inteligente. Aceptar que en ese proceso no eres capaz de someter tu voluntad, como si te movieras por impulsos.]
P. ¿De que fue un error?
[No me gustan nada estas interrupciones. Hay que dejar que el entrevistado se exprese. ¿Por qué se anticipa? Es como si dijese “Sí, ya…”]
R. Digámoslo todo: yo no creo que sea noble haber destruido mi propia vida y la vida de las personas a mi alrededor por buscar la verdad. Desde lejos puede parecer noble: ah, qué cosa más bella. Pero yo, que lo he hecho, no siento que sea noble. Es más, me digo: tal vez podría haber hecho lo mismo, con el mismo compromiso, con el mismo coraje, pero con prudencia, sin destruirlo todo. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y me he arruinado la vida.
[Ésta es la clave de la entrevista: la literatura no puede ser más importante que la vida. Es una aceptación de haber comprendido que él desconocía hasta qué punto se exponía y todo lo que estaba en juego. En su cálculo no estaba previsto tener tanto éxito, que le concedieran tanta notoriedad y el haber perdido su libertad. No solo su libertad, también la de sus allegados. La carga y la responsabilidad y el sentimiento de culpa de que los seres queridos también están bajo amenaza.]
P. ¿Hasta ese punto?
R. Hay que tener en cuenta que no puedo disponer de mi vida sin pedir autorización. Ni salir cuando quiero, ni entrar cuando quiero, ni frecuentar a las personas que quiero sin tener que esconderlas para que no sufran represalias. Yo a veces me pregunto si no terminaré en un hospital psiquiátrico. En serio, ¿eh? Yo ahora tengo necesidad de psicofármacos para seguir adelante y jamás antes los había necesitado. No abuso de ellos, pero de vez en cuando tengo necesidad. Y este asunto no me gusta nada. Por eso espero que esto termine algún día.
P. ¿Ha valido entonces la pena pagar un precio tan alto?
R. No. Y sé que cuando lo digo alguien puede pensar: qué cobarde. Vale la pena buscar la verdad y vale la pena llenar hasta el fondo, pero protegiéndote. Mi drama interno es: podría haber hecho todo esto pero sin poner en riesgo todo. Porque, ¿cuál es el problema aquí? Si tú antepones un objetivo, la verdad, la denuncia, a cualquier otra cosa de tu vida, te conviertes en un monstruo. Un monstruo. Porque todas tus relaciones humanas y profesionales están enfocadas a obtener la verdad. Tal vez el fin sea noble, una cosa generosa, pero tu vida no se convierte en generosa. Las relaciones se convierten en terribles.
[De hecho, la verdad, la denuncia, no es el objetivo de la literatura.
Me pregunto: ¿Por qué no escribió una novela en lugar de un ensayo? ¿Por qué no se protegió?]
P. ¿Por qué?
R. Porque has decidido sacrificar todo sobre el altar de la verdad. Cuando he empezado a hacer esto no me he dado cuenta. Y en el libro lo digo: no vale en ningún caso la pena renunciar a la propia felicidad por un objetivo que consideras superior. Vale la pena hacer lo que se debe pero buscando defenderse.
[Yo no hablaría de felicidad. Yo hablaría de prioridades en el campo de la libertad: ¿es más importante la libertad de expresión que la vida?]
P. ¿Se ha planteado volver atrás? ¿Escribir de otros asuntos?
R. Es difícil. Tal vez lo intentaré. Pero el problema verdadero es que cuando has llegado a este punto de notoriedad, si vuelves atrás te arriesgas a tirar por la borda todo lo que has hecho. Y aquí surge la voz de la ambición: ¿cómo voy a tirar al mar todo este trabajo, todo lo que he conseguido? Y luego surge otro debate: todo esto me aprisiona, pero a la vez da sentido a mi vida. Aunque también tengo ante mí el reto de que no solo soy un escritor de crimen. Quiero hacer literatura.
[Ufff. No estoy de acuerdo. Volver atrás no es desdecirse y empezar de cero. De hecho, ya no cabe esa posibilidad. ¿No habíamos quedado en que no buscaba ser un mártir por la causa de la verdad? El sentido de su vida debiera buscarlo en cosas más sencillas.
Leyendo Gomorra uno piensa que el autor tiene “sed de justicia” pero la literatura no está para eso. He pensado: ¿De verdad quiere hacer literatura o seguir ajustando cuentas?
No parece una persona muy segura. Escribe muy bien, pero está desorientado.]
P. En CeroCeroCero lo ha conseguido.
R. Sí, creo que sí, mi objetivo es escribir de cosas reales con estilo literario. Ha sido difícil, porque cuando se habla de Latinoamérica desde aquí se tiende a ver solo la parte sangrienta, de la masacre, como si todo fuera un gran caos. Yo en cambio he intentado demostrar el orden mexicano, no el desorden mexicano. Lo científico del asunto. No ha sido fácil.
P. ¿Qué similitudes hay entre el crimen organizado en México y en Italia?
R. Muchísimas. Más que entre Colombia e Italia. Porque la estructura, la gestión del territorio, es muy parecida. Por eso he empezado el libro con una lección que da el capo italiano a los latinos de Nueva York. Sustancialmente, les advierte: si vosotros queréis el poder, tenéis que saber que algún día lo pagaréis. Si alguna vez habéis pensado que podéis ostentar el poder y luego salir libres, estáis equivocados. Esta es la filosofía de la infelicidad que está en la base de todas las organizaciones.
P. Con motivo del libro ha regresado a Nápoles después de muchos años. ¿Qué sensación ha tenido?
R. Al principio tenía miedo. He intentado inventarme cualquier caso [¿excusa?] para irme. Me preocupaba molestar a la ciudad, a la gente, que dijeran basta. Y en cambio me encontré con miles de jóvenes felices de saludarme, personas que querían tocarme y acariciarme, que me cogían las manos y me decían: “Tranquilo, estás aquí”. Fue emocionante. Antes solo había vuelto para ir a los tribunales.
P. ¿Cómo se ha encontrado su ciudad?
R. Peor. La crisis la ha golpeado todavía más. El sueño del napolitano sigue siendo sobrevivir y emigrar.
Todas las palabras de Saviano, aún las más dramáticas sobre su vida, fueron pronunciadas con una sonrisa en los labios.
[Parece que el entrevistador no quería cerrar el artículo de una forma tan negativa.]
