lunes, 21 de enero de 2013

Cuestión de experiencia



“Lo cierto es que [Samuel Jonson] era un reaccionario furibundo, xenófobo y profundamente religioso, pero aun así su sentido común a menudo era imbatible. Alguien le mencionó una vez que el obispo Berkeley sostenía que la materia no existía y que su argumentación era irrefutable. Indignado, alzó la voz: "¡Así la refuto yo!", y golpeó con la planta del pie una gran piedra del suelo. 

"Era el reverso del progresismo de la Ilustración francesa, un conservador, misógino y ridículo", señala Savater. Lo interesante, según el filósofo, no es tanto Johnson como el libro que Boswell escribió sobre él, que lo convierte en un personaje literario y que hierve de anécdotas sobre los círculos culturales del Londres dieciochesco.” 



Es curioso observar que el empirismo inglés, que en Bacon y en Hobbes es una afirmación de la experiencia, es ya desde Locke una crítica de la experiencia. Idealizada, ésta experiencia sólo puede llevar a un tipo de experiencia puramente mental, como en el caso de Berkeley, o a una experiencia puramente escéptica en cuanto al valor de la experiencia misma, como en el caso de Hume. 

Solomon Barber y su escritorio de santo Tomás de Aquino. 

“Por ejemplo, yo no sabía nada del plan de Berkeley para educar a los indios de las Bermudas y tampoco sabía nada de los años que pasó en Rhode Island. Todo eso fue una sorpresa para mí, pero lo mejor del libro es la parte en que Barber relaciona las experiencias de Berkeley con sus trabajos filosóficos sobre la percepción. Me pareció muy hábil y original, muy profundo.” 



“Voy a dejarle mi dinero a él. Habrá algo para la señora Hume, naturalmente, pero el resto será para mi hijo. El pobre diablo se ha destrozado la vida de tal modo que puede que le venga bien. Es una calamidad, gordo, soltero, sin hijos, depresivo, un desastre andante. A pesar de su inteligencia y su talento, su carrera profesional ha sido una larga catástrofe. Le echaron de su primer puesto en el año cuarenta y tantos a causa de un escándalo (por acosar a los estudiantes del sexo masculino, según creo) [Sócrates] y luego, justo cuando empezaba a rehacerse, le pilló la persecución de Mc Carthy y volvió a hundirse hasta el fondo. Se ha pasado la vida en los sitios más remotos que se pueda imaginar, enseñando en universidades de las que nadie ha oído hablar.” 



“Siempre hay un propósito en lo que yo hago, recuérdelo. Cuando me muera, quiero que se la mande [mi autobiografía] junto con una carta explicándole cómo se escribió. ¿Está claro?” 

“Todo el mundo tiene derecho a conocer su pasado. No puedo hacer mucho por él, pero al menos puedo hacer eso. […] Así es, aunque él prefiriese no conocerlo.” 

“El año siguiente pasó muchas noches redactando una novela basada en la desaparición de su padre. […] El libro se titulaba La sangre de Kepler, y estaba escrito en el estilo sensacionalista de la literatura barata de los años treinta. En parte novela del Oeste y en parte ciencia ficción, el relato iba dando tumbos de un hecho improbable al siguiente, avanzando con el implacable impulso de un sueño.”










George Berkeley [1685 -1753], también conocido como el obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo, resumido en la frase “esse est percipi aut percipere” («ser es ser percibido o percibir»). Su doctrina también se conoce como inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa. 


La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke había dudado sobre el conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más allá. En su juventud, Berkeley propuso que no se puede saber si un objeto es, sólo puede saberse un objeto siendo percibido por una mente. Declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son ideas semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo, y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos. Los conceptos abstractos de Locke no existen para Berkeley, ni en la naturaleza ni en el espíritu, son una ficción. Las ideas siempre conservan su particularidad. No es la abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible extender observaciones particulares a lo general. 

En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos que se pueden conocer. Cuando se habla de un objeto real en realidad se habla de la percepción del objeto. Los cuerpos no son más que haces de percepciones. 

Esto plantea la cuestión de si los objetos son objetivos en el sentido de ser el mismo para diferentes personas, y, de hecho, si tiene sentido el concepto de existencia de otros seres humanos más allá de la percepción de los mismos. Berkeley argumenta que dado que experimentamos a otros humanos cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna actividad que emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del mundo son consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es idéntico o similar para todos. 

En consecuencia: 

1. Todo conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción directa. 

2. El error proviene de considerar en detalle las percepciones. 

3. El conocimiento del mundo empírico puede purificarse y perfeccionarse eliminando todo el pensamiento y quedándose sólo con las percepciones puras. 

De esto se sigue que: 

1. La forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las percepciones puras, sin intervención del intelecto. 

2. Si los individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de conocer los secretos más profundos del mundo natural y del mundo humano. 

3. La meta de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas, purificándolas. 

Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una realidad trascendente y la considera objeto de conocimiento. La realidad de los cuerpos es su condición de ser percibidos y el que las percibe debe por tanto de existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es la única clase de sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu, como en la metafísica tradicional. Algunas de las ideas que tiene este espíritu implican la influencia de Dios para que se produzcan de forma coherente. Es decir, el mundo material son las percepciones que Dios nos hace tener. Pero como Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo serán. Dios no sería entonces el distante ingeniero de los mecanismos newtonianos que a lo largo del tiempo causan el crecimiento de un árbol en el jardín de la universidad. En lugar de esto, la percepción del árbol es una idea en Dios, y el árbol sigue existiendo cuando aparentemente nadie lo percibe simplemente porque Dios lo observa constantemente. Dios es, para Berkeley, el garante del orden que se halla entre todas las ideas. 

En relación a la física newtoniana, Berkeley le concedió un carácter únicamente utilitarista. Para él, las herramientas matemáticas empleadas en la elaboración de la física de su tiempo son otra clase de ideas no-generales. Ejemplificó este extremo señalando que al pensar un triángulo no se opera sobre una idea abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene siempre aparejada de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto su realización particular en la mente. En consecuencia, las tesis científicas son construcciones matemáticas que predicen resultados más o menos adecuados a lo percibido, no obstante careciendo de una aprehensión de la esencia de tales cosas. Por otro lado, Berkeley rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una visión relativista. 

Schopenhauer escribió a propósito del mérito de la obra de Berkeley "(...) fue, por tanto, el primero en tratar el punto de partida subjetivo realmente en serio y en demostrar irrefutablemente su absoluta necesidad. Es el padre del idealismo..." 

Su idealismo subjetivo: El ser de las cosas es ahora el ser dado a la conciencia. [Inmaterialismo]. Así llegamos a formular la tesis completa, que dice así: "Esse est percipere et percipi", ser es percibir y ser percibido. 

El obispo Berkeley ataca directamente ese concepto de substancia extensa y de materia. 

Berkeley no comprende cómo y por qué privilegia Locke estas cualidades primarias, y al carácter de puras vivencias del yo les añade además el de ser reproducciones fieles de una realidad existente en sí y por sí, fuera del yo. 

Si el sabor o el color son vivencias [cualidades secundarias] y como puras vivencias no tienen otra realidad que la de ser vivencias, “mis” vivencias, del mismo modo, la extensión, la forma, el número, el movimiento [cualidades primarias], son también vivencias […] no hay en ellas ninguna nota que nos permita trascender de ellas como vivencias para afirmar la existencia metafísica en sí y por sí de las cualidades que ellas mentan. 

“Ser” es ser-percibido. La percepción, como vivencia, es lo único que constituye el ser. 

No me es dado en ninguna parte un ser que no sea percibido por mí. El ser de las cosas es la vivencia que de ellas tenemos. 

Más allá de mis vivencias no existe nada: más allá de lo que se ve, de lo que se toca, de lo que se oye. Algo que exista sin poder ser visto, oído, tocado, no existe para la mente humana natural y espontáneamente. 

Olvida el obispo Berkeley que la mente humana espontánea y naturalmente es realista, no idealista: 

Pone primero la existencia en sí y por sí de las cosas, del objeto conocido. Las cosas existen con independencia a nuestra percepción. 

Niega la existencia de la sustancia material pero, en cambio, mantiene y afirma la existencia de la substancia espiritual, del alma. El yo me es conocido por una intuición directa: Yo soy una cosa que piensa [res cogitans], un espíritu que tiene vivencias pero a mis vivencias no les corresponde nada fuera de ellas. 

Debo suponer que hay motivos suficientes para afirmar ahora la existencia de un espíritu que sea el que ponga en mí todas esas vivencias [Dios]. 

Esas vivencias no se ponen en mí ellas solas, las pone en mí Dios, que es puro espíritu, como yo: 

Nosotros vivimos, nos movemos y estamos en Dios. 

Berkeley lleva a cabo la eliminación del objeto como cosa [objeto como impresión o idea]. 

Berkeley advierte que pensar una cosa en sí misma [como entidad subsistente] es una contradicción, porque es pensar una cosa en cuanto que no es pensada. [No es pensar una cosa como idea sino como algo fuera de la mente]. 



Apuntes de Lecciones preliminares de Filosofía; Manuel García Morente. 



En resumen, las teorías espiritualistas o idealistas giran en torno a la idea de que la realidad es siempre algo que se nos aparece en la conciencia, sea en forma de percepción o de pensamiento. Para el idealismo, las "cosas materiales" no tienen entidad propia. Y no tienen entidad propia porque no existen más que como apariciones/representaciones en la conciencia. Solo son algo en la medida en que son percibidas o pensadas. 



El idealismo subjetivista de Berkeley. Según este filósofo empirista, “ser es ser percibido”. ¿Esto qué quiere decir? El obispo Berkeley realiza un análisis de lo real según el cual todo aquello a lo que atribuimos realidad “objetiva” no es más que un dato que aparece en la conciencia de un sujeto. Objetos, formas, colores, movimientos, materia, mundo, todo cuanto hay, constituye una aparición en mi conciencia, o, dicho de otro modo, constituye una “idea”. 


Charlie Bacon

“La señora Hume salió temprano por la mañana para ir a buscar a su hermano al hospital. […] Le expliqué que se suponía que el hermano de la señora Hume no estaba bien de la cabeza, pero que, como yo no le conocía, no estaba muy seguro de lo que eso quería decir. Charlie Bacon resultó ser un hombre grande, de unos cincuenta y tantos años, con la cara blanda, el pelo rojizo y escaso y unos ojos vigilantes e inquietos. Apareció con su hermana en un estado más bien aturdido y exaltado (era la primera vez que salía del hospital desde hacía más de un año) y durante los primeros minutos no hizo otra cosa que sonreírnos y darnos la mano. […] Llevaba el auricular puesto en el oído todo el rato y cada dos o tres minutos metía la mano en el bolsillo y movía los diales de la radio. Cada vez que lo hacía, cerraba los ojos y se concentraba, como si estuviera escuchando mensajes de otra galaxia. […] 

Las bombas H. Hay docenas de ellas almacenadas en túneles subterráneos y no paran de cambiarlas de sitio para que los rusos no sepan dónde están. Debe haber cientos de emplazamientos diferentes, allá en las profundidades de la ciudad, mucho más abajo que el metro. […] 

Para poder protegernos. No sé qué pensará usted, pero a mí no me hace demasiado feliz la idea de que me vuelen en pedazos. Alguien tiene que enterarse de lo que pasa, y si nadie más lo hace, supongo que ese alguien tendré que ser yo. […] 

Nos dijo que había hecho su entrenamiento como bombardero durante la guerra en Wendover, en mitad del desierto, destruyendo ciudades de sal en miniatura. Realizó treinta o cuarenta misiones volando sobre Alemania y luego, al final de la guerra, volvieron a mandarle a Utah y le pusieron en el programa de la bomba A. 

-Se suponía que no teníamos que saber lo que era –dijo-, pero yo lo descubrí. Si hay que encontrar una información, se puede estar seguro de que Charlie Bacon la encontrará. […] Yo estaba incluido en la tripulación del siguiente avión, tres días después, el que iba a Nagasaki. Por nada del mundo iban a obligarme a hacer eso. La destrucción a esa escala es cosa de Dios. Los hombres no tienen derecho a meterse en algo así. Les engañé fingiendo que estaba loco. […] no iba a permitirles que me convirtieran en agente de la destrucción. No, señor, prefería volverme loco a tener eso sobre mi conciencia. En mi opinión, no lo habrían hecho si los japoneses fuesen blancos. Los amarillos les importan un comino. […] Es como repetir otra vez las matanzas de indios. Ahora tenemos bombas H en lugar de bombas A.” 





Sir Francis Bacon, primer Baron Verulam, Vizconde de St Albans [15611626], canciller de Inglaterra, fue un célebre filósofo, político, abogado y escritor.
Es considerado el padre del empirismo. Sus obras y pensamientos ejercieron una influencia decisiva en el desarrollo del método científico


Se propuso ante todo reorganizar el método de estudio científico. Percibió que el razonamiento deductivo destacaba entonces a expensas del razonamiento inductivo y creyó que, eliminando toda noción preconcebida del mundo, se podía y debía estudiar al hombre y su entorno mediante observaciones detalladas y controladas, realizando generalizaciones cautelosas. Para ello, el estudio que el hombre de ciencia hace de los particulares debe realizarse mediante observaciones que deben validarse. Los científicos deben ser ante todo escépticos y no aceptar explicaciones que no se puedan probar por la observación y la experiencia sensible (empirismo). 

Los escritos de Bacon se engloban en tres categorías: filosófica, literaria y política. Sus mejores obras filosóficas son El avance del saber (1605), y Novum Organum o Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza (1620). 

La filosofía de Bacon influyó en la creencia de que la gente es a la vez sierva e intérprete de la naturaleza, de que la verdad no se deriva de la autoridad y que el conocimiento es fruto ante todo de la experiencia. Se le reconoce haber aportado a la Lógica el método experimental inductivo, ya que anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo conclusiones generales de datos particulares. El método de Bacon consistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del mayor grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas. 

Su Novum Organum influyó mucho en la aceptación en la ciencia de una observación y experimentación precisas. En esta obra mantenía que había que abandonar todos los prejuicios y actitudes preconcebidas, que llamó en griego eidola o ídolos, ya fueran la propiedad común de la especie debido a modos comunes de pensamiento ("Idola tribus") o propios del individuo ("Idola especus"); ya se debieran a una dependencia excesiva del lenguaje ("Idola fori") o de la tradición ("Idola teatri"). Los principios que se plantean en Novum Organum tuvieron gran importancia en el subsiguiente desarrollo del empirismo

Como escritor, se le debe además la creación del género ensayístico en inglés, con sus Essays, (1597) que siguen la estela de Montaigne, en los que muestra un estilo en apariencia poco ornamentado, y una gran capacidad aforística. En su Nueva Atlántida ofrece la primera utopía tecnológica, donde los gobernantes serán los científicos de la "Casa de Salomón", especie de gran universidad donde se concentraría el conocimiento. Previó en su época grandes adelantos científicos como máquinas voladoras, submarinos y telecomunicaciones. 

Dentro de la doctrina baconiana se hallan dos grandes e importantes tópicos que se van desarrollando durante su estudio. El primero de ellos es un estudio exhaustivo sobre los problemas del método científico; el segundo hace referencia a la técnica aplicada a la vida humana. Bacon emprende una lucha decisiva focalizada en Aristóteles, debido a que éste había, según él, imposibilitado el progreso de la ciencia aplicada. Tanto en la Antigüedad como en la Edad Media no concibieron la posibilidad de mejorar las condiciones de vida humana por medio de los descubrimientos de la ciencia aplicada; por ello Bacon orientó su atención a tal problema, proclamando una ruptura concentrada específicamente en la doctrina de Aristóteles, pues éste pensador, según Bacon, es quien manifestó los más grandes errores que alimentaban a la época renacentista, hasta tenerlo como modelo. 

Además criticaba su ineficaz método; su inutilidad práctica, debido a que éste así como su filosofía tenían solo una utilidad discursiva, dispuesta únicamente para debates y discusiones, pero no en provecho de producir obras que sirvieran a la vida humana; pues la llegada de la revolución industrial impondría más adelante nuevos desafíos en donde los hombres hallarían en la tierra toda serie de materiales, que querrían posteriormente darle usos prácticos a lo que la lógica Aristotélica no acogería, por no ser de utilidad, tales casos: 

“La lógica en uso [aristotélica] es más propia para conservar y perpetuar los errores que se dan en las nociones vulgares que para descubrir la verdad: de modo que es más perjudicial que útil.” 

Bacon (1984, Libro I, Aforismo 12) 

Bacon se refiere a la lógica aristotélica como aquella que deja sin bases a la investigación científica, porque su silogística gira en torno a un grupo de conocimientos, con el fin de sólo reafirmarlos, a esto llama anticipaciones de la naturaleza; a su propuesta metodológica la designa interpretaciones de la naturaleza, éstas consistían en tener un acercamiento sistemático a la experiencia y así, gradualmente ascender a premisas generales, para después retornar al estado sensible y hallar el carácter práctico del conocimiento, pero para llevar a cabo lo anterior, se debe aplicar la verdadera inducción que va en contra de la inducción por enumeración simple; ésta última, es rechazada en sus conclusiones, al tropezarse con un caso, donde las mismas (conclusiones) no pueden aplicarse. Es por ello que la verdadera inducción es la más viable, en cuanto que, toma los casos negativos y tras un gran número de ellos, concluye los afirmativos. 

En el caso de Francis Bacon, la experiencia conducirá a una filosofía de la ciencia y a una filosofía de la felicidad humana mediante el empleo de la técnica. 



La inducción es, de manera general, el método empleado por las ciencias experimentales. 

Consiste en un razonamiento que pasa de la observación de los fenómenos a una ley general para todos los fenómenos de un mismo género. La inducción es una generalización que conduce de los casos particulares a la ley general. 

Basada en la experiencia de algunos casos de un fenómeno, pasa a dar una ley para todos los casos de los fenómenos de la misma especie. 

En este mismo paso de lo particular a lo general reside el problema de la inducción: Es imposible observar todos los casos de un fenómeno; existirá siempre una distancia entre los fenómenos observados y la ley general establecida. 

La deducción empieza por las ideas generales y pasa a los casos particulares. 

En la inducción se salta de una observación limitada a una generalización ilimitada. 

La deducción implica certidumbre y exactitud; la inducción, probabilidad. 



Introducción a la Historia de la Filosofía, Ramón Xirau.





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