Mario Bunge
(Buenos Aires, 1919), es “un filósofo de la ciencia curioso”. Estudiante
primero de física y luego de filosofía, doctorado con una tesis
sobre cinética del electrón relativista, fue profesor en Argentina, de donde
emigró por motivos políticos en 1963. Tras pasar tres años dando clase en
varios países, en 1965 llegó a Canadá. En la universidad McGill de Montreal enseñó
y hoy sigue siendo profesor emérito. Bunge visita Madrid de paso para Génova
porque, subraya, “de allí es mi señora”. En Génova pasará dos meses,
corrigiendo la versión inglesa de sus memorias: “Voy viendo que hay pasajes muy
locales que quiero cambiar. Espero publicarlas en septiembre”.
Serán las
memorias de un lúcido testigo del siglo XX, un observador atento de la realidad
analizada bajo el prisma materialista que le define, combatiendo las escuelas filosóficas “que
no ayudan a buscar la verdad”, las doctrinas que anulan al ser humano y, de
paso, las falsas ciencias, de la homeopatía al psicoanálisis,
siempre con grandes dosis de razón y de humor. Premio Príncipe de Asturias de
Humanidades y Comunicación en 1982, sus libros están publicados en España por
Gedisa y por Laetoli.
Tecnología,
ciencia y filosofía (1963).
Seudociencia e
ideología (1985).
Crisis y
reconstrucción de la filosofía (2002).
Intuición y
razón (2005).
Tratado de
filosofía (2008).
Las
seudociencias, ¡vaya timo! (2010).
Pregunta. ¿Puede haber filosofía fuera de la ciencia?
Respuesta. Puede. La
mayor parte de los filósofos no saben nada de ciencia, pero están
varios milenios atrasados y no pueden profundizar en cuestiones
importantes, que han sido ya respondidas por la ciencia, como por ejemplo qué
es la vida, la psique, la justicia…
P. Usted ha dicho que la ciencia y la técnica son los motores del desarrollo
¿Cómo está afectando la crisis a la producción de conocimiento?
R. De una doble manera. Primero se han reducido
en casi todas partes los fondos para la investigación y, segundo, hay una crisis ideológica y hoy la ciencia asusta tanto a
la izquierda como a la derecha. Antes los únicos enemigos de la ciencia
estaban en la derecha; hoy hay muchos izquierdistas que confunden la ciencia con la
técnica y creen que es ante todo una herramienta en manos de las
grandes empresas.
P. ¿Aprenderemos algo de esta crisis?
R. Los golpes no enseñan nada, no creo que aprendamos de esta crisis, sobre
todo si los
gobiernos siguen pidiendo consejo a los economistas que contribuyeron a crearla, a los partidarios de políticas sin regulación.
P. Usted ha dicho que la técnica, a diferencia de la ciencia básica
pero a semejanza de la ideología, no siempre es
moralmente neutral ni por lo tanto socialmente imparcial. ¿Cuál es su
juicio global sobre la actual expansión de las tecnologías de la información y
sus aplicaciones?
R. Todo
avance técnico tiene aspectos positivos y negativos, desde el
teléfono celular al iPad, que han facilitado la adquisición de información pero
están destruyendo la sociedad, que se está aislando cada vez más. Están
teniendo un efecto desolador, por ejemplo se leen
menos libros cada vez. Antes los estudiantes dedicaban 25 horas semanales a
estudiar, pero ahora ya son 15 y dentro de unos años serán 10 o 5. Las bibliotecas
están vacías.
P. ¿El avance y la facilidad de la comunicación es positivo para la
investigación?
R. La
búsqueda de información hace que todo sea más rápido, pero obstaculiza la
creatividad y la imaginación. Antes, cuando uno no encontraba algo
en la biblioteca tenía que inventarlo o reinventarlo, exigía más esfuerzo,
ahora se exige menos y eso no es bueno.
P. En la biología contemporánea hay una fuerte tendencia a la genomización
que lleva al determinismo genético. ¿Qué opina de ello?
R. Los
biólogos auténticos no son deterministas
genéticos. Hoy se habla de epigenética, el estudio de las transformaciones que
va sufriendo el genoma por la acción del ambiente. Se creía que el
genoma estaba blindado contra el ambiente pero hoy sabemos que puede combinarse
químicamente y que esas mutaciones pueden heredarse. Sabemos que una rata
separada de su madre tendrá una progenie socialmente inadaptada.
P. ¿Es una nueva forma de determinismo genético?
R. No, no es determinismo. Hay dos determinantes, los genes y la experiencia.
Es como preguntar qué longitud tiene una cancha de fútbol. Lo que importa no es
solo la longitud, es también la anchura, el área, lo mismo pasa con lo heredado y
lo aprendido. Es inútil nacer con una gran carga genética si se nace
en un desierto, un desierto cultural o político que haga imposible la búsqueda
de ideas nuevas.
P. Cajal, con cierta ironía, escribió que el ser humano tiene una glándula de
creer que se va extinguiendo poco a poco pero que aún sigue presente. ¿Qué
opina usted del auge de las falsas ciencias?
R. Hay algo paradójico. Cuanto mayor es la
educación de una persona tanto más dispuesta está a creer en seudociencias,
porque se entera de su existencia. La paradoja es que la educación, tal y como está, en vez de hacer
que la gente piense en forma científica hace que se vuelva más
supersticiosa. Es muy común encontrar especialistas científicos que se hacen
tratar por psicoanalistas o por homeópatas.
P. ¿Qué se puede hacer?
R. Hay que cualificar la manera de enseñar, que
sigue siendo muy dogmática. Se enseñan ideas pero no se enseña a discutirlas.
La finalidad
de la educación es educar, no evaluar. Claro que necesito saber si
el trabajo ha sido eficaz o no, hace falta alguna manera de evaluar, pero no con los
exámenes, que solo valoran la memoria y hacen que el proceso de
aprendizaje sea aterrador en vez de ser agradable y hasta excitante.
P. Hay un cierto rechazo actual de la sociedad hacia la ciencia, en
cuestiones como las vacunas. ¿A qué se debe?
R. Es parte de la rebelión de los ineducados. Hay dos clases de rebeldes,
los que saben algo y los que no saben nada y se rebelan contra todo y creen que
todos los organismos del Estado, incluso las escuelas, son parte de una
conspiración para dominar a la gente. Es la noción del saber entendido solo como un arma
política. Se puede utilizar como arma política, pero la ciencia tiene una
finalidad, estimular y satisfacer la curiosidad.
P. ¿Qué les diría a quienes consideran que la historia, la sociología o la
psicología no son ciencias?
R. La
historia es mucho más científica que la cosmología. El buen
historiador busca y da evidencia de prueba,
a diferencia de los cosmólogos fantasistas, como Hawking. La historia es la más científica de las
ciencias sociales.
