Textos de El Palacio de la Luna, de Paul Auster
“Intentaba separarme de mi cuerpo, eludir mi dilema
fingiendo que no existía. Otros habían recorrido ese camino antes que yo y
todos habían descubierto lo que yo acabé descubriendo por mí mismo: la
mente no puede vencer a la materia, porque cuando se le pide demasiado,
demuestra rápidamente que también ella es materia. Para elevarme por encima de
mi circunstancia tenía que convencerme de que yo ya no era real y el
resultado fue que toda la realidad empezó a oscilar ante mí. Cosas que no
estaban allí aparecían de repente ante mis ojos y luego se desvanecían.”
“El médico asentía cortésmente, pero era evidente que no
entendía nada de lo que le decía. Cuando pasé a explicarle la vida que había
llevado durante los dos últimos años, ví que se sentía realmente incómodo. Esto
me frustró, y cuanta más incomprensión
demostraba él, más desesperadamente trataba yo de aclararle las cosas. Sentía
que mi humanidad estaba en juego de alguna forma. No importaba que fuese un
médico militar, era también un ser humano
y nada me parecía más importante que conectar con él.”
“Como me había dicho una vez el tío Víctor hacía mucho
tiempo, una conversación es como tener un peloteo con alguien. Un buen
compañero te tira la pelota directamente al guante, de modo que es casi
imposible que se te escape; cuando es él quien recibe, coge todo lo que le
lanzas, incluso los tiros más erráticos e incompetentes. Eso era lo que hacía
Kitty. […] Me hacía parecer mejor de lo que era y eso aumentaba mi confianza en
mí mismo, lo cual a su vez me ayudaba a realizar tiros menos difíciles para
ella. En otras palabras, empecé a hablarle a ella en lugar de a mí
mismo, y el placer que eso me proporcionó fue mayor que ninguno que
hubiera experimentado en mucho tiempo.”
“No estoy hablando solamente de sexualidad ni de las
permutaciones del deseo, sino de un espectacular derrumbe de muros interiores,
de un terremoto en el corazón de mi soledad. Me había acostumbrado de tal modo
a estar solo que no creí que algo semejante pudiera ocurrirme.”
“Ni siquiera se podía establecer un contacto visual con él,
porque Effing era ciego, o al menos fingía serlo, y el día en que fui a su
casa para la entrevista llevaba dos parches negros sobre los ojos.”
“Tal vez mi impresión inicial de él fuera causada por el
hecho de que no reaccionó a nuestra entrada. La señora Hume le anunció que yo
había llegado.”
“Ya no era un semicadáver comatoso perdido en vagas
ensoñaciones; se había vuelto todo vigor y atención, una hirviente masa de
energía resucitada. Según supe más adelante, ése era el verdadero Effing, si
verdadero es una palabra que pueda emplearse para referirse a él. Su
personalidad se basaba en tan gran medida en la falsedad y el engaño que era
casi imposible saber cuándo decía la verdad. Le encantaba engañar al
mundo con sus experimentos y súbitas inspiraciones, y de todos los números que
montaba, su preferido era el de hacerse el muerto.”
“A pesar de los parches negros que llevaba sobre los ojos,
noté que dirigía su mirada hacia mí.
-Contésteme, señor Fogg –dijo-. ¿Es usted un hombre de
visión clara?
-Antes pensaba que sí, pero ya no estoy tan seguro.
-Cuando tiene una cosa ante sus ojos, ¿es capaz de
identificarla?
-Generalmente, sí. Pero hay veces en que resulta bastante
difícil. […]
-¿Ha sacado alguna conclusión respecto a los parches?
-Nada concreto. Mi primera idea fue que era usted ciego,
pero en realidad eso no es lógico. […] Tal vez los parches oculten algo peor
que la ceguera. […] Hay muchas respuestas posibles a su pregunta. En este
momento no dispongo de suficiente información para decir cuál es la respuesta
exacta. En el fondo, lo único que sé con certeza es que lleva usted parches en
los ojos. Puedo afirmar que están ahí, pero no sé el porqué.
-En otras palabras, no da nada por sentado.