Entrevista a Roberto Saviano, Pablo Ordaz [El País, 16 de febrero de 2012]
No sé si estoy medio muerto o medio vivo. Lo que sé es que la amenaza de los Casaleses me ha convertido en peor persona. Más desconfiado, más egoísta. Siento odio por los amigos que me abandonaron cuando salió el libro, entre una partida de Playstation y una de la Liga Fantástica. Apenas salgo de casa. No puedo usar tarjeta de crédito. Vivo escoltado 24 horas al día. Ya no soy un hombre, soy un equipo. Los muchachos son fantásticos, son napolitanos como yo, hacemos deporte juntos, boxeamos en el gimnasio... Pero echo de menos Nápoles, aquellos retrasos eternos del tren en la estación... El tiempo se ha deformado, los minutos son extraños, cada movimiento banal requiere un día entero. Y no puedo hacer las cosas mínimas: pasear, tomar algo en un bar, comprar una nevera. Ayer fuimos al supermercado y fue patético. Los carabineros alrededor del carrito, todos opinando sobre la pasta que debía coger. La gente se asustó, nos abrieron paso en la caja para que nos fuéramos rápido. Cuando salimos les dije a los chicos: 'No volvemos".
Así es la vida de Roberto Saviano. Una vida no vida, una vida-muerte, una especie de muerte en vida. Trágica muchos ratos, a veces también tragicómica, tensa sin interrupción. Triste, solitaria y virtual.
El éxito de Gomorra, uno de los fenómenos más espectaculares de la historia italiana (dos millones de copias en su país, 33 traducciones, más de dos años en lo alto de la lista de best sellers), se ha convertido en una maldición para su autor.
Reconocimiento, premios y elogios, fama, dinero y viajes no compensan la otra cara de la moneda: Saviano ha sido difamado, escupido e insultado por los jóvenes de su propia tierra, abandonado por sus amigos, condenado a muerte. Y hoy vive agazapado, rodeado de armas y carabineros, a toda velocidad y a media voz.
Sus ojos muestran una melancolía infinita, sus gestos son a ratos desesperados; su cara, la imagen de la vulnerabilidad. No deja de hablar por los dos móviles y de mandar y recibir sms. "Casi no veo a nadie, es mi mayor vínculo con la gente".
Sólo tiene 29 años, pero se nota que ya no es aquel muchacho bromista que se iba a comer el mundo cuando se licenció en filosofía por la Universidad Federico II de Nápoles, siguiendo la ilustre herencia de Giordano Bruno y Benedetto Croce. En aquella época empezó a escribir su primer relato real, titulado La tierra padre. Naturalmente, trataba sobre la Camorra.
Contada por Saviano, la Mafia napolitana, o mejor dicho, campaña, dejó de ser lo que era a ojos de mucha gente -una banda de bandoleros dirigidos por tipos más o menos honorables que trafican y asesinan, pero en el fondo protegen a una población abandonada a su suerte (aunque esto último siga siendo verdad)-. Y pasó a ser El Sistema, un poderoso holding criminal que, según el último censo realizado por el jefe de los carabineros de Nápoles, general Gaetano Maruccia, responsable de la seguridad de Saviano, "cuenta al menos con 80 clanes y más de 3.000 afiliados armados, a lo que se añade una extensa red de colaboradores".
En otras palabras, un ejército sin uniforme ni moral, que comete, de media, un asesinato cada 2,5 días desde 1979, factura miles de millones de euros anuales, controla una parte del tráfico de cocaína europeo, domina el negocio de la extorsión, la usura, las basuras y el transporte de desechos tóxicos, capta a niños de 11 años pagándoles como centinelas, obtiene grandes contratos públicos que se licitan en Campaña, blanquea ingentes cantidades de dinero negro en la construcción española, compra políticos, designa alcaldes, maneja de forma directa o indirecta el 40% de las tiendas de Nápoles, cose ropa en negro para las grandes firmas, dirige la importación y distribución de mercancías falsas procedentes de China, y campa a sus anchas en el puerto de la ciudad y el sector alimentario.
Cuando Saviano empezó a escribir, estimulado por la fiebre de libertad y aventura que le inculcaron sus lecturas precoces y, más tarde, por el aura de rebelión respirada en los seminarios que dirige Gerardo Marotta, abogado y filósofo octogenario, todavía gran baluarte moral napolitano, en el Instituto de Filosofía fundado por Croce, era un chaval feliz, aunque no paraba de trabajar. "Tenía cuatro o cinco oficios: en una pizzería, dando clases de repaso a niños por las tardes, como albañil ocasional en el campo de Caserta, becado para un doctorado en historia contemporánea y colaborando en periódicos y webs como Nazion e Indiana".
Así y todo, tardó sólo unos meses en enhebrar los 11 relatos reales que forman Gomorra. "Escribía en un apartamento de los vicoli (callejones) de I Quartieri Spagnoli. Compartía piso con amigos. Tenía mi habitación propia, y allí escribía, parapetado tras los papeles de los jueces. Había siempre un ruido infernal en el barrio. Cuando me fui no podía dormir porque había demasiado silencio. Adoraba aquel sitio, era un lugar familiar. Suena retórico, claro, porque la familia sirve para controlarte. En casa vivía una amiga costurera, y teníamos de vecinos a 30 budistas que meditaban y cantaban. Un día, un napolitano se hartó, salió a la ventana y les gritó: "¡Alí Babá, me estáis tocando las pelotas!".
Poco después, el manuscrito se convirtió en libro gracias al olfato de los editores de Mondadori. "Me publicaron el primer cuento en la revista Nuovi Argumenti (abril de 2005), y después me hicieron un contrato de joven promesa. Me dieron 5.000 euros como anticipo por 5.000 copias", recuerda Saviano.
Muy pronto ese contrato dio paso a otro con cifras de estrella. "En mayo de 2006, cuando el libro salió por fin a la calle, era el tipo más feliz del mundo. Viví los cinco mejores meses de mi vida. Era un hombre libre. Dejé de ser albañil, y la pizzería. Los críticos me elogiaban y los lectores me leían, era escritor como había soñado. Luego me dieron el Premio Viareggio, se vendieron 100.000 copias, empecé a escribir en La Repubblica y Espresso, a hablar en televisión... Y, de repente, en octubre, todo se paró. Y me quedé clavado en esos meses. Todo lo que ha pasado después no lo he vivido".
Llegaron las primeras amenazas de los Casaleses, el clan del pueblo donde se crió, Casal del Príncipe. Y eran nítidas. Debía morir. No sólo sabía demasiado y lo había contado con nombres y apellidos, relacionando cada dato con su fuente, sino que, sobre todo, el libro había llegado a demasiada gente. La Camorra estaba en boca de todos. Ya no era el tradicional mal menor napolitano (fisiológico, alegal...). Era un cáncer internacional.
Los jueces antimafia tomaron la advertencia en serio. Habían ayudado al joven periodista dándole acceso a los procesos (escritos y orales) contra Francesco Schiavone, Sandokán; Antonio Iovine, Michele Zagaría, Francesco Bidognetti (todos Casaleses) y otros bosses napolitanos como los Di Lauro o Lo Russo.