P. ¿Y la economía?
R. Es una semiciencia.
P. ¿Cómo imagina el mundo en el 2050?
R. No me animo, no soy profeta. Puede que siga degradándose, puede ser que
encuentre un camino más razonable. En este momento la situación mundial está
muy mal, el mundo está dominado por un imperio,
como lo estaba el mundo mediterráneo a final del imperio romano, y ese imperio
se está expandiendo.
P. ¿Será más rápida la ciencia resolviendo problemas, como la degradación
ambiental, por ejemplo, o la degradación correrá más?
R. El mito
moderno es que las tecnologías de la información nos van a salvar, que mejorarán
la sociedad y salvarán la naturaleza, pero es un mito completo. Con
un ordenador no se cultiva el trigo, aunque conviene que el tractor tenga
reguladores electrónicos, pero los grandes avances en la agricultura se deben a la
genética y a la ingeniería, que ha construido máquinas mejores.
P. Entonces, ¿se atreve a hacer un pronóstico?
R. Me dan rabia los profetas porque confunden sus deseos con las
posibilidades. Para hacer predicciones hacen falta
leyes y no tenemos leyes de evolución de
la sociedad.
Entrevista a Mario
Bunge por Antonio Calvo Roy [El País, 2 de mayo de 2014]
De Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) vale
decir lo mismo que Plutarco
del legislador ateniense Solón:
“Envejeció poco a poco, y cada día aprendió algo nuevo”. Es uno de los grandes
filósofos vivos, Premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982, doctor
Honoris Causa por 19 universidades y único autor de habla española que se
encuentra, con 43 milidarwins, entre los científicos “más famosos de los
últimos 200 años” (The Science Hall of Fame). No está mal para ser
un heterodoxo. Porque Bunge, profesor emérito de la Universidad de McGill, es
un realista: cree,
humildemente, que la realidad existe; desde los anillos de Saturno
hasta el último quark, las cosas son de verdad. Y la realidad estuvo
muy mal considerada por la filosofía del siglo XX, que solo era capaz de ver,
de manera oscura y confusa, estructuras, signos y discursos. Bunge operó de
cataratas en su impresionante Tratado de Filosofía Básica en ocho
volúmenes, y en más de 50 libros y 500 artículos en los que saca el polvo a la
filosofía de la ciencia, física teórica, química, neurociencia, ciencia
cognitiva, matemáticas, psicología y sociología. Escribe en inglés y en
castellano, en grande y en pequeño, pero siempre con letra clara y sin
miramientos, porque es de los que piensa que ningún adversario de valía se molesta por una
crítica contundente. Me citó en Montreal, una tarde de mayo del año
en que va a cumplir 94. Llama la atención la apostura, la mirada azul que arde
lentamente. Sobre la mesa y el sofá hay docenas de libros y revistas
desparramadas. Puedo distinguir una biografía de Marx y otra de Popper, las Analectas
de Confucio
junto a un tratado de Helvetius,
los semanarios Science y Nature encima de números atrasados del New
York Review of Books. Es otra manera de entender la lujuria.
El escritor italiano Edmundo d’Amicis decía que el
destino de mucha gente depende de tener o no tener una biblioteca en el hogar
paterno. ¿Fue su caso?
Es
muy cierto. Y sí, fue mi caso. Mi padre tenía, además de sus propios libros,
algunos heredados de su hermano Carlos
Octavio, que era un escritor, profesor e intelectual público, y
también de su padre, de modo que ahí había, por lo pronto, una gran colección de literatura española
buenísima. Ahí leía al Arcipreste de Hita y literatura ya
olvidada en España, así como a Schiller, a Goethe, estaban las obras completas de Voltaire —como correspondía
a un volteriano como era mi abuelo, ministro de la Corte Suprema a fines
del siglo XIX—, algún libro de filosofía, aunque no muchos, solamente uno de
ciencias, que era un tratado de química obsoleto anterior a Lavoisier… Mi padre, además de ser médico era escritor y gran
admirador de las grandes obras, así como traductor de varias novelas
antibélicas que aparecieron justo después de terminar la primera guerra mundial.
Por eso muchas veces me pregunto por estos chicos norteamericanos que nacen en
una casa donde el único libro que hay es la guía telefónica en el mejor de los
casos. Es un mal muy extendido. Usted se sorprendería, pero en muchas casas
de profesores universitarios casi no hay libros. Los únicos que poseen los
tienen en su despacho de la universidad y casi todos son libros de texto.
No gastan dinero en libros. Se limitan a los libros de texto que les dan
gratuitamente las editoriales y a la biblioteca, que es más o menos buena pero
nunca completamente satisfactoria. Por cierto, D’Amicis era muy popular
en Argentina. Escribió un libro que se llamaba De los Apeninos a los Andes.
Contaba la historia de un chico que, debido a la miseria, emigra de Italia a
Argentina. Fue antifascista,
y claro, su obra no tuvo una vida fácil en la Italia de Mussolini. Fue muy
fértil y, como le digo, muy leído en su tiempo. [¡Marco!]
Usted se doctoró en Física en la Universidad de La
Plata en 1952, y en la Universidad de Buenos Aires, dio clase entre 1956 y
1963, antes de irse del país. ¿Cómo era el clima intelectual en la Argentina peronista?
Era
lamentablemente bajo. Casi todos los intelectuales de valor estaban fuera de la
universidad. Quedaban científicos pero no había una buena atmósfera
de trabajo, porque la política científica estaba
dictada por las unidades políticas peronistas. Por ejemplo, se reunía al
personal de maestranza para dictaminar qué materias se iban a dictar ese año.
Se decía, por ejemplo: “Geometría diferencial, ¿qué es eso? ¿En qué puede ayudar al
desarrollo del país? No se dicta”. Eso fue en el segundo período
peronista. Pero en el primero llegó un momento, en 1952, cuando a mí me
echaron, que se requería afiliarse al partido peronista. Casi todo el mundo se
afilió, dijeron que no te comprometía, pero yo, igual que algunos otros, me
negué. Así que, por supuesto, a la calle.
Estuvo en la cárcel por apoyar una huelga general.
Estuve
en la cárcel sin merecerlo. Me castigaron por pecados muy anteriores, en
particular por
haber fundado en 1938 la Universidad Obrera, que era una
organización independiente perteneciente a la sociedad civil y, por lo tanto,
indeseable para cualquier régimen duro, que lo primero que hace es eliminar
cualquier obstáculo que haya entre el individuo y el Estado. Me acusaron de incitar a la huelga ferroviaria de 1951,
que fue la primera gran huelga que le hicieron al gobierno peronista. Yo
ni siquiera viajaba en tren, en aquella época tenía auto, y no tenía la menor
relación con dirigentes sindicales. En la cárcel me encontré con varios de
ellos. Uno con quien compartí mi celda era un muchacho completamente
desconcertado porque había sido buen peronista militante y no entendía cómo
había acabado metido allí. También compartíamos morada con un médico que tampoco
entendía por qué estaba allí. Tuve la ocasión de conocer no
solamente a los llamados “políticos”, sino también a delincuentes, alguno de
ellos famoso. Por ejemplo, al que vendió un tranvía. Estaba muy orgulloso de
haber vendido un tranvía a un pobre diablo. Casi todos eran gente desagradable,
muy egoísta, que no compartía nada. Había uno que era buena persona y llevaba
el apodo “Dedos Brujos”.