-Puede ser peligroso. Sucede a menudo que las cosas son
distintas de lo que parecen, y uno puede meterse en líos por precipitarse en
sus conclusiones. […]
Tal vez no pueda ver ni andar, pero tengo otros poderes,
poderes que pocos hombres han dominado. […]
-Poderes mentales. Una fuerza de voluntad capaz de moldear el
mundo físico y darle la forma que yo quiera.
-¿Recuerda el apagón de hace pocos años?
-Exactamente. Fui yo quien lo causó. […]
Ojalá el mundo entero tuviera que vivir en la misma
oscuridad que yo. […]
-Pudo ser una coincidencia.
-Las coincidencias no existen. Esa palabra sólo la usan los
ignorantes. Todo lo que hay en el mundo está hecho de electricidad, tanto lo
animado como lo inanimado. Hasta los pensamientos emiten una carga eléctrica.
Si son lo bastante fuertes, los pensamientos de un hombre pueden cambiar
el mundo que le rodea. No lo olvide, muchacho.
“-Tengo los poderes humanos normales, supongo, pero nada
más. Puedo comer y dormir. Puedo andar de un sitio a otro. Puedo sentir dolor.
A veces puedo incluso pensar. […]
-¿Está usted seguro de estar vivo, muchacho? Puede que
únicamente imagine que lo está.
-Todo es posible. Puede que usted y yo seamos sólo quimeras,
que no estemos realmente aquí. Sí, estoy dispuesto a considerar eso como
posibilidad. […]
-Si le contrato, Fogg, probablemente llegará usted a
odiarme. Recuerde que es todo por su bien. Hay un propósito oculto
en todo lo que hago, y no es usted quien ha de juzgarlo.”
“-No me lo dijo. Esa es una de las cosas que aprenderá del
señor Thomas. Nunca te dice nada que no quiera decir.”
“Recuerde, Fogg –añadió-, nunca dé nada por sentado.
Sobre todo cuando trate con una persona como yo.”
“Al escribir la palabra Thomas,
probablemente se había acordado de la expresión doubting Thomas. El gerundio había dado paso a otro: fucking Thomas, que en aras de la
convención se transformó en f-ing. De
ahí Thomas Effing, el hombre que se había jodido la vida. Dado su gusto por las
bromas crueles, me imaginé lo satisfecho que se habría sentido consigo mismo”.
[Doubting Thomas es una expresión común que se aplica a quien duda de todo. (En
referencia a Santo Tomás, que dudó de la resurrección de Jesús.) Fucking Thomas
sería “Tomás, el que jode”.]
Santo Tomás de Aquino, el filósofo de la fe. [1225-1274]
Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los
hebreos:
"la Fe
es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb
11:1).
-Valoró la experiencia sensible y el poder de la razón con
una filosofía que mostraba una vigorosa tendencia hacia lo concreto.
-Realizó la síntesis más acabada entre el aristotelismo y la
doctrina cristiana.
-A partir de la filosofía cristiana, y de que el
cristianismo se convierte en la gran ideología de Europa, la teología
adquiere un peso mayor del que había tenido nunca. En primer lugar, la teología
está al servicio de una Iglesia que es muy poderosa en Europa.
-Si todos vinculaban la filosofía a la teología, algunos
simplemente la supeditaban y otros le otorgaban algún grado de autonomía.
-A pesar de que era un hombre ortodoxo religiosamente –llegó
a santo de la Iglesia-
algunas de sus aportaciones llegaron a ser importantes y casi diría
revolucionarias. Se convirtió en defensor de las doctrinas de Aristóteles,
cuyos libros eran vistos con sospechas por parte de los teólogos católicos. Por
una parte, porque era pagano. Y, por otra, porque las obras de Aristóteles
habían sido conservadas por el mundo árabe, de modo que las sospechas eran
dobles: era un pagano que les llegaba a través de los árabes.
-Su familia esperaba que hiciera carrera en la jerarquía
eclesiástica. La orden dominica [en la que decidió ingresar], al igual que la
franciscana, no ofrecía a sus miembros más futuro que el de frailes
mendicantes.
-El corpulento novicio, además de medir casi dos metros de
altura era bastante obeso
-Fue enviado a la Universidad de París para hacerse cargo de una de
las dos cátedras que los dominicos regentaban allí. Los franciscanos tenían
bajo su dominio sólo una. El resto eran impartidas por maestros seculares.
