viernes, 11 de enero de 2013

Aquel a quien los dioses quieren destruir




Fragmentos comentados de El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, Robert L. Stevenson
Fragmento de Los que mandan, Javier Marías,  [La zona fantasma, 30 de diciembre de 2012]

Declaración completa de Harry Jekyll acerca del caso

“Estaba dotado de excelentes cualidades, me sentía inclinado por naturaleza al trabajo, y respetaba la sabiduría y la bondad de mis semejantes, de manera que se hubiese podido suponer que tenía todas las garantías para alcanzar un honorable y distinguido futuro. Y, realmente, el mayor de mis defectos era cierta impaciente viveza de disposición que a menudo ha hecho la felicidad de muchos, pero que yo encontraba difícil de conciliar con el imperioso deseo de llevar la cabeza en alto y de mostrar ante el público un semblante más grave que el común. De ahí que llegase a ocultar mis placeres y que, […] me viese inclinado a una profunda duplicidad en la vida. ”

¿No se reconoce como ambicioso?

“las ocultaba [las llama irregularidades de las que yo era culpable] con un casi mórbido sentimiento de vergüenza. Así pues, era más bien la exigente naturaleza de mis aspiraciones, y no una particular degradación causada por mis faltas, lo que me hacía lo que era y la que, […] separaba en mí los campos del bien y del mal de que se compone y en que se divide la naturaleza humana.”

Aquí sí apunta a la ambición como causa.

“En tales circunstancias, me veía yo impelido a reflexionar profunda e ininterrumpidamente acerca de esa dura ley de la vida que se encuentra en las raíces de toda religión [ley natural] y que es una de las más poderosas fuentes de zozobra.”

El reconocimiento de la ley le provoca inquietud ante el riesgo que amenaza. Cuando piensa en la ley, tiene miedo al castigo. De manera que, si alguien le garantizase que no va a ser perseguido y castigado, violaría la ley. Este es un argumento sofista. Se cumple la ley por miedo al castigo, no por respeto a la ley en sí misma.

“Las dos personalidades eran auténticas en mí; no era más sincero cuando ignoraba las restricciones y me llenaba de oprobio que cuando trabajaba, […], para ampliar mis conocimientos o para aliviar la miseria y el sufrimiento.[…] la conciencia de perenne lucha entre mis dos personalidades. Cada día, y desde ambas facetas de mi inteligencia, la moral y la intelectual, me acercaba firmemente a esa verdad a causa de cuyo descubrimiento parcial he sido condenado a tan espantosa suerte: la de que el hombre en realidad no es uno, sino que verdaderamente es dos.”

Lucha entre razón y pasión. Él habla de vergüenza y deshonor ¿para consigo o para con los demás?. No quedan compensadas las faltas cometidas porque uno sea médico y dedique su tiempo al estudio y a aliviar el daño que causa. Uno busca siempre la forma de justificarse. La penitencia y la caridad [en este caso, el cumplimiento del deber de atender a sus obligaciones como médico] no equilibran ni debieran borrar el daño cometido. Da a entender que ha sido condenado [¿por la divinidad?] por descubrir una verdad [científica].

“Fue en el aspecto moral, y en mí mismo, donde aprendí a conocer la total y primitiva dualidad humana; ví que había dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia. […] yo había aprendido a pensar con placer, […] en la idea de la separación de ambos elementos. Si cada uno, me decía, pudiese ser aislado en identidades diferentes, nuestra vida se vería liberada de todo lo que nos resultaba insoportable”

Hasta ahora la conciencia era un dictado de la razón. Por eso, tener mala conciencia es resultado de que uno sabe que no ha actuado bien, correctamente o conforme a la ley universal racional. No hay una conciencia que indique el camino de hacer el mal. Hay una voluntad de hacer daño que es pasión o una ignorancia de cómo actuar bien. ¿Ignorantes o malvados?. Tendría que revisar la explicación del mal, el origen del mal. La idea de la personificación del mal es algo muy peligroso y dañino.
Si nuestra vida se viese liberada de todo lo que es pasión y fuera sólo un cálculo racional, ya no sería una vida propiamente humana. ¿Qué pasaría con la libertad? Estaba pensando en la santidad. Uno elige el bien sabiendo que puede elegir el mal. Si eliminamos la posibilidad de errar, de equivocarnos, la posibilidad de la ignorancia y la maldad, seríamos como dioses, buenos “de serie”, habríamos eliminado de un plumazo el pecado original.