En uno de sus libros habla de él.
Exacto.
Era muy habilidoso y desenredaba las madejas en las tejedoras, era muy buena
persona. Pero los
demás eran desagradables, sobre todo los criminales profesionales.
¿Su emigración fue, en alguna medida, forzada?
Pasó
lo siguiente: a
fines de 1962 había un gobierno constitucional elegido democráticamente, pero
estaba bajo la presión de la CIA, que eventualmente lo hizo caer. El
ejército se dividió en dos y hubo una batalla entre ambas facciones, los rojos
y los azules, y no se sabe muy bien el motivo, yo al menos no sé por qué. En todo caso había muchos indicios de que el gobierno iba
a ser cada vez a menos democrático. Echaron al presidente Frondizi porque tuvo la osadía de
recibir al Che Guevara y negarse
a que expulsaran a Cuba de la Organización de Estados Americanos. De la
intervención de la CIA me enteré hace solo un par de años. Me dije
que estaba por venir una nueva dictadura, y yo había vivido casi toda mi vida
bajo alguna, pero los últimos años había estado gozando de la libertad que
había, así que me dije que no, que nos íbamos a otra parte. Nos fuimos a
Estados Unidos esperando encontrar alguna cosa y eventualmente caímos aquí, en
Canadá.
En 1966.
Sí.
¿Cómo fue su llegada a Canadá? Es un país de
inmigración.
Sí,
completamente.
¿Lo pasaron mal al principio?
No,
para nada. Nos integramos bien desde el principio y me recibieron muy bien. Al
poco de llegar me metieron en una comisión cuya función era diseñar los CÉGEP*,
creo que ustedes lo llaman cursos preuniversitarios. En aquella época todavía había un gran
respeto por la ciencia y yo me especializaba en filosofía de la ciencia. Ahora
eso ha cambiado radicalmente. Por ejemplo, en
el momento actual el gobierno conservador ha resuelto dejar de apoyar a la
ciencia básica y apoyar solamente a la técnica (en castellano, por
cierto, decimos tecnología donde deberíamos decir técnica). ¿No saben que
una cosa sin la otra no funciona y que requieren aptitudes muy
diferentes? En todo caso, de entrada nos fue muy bien. A mi mujer la recibieron
muy bien y a mí me toleraron.
[* College d”Enseignement
Général et Professional en sus siglas francesas, General and Vocational
College, en inglés. En
Quebec, institutos de enseñanza postsecundaria por los que han de pasar los
alumnos que quieran ir a la Universidad].
En el último censo uno de cada cinco canadienses
ha nacido en el extranjero, y en Toronto ya son más de la mitad. Hay un
novelista canadiense, ya muerto, de Montreal, Mordecai Richler. [Y nuestra Alice Munro]
Sí,
lo conocí, aunque de lejos. Tenía una hija que asistía a la misma escuela que
la mía, de modo que nos vimos en las reuniones de padres. Pero yo lo evitaba
porque él fumaba unos cigarros pestíferos.
Tiene una definición hermosa de Canadá: “El país de las segundas oportunidades de todo el
mundo”.
Es
verdad, bien cierto. Richler era muy buen escritor y entretenido, pero
también muy contrario
al nacionalismo quebequés. Una parte de la comunidad judía era muy hostil hacia los
francófonos.
Algunos francófonos también eran hostiles hacia
los judíos. Hubo un sector que apoyó a la Francia de Vichy.
Hubo
dos inmigraciones de judíos. La primera fue de judíos sefardíes que venían del
norte de África y se sumó a la población francófona, asimilándose en seguida;
después vino una segunda que se integró en la comunidad anglófona. Si muchos francófonos eran antisemitas era también porque
la Iglesia era antisemita. En 1940 los grandes enemigos de la Iglesia Católica eran
los judíos, los ateos, los masones y los comunistas. Que yo sepa,
masones no había, pero judíos sí, ateos había muy pocos. La Iglesia apadrinó a muchos criminales de guerra
franceses y belgas que se refugiaron en Quebec a fines de la guerra, en 1944 y
1945. Un trabajador de la embajada canadiense en el París ocupado daba
visados y pasaportes a cuanto criminal de guerra hubiera. Al llegar se refugiaron
en conventos y monasterios. En aquella época había muchos, pero, al poco de
llegar nosotros, los conventos se vaciaron, se casaron los curas y las monjas.
En cuatro o cinco años se secularizó la sociedad con notable rapidez.
La llamada “Revolución tranquila”.
Sí.
Fue tranquila con la excepción de un pequeño grupo
nacionalista, terrorista, extremista y separatista* que incluso ponía
bombas en los buzones. Pero era más retórico que otra cosa.
* [El FLQ, Frente de Liberación de Quebec].
Usted sigue escribiendo.
Sí,
claro.
¿Cuál es su rutina de trabajo?
Antes
solía despertarme a las siete de la mañana y trabajar seguido hasta las seis de
la tarde, la mitad en casa y el resto en la Universidad. En los últimos años ha
cambiado mucho. Mi vejez empezó a los 90 años, y desde entonces trabajo mucho
menos porque me canso mucho más. Me despierto y lo primero que hago es revisar
mi e-mail por si hay algún mensaje urgente. Después de bañarme y desayunar me pongo a
trabajar en lo que estoy haciendo, o a estudiar, sobre todo revistas
científicas. Leo regularmente los semanarios Science y Nature.
Las publicaciones filosóficas ya casi ni las miro, no encuentro nada que me
interese; me parece que la filosofía está en un punto muy bajo, hay
mucha escolástica y pocas ideas nuevas. En cambio, la ciencia siempre se
renueva.
¿Qué está escribiendo ahora?
He
empezado a escribir mis memorias. Hasta hace poco trabajé en mi último libro,
que se llama Medical philosophy.
Lo he visto, se publicó el año pasado.
Sí,
en castellano. Pero lo he vuelto a escribir en inglés y está por salir a fines
de este mes.
Hablando de lenguas. Usted ha polemizado con
muchas escuelas de pensamiento, entre ellas la
fenomenología y el existencialismo, a las que tacha de tenebrosas e
incomprensibles. Comparte esta aversión con su compatriota Sebreli, que
dice que Heidegger y Husserl se benefician de la
idea de que todo lo absurdo es profundo. Usted añade que se aprovechan del
prestigio filosófico de la lengua alemana.
Eso
seguro. Si hubieran escrito en castellano, o en otra lengua, no serían tan
conocidos.
En su esnobismo, Heidegger
llegaba a decir que solo se puede pensar con propiedad en alemán.