-Los conflictos, alentados por los maestros seculares,
empezaron por razones circunstanciales entre algunos estudiantes y las
autoridades del claustro docente, pero pronto derivaron en enfrentamientos entre los
partidarios de los hermanos mendicantes y los que no querían verlos en la
universidad. El claustro creó medidas arbitrarias contra los maestros
religiosos.
-El líder de los maestros seculares, Guillermo de
Saint-Amour, hizo difundir un escrito en el que se responsabilizaba a los
dominicos y franciscanos del malestar reinante en la universidad. También les
atribuyó falsamente un libelo injurioso contra el Papado. El papa Alejandro IV
puso orden en el conflicto.
-Otros habían centrado la teología en la redención, pero
Tomás entendía que la teología no se
ocupaba propiamente más que de Dios mismo, y veía todo lo demás sólo como
manifestaciones de la divinidad.
-La teología debe moverse siempre dentro de la fe y explicar
con razones la naturaleza de los dogmas.
-Los maestros seculares, ahora liderados por Gerardo de
Abbeville, habían recrudecido nuevamente sus actitudes para con los frailes
mendicantes, y, por otro lado, los “averroístas latinos”, llamados así por
derivar su conocimiento de Aristóteles a partir del comentarista musulmán
Averroes, presentaban un aristotelismo demasiado radical y poco compatible con
las doctrinas cristianas.
-La filosofía aristotélica había desaparecido del horizonte
cultural europeo occidental durante varios siglos. Algunos autores se habían
convertido a esa versión mahometana de Aristóteles, a pesar de incurrir
en doctrinas que no parecían admisibles desde la fe cristiana.
-No se podía renunciar a Aristóteles, había que corregirlo y
depurarlo. Acometió la tarea de defender a Aristóteles tanto de quienes lo
seguían irreflexivamente como de quienes lo rechazaban por fidelidad a cierto
tradicionalismo platonizante o hasta irracionalista.
-Distingue por un lado lo que aporta la fe y la misma
creencia de no discutir a un Dios. Pero en cuanto se pone a actuar como
filósofo, hace esfuerzos por probar racionalmente su existencia. Las cinco vías
se reducen siempre un poco a lo mismo: si existe la realidad, existe el mundo,
con una u otras perfecciones, alguien tiene que haberlo hecho. La
primera prueba de la existencia de Dios es la del movimiento –en el sentido de
paso de la potencia al acto-, que ya se encontraba en Aristóteles. Un primer
motor inmóvil; una primera causa eficiente; un ser necesario que explique o dé
razón de que los seres contingentes lleguen a ser; un máximo en los grados de
perfección; una causa inteligente, el fin hacia el que todo tiende en última
instancia y que rige todo el proceso del universo.
Un creador que no haya sido previamente creado.
Querer probar la existencia de Dios de esta manera implicaba
que, en cierta medida, se había dudado.
-No se puede explicar lo que no sabemos [la existencia de
Dios] cuando conocemos aún menos [física antigua, conocimientos muy dudosos
sobre el mundo].
Sabemos poco del origen del universo, pero nada de Dios.
Si Dios explica el origen del universo, ¿quién explica a
Dios?
Ni santo Tomás ni su tiempo permitían llegar tan lejos.
-La doctrina tomista, a pesar de basarse en Aristóteles, no
era contraria a la fe.
-Probó que algunas proposiciones contrarias a la teología
tradicional no eran verdaderamente aristotélicas, sino de sus comentaristas
árabes.
-Realizó un esfuerzo extraordinario por precisar y por
definir algo tan complicado como los atributos divinos, por hacer compatibles y comprensibles racionalmente ciertos dogmas del
cristianismo.
El esfuerzo de santo Tomás fue dirigido a poner la razón al servicio de la fe.
Santo Tomás conoce adónde quiere llegar y lo que hace
es brindar caminos racionales.
Intento racional de llegar más allá de la razón.
-Desde el punto de vista de los teólogos de la Iglesia , la filosofía de
santo Tomás es la piedra angular de todo lo que puede ser una filosofía
cristiana, si es que el concepto de filosofía cristiana tiene algún sentido. Jorge Luis Borges decía que esto era como
hablar de equitación protestante. No fue prácticamente hasta el siglo XIX
cuando León X lo redescubrió como el más grande de los teólogos y el más grande
de los filósofos cristianos. Hasta ese momento no había tenido reconocimiento
unánime.