“La maldición de la humanidad consistía en que estos dos incongruentes haces estuviesen unidos, en que, en las doloridas entrañas de la conciencia, luchasen continuamente estos dos gemelos polares.”

Llamarlo maldición –a la lucha entre razón y pasión- ya supone una toma de posición que considero más bien teológica que filosófica. Plantearse la separación de esos dos elementos –como “partes” de un todo- como si estuvieran erradicadas en algún punto concreto de nuestra entidad, me lleva a la dualidad alma-cuerpo y casi directamente a El exorcista. Esta es la peligrosidad a la que me refería: “Blatty, el autor de la novela, explicó que la historia tuvo inspiración en hechos verídicos en los cuales trabajó cuando él aún era estudiante universitario, acerca de informes sobre un exorcismo real ocurrido en la localidad de Mount Rainier, Washington, en el año 1949, y que fuera informado por The Washington Post.

“Empecé a percibir, […] la temblorosa inmaterialidad, la brumosa transitoriedad de este aparentemente tan sólido cuerpo al cual nos hallamos atados. Encontré que ciertos agentes tenían la virtud de agitar y transformar nuestra vestimenta carnal”

Me ha recordado El Hombre Invisible, publicada en 1897:

“He aprendido que lo triste y pesado de la vida reposa para siempre sobre los hombros del hombre y que, cuando intentamos liberarnos de la carga, sólo conseguimos que ésta vuelva a nosotros ejerciendo una nueva y más terrible presión.”
“No sólo consideraba mi cuerpo natural como simple aura y fulgor de algunos de los poderes que componían mi espíritu, sino que además logré preparar un compuesto mediante el cual estos poderes quedarían despojados de su supremacía, la cual pasaría a ser detentada por una segunda forma y un nuevo semblante, no menos naturales a mi ser, puesto que eran expresión y llevaban el sello de elementos menores de mi alma.”

Concepción tripartita del alma de Platón: racional, irascible y concupiscible. ¿Qué ocurre cuando renunciamos a conducirnos de forma racional? Nos convertimos en esclavos de nuestras pasiones. Un cuerpo [otro cuerpo] que es el reflejo de la primacía de lo irracional sobre lo racional en el humano. Llamarlo “natural” es un decir porque ha forzado “su naturaleza” a través de un brebaje. Es como llamar “natural” al resultado de una cirugía plástica. La única diferencia es que no tiene carácter permanente. Me he acordado ahora del botox o toxina botulínica, un veneno que puede servir como arma de destrucción masiva pero que tiene también otras aplicaciones.

“Más la tentación derivada de un descubrimiento tan profundo y singular se impuso por fin a las sugerencias del temor.”

El pecado original otra vez. El mito de Prometeo.

“Había algo nuevo en mis sensaciones, algo indescriptiblemente nuevo y, a causa de esta misma novedad, increíblemente dulce. Me sentía más joven, más ligero, más feliz en lo físico; interiormente, tenía conciencia de una fuerte temeridad, en mi imaginación se atropellaban desordenadas imágenes sensuales, los lazos del deber se aflojaban y experimentaba un desconocido, pero no inocente, sentimiento de libertad del alma.”

Llamar libertad del alma a sentir que uno puede hacer lo que quiera o desee, a no tener ninguna obligación ni respeto para con nada ni nadie, es engañoso. Eso no es libertad.
La primera vez que lo leí me acordé de la película La mosca. Uno empieza tele transportando objetos, continúa por tele transportar seres vivos y termina realizando completamente otra cosa de forma inconsciente.

“Me supe, desde que aspiré por primera vez aquel aire de vida nueva, más perverso, diez veces más perverso: esclavo del mal; la idea, en aquel momento, me animaba y me deleitaba como un vino.”
La extraña sensación de que uno sabe que es un malvado antes de ejecutar ningún daño.

“parecía que las constelaciones, en ese instante, me miraban a mí, a la primera criatura de esa especie”
¿por qué supone que es una nueva especie?

“Debo aquí exponer únicamente teorías, no diciendo lo que sé, sino lo que supongo más probable.”
Está bien que lo aclare porque si no, no parece un científico serio. Esto son sólo hipótesis.