Y
en griego antiguo. Claro que pensaba así, era nacionalista, al punto de
ser nazi. Es algo completamente ridículo. Heidegger, a mi modo de ver, masacró la lengua alemana. Husserl escribía mejor, pero también
de forma muy oscura, y fue, por supuesto, el maestro de Heidegger. Este le
dedica la primera edición de Ser y Tiempo a su maestro, Husserl. En las
ediciones posteriores eliminó esa dedicatoria porque se descubrió que Husserl
era judío y, por lo tanto, no estaba bien visto por los nuevos amos de
Heidegger. El
existencialismo llegó muy temprano a Argentina. Llegó en los años 30
porque hubo gente que fue a estudiar a Alemania con Heidegger. También hubo
influencia del existencialista católico francés Gabriel Marcel. Llegó muy temprano y se apoderó de las principales
cátedras. Ya el pensamiento reaccionario, oscurantista, contrario a la Ilustración,
había empezado a predominar en los años 20, con la llamada reacción
antipositivista. Hay un viejo
malentendido, y es identificar el positivismo con el cientificismo. Los
positivistas elogian a la ciencia, pero le hicieron mucho daño, porque eran fenomenistas:
no creían en nada que no fuera palpable, que no fuera visible.
Empezó a escribir en castellano, y de ahí se pasó
al inglés. Desde entonces escribe en ambas. ¿Es el castellano una lengua bien
dotada para la comunicación científica?
Por
supuesto.
¿Existen lenguas más y menos aptas para la
comunicación científica?
Todas
las lenguas avanzadas son igualmente aptas y ha habido científicos que se han
expresado en todas ellas. Ramón y Cajal,
por ejemplo, escribió en castellano y francés. ¿Por qué en francés? Porque en
ese momento, antes de la Primera Guerra Mundial, el francés era la lengua
culta, y Francia era una
potencia, no solamente política, sino cultural; cosa que terminó definitivamente
con la Segunda Guerra Mundial. El francés era la primera lengua extranjera que
estudiábamos en la escuela.
En España también era así.
Después
de la Segunda Guerra Mundial fue sustituida por el inglés. Yo aprendí francés,
que siempre me gustó mucho, y después mi padre me puso un tutor de alemán. Y,
después, inglés.
Como dice, el francés fue la lengua de
comunicación científica y cultural hasta la Segunda Guerra Mundial. Después
comenzó el predominio del inglés.
Bueno,
en realidad los científicos en todo el mundo, a fines del siglo XIX,
tenían que aprender alemán porque Alemania había llegado a ser la cumbre
científica ya en 1880, tras la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana.
La ciencia alemana era más innovadora y la gran aspiración del joven
científico era poder estudiar en Alemania. Dos de mis tíos, por ejemplo, fueron
a Alemania a doctorarse en ingeniería. Y la medicina alemana era la más
avanzada de su tiempo porque había recogido todo lo bueno de la medicina
francesa, que fue la primera científica, y le había agregado algo que los
franceses no tenían, que era la farmacología, además con una poderosa industria
farmacéutica. No en vano la aspirina la inventó un alemán.
Hoy la lengua franca es, de manera abrumadora, el
inglés, lo que tiene sus bondades, pero también sus inconvenientes. La hegemonía del inglés impide
que se preste más atención a lo que investigan y publican científicos en
universidades africanas, latinoamericanas, asiáticas, europeas incluso… Por otro
lado, la reducción de todas las lenguas a una sola lengua de trabajo favorece
el comunismo epistémico que usted señala como propio de la ciencia. ¿No deberíamos renunciar a que
el español o el francés, por ejemplo, que son y serán lenguas de cultura y de
relación,
sean también lenguas de ciencia, y pasarnos todos al inglés para hacer ciencia?
¿Perderíamos algo con eso?
No,
eso me parece ridículo. En la Asociación Física Argentina, de cuyas
publicaciones estuve al cargo, fui partidario de publicar algunas cosas
extensas en castellano y después, de forma resumida, en inglés. Pero es que la
lengua local, entre otras cosas, es la lengua de la enseñanza. En Argentina o
España se enseña en castellano, no en inglés, y se comunica mucho más
fácil y rápidamente en la lengua vernácula. Entonces, hay que mantener las dos
cosas.
[¿De verdad cree el entrevistador que el
problema de que no se presten atención a las publicaciones científicas está en
el idioma? No será más bien la falta de aprecio…Seguimos pensando en
compartimentos estanco: ciencias y letras; lenguas de cultura y lenguas de
ciencia. Esto no tiene ningún sentido.]
En todo caso los científicos son o deberían ser los menos propensos al
nacionalismo.
Por
supuesto, yo no he conocido a
ningún científico notable que fuera nacionalista de lo suyo, ni siquiera en la
Alemania nazi. Los científicos nacionalsocialistas alemanes eran gente
de segunda o tercera categoría.
[Otro
lugar común. Los científicos notables no están contaminados de ideología. No se
puede ser excelente en un campo del pensamiento y completamente imbécil en
otros. ¿Qué pasa con Heidegger, por ejemplo? ¿No era el filósofo más importante
del siglo XX?]
Antes hablábamos de tres clases de ciencias:
naturales, sociales y morales o prudenciales. Pero hoy hay ciencias
empresariales, ambientales, del turismo, de la educación… ¿está justificada
esta floración?
No,
es una división profesional, no conceptual. Al contrario, uno de los aspectos
más interesantes de las últimas décadas es la convergencia y síntesis de ciencias,
la aparición de ciencias
híbridas, empezando por la fisicoquímica, la bioquímica, la
neurociencia cognitiva, la socioeconomía… porque la gente advierte que cada una
de las ciencias es limitada artificialmente. Por ejemplo, un economista que no
tenga en cuenta los aspectos sociales y la tradición e historia de la sociedad
no va a tener mucho éxito. Sí se puede distinguir, que no separar, las ciencias
naturales de las sociales —o culturales,
como dicen los alemanes—, pero eso no impide la existencia de ciencias híbridas
como la epidemiología, la demografía, la psicología, la medicina social…
Obviamente, los individuos somos estudiados por científicos naturales y
sociales, pero hay ciertas cosas tales como los sistemas económicos o las
empresas que, pese a ser sistemas, están formadas por individuos, que con sus
decisiones alteran esos sistemas, que a su vez moldean a los individuos; nacemos en
sociedades que nos pre-existen, nos forman y deforman. Por ejemplo,
en estos momentos mi hija la psicóloga está estudiando intensamente los efectos de
la educación y el aprendizaje sobre el cerebro, cómo va cambiando y dejando
huellas anatómicas.
Usted explica que la filosofía de la ciencia importa porque los
científicos rara vez examinan sus presupuestos y eso los puede llevar por
caminos equivocados. Un ejemplo que menciona a menudo es el dualismo mente-cerebro, que impidió durante
siglos el correcto entendimiento de las enfermedades mentales. Pero la
tesis contraria, que lo mental es cerebral, ha
permitido avances espectaculares en los últimos 50 años. Y esa es la base para
desacreditar al psicoanálisis, que usted define como la etapa chamánica
de la psiquiatría.