Y aquel muchacho de aspecto desvalido (cara de camorrista, cráneo cubista, barba de tres días, pies planos "y peso welter") había respondido a la confianza con una prosa de cirujano que mezclaba coraje, calidad, denuncia y ética. Hacía falta protegerle, y rápido. El 13 de octubre de 2006, el ministro del Interior, Giuliano Amato, decidió que Saviano debía vivir escoltado. "Recuerdo que el día en que vinieron los carabineros a buscarme a casa para llevarme al cuartel, los vecinos bromeaban: '¡Robbè, por fin te han arrestado!'. Amato fue de una sensibilidad extraordinaria. Dijo que el Estado debía protegerme porque a través de mí defendía la libertad de expresión, un principio constitucional. Eso me convirtió en símbolo de la libertad de palabra. Siempre le agradeceré eso".
Han pasado dos años y cuatro meses desde aquel 13 de octubre. Sus viejos amigos se largaron. Su antigua novia le dejó. Su familia se dispersó más de lo que estaba (sus padres se separaron muy pronto). Y Saviano se culpa de todo eso. Lamenta, dice, "haber destruido mi mundo por un libro; haber hecho daño a todos los que me querían".
Su vida está "suspendida, cancelada, detenida". Como esas vidas rotas de repente por un accidente, un atentado o una condena injusta.
Sólo fuera de Italia se relaja un poco más. Por eso, en noviembre se dio el desahogo de decir que se iba del país, que había decidido exiliarse por un tiempo. Se arrepintió enseguida. Difícilmente otro país aceptaría dedicarle (y pagar) la protección que necesita. "Es así. O no me dan protección, o me dan una escolta como la que tengo aquí". Un destino casi irreversible.
Hacer la cita para este reportaje ha llevado semanas por cuestiones de seguridad. El primer intento, en diciembre, se aplazó porque los niveles de alerta se dispararon del todo. Un primo de Sandokán, llamado Carmine Schiavone y colaborador de la justicia (un pentito: arrepentido), reveló que la Camorra tenía plan y fecha. Lo matarían antes de que acabara el año, colocando una bomba a su paso por la autopista A-1 que une Roma con Nápoles.
Superada esa angustiosa fecha de caducidad, la alerta bajó. Schiavone, que más que un pentito parece el portavoz de la Camorra, declaró que sus ex compinches habían decidido esperar a que se apaguen un poco los focos para matarle. Con más calma. Por fin pudimos pactar el encuentro. Con la ayuda de su amabilísima asistente, Manuela, programamos ir juntos a Nápoles, comer con él, conocer a su amigo el general Maruccia, comandante del Comando Provinciale dei Carabinieri di Napoli. E intentar explicar lo que siente un escritor condenado a muerte que aún no ha cumplido 30 años.
Es 16 de enero, hace una mañana preciosa y gélida, y los dos coches blindados llegan puntuales y muy juntos, deslizándose con elegancia italiana. Saviano va sentado en el primer coche, asiento de atrás, a la derecha. Las sirenas dejan de ulular y los autos se detienen. Los cinco escoltas bajan y otean la calle con sus gafas oscuras y sus pinganillos. Saviano se queda sentado dentro del Lancia Thesis gris.
Nos saludamos, y Pina empieza a hacer fotos. Los carabineros ni se inmutan. Están habituados. A estas alturas han sido fotografiados 2.000 veces y saben que la Camorra conoce al centímetro sus caras, que sin embargo no denotan miedo alguno.
Los chicos de la escolta llevan chalecos antibalas, cazadoras negras y pistolón al cinto. Tienen la cara curtida y acento napolitano, y se mueven como profesionales. No dan un paso en falso, no hacen un gesto de más. Son silenciosos, y cuando hablan es en voz baja y con pocas palabras. Nando, el jefe, ejerce un mando suave pero inflexible.
Saviano hace el recuento del armamento: los Casaleses tienen 100 kilos de TNT y un variado arsenal de metralletas y pistolas. "Sé que acabarán conmigo. Tarde o temprano lo harán".
Silencio absoluto durante un rato largo.
Avanzamos a bandazos y tirones. Salir del centro de Roma un lunes a la una de la tarde suele ser una empresa heroica. Pero en diez minutos estamos en la A-1. La del ultimátum. Marco pisa a fondo el acelerador y en unos segundos el Lancia despega hacia Nápoles. Pina sigue haciendo fotos y filmando (vídeo en elpais.com), y el habitáculo se hace diminuto para tomar notas. Pero no parece sitio ni momento para quejarse.
-¿Así que ésta es su vida actual?
-Así es. Ellos van a los sitios antes de que vaya yo. Llegan primero ellos, controlan, luego voy yo. Para cualquier cosa. Si hay que comprar una nevera, por ejemplo, ellos van delante, luego voy yo y la miro, elijo el modelo, y vamos a otra tienda distinta a comprarla. Nunca volvemos al mismo sitio.
-¿Siempre ha tenido cinco escoltas?
-Empecé con dos, luego subieron a cinco.
-¿Cambia mucho de casa?
-Cada vez que vemos un detalle raro. Por ejemplo, si hay una obra en un edificio cerca y sabemos que en ella trabaja gente de Nápoles que, por ejemplo, ha sido juzgada, me cambian de casa. Basta con eso.
-¿Le escoltan también dentro de casa?
-No, normalmente en casa no entran. Esperan detrás de la puerta. Veinticuatro horas.
-Parecen tranquilos.
-Tienen experiencia antimafia de muchos años. Han protegido a personalidades, jueces y supertestigos. Los eligió Maruccia.
-Con tanto roce se habrán hecho amigos.
-Claro, son tipos magníficos. Y eso me obliga a seguir adelante, a no renunciar. Les debo eso a los que me defienden.
-¿Ve a otros amigos en casa alguna vez?
-Poco. Muchos se han alejado desde que salió el libro. Entender eso fue muy doloroso. Es natural porque desapareces, te haces invisible y te vuelves peor persona. Desconfías, estás nervioso, tienes la cabeza en otro sitio, y nada ni nadie parece a la altura trágica de tu situación...
-La normalidad se hace absurda.
-Sí, las propuestas de las personas normales, hablar de idioteces, ir a tomar una cerveza, tener charlas superficiales, al principio no lo aguantaba. Estaba metido en un torbellino donde sólo existía mi trabajo, mi situación, y buscaba respuestas en los libros. He hecho una especie de descenso a los infiernos literarios para entender quién, antes que yo, en situaciones más graves, ha logrado sobrevivir.
-¿Y qué autores le han ayudado?
-Los perseguidos por los soviéticos, Borís Pasternak, Varlam Shalamov... Y más recientemente, Anna Politovskaia, que acabó de forma trágica, pero se enfrentó siempre a las difamaciones. No la olvidaré. Ni olvido las cartas y diarios del juez Falcone, lo que escribió y publicó, porque resistió ataques cotidianos, parecidos a los que sufro yo...
-Y, tantas veces, con la complicidad del Gobierno.