“El lado malo de mi naturaleza, al que ahora había yo dotado de acusada eficacia, era menos robusto y menos desarrollado que el lado bueno que acababa yo de abandonar; y aquél, en el curso de mi vida, que después de todo había sido en sus nueve décimas partes una vida de esfuerzo, virtud y dedicación, habrá tenido menos actuaciones, se había ejercitado menos.”

Parece que el doctor Jekyll, antes de conocer al señor Hyde, se consideraba un hombre virtuoso. Su hipótesis parece bastante fabulosa para ser científica pero no deja de tener gracia. Más pequeño, ligero y joven porque, la verdad, yo no me había ejercitado mucho en el desarrollo de mis vicios.

“Además, el mal (del cual pienso todavía que es el lado letal del hombre) había dejado en aquel cuerpo marcas de deformidad y degeneración. Con todo, cuando miré  aquel horrible ídolo en el espejo, su imagen no provocó en mí repugnancia, sino más bien deseos de bienvenida. Aquél, era asimismo yo: parecía natural y humano

¿No se reconoce en la imagen? Ese otro, el malvado, no soy yo. Creo que Robert L. Stevenson tiene mucho sentido del humor.
Sí, eso diría Hobbes siguiendo a Plauto (254 a. C. - 184 a. C.):
“Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit."
(Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro)

“He observado que, cuando asumo la personalidad de Edward Hyde, nadie puede acercárseme sin un evidente recelo físico. Supongo que esto se debe a que todos los seres humanos, tal como los conocemos, son una mezcla de bien y de mal, en tanto que Edward Hyde, sin antecedentes en la historia de la humanidad, era ejemplo exclusivo del mal.”

Las acciones son buenas o malas. Yo no diría que el hombre es resultado de la mezcla del bien y del mal.

“El segundo y decisivo experimento había de ser puesto en práctica todavía: quedaba por ver si mi otra identidad estaba perdida más allá de toda redención”
La cuestión es si una vez que aparece el señor Hyde, el doctor Jekyll puede volver o no a ser él mismo y el mismo.
Parece que el que la hace la paga y quien roba el fuego de los dioses no puede quedar sin castigo.

“Volví a ser el de siempre, con el carácter, la estatura y el rostro de Harry Jekyll. Aquella noche llegué a la encrucijada fatal. De haberme acercado a mi descubrimiento con un espíritu más noble, de haber emprendido la experiencia bajo el imperio de aspiraciones generosas y pías, todo hubiese sido distinto y, de aquellas agonías de nacimiento y muerte, hubiese yo vuelto en ángel y no en demonio.”



La hubris o hybris (en griego antiguo ϐρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’ y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo). Como reza el famoso proverbio antiguo, erróneamente atribuido a Eurípides

«Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco.»

“El truco es viejo como el mundo, no se entiende cómo  aún funciona, y quizá hoy más que nunca. Hice hablar de ello a un personaje de mi novela más reciente, que se hacía una reflexión parecida a esta: no es sólo por necesidad o comodidad por lo que uno delega en otros, sobre todo para los asuntos ingratos o los trabajos sucios; el que da la orden de matar a alguien y contrata a un sicario puede llegar a convencerse de que apenas tuvo que ver en el asesinato, al fin y al cabo él no estaba allí cuando se cometió; por inverosímil que parezca, cabe la posibilidad de engañarse hasta las últimas consecuencias, se puede poner en marcha una cosa y después “desentenderse”, y por supuesto culpar al que se manchó las manos. No en balde los actores y cantantes, los escritores, los boxeadores y los toreros cuentan con representantes, agentes, managers y apoderados respectivamente. No sólo les sirven para ocuparse de la burocracia y conseguirles condiciones mejores, asesorarlos en cuestiones que los aburren o de las que poco saben, también para quitarse responsabilidades. “Eso es decisión de mi agente”, se escaquean. “Mi representante no me lo permite”, como si el delegado tuviera potestad para imponerles algo. Salvo con los actores, escritores y demás muy tontos o despistados, muy inútiles o ensimismados, eso nunca es cierto: son ellos quienes tienen la última palabra. Otro tanto ocurre con los clientes y sus abogados, los empresarios y sus asesores, los Presidentes y sus ministros. Pero, si ellos mismos son capaces de persuadirse a veces de que son “inocentes” de lo que ejecutan sus subordinados o secuaces, ¿cómo no van a convencer al resto, a la gente corriente?
Los que mandan, Javier Marías,  [La zona fantasma, 30 de diciembre de 2012]



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Chrome - Handwriting/>Chrome - Handwriting