Confirmo
todo eso, pero agrego que, si bien los procesos mentales son procesos
cerebrales, como ya bien señalaba Hipócrates, no es lo mismo pensar
con la barriga vacía que pensar con la barriga llena, que no es lo mismo
la manera de pensar y actuar de un desocupado que la de un empresario potente.
Tenemos que tener
en cuenta también la psicología social, que se ocupa precisamente de
esa interfase individuo-sociedad.
En psicología hay varias escuelas. Refutado el
psicoanálisis, ¿cuáles merecen atención?
El
psicoanálisis subsiste solamente en los márgenes, por ejemplo en París, en Barcelona
y en Buenos Aires. Fuera de esas ciudades ya no existe más. En psicología
científica ya no se habla de escuelas. El conductismo se acabó hace ya 30 años
o más. Hay
estilos o maneras de abordar lo mental. La más adelantada es la neurociencia
cognitiva y afectiva, el estudio de las emociones, las pasiones.
Como dije, las escuelas se acabaron. Y no se estudia por autores o escuelas,
sino por
temas. Ojalá pasara lo mismo en filosofía. Las universidades de
filosofía estudian autores: Aristóteles,
Santo Tomás, Descartes… en lugar de estudiar por
temas, como el problema del espacio, de la consciencia, la convivencia, la
justicia… Es más fácil estudiar por autores, porque entonces una persona se lee
unos cuantos libros de un autor y se convierte en experto en ese autor, y al ser experto
en ese autor, no sabe nada de lo que pasa. Por ejemplo, los expertos
en Kant no entienden de dónde
viene Kant y adónde va Kant. Kant es un puente entre dos
tradiciones: la del racionalismo y el empirismo por un lado y el positivismo
por el otro. Los positivistas son continuadores de Kant porque ambos
son subjetivistas y dicen que
la realidad no es más que una colección de fenómenos, o sea, apariencias.
En Europa hay ahora una crisis económica tremenda
y es muy frustrante ver que los economistas no se ponen de acuerdo sobre sus
orígenes y la manera de salir de ella. ¿La economía puede ser científica?
Puede
serlo, y algunos autores han hecho economía científica, como
Quesnay, que fue el primer
macroeconomista, autor del famoso Tableau economique en el siglo XVIII.
Dicho sea de paso, fue mucho más que eso, fue uno de los grandes anfitriones,
en su casa se reunía la gente más ilustrada de su época para discutir cosas de
todo tipo. Keynes fue su
sucesor.
Fundador de la macroeconomía.
Sí.
Lamentablemente, los microeconomistas han estado repitiendo,
refinando matemáticamente, lo que expusieron los microeconomistas hacia 1870,
no hay absolutamente nada nuevo. Más aun, Milton Friedman se jacta de ello, en un artículo llamado Vino
viejo en botellas nuevas. Eso demuestra, según él, que la economía es una
ciencia. ¡Al contrario, lo
característico de la ciencia es la renovación permanente!, a diferencia de la
teología o las ideologías. El marxismo no ha evolucionado, como tampoco
la teoría económica estándar. El pecado original de la economía estándar es que
postula que los seres humanos se comportan de una cierta manera, de forma
egoísta, tratando siempre de maximizar sus beneficios y jamás se les ocurrió
poner la prueba empírica para experimentar ese postulado. Este postulado fue
puesto a prueba empírica hace solamente unos 20 años, por la escuela de Daniel Kahneman (que,
siendo psicólogo, ganó el premio Nobel de Economía) y la de economía
experimental de Zurich. Y han encontrado que no es así, que la mayor parte de nosotros somos
reciprocadores. No todos, pero las dos
terceras partes. Es decir, que devolvemos y estamos ansiosos por devolver los
favores que recibimos y por cooperar. Sin
cooperar no se pueden armar sistemas económicos como una empresa.
Este es el primer pecado. El segundo es la creencia
de que la economía siempre está en
equilibrio o muy cerca de él, y que si se aparta de él volverá
automáticamente sin que se meta el Estado. Y eso no es cierto. En Estados
Unidos estamos viendo que cada vez que una gran empresa entra en dificultades
le pide préstamos al Estado.
¿La economía puede alcanzar un cuerpo indubitado
de doctrina que nos diga cómo se sale de una crisis igual que la medicina nos
saca de un resfriado?
Sí,
podría, el problema es el postulado del equilibrio. Desgraciadamente, los economistas, con muy pocas excepciones, no reconocen
la posibilidad de una crisis, la posibilidad de un desequilibrio entre la
demanda y la oferta. Y al no reconocer la existencia de la bestia son
incapaces de amaestrarla. La economía está en manos de charlatanes muy
famosos, tales como Alan Greenspan, quien, cuando la crisis actual tocó
fondo, en 2010, declaró que le había sorprendido mucho encontrar que los
grandes empresarios y financieros no se comportaban tal y como predecía la
teoría, es decir, de forma inteligente, como egoístas racionales, que es lo que
le había enseñado la charlatana Ayn Rand, una persona que había sido su
mentora, o mentriz, en realidad mentriz. Una mujer muy hábil que logró envolver
a muchísima gente haciéndoles creer que lo
principal era la libertad, cuando, como lo había proclamado la revolución
francesa, lo importante es la libertad, la igualdad y la solidaridad. Los tres ideales son alcanzables solo a
la vez.
Platón quería que los filósofos fueran
gobernantes. Luego, más modestamente, quiso que los gobernantes filosofaran. Y
antes uno se encontraba con políticos con una concepción del bien común, pero
ahora la política ya está reducida a la publicidad y la táctica electoral.
La
democracia es una gran cosa pero tiene sus fallos, y uno de ellos es el electoralismo, es decir, la improvisación de políticas con el solo
fin de ganar la próxima elección. La visión de los políticos no
suele pasar de la próxima elección. No les interesa el futuro de sus nietos,
que muchas veces no tienen. Solo les interesan ellos mismos, su futuro
inmediato como ministros, parlamentarios o asesores del gobierno. No se dan
cuenta de que en la sociedad todo es transitorio.
¿Aún es posible un político-filósofo?
Yo
creo que sí. En realidad, tácitamente, todo el
mundo tiene alguna filosofía, lo que pasa es que desgraciadamente esa filosofía
está tomada de las escuelas filosóficas que están muertas. En las
facultades de humanidades sí hay escuelas. Por definición, una escuela
filosófica es más o menos rígida, no se van adaptando y cambiando a medida que
van evolucionando la ciencia, la técnica y la vida social. Por ejemplo, hay gente que
habla de la justicia en términos abstractos, pero la justicia tal y
como la entendía Aristóteles es muy diferente a como la entendemos
nosotros. Para Aristóteles justicia es que cada
cual obtenga lo que le corresponde. Para nosotros es más bien el equilibrio
entre los deberes y los derechos.
He leído que está decepcionado con Obama.