-Sí. Estoy convencido de que en Italia, cuando se lucha contra determinados poderes, el destino de las personas queda marcado. No necesariamente de forma trágica, aunque muchas veces sea así...
-¿Dejándote fuera del circuito?
-Te calumnian, dicen que te exhibes, que te haces publicidad. Eso es lo increíble, porque se crea un círculo vicioso que impide la palabra. Y lo que las mafias temen es justo eso: la atención.
-Cuando escribió el libro, ¿imaginó que pasaría algo así?
-Yo era un tipo joven que leía, discutía y escribía. De repente, me encontré en medio de esta guerra. Pensaba que me iba a crear problemas, pero no tan graves. Ahora no puedo pisar Nápoles. Este viaje es el primero que hago en un mes. Todas las ciudades me invitan menos la mía. A pesar de que Gomorra es el libro más vendido de la historia sobre la ciudad.
-Suena irónico, sí.
-Quedan pocos faros de resistencia, pocas fuerzas sanas allí. Uno es Marotta, el filósofo; otro, el cardenal Sepe. Y el padre Raffaele Nogaro, en Caserta, que sigue la tarea de don Peppino Diana, el cura de Casal di Principe que fue asesinado. Es curioso que las instituciones religiosas hagan la labor del Estado. Ése es el drama del sur de Italia.
-¿La crisis económica lo empeorará?
-Seguro. Y eso permitirá al capital criminal entrar en todas partes.
Debemos de ir por el kilómetro 80. Faltan 150 para Nápoles. No hay mucho tráfico, y el coche vuela como en los videojuegos. Los que van por la izquierda se meten bajo nuestro morro a toda mecha. "Tardamos poco más de una hora", informa Saviano, "si los carabineros nos paran, sonreímos". Es la primera broma del viaje. Saviano parece de mejor humor que hace unos meses, cuando dijo que se iba. Pero según nos acercamos a Nápoles se pone más tenso.
-En realidad, vive una especie de vida virtual. Como de superhéroe al revés.
-Una vida virtual y blindada. La gente me visita como a un enfermo, me traen agua y azúcar, como decimos en Italia. La satisfacción me la dan cosas virtuales, como Facebook, recibo miles de mensajes de jóvenes. Eso es precioso. Todavía en este país hay gente que tiene ganas de la palabra.
-¿Siente más ese apoyo que el de la clase intelectual?
-De repente ha cambiado el papel del escritor y algunos se han sentido bajo asedio. Mucha gente les exige que se pronuncien. Antes creían que los libros no podían cambiar las cosas, hoy ya no se puede decir eso. Quizá se puede decir que algunos escriben palabras que no cambian las cosas, y otros escriben palabras que permiten a la gente tener instrumentos para cambiar las cosas. El poder enorme que tiene el lector que elige leer un libro... Quizá él no se da cuenta. Yo sí. Los lectores, y no el libro, son la clave de mi historia. Si nadie lo hubiera leído, a la Camorra le habría importado mucho menos.
[No es muy acertada esta respuesta. Es muy arrogante. Nadie espera que un escritor se convierta en un héroe por la causa de la verdad.]
-La periodista de Il Mattino Rosaria Capacchione, autora del libro El oro de la Camorra, también vive bajo escolta.
-Sí, es un caso parecido. La diferencia es que todavía vive en Nápoles y trabaja allí. A mí me consideran un payaso porque escribo fuera, a ella la respetan.
-Ya dijo Cannavaro que estas cosas de la Mafia es mejor no esparcirlas...
-La Mafia hace sentir culpable a todo el mundo. A unos porque saben poco, a otros porque piensan mucho. Cannavaro se equivoca en una cosa. No es un problema local, es global: invierten en todas partes.
-Muchos napolitanos piensan como él.
-Sí, un día un abogado me gritó: "¡A ti la escolta te la pago yo!". Y los vecinos de un apartamento que tuve se organizaron y pagaron varios meses por adelantado mi alquiler para no tenerme allí.
Nápoles aparece, ancha y bellísima, en el horizonte. "Ves Nápoles y después mueres", reza el dicho. Una frase que no parece oportuno citar cuando el coche aparca en el cuartel de carabineros. Por suerte, la pizzería está cerca, en la calle de Toledo. He ahí la explicación de por qué la Mafia napolitana se llama Camorra.
Los libros son la gran pasión de Saviano. Desde pequeño. Sólo se le ilumina la cara cuando habla de literatura y cuando llega la pizza humeando, vera napolitana: mozzarella de búfala, tomates cherry, crujiente y blanda a la vez. Un manjar.
[Me parece que se habla poco de literatura con él. Más bien de las consecuencias de la publicación de su libro y de la libertad de expresión.]
Saviano la corta en triángulos y sopla por encima haciendo círculos, como un niño. Luego dice que tomó de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, la inspiración para escribir su "relato real". Y que está deseando encontrarse con Mario Vargas Llosa y venir con él a Nápoles. "Es un escritor fabuloso y, como Cervantes, conoce el alma napolitana. Lo elegiría como padrino para mi regreso público, me daría mucho placer. Sería estupendo si Marotta lo organizara en el Instituto, porque esa gran tradición laica y cívica napolitana es la que me ayudó a escribir el libro. Los maestros de los revolucionarios franceses eran napolitanos. Aquí nacieron las ideas de libertad en Europa. Y no por azar Giordano Bruno murió en la hoguera, sino porque intentó volver a Nápoles. Tenía la hospitalidad del mundo entero, pero prefirió volver. Lo detuvieron en Venecia y lo quemaron. Algunos me dicen: 'Habla de la gran cultura, y no de la mala vida'. Caravaggio es la belleza, y esa belleza me da fuerzas para contar el mal. Si no existiese esa belleza, no habría esperanza de salir. Pero si la belleza la usamos para cubrir el mal, se convierte en tapadera".
Otra fuente de resistencia es el humor napolitano. Eduardo de Filippo, Totò, "y su sentido trágico y cómico de la vida". "De Filippo era como Totò dirigido por Pasolini. La tragedia de la miseria y el hambre, y el reírse de ambas cosas y hacerlas parecer fáciles. Tomaba a broma su destino, pero no es verdad que lo único lícito sea resignarse".
Aunque Salman Rushdie le animó a hacerlo. "Estuve con él en Nueva York. Llegué con la escolta, se acercó con Ian McEwan, cada uno me cogió de un brazo y me llevaron al coche. No me lo podía creer. Salman me dijo lo que siento. Que mucha gente piensa que para un escritor estar amenazado es glamouroso. Que nadie me entenderá, salvo algún político (él dice que sólo le entendía Margaret Thatcher). Que nadie creerá que lo que más deseas es tomar un café en un bar. Que la única forma de reconquistar tu libertad es decidirlo. Que lo importante es mantener libre la cabeza y saber cuándo quieres volver a ser libre. Que me busque un buen exilio... Pero eso tengo que pensarlo bien, porque comenzar de cero es difícil".