-Partía del hecho de la fe, y parece que partir de la fe es exactamente
lo contrario del propósito de la filosofía.
Selección de textos de La aventura de pensar de Fernando
Savater
David Hume [1711- 1776]
Establece y prolonga las características más tradicionales
del pensamiento anglosajón. Hume es absolutamente radical en su empirismo,
hasta el punto de afirmar que lo único que cuenta es la experiencia. Para
él, lo que nos proporciona conocimientos son nuestras
impresiones, es decir, lo que el mundo deja en nosotros. Y
de este empirismo radical respecto de todos los grandes temas, palabras y
creencias de la humanidad nace la obra de este filósofo sagaz, prudente a la
vez que realmente audaz en sus planteamientos.
Partía de la teoría del conocimiento de Locke y radicalizaba
su empirismo. Criticaba, en efecto, ciertos principios que todavía
operaban en la obra de Locke y que no se basaban puramente en la
experiencia sensible: el yo, la sustancia, la causalidad y la inducción. Cuando
conozco un objeto tengo ciertas sensaciones e ideas, que son como el rastro de
esas impresiones. Rastro que puede presentarse como recuerdo, como proyección
imaginativa o como conceptualización abstracta. En otras palabras, conocer un
objeto significa tener ciertas sensaciones
o impresiones. A partir de ellas
se forman en mi mente algunas representaciones (recuerdos, proyecciones imaginativas o conceptos) que llamo “ideas”.
Las ideas son entonces representaciones mentales, de modo
que a partir de las impresiones se constituyen las ideas simples, y luego, con
la asociación de ellas, tenemos las ideas compuestas o complejas.
Todas las sensaciones o impresiones e ideas generan en nosotros la creencia de que realmente
existe el objeto exterior que las provoca, pero, en realidad, de lo
único que puedo estar seguro es de que tengo una sensación o impresión. Sin
embargo, el objeto que conozco no es
exterior, sino que está en mi conciencia, pues sólo consiste en un
entramado de impresiones e ideas. Si yo afirmo que mis impresiones e ideas
corresponden a un objeto real es sólo por un
acto de creencia.
Creamos ciertas ideas
para las cuales no hay impresiones: la idea de causa y efecto, o la de espacio
y de tiempo, o la de sustancia.
Los científicos se apoyan sobre esas ideas básicas, sobre
las que construimos el mundo del conocimiento, aunque no haya impresiones o sensaciones que les den la validez objetiva que parecen tener.
En el fondo lo que entendemos por realidad se reduce a un
conjunto de sensaciones.
¿Cómo puedo estar seguro de que una determinada sensación
corresponde a algo real?
¿Cómo puedo estar seguro de que una percepción es más cierta
que la otra?
Llamo “real” al correlato sensible más fuerte y vivaz. En
esa fuerza y esa nitidez estriba mi confianza en su “realidad”. Del mismo modo,
la percepción es más nítida y vivaz que el recuerdo o del acto por el que puedo
imaginar un objeto. Diferencio la percepción en acto del recuerdo o de la
proyección imaginativa por el nivel de vivacidad y vigor.
“Era difícil que a uno le desagradara la señora Hume […]
Intuí que tenía a una aliada en aquella mujer, y eso me daba
una especie de protección contra cualquier cosa extraña que pudiera suceder.
[…]
La señora Hume demostraba una admirable paciencia durante
estas exhibiciones. Nunca expresaba alarma ni desagrado y actuaba como si la
conducta de Effing formara parte del orden natural de las cosas. […] Pensándolo
ahora, me doy cuenta de lo importante que era ella para mantener cierto grado
de estabilidad en aquella casa. Una persona más volátil hubiera caído en la
tentación de responder a los desmanes de Effing y eso hubiera empeorado las
cosas, porque si se le provocaba, el viejo se volvía feroz. El temperamento
flemático de la señora Hume era muy adecuado para evitar dramas incipientes y
escenas desagradables. Tenía un alma tan grande como su cuerpo y era mucho lo
que podía absorber sin ningún efecto perceptible. […]
Effing ponía a prueba su paciencia, pero en el fondo creo
que la señora Hume le tenía afecto.
Contrariamente a lo que hacen la mayoría de las personas que cuidan a los
ancianos, no le trataba como si
fuera un niño retrasado mental o un
bloque de madera.”
Hume fue una de las mentes racionales más preclaras de su
época, y, sin embargo, en su sistema filosófico concede una gran importancia a lo que no es estrictamente racional.
Las emociones, las simpatías, los movimientos de ánimo son para él
fundamentales en la vida y en la sociedad humana. Comprende la importancia
de la dimensión irracional en la vida humana. Según Hume, todo lo recibimos del
mundo que nos rodea, a través de nuestra capacidad de ser impresionados por los
sentidos, que son las ventanas que tenemos al mundo. Todo lo que no podemos comprobar ni verificar, no podemos decir que
exista. Empezando por lo más sorprendente: nuestro propio yo. ¿por qué
buscas un sujeto a ese pensar? ¿no podría ser el pensamiento algo sin sujeto?
Tampoco podemos pensar que existe algo como un yo, como un núcleo fijo y estable
[substancia] que a partir de las impresiones , que van quedando pegadas, van
depositándose sobre ese núcleo central. Nosotros sólo podemos asegurar que tenemos pensamiento, tenemos impresiones y
sentimientos. El yo es una construcción que nosotros hacemos para
sostener todas esas impresiones, pero no es algo a lo que lleguemos de forma
directa como llegamos al conocimiento que nos brindan los sentidos.
La causalidad, la
sustancia y el yo son sólo creencias. Jamás tengo experiencia de ellas. El yo se me aparece como
un haz de sensaciones, un puro fluir de actos de conciencia y no como un yo
único sustancial. La idea de sustancia, por su parte, se disuelve en
sensaciones que nosotros agrupamos espacio-temporalmente. Y en cuanto a la
causalidad, no es más que una sucesión de fenómenos que, por hábito, tendemos a
considerar necesaria. Cuando percibo que al fenómeno A le sigue una y otra vez
el fenómeno B, tiendo a pensar que A es causa de B.
La causalidad se piensa como una conexión necesaria entre
dos o más fenómenos, el antecedente es la causa y el consecuente, el efecto.
Pero no tenemos experiencia de dicha relación causa-efecto. Sólo podemos afirmar la sucesión temporal y
la continuidad espacial, pero la causalidad no: apenas es una creencia
apoyada en el hábito. Este problema de la causalidad está inmediatamente ligado
al problema de la inducción.
La inducción es un método que tiene un gravísimo problema
con respecto a su fundamentación. De hecho, todo intento de justificación de la
inducción parte del principio de regularidad de la naturaleza, que a su vez
ha sido obtenido inductivamente.
Las únicas certezas que me son permitidas son, por un lado,
las que derivan de la descripción de mis impresiones y su relación con mis
ideas, y por otro, las que se manifiestan en las relaciones cuantitativas de
las matemáticas.
“Aunque la razón
basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para instruirnos de
las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no basta, por sí misma, para producir la
censura o la aprobación moral. La utilidad no es más que una tendencia
indiferente […] es preciso
necesariamente que un sentimiento se manifieste aquí, para hacernos preferir
las tendencias útiles a las tendencias dañinas.
Ese sentimiento no puede ser más que una simpatía por la
felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los
diferentes fines que la virtud y el vicio tienen tendencia a promover.
-Así pues, la razón nos instruye acerca de las diversas
tendencias de las acciones
- y la humanidad hace una distinción a favor de las
tendencias útiles y beneficiosas.
En el ámbito de la ética, descarta toda trascendencia en cuanto a la motivación de nuestra
conducta. Nos mueve la simpatía que sentimos por nuestros semejantes.
“Simpatía” aquí significa compasión, padecer con, sentir con el otro. Los seres
humanos nos parecemos mucho los unos a los otros. Estamos hechos para
articularnos los unos a los otros, que además es lo más útil. La ética es el
reconocimiento de esas necesidades humanas y de que sólo pueden satisfacerse
cuando estamos viviendo en compañía de los demás.
La moral no se basa
estrictamente en la razón, sino en sentimientos tales como la simpatía y el
interés. Se trata
de una ética convencionalista, que parte de cualidades agradables a todos. Y la
principal de estas cualidades agradables es la simpatía. En toda organización
política y toda reunión entre hombres subyace en el fondo precisamente este
sentimiento de simpatía.
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