Muy
decepcionado, y no soy el único. Hay millones de personas en todo el mundo, y
en particular en Estados Unidos, que esperaban que Obama fuese más o
menos fiel a
los propósitos que anunció durante su primera campaña electoral, y los ha traicionado todos con una excepción:
permaneció fiel a su promesa de apoyar la investigación científica. En
eso ha sido coherente consigo mismo, en lo demás no. Fíjese usted, en Estados
Unidos hay profesiones que deberían ser declaradas ilegales, tal como la de “lobbyist”, el
procurador que diríamos en castellano. En Washington hay 4.500 lobistas
registrados, cuya finalidad, sabida, es corromper a los parlamentarios e incluso, en muchos
casos, escribir proyectos de ley. Esto lo he aprendido en un texto de economía
que tiene todo un capítulo dedicado a los lobistas. ¿Qué debe ser un
lobista para ser eficaz? Debe tratar, con todo cinismo, de escribir él mismo los
proyectos de ley y empujar o persuadir al parlamentario para que adopte el
punto de vista de ciertos intereses creados, de grupos de empresas, en
particular la industria del armamento.
Tengo la impresión de que Obama es una persona con
buenas intenciones que se ha dado cuenta de que Estados Unidos es un país
básicamente irreformable. Mire el caso de las armas. Para él es más fácil
cambiar el mundo que su país.
Hay
mucho de eso pero también hay mucha hipocresía. Obama fue profesor
universitario pero su arma preferida es el drone, que está proscrito por la ley
internacional porque está prohibido asesinar a la gente en una soberanía
extranjera. Además, en Pakistán ha hecho que
ganara las últimas elecciones un hombre totalmente corrupto, igual que era su
predecesor. Y está dando pretextos a los talibanes
para seguir con su campaña terrorista, porque ahora lo hacen en nombre de todos
los civiles asesinados por los drones, que son la mayor parte de las víctimas.
Además no es cierto que no pueda hacer nada para disminuir el
número de bases militares. Estados Unidos tiene más de 900 bases
militares en el extranjero. Obama no ha abierto la boca sobre eso. Teniendo
como tiene un déficit monstruoso, cerrar bases militares
no solamente inhibiría la tensión militar, sino que disminuiría enormemente los
gastos del Estado. Y no solamente no las ha disminuido, sino que ha instalado una base nueva, en Australia, un país donde no
había bases y ahora hay unos 3.000 militares norteamericanos.
En España, que padece una crisis económica terrible,
ha aparecido una nueva forma de protesta social llamada escrache. ¿Lo conoce?
No.
Al parecer es un término que proviene del
lunfardo.
En
lunfardo “escrachar” significa escupir.
Escupir, señalar… no está claro. Los que
protestan, en lugar de manifestarse en las plazas o las calles lo hacen en los
domicilios de los políticos para, de alguna manera, intimidarles. Hay mucho
debate sobre la legitimidad de este tipo de protesta.
Me parece ilegítimo ejercer presión individualmente, es una
táctica mafiosa.
Las protestas hay que hacerlas en la calle y en el cabildo pero sobre todo hay
que armar debates y discutir racionalmente
lo que está pasando y lo que debe pasar. Las
coacciones personales me parecen una práctica mafiosa. No me extraña que
venga de Argentina, ya que allá no hay una fuerte tradición democrática. Ha
sido muchas veces avasallada por las fuerzas armadas y después por el populismo
peronista.
Usted ha tratado a algunos de los filósofos más
importantes del siglo XX. Por ejemplo Popper,
de quien dice que no aceptaba hablar de menudencias.
Ni tampoco de la actividad política. Se jactaba de que a su casa
no llegaban los periódicos, no tenía televisor, no escuchaba la radio… y al
mismo tiempo quería pasar por gran filósofo social. ¿Cómo puede una persona
hacer eso? De hecho, tuvo posturas políticas. En su primera juventud fue
socialista militante afiliado al partido socialista austríaco. Después se hizo
liberal, en el buen sentido de la palabra, liberal clásico, no neoliberal; pero seguía con los
mismos prejuicios europeístas. Yo le he oído decir en su casa que el
movimiento de liberación nacional del Congo encabezado por Patrice Lumumba
era una tropa de monos. Por ser negros tenían que ser monos. Del tercer mundo
no sabía nada. Cuando yo le hablé de los crímenes que había cometido el imperio
británico, no
quería creer que Gran Bretaña atacó militarmente dos veces a Argentina a
principios del siglo XIX y, cuando le hablé de la India dijo que los ingleses
habían hecho mucho por la India. Obviamente, nunca oyó hablar de
cómo los ingleses arruinaron la industria textil doméstica de la India, nunca
oyó hablar de la rebelión de los tejedores de Bengala y de cómo los ingleses
les cortaron el pulgar para que no pudieran manejar el telar. Es cierto que llevaron
la lengua inglesa, que hoy es la lengua de comunicación entre los distintos
grupos lingüísticos del país, y también llevaron la medicina moderna, aunque lo
hicieron solo para poder curar a sus propios funcionarios. En todo caso, Popper tampoco
estaba al tanto de las grandes transformaciones. Sobre el comunismo no
tenía nada bueno que decir. Fue una dictadura horrible, pero también es cierto
que la Unión Soviética fue el país con un menor
índice de desigualdad, el índice de Gini, más bajo del mundo pero, y aquí viene
lo interesante, lo compartió con Dinamarca y Suecia. Es decir, es posible tener lo mismo con métodos
democráticos y no cruentos. La finalidad del socialismo es humanista. Que
fuera corrupta por los comunistas es otra historia. Hay que ser objetivo y él
no lo era.
En la última fase de su obra ingresó en la
metafísica, con la teoría de los tres mundos,
y usted se lo reprochó.
Yo
escribí un artículo de crítica que no le gustó nada. Se lo mandé, por supuesto.
En él objetaba que Popper ni siquiera definía la noción de mundo; más aún,
Popper decía que no lo va a definir, que dejaría la idea flou, suelta.
Para un filósofo eso es un pecado mayúsculo. Pero lo
más interesante, y es algo poco conocido, es que esa doctrina de los tres
mundos viene de Hegel y la copió Lenin en unas páginas muy poco
conocidas. En vísperas de la primera guerra mundial, en lugar de estudiar
sociología y economía, Lenin estaba estudiando la lógica de Hegel. Y en sus Cuadernos
filosóficos tiene toda una página dedicada a la doctrina de los tres
mundos. Textual. No creo que Popper hubiera leído eso, pero sí era buen conocedor de la filosofía de Hegel
y fue uno de los primeros en decir que Hegel era un charlatán.
Bueno, el primero fue Schopenhauer, pero a este no se le puede tomar en
serio porque, a su vez, era un charlatán. Popper fue uno de los primeros
filósofos serios que se atrevió a decir la verdad sobre Hegel. Pero ¿por qué
tiene tanto atractivo Hegel? Porque construyó un sistema y se ocupó de temas
importantes. Lo confundió todo, hablaba de forma
difícil, fue el primer posmoderno, era tan confuso que dio lugar a una
izquierda y una derecha… pero si pervivió es porque trató asuntos interesantes.