Se acabó la pizza: un café napolitano, exquisito, y nos vamos a paso ligero a conocer a uno de los mejores amigos de Saviano: el general Gaetano Maruccia, hombre afable, culto y cortés.
-¿Por qué ha sido tan importante el libro de Saviano, general?
-Porque ha amplificado la atención del gran público sobre la Camorra y ha hecho más comprensible su potencial criminal. Antes se creía que eran meros gánsteres urbanos, no criminales organizados como la Cosa Nostra o la 'Ndrangheta. Parecían el pariente pobre de las mafias, y no es así. Son un poder armado y horizontal, con diversas estructuras y una jerarquía poco clara, compuesto de grupos autónomos y a veces enfrentados entre sí. Y varios niveles. Las pequeñas bandas locales, que viven sobre todo del pizzo y el tráfico local de droga, son responsables del gansterismo urbano y a veces trabajan para bandas que no tienen nada que envidiar a las endrine calabresas o las familias sicilianas.
-¿Teme por la vida de Saviano?
-El dispositivo es adecuado al nivel de riesgo. Obviamente, es necesario mantener siempre la guardia alta y actuar con extrema prudencia.
-Usted le conoce hace años. ¿Podría definirlo en diez líneas?
-Eso no se le pregunta a un amigo, y menos si está él delante. Es un joven brillante, inteligentísimo, sabe manejar los datos con enorme visión analizando el presente y anticipando el porvenir. Su gran talento para escribir le ha permitido hacer ese libro, basado en el estudio analítico del fenómeno y en su gran conocimiento del terreno. Sabe ver cosas que a otros se les escapan. No siempre ver es saber ver. Su riqueza cultural y su innata capacidad de análisis y síntesis le deben llevar a escribir con profundidad de lo que sea. Gomorra es la demostración tangible de su calidad de escritor-periodista. Pero no debe afirmarse en el imaginario colectivo sólo como experto en Camorra. Debe escribir de otros temas.
-¿Se acabará exiliando?
-Creo que sus declaraciones sobre un posible traslado al extranjero fueron sólo el momento de desmoralización de un joven que se ha visto de repente en el centro de una fama y una red muy compleja de responsabilidades y tareas. Si sucediese eso, no sería coherente con su forma de ser ni con su mensaje de compromiso social. Pero conociéndole, estoy seguro de que eso no pasará.
[¿Queremos un escritor o un héroe?]
-¿Ganarán esta guerra?
-Estoy convencido, no luchamos solos. No hay tiempos, es una batalla diaria. Hace falta esencialmente reforzar las intervenciones sociales, dar oportunidades para que se pueda salir del perverso circuito criminal. Sólo con represión no vamos a ninguna parte. Necesitamos todos los recursos, cultura, trabajo, educación, paciencia y tiempo, escritores, periodistas. Se trata de erradicar la violencia como concepto de vida.
Estamos de vuelta en Roma. Saviano se escabulló el viernes a media tarde para pasar el fin de semana con la mamma (versión oficial), y hoy hemos quedado en la sede de su editorial, Mondadori. En el sótano del edificio, un lugar oscuro, pero no demasiado carcelario, comparte una pequeña oficina con Carlo Carabba, de 28 años, editor de Nuovi Argumenti y uno de los que ayudaron a descubrir al "genio" cuando en 2005 leyó y recomendó a la revista el primer relato.
"No es verdad que Roberto haya cambiado a peor", explica Carabba. "Sigue siendo muy simpático y bromista, y es menos tímido, está más seguro de sí mismo. Las amenazas le han hecho daño, sobre todo los ataques de sus paisanos jóvenes. Pero el calor de sus lectores es enorme. Eso le ha dado mucha fuerza".
Por fin, la buena noticia: Saviano está escribiendo otra vez. Tiene dos proyectos sobre la mesa. Uno es una novela real sobre el crimen organizado internacional. El otro hablará de él mismo, del hombre solitario. Será casi una vendetta.
-Tengo que canalizar de alguna forma el rencor que siento hacia los amigos que me dejaron cuando escribí Gomorra. Siento odio hacia ellos. Entiendo que la vendetta no es un arte noble, pero me dejaron tirado cuando más les necesitaba. Y la amistad es lo contrario, ¿no?
-¿Con la familia las cosas van mejor?
-Cuando mis padres se separaron, mi hermano y yo nos quedamos con mi madre, que es química y siempre estaba de viaje yendo a congresos. Estudiamos en un colegio de Caserta. A mi padre, que es médico de pueblo, le veíamos el fin de semana... He arruinado la vida de todos los que tenía cerca. Mi hermano se fue a trabajar al norte. Y con mi padre no tengo relación.
[¿Ajuste de cuentas con los amigos que le abandonaron? A ver si nos estamos equivocando de enemigo…]
-Dicen que todo está en la infancia. ¿Qué recuerda de la Camorra de entonces?
-Mi padre me llevaba a visitar enfermos a los pueblos del campo casertano. Muchas veces veía escenas apocalípticas. Recuerdo las búfalas muertas flotando en el río Volturno. Cuando se hacían viejas, las tiraban al agua para ahorrarse la bala. Recuerdo que pescábamos lubinas en el río, porque a fuerza de que la Camorra robara la arena del río para hacer cemento, en vez de que el río desembocara en el mar, el agua salada entraba en el cauce. Mi padre siempre tuvo miedo de la Camorra, pero nunca se rebeló. Veía sus coches lujosos y sentía rabia. Pero no decía nada, nunca. Siempre sentí esa asfixia. Todo iba mal, pero nadie podía pararlo. Siempre fue así. "Si eres furbo (pícaro), puedes aprovecharte", decían. Si piensas que lo puedes cambiar, eres un listillo, un loco. Como si alguien fuera a Roma y dijera que el Papa se tiene que ir de San Pedro. La Camorra sabe que sólo tiene problemas cuando mata demasiado. Ayudan a las familias con hijos minusválidos, a los chicos que suspenden en el colegio los mandan a Roma para que aprueben...
-Así que no son sólo el Estado, sino el Estado del bienestar.
[Aquí el periodista se ha cubierto de gloria: Estado de bienestar, nada menos…]
-Pero el welfare camorrista es un privilegio, no un derecho. Te lo pueden quitar.
-¿Cuándo decidió ser escritor?
-A los 14 o 15 años. Siempre leía, me enloquecían los clásicos. Nacer en tierra de Camorra no sólo supone muerte y sangre, también vives rodeado de las mejores ruinas de la antigüedad. Aníbal y Espartaco eran los personajes de mi infancia. Mi abuelo y mi tío siempre me contaban historias de Espartaco. La cultura es lo que nos salva la vida de verdad, mi tierra me ha regalado eso. La Anábasis de Jenofonte se parece a mí. Para escribirla, Jenofonte se hizo mercenario. Jenofonte estaba tatuado, y yo también. Se tatuó un jabalí. Lo consideraban un reaccionario. Pero en el libro dijo: "No te fíes de quienes escriban cosas no vividas".
-Pero a usted ese libro vivido le ha jodido la vida.
-Ahora estoy encerrado en habitaciones, voy de habitación a habitación, a veces doy puñetazos en las paredes. Es una media muerte, o una media vida.
-Acabará algún día...
-Quizá mi liberación llegará y podré pasear otra vez por la plaza del Plebiscito cuando sea viejo, o con una peluca rubia. Pero no lo creo. Nápoles no sólo no olvida, también siente rencor. Gomorra ha saltado la tapa de tantos silencios... No me lo perdonarán nunca. Me dicen: "Estás ganando pasta con la monnezza (basura), ¿eh?", o "deja de escribir gilipolleces, buffone". Los escoltas se indignan más que yo, y tengo que decirles que me deben defender de los ataques físicos, no de los espirituales.
[He pensado: ¿Y usted se ha perdonado a sí mismo?]
-Orhan Pamuk se ha ido de Turquía.
-Europa, con México, es hoy el lugar de más riesgo para los escritores. Al autor de El Padrino búlgaro le mataron de un tiro en la cabeza. A Politovskaia y a la periodista que retomó su trabajo, también... Les da miedo el autor que consigue hacer llegar el mensaje fuera del territorio.
-¿Piensa mucho en su propia muerte?
-Bastante. Me dicen que el TNT es lo peor, a mí me dan más miedo las balas. Sé que me lo harán pagar, está escrito. Convivo tanto con eso, que ya ni me asusta. Cuando lleguen, que llegarán, será dentro de un tiempo. La tensión me defenderá unos años. Mientras tanto, ellos y sus 200.000 seguidores, y tantos políticos que intentan minimizarlo, que dicen que son exageraciones, seguirán con la difamación. Dirán que he copiado, que soy un payaso. Se lo decían a Falcone. Y él le dijo a su hermana una cosa tremenda. Que no se defendía de la calumnia porque se defiende sola, y que la Mafia le haría un favor matándole porque así quedaría claro que no era un arribista y decía la verdad.
[No es necesario que alguien muera para “demostrar” que decía la verdad. Eso es absurdo.]
-No podemos terminar así. Su arma es la palabra y la verdad, y son más poderosas que las balas.
-Contar la verdad me ha ayudado a alejar las sombras que tenía encima y dentro. En parte han ganado ellos, por hacerme vivir así. Pero por otro lado han perdido. En Facebook hay miles de jóvenes discutiendo sobre la Camorra. Me han destruido la vida, pero lo que yo he hecho ya no es mío. Es de los niños.
La no vida de Roberto Saviano, Miguel Mora [El País, 8 de febrero de 2009]



Es fácil deducir dónde está el periodista Roberto Saviano (Nápoles, 1979) […]
Pregunta. Dice que escribió Gomorra "con rabia y ambición". ¿De qué?
Respuesta. Con la rabia de ver historias increíbles a mi alrededor que sólo se conocían en un ámbito local y con la ambición de contarlo con un estilo que pudiera llegar a muchísima gente.
P. Insiste siempre en el éxito global de Gomorra [1.300.000 ejemplares vendidos; en España, sus dos libros han sido editados por Debate y Empúries] como la causa de la amenaza de muerte que pesa sobre usted, pero ¿no está en el hecho de que ha contado como nadie la mentalidad, la trastienda moral de la mafia?
R. De alguna manera, les he desnudado, sí. Claro, a un jefe mafioso no le gusta que se haga público que se ha meado en los pantalones o cuál es su lógica mental... Quizá al final lo que odien de mí es que, a través de un libro, haya demostrado que se puede ser un hombre luchando contra ellos...
P. ¿Un hombre?
R. En su lógica, dividen el mundo entre los hombres con coraje y los cobardes, los que se lo juegan todo por dinero y los que se esconden en una vida llamemos interior. Ellos odian esta imagen que el lector me ha dado de resistencia y coraje, valores que ellos creen que sólo son suyos.
P. Usted nació y vivió en el núcleo geográfico duro de la mafia...
R. Soy de una zona cercana a Secondigliano. ¿Sabe? El 44% de sus habitantes están condenados por la mafia porque casi todos son cercanos o están involucrados de lleno en ella. Y quien no, tiene la mala fortuna de ser pariente de uno de ellos.
P. Con todo lo sucedido, su gran fuente de información, que era el estar ahí, al pie de los hechos, se ha cortado. ¿Puede que no pueda escribir ya más de la mafia?
R. No, escribiré de forma distinta sobre ella. La sensación callejera y los contactos, claro, ya no lo tengo; ahora me he de adaptar a mi nueva situación, que pasa por dormir en cuarteles y frecuentar juzgados y moverme entre documentos y reuniones... El precio profesional que pago es muy alto, también: es una mortificación porque mi cabeza siempre está distraída en otros temas... Gomorra lo escribí en una sola casa, la mía. Desde entonces, he vivido ya en 30.
P. En Gomorra critica que un centenar de periodistas del norte de Italia desembarquen en Nápoles por uno de los crímenes y que no sepan nada de nada. ¿Que no sepan no es garantía precisamente de informar sin contaminaciones?
R. La verdad es que en el sur de Italia la información local está completamente envenenada por la mafia. Pero lo que a mí me gustaría es que en vez de lanzar a un enviado especial, los diarios del Norte (La Repubblica, Corriere della Sera...), trasladaran buena parte de las redacciones centrales de sus diarios del norte. Le garantizo que Italia sería contada de manera totalmente distinta a como se hace ahora.
P. ¿Por ejemplo?
R. Pues que lo que mantiene en vida esa zona es la posición activa y social de la Iglesia. Y yo no soy creyente, pero me dicen que el arzobispo Crescenzo Sepe es la única autoridad de verdad que queda hoy en Nápoles; el sistema social está totalmente en crisis: ni alcaldías, ni gobiernos regionales... Si la Italia del sur se mantiene en pie es por la autoridad espiritual. En cualquier caso, de mi país han emigrado ya dos millones de italianos en apenas 10 años.
P. ¿Atribuible a la mafia?
R. Las organizaciones criminales tienen su responsabilidad, pero no sólo. La posibilidad de hacer carrera en la vida sólo con tu talento, sin protección ni enchufes, es casi imposible en Italia. Pero eso es así incluso para pedir hora al médico o pagar un recibo del gas. La gente se ha de tomar el día libre. Es más fácil emigrar. Se ha de salir de Italia para nacer -a España para la fecundación in vitro-, para ser feliz y para morir -la eutanasia funciona mejor en Alemania-. La emigración es el gran silencio de Italia.
P. ¿Italia ya no tiene escapatoria, verdad?
R. No va a ser fácil salir de todo esto ni en los próximos 20 años aunque se lo propusiera ya. El problema es que se hace frente a la mafia deteniéndoles o matándolos, pero encarcelando a un boss [jefe] no se frena su rueda. El nuevo clan que aparece siempre es mejor que el anterior en todo. Hay que dar un viraje económico total al sistema; hay una buena responsabilidad en las reglas que rigen el neocapitalismo: siempre gana el precio más bajo y ahí, al final, la mafia es imbatible.
P. ¿Y la crisis económica cómo afecta a la mafia?
R. La crisis es el mayor sponsor de la Mafia, está haciendo que el dinero del narcotráfico se dirija a comprar bancos; ha bajado el control sobre el dinero del narcotráfico en los grandes trust financieros; lo denunció no hace ni 15 días un informe de la ONU. Aún no he oído a ningún gobierno europeo decir nada. Me preocupa. ¿Sabe por qué, teniendo tanto dinero, no arreglan los barrios donde reina la mafia? Porque se trata de que no mejore el nivel social sino de mantener el estado precario; las crisis refuerzan aún más los vínculos de las organizaciones mafiosas.
P. ¿Cuáles son los nuevos horizontes de expansión de la mafia?
R. Su mercado principal sigue siendo la coca, pero ahora están con el coltan, que es de los pocos mercados punteros al que la mafia italiana llega tarde, y, sobre todo, el lucrativo mercado de la eliminación de residuos informáticos: hay empresas italianas que reciclan ya ese tipo de material, procedente de Inglaterra, en Hong-Kong.
P. ¿Y dónde está el truco ahí?
R. Fácil: ya ganan la licitación a muy bajo precio pero es que encima afirman que lo eliminan legalmente cuando se limitan a enterrar los residuos en cualquier sitio o a lanzarlos al mar.
P. Norman Lewis ya constataba en su mítico Nápoles 1944 las relaciones entre el gobierno de EEUU y la mafia. ¿En qué estadio están ahora?
R. Por ahora, sólo un arrepentido ha hablado sobre eso, pero ha abierto una ventana inquietante: la mafia calabresa habría sido usada por la CIA para localizar el tesoro de Sadam en Kuwait. Si se comprueba, sería como el reconocimiento de la CIA a la mafia como verdadero poder mundial.
P. No me atrevo a preguntarle por la pareja Al Qaeda-Mafia.
R. Que sepa, sólo hay contactos con terroristas islámicos de Argelia y Marruecos, y parecen ser intercambios estratégicos, tendrían apoyo técnico en Italia: temas de documentación falsa, gestiones de órdenes de captura... A cambio, los islamistas dan droga (hachís) y cargamentos de piel.
P. Con personajes como el mafioso Cosimo di Lauro parece dibujar un nuevo modelo de mafioso, más ejecutivo agresivo.
R. Las nuevas generaciones mafiosas compran más que cultivan... Es decir, para ser capo se ha de ser un gran organizador, no un gran intelectual. Si eres demasiado bestia o demasiado listo, te hundes solo. El capo Augusto La Torre era psicoanalista y se destruyó por pasarse de sabio: era de los que ejecutaba de 10 en 10 como parcial homenaje a los castigos por cobardía de los legionarios romanos.
P. ¿Qué películas cree que han reflejado mejor el mundo de la mafia, amén del suyo?
R. Prefiero los filmes de Scorsese a los de Coppola. Me gusta especialmente Uno de los nuestros. También Donnie Brasco, de Mike Newell.
P. Mañana recibe el premio Manuel Vázquez Montalbán de periodismo por el "extraordinario valor de su denuncia" y por encarnar la "fragilidad de la libertad de información".
R. Sí, de Vázquez Montalbán conocía su serie de novela negra del detective Pepe Carvalho y de ella salté a su faceta periodística, con dos libros excelentes, la Autobiografía del general Franco y Y Diós entró en La Habana... Sí, es difícil hacer un determinado tipo de periodismo, sólo hay francotiradores y tampoco es fácil encontrar dónde publicar si no es en revistas o ya en libro...
P. "La Camorra tiene una memoria larguísima y es capaz de una paciencia infinita"; lo dice en Gomorra. ¿No hay esperanza para usted?
R. No hay duda ninguna: seguro que me lo harán pagar; el problema es que no sé cuándo y dónde; mientras mantenga la atención mediática, igual no...
[Mantener la atención mediática implica estar permanentemente de promoción. Eso no hay obra literaria que lo resista.]
Roberto Saviano, Carles Geli [El País, 5 de febrero de 2009]

"Lo que más molesta a la Camorra no es exactamente la palabra, sino la palabra cuando genera tensión... La palabra como tal, así a secas, les trae sin cuidado; lo que no soportan es que esa denuncia tenga tantos lectores, y ésa es la diferencia entre Rushdie y yo. A Rushdie le condenaron con una fetua por el mero hecho de haber escrito Los versos satánicos; a mí me han condenado porque el libro se ha leído mucho; es el éxito lo que me ha condenado a muerte", explica.
"Volvería a escribir el libro; no me arrepiento de haberlo hecho, pero al mismo tiempo no puedo decir que lo ame. Soy un prisionero de mi libro. Vivo una situación que me agota; es un gasto de energía brutal, una energía gastada no en escribir, sino en estar alerta, en estar encerrado en lugares horribles, en perder tiempo inútilmente... Y todo eso me vuelve loco".
"A Orhan Pamuk le amenazaron por relatar el genocidio armenio... ¡Pero eso lo sabía todo el mundo!, lo que pasa es que él escribió de ello de una forma que puso en un compromiso al Estado turco, y entonces se convirtió en un símbolo. Conmigo pasó igual: ¡todo el mundo sabía que existía la Camorra napolitana! ¿Y Anna Politkóvskaya? Cantidad de cronistas habían escrito antes sobre Chechenia, pero ella lo hizo de tal modo que la cuestión chechena llegó a todo el mundo; se convirtió en un problema mundial, ya no local".
"La Camorra es un material narrativo excelente, porque está la épica de por medio. Son historias de poder, de vida y de muerte, es decir, los temas a los que todo escritor debe confrontarse, sobre personajes que deciden -sin justificación ni máscaras- sobre la vida y la muerte, sobre la riqueza y la pobreza, sobre la construcción y la destrucción".
"Me gusta. Creo que Garrone no ha traicionado el espíritu del libro, aunque obviamente son diferentes: a mí me obsesionaba la parte de los negocios, y a él, la de la antropología".
"Los criminales se fijan en el cine para ver cómo pueden publicitar su poder, porque lo ven como un escaparate, como un amplificador... A los jefes mafiosos les chifla el cine; se venden mejor si se presentan como un héroe del cine, claro. Pero, en cualquier caso, el modelo de las organizaciones criminales mafiosas no es El Padrino de Coppola, sino el Scarface de Brian de Palma, porque su personaje, Tony Montana, es alguien que se hace a sí mismo, sin hacer caso a las reglas, aunque con sus propias reglas".
"Para ellos, ni existe una sacralización de la vida, ni la muerte es un concepto negativo. Para la Camorra, la muerte no es un riesgo, sino una parte del oficio".
"escribir es resistir".
Entrevista a Roberto Saviano por Borja Hermoso, [El País, 8 de noviembre de 2008]

He ido tomando algunas notas mientras leía las entradas de Salman Rushdie y Roberto Saviano:
  1. Los libros no se prohíben porque constituyan una ofensa sino porque se les considera una amenaza.
  2. Quizá el autor del libro no sea consciente del mecanismo que ha puesto en marcha con su publicación. A priori uno no conoce cuál va a ser su repercusión.
  3. Puede que el autor no se considere un transgresor. Es el amenazado, el ofendido, el poderoso el que decide el límite de lo permitido. Puede que pase por alto amenazas mucho más serias. Lo interesante es buscar la razón por la cual se ha prohibido un libro o se considera una amenaza.
  4. Si una obra se prohíbe es porque se le está concediendo importancia. Puede que se considere una primera provocación y se busque una forma de frenar lo que pueda venir después. Si se piensa que el autor “sabe demasiado”, se toman medidas para intentar cerrarle la boca.
  5. El amenazado, el poderoso, no sabe cuánto sabe el autor y cuánto está dispuesto a contar.
  6. Me acordaba de El nombre de la rosa: La risa como abolición del temor. Sin temor no hay necesidad de un Dios. La risa como mecanismo de resistencia frente al poder.
  7. Cuando se utiliza al autor con objeto de darle “un castigo ejemplar”.
  8. No se le puede pedir a un escritor que actúe como un héroe por la causa de la libertad. En sus memorias, quizá el uso de la tercera persona por parte de Rushdie sea un intento por protegerse o por proteger a los suyos. Así ya no está obligado a contar toda la verdad y se puede permitir “suavizar” algún capítulo de su vida especialmente duro.
  9. Gomorra era un ensayo y Los versos satánicos una novela. No es comparable un relato de ficción con un ensayo que funde hechos autobiográficos, periodismo de investigación y análisis social. 
  10. Irremediablemente uno se acuerda de Snowden: “Para los demás, la lección es muy simple: en todo el planeta no queda un solo lugar, ni una isla desierta, ni una cueva en el desierto, donde no puedan encontrarnos, a donde no conduzca infaliblemente el hilo de nuestras pistas digitales.” AMM, Dónde esconderse [Escrito en un instante, 26 de junio de 2013]
  • "Aquel es Ubertino da Cassale, uno de los padres espirituales de nuestra Orden. Muchos lo veneran como un Santo; otros lo harían quemar por hereje.”
  • "Dentro de poco me reuniré con mi principio, y ya no creo que éste sea el Dios de gloria del que me hablaron los abades de mi orden, ni el de júbilo, como creían los franciscanos de aquella época, y quizá ni siquiera sea el Dios de piedad."
  • "Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia."
  • "La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne."
  • "No hay progreso, no hay revolución de las épocas en las vicisitudes del saber, sino, a lo sumo, permanente y sublime recapitulación."
  • "E iban matando a todos los judíos que encontraban a su paso, y se apoderaban de sus bienes. . . -¿Por qué a los judíos? –pregunté. Y Salvatore me respondió: -¿Por qué no? Entonces me explicó que toda la vida habían oído decir a los predicadores que los judíos eran los enemigos de la cristiandad y que acumulaban los bienes que a ellos les eran negados. Yo le pregunté si no eran los señores y los obispos quienes acumulaban esos bienes a través del diezmo, y si, por tanto, los pastorcillos no se equivocaban de enemigos. Me respondió que, cuando los verdaderos enemigos son demasiado fuertes, hay que buscarse otros enemigos más débiles. Pensé que por eso los simples reciben tal denominación. Sólo los poderosos saben siempre con toda claridad cuáles son sus verdaderos enemigos."
  • "Cualquiera es hereje, cualquiera es ortodoxo. No importa la fe que ofrece determinado movimiento, sino la esperanza que propone. Las herejías son siempre expresión del hecho concreto de que existen excluidos. Si rascas un poco la superficie de la herejía, siempre aparecerá el leproso. Y lo único que se busca al luchar contra la herejía es asegurarse de que el leproso siga siendo tal."
  • "Quizá también quieras contarme la del otro franciscano, fray Pablo Milmoscas, que un día resbaló en el hielo y allí se quedó echado cuan largo era, y sus conciudadanos se burlaban de él, y cuando uno le preguntó si no le gustaría estar encima de algo mejor, él respondió: «Sí, de tu mujer ... » Así buscáis vosotros la verdad."
  • "Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus."
  • "El conocimiento hace sufrir y aquel que hace crecer su conocimiento hace crecer también su sufrimiento."
  • "Es o ha sido, en muchos aspectos, un gran hombre. Pero precisamente por eso es extraño. Sólo los hombres pequeños parecen normales."
  • "...la ciencia no consiste sólo en saber lo que debe o puede hacerse, sino también en saber lo que podría hacerse aunque quizá no debiera hacerse."
  • "Tratemos de ser honestos --dijo Michele-- Sabemos que también los nuestros han cometido excesos."
  • "-La risa es un viento diabólico, que deforma las facciones de la cara y hace que los hombres parezcan monos.
-Los monos no ríen. La risa es propia del hombre.
-Como el pecado."
  • "Las personas simples siempre pagan por todo".
  • "Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechoso como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas."
  • "... hacéis, y sabéis por qué hacéis; pero no sabéis por qué sabéis que sabéis lo que hacéis"
  • "Las únicas verdades que sirven son instrumentos que luego hay que tirar."
  • "Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos."
  • "La risa es propia de los hombres simples."
  • "Pero ¿qué ocurrirá si por culpa de este libro, los hombres doctos declaran que es permisible reírnos de todas las cosas?. ¿Podemos reírnos de Dios? ¡El mundo desembocaría en el caos!"
  • "-Qué tranquila sería la vida sin amor, Adso, qué tranquila y qué insulsa"

  • "Es difícil aceptar la idea de que no puede existir un orden en el universo, porque ofendería la libre voluntad de Dios y su Omnipotencia. Así, la libertad de Dios es nuestra condena, o al menos la libertad de nuestra condena"
  • "- La risa mata el miedo y sin el miedo no hay lugar para Dios”
  • "Si algún día alguien llegase diciendo que es capaz de extraer la verdad de nuestros sueños, ese día sí que estarán próximos los tiempos del Anticristo".
  • "Sin unos ojos que lo lean, un libro contiene signos que no producen conceptos. Y por lo tanto, es mudo".


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