La mayor parte de los filósofos actuales se ocupa de
menudencias, de opiniones de otros filósofos: ¿Qué opina Fulano de lo que dijo
Mengano de Zutano?
He leído que Thomas Kuhn acabó harto de hablar de
paradigmas y que se arrepintió de lo que había escrito, pero los kunheanos no
tomaron nota.
Al
acabar una conferencia que dio aquí, en McGill, alguien le preguntó sobre los
paradigmas, y él respondió “Por favor, no me pregunten sobre eso, estoy harto.”
Además, lo que pasó es que el concepto de
paradigma, tal y como lo usa Kuhn, es tan impreciso que fue masacrado
por una filósofa inglesa muy poco conocida, Margaret Masterman.
Demostró que Kuhn usa esa palabra en 30 sentidos diferentes, era muy confuso.
Le dije ¿cuál va a ser tu próxima aventura, Tom? “Ah, voy a estudiar el concepto
de analogía de Mary Hesse”. Pero Mary Hesse es una de las grandes
confusas de la filosofía de la ciencia, usaba el concepto de modelo en muchos
sentidos diferentes y los confundió.
¿Cuáles han sido las modas filosóficas más
nefastas del siglo XX? Ya hemos hablado del psicoanálisis.
La
microeconomía neoclásica es una estafa.
Después, por supuesto, la parapsicología, el
marxismo, completamente osificado, es también una pseudociencia. El existencialismo y la fenomenología. Los posmodernos
en general.
Responsables, además, de la peor prosa académica
de la historia.
Claro.
Se volvió a poner de moda el viejo adagio teológico: credo quia absurdum,
lo creo porque es absurdo. En Argentina, no solo en las facultades de
filosofía, sino también en las de ciencias sociales, torturan a los chicos, los
obligan a leer, a tragar, a Hegel, a Nietzsche
y Heidegger. Y no entienden nada. ¿Qué puede significar “El tiempo es la
maduración de la temporalidad” que es la definición que da Heidegger de
tiempo? Nada. Bueno, a Nietzsche se le puede
entender. Era un canalla pero escribía de forma elegante.
Se le puede entender y hasta se le puede
disfrutar.
Así habló Zaratustra es un hermoso
poema que leí a los 17 años y no volví a leer, pero todo lo demás… sobre todo sus panfletos políticos y contra la moral me parecen
inmorales.
Usted también distingue entre el feminismo
político y el feminismo académico.
El feminismo político es un movimiento político muy respetable
que comenzó a principios del siglo XX y terminó ganando el voto y mejores
condiciones de trabajo para la mujer. Y otra cosa es el feminismo académico,
que consiste, por ejemplo, en atacar a todos los escritores que usan un
pronombre o un artículo determinado que no gusta. Las filósofas feministas
ignoran que la razón no tiene sexo, y solo logran segregarse, reuniéndose en
sociedades y congresos especiales. Además, no estudian el grave problema social y político del
puesto de la mujer en la sociedad, sino nimiedades. Tengo una colega
que atacaba a Aristóteles porque había dicho algún disparate sobre la
menstruación de los puercoespines. Pregunta de examen: ¿Qué dice Aristóteles
sobre la menstruación de los puercoespines? ¿A quién puede importarle? Sí, sabemos que
Aristóteles despreciaba a las mujeres, pero esta era una actitud común.
Lo mismo pasó mucho después con el racismo, muchos científicos respetables y
grandes novelistas del siglo XIX, como Emile Zola, que creían en la
criminalidad innata. Bueno, estaban equivocados, muy bien, todo el mundo se
puede equivocar. Veamos si han producido algo
positivo. Aristóteles es el más importante filósofo de la Antigüedad y tal vez
de todos los tiempos. Fue el primero en insistir en que la verdad no se encuentra en los libros viejos, sino investigando.
El feminismo político luchó para que las mujeres
fueran iguales, pero el académico parece empeñado en demostrarnos que las
mujeres son diferentes.
Sí,
y es que entonces justifican que a la mujer no se la reconozca como es debido
en el terreno científico porque “las mujeres somos más bien emotivas y nos da
por cuidar a la gente más que por entenderla”. De esa manera justifican la
misoginia de muchos.
En alguna entrevista usted ha dicho que casi todos
los filósofos han contribuido a empeorar la sociedad. ¿En serio?
Yo
creo que sí y el motivo es muy sencillo: casi todos los filósofos han estado al servicio de algún
príncipe y, sobre todo a partir de la Edad Moderna, los filósofos
universitarios han sido empleados del Estado y, cuando se han propasado, su
soberano se lo ha hecho saber. Por ejemplo, hay una carta muy famosa
que Federico Guillermo II le
manda a Kant, en la que le dice que no se atreva a repetir unas ideas que
corrompen a la juventud alemana porque de lo contrario se expondrá a
consecuencias muy desagradables. Kant replica con una carta servil prometiendo no hablar
más de religión. No se dice a menudo, pero Kant
fue el primer filósofo alemán ateo. En la Crítica de la razón pura
dice que Dios es una mera idea. No dice una idea pura. Una mera idea. Era ateo.
En ningún momento acude a Dios para explicar nada. En todo caso, Kant fue antidemocrático, y su primer principio ético fue obedecer. Lo mismo que Confucio, la
ética de ambos es de obediencia ciega al orden establecido. En el caso
de Confucio porque su principal objetivo era la armonía y terminar con las
interminables guerras civiles en China, así que en su caso se puede justificar.
Yo usé este argumento en China hace poco porque el centro de lo que se llamaba
“filosofía de Mao” es el
conflicto, la idea de Hegel de que todo lo nuevo
proviene de lo que llamaba una contradicción. Sí, la vida social involucra conflictos y competencia, pero al mismo tiempo
involucra cooperación. Son dos lados de la misma moneda. La ambición
de un estadista no es azuzar los conflictos, sino lo contrario, resolverlos de
manera justa.
Pensemos al revés. ¿Quién es el filósofo actual de
mayor utilidad social?
Yo
no conozco a ninguno.
¿Y que no sea contemporáneo? ¿De los últimos 200
años?
El
joven John Stuart Mill, que sigue
teniendo vigencia. Era un hombre brillante. Nietzsche dijo de él que era
lamentable que fuera tan claro, porque si era claro no podía ser buen filósofo.
No solamente estaba al tanto de lo que ocurría en
las ciencias, sino que el joven filósofo también era economista y se interesó
mucho por las cooperativas. Era el gran campeón de las cooperativas.
Dijo, explícitamente, que esperaba que en el futuro la cooperativa administrada
y poseída por los trabajadores fuera el orden económico prevaleciente. En
aquella época, entre 1830 y 1850, hubo varios teóricos de la cooperativa, y
entre ellos figura Louis Blanc, que curiosamente nació en Madrid.
Sí, me he enterado leyéndole a usted.
Su
libro sobre la organización del trabajo tuvo muchas ediciones y fue publicado
por una cooperativa fraternal de la producción. En aquella época las
cooperativas comenzaron a florecer. La mayoría de ellas fueron mal gestionadas.
Mi ejemplo
favorito de cooperativa exitosa es Mondragón, en el País Vasco.
¿Cuál es su pecado de juventud en su biografía
intelectual?
Haber creído a pies juntillas todo lo que leía.
En particular, el haber creído en el marxismo y el psicoanálisis.
Pero se curó pronto.
Del
psicoanálisis me curé muy fácilmente. En verano de 1938, justo antes de
ingresar en la universidad escribí un libro en contra de Freud y saldé
cuentas con él. Del marxismo me costó varios años
entender que la dialéctica es confusa, y cuando es clara es falsa. También me
costó varios años entender que hay varias clases de socialismo y que el más
humano y justo es el democrático. En la escuela
argentina la única historia que se enseñaba era la militar. Los marxistas
también tienen la tendencia a enfocar su atención en los conflictos. Dicho sea
de paso, la historia y la arqueología son los únicos terrenos en que los
marxistas han hecho aportaciones valiosas. El presente es demasiado complicado
para ellos, pero el pasado lo entienden mejor que los demás. Pero sí, perdí demasiado
tiempo, en particular leyendo a Hegel, a quien me tomé en serio al mismo tiempo
que estudiaba matemáticas y física, que son eminentemente claras.
Pero es que no sabíamos que existía otra filosofía. En los años 20 en la
facultad de Filosofía de Buenos Aires empezó a predominar el hegelianismo. Hubo
un profesor muy influyente que enseñaba en primer año, Coriolano Alberini,
que había estudiado con Giovanni Gentile. Gentile era hegeliano, había
sido colaborador de Mussolini y escribieron juntos el ciclo sobre fascismo,
para la famosa Enciclopedia Italiana editada por Treccani, y fue ministro de
educación y cultura de Mussolini hasta que lo ajusticiaron sin juicio
los guerrilleros. Podrían haberle hecho un juicio y de paso hacérselo también a
Hegel, porque fue víctima de Hegel. Pero entre los guerrilleros predominaban
los comunistas, que seguían adorando a Hegel.
¿Cuál es el problema filosófico al que más vueltas
da ahora mismo?
El
de la justicia social. Es un problema de filosofía social, problemas que trato
en mi libro Filosofía política.
Entonces no le hago la siguiente pregunta, que era
cuál es la cuestión social que más le preocupa.
Cómo
conseguir la justicia social. Creo que la raíz está en la participación
democrática.
En 1974 publiqué un análisis matemático de los conceptos de estructura social,
de participación social y de marginación social, que han sido maltratados por
la sociología porque se los ha tratado de manera meramente verbal, no se los ha
matematizado. Y creo haber demostrado que la
participación óptima está entre el mínimo y el máximo. La máxima implica que
todo el mundo se mete en los asuntos de todo el mundo, no hay esfera de lo
privado y se pierde mucho tiempo. La participación mínima es la dictadura total
y enajena, como hubiera dicho Hegel, a la mayor parte de la gente, que no se
siente responsable. Pero no me preocupa menos el problema mente-cuerpo.
Justamente estos días he renunciado a dar el discurso inaugural en un simposio
que se va a hacer en Oporto organizado por la Fundación Bial, que se ocupa de
financiar la investigación no solamente en psicología, sino también en
parapsicología. Renuncié y dije que solo aceptaría si eliminaban la sección de
parapsicología.
Y no han querido.
No,
porque su idea es tratar la parapsicología de igual manera que la psicología
científica, darle respetabilidad. Y eso me parece deshonesto. Incluso llegaron
a proponerme cambiarle el título a esa sesión pero mantener el contenido.
Uno de los malos presupuestos que la filosofía del
siglo XX propagó es que la naturaleza humana no existe. Las neurociencias han
vuelto a recuperar la idea de naturaleza humana.
Hay
naturaleza humana igual que hay naturaleza equina y canina. Por supuesto. Pero
eso no explica nada, es algo a explicar. ¿Qué nos hace humanos? ¿Por qué somos
diferentes a los perros y los caballos? Eso es lo interesante.
Sin embargo, ahora está de moda la psicología
evolutiva, que abusa de la idea de naturaleza humana.
La
psicología evolutiva es una estafa porque consiste en media docena de
postulados totalmente fantasiosos. Uno de ellos es que la mente humana —a veces
dicen cerebro— está formada de módulos independientes los unos de los otros.
Cada módulo estaría especializado en algo, y sabemos perfectamente que el
cerebro humano no está organizado así. Es cierto que hay especialización, pero
también es cierto que hay interacción entre las distintas zonas del cerebro, en
particular entre el intelecto y la emoción. También es falsa la
tesis que sostiene que no hemos evolucionado desde lo que ellos llaman el
Paleolítico, que es un período que abarca nada menos que un millón de años.
Obviamente, se refieren a la última fase, de 50.000 años. Desde entonces no
habría habido evolución. Se ha dicho que los contemporáneos somos fósiles
andantes. Walking fossils. Pero sabemos perfectamente que ha habido muchos cambios, y no
son solamente biológicos, sino biosociales. Posiblemente nuestros
cerebros no sean mucho mejores que el de Aristóteles, pero lo que podía aprender Aristóteles y lo que podemos
aprender y hacer nosotros es vastamente distinto y superior. Todo lo quieren
explicar a partir de la no evolución, y al hacerlo, todo lo reducen a
instintos.
Instintos fijados hace 40.000 años porque nos
ofrecían tal o cual ventaja adaptativa.
Exacto.
Es una posición no solamente antievolutiva, sino que es falsa porque sabemos
perfectamente que el hombre primitivo de hace 40.000 años se enfrentaba a problemas que nosotros ya hemos resuelto de otra
manera eficazmente y no se enfrentaba a problemas tales como la escasez de
recursos naturales, la existencia de armamentos de destrucción masiva, la
desocupación… No había desocupación en aquella época. La
desocupación es algo moderno.
Leí una polémica entre el filósofo americano
Richard Rorty y Steven Pinker sobre la naturaleza humana. Rorty decía una cosa meditable: por mucho que la
ciencia avance, nunca va a estar en condiciones de ser normativa. Nunca va a
estar en condiciones de decirnos qué clase de persona debemos ser o a qué clase
de sociedad debemos aspirar. Y esa es la razón por
la cual la ciencia no puede reemplazar a la filosofía o a la religión,
porque no puede darnos una visión de la vida buena o consejos morales. ¿Está de
acuerdo o en desacuerdo?
Estoy
en completo desacuerdo. Yo creo que la filosofía puede ayudarnos a vivir mejor,
pero solo en forma indirecta, influyendo sobre la ciencia, la técnica y la
política.
La medicina, por ejemplo, lo está haciendo desde hace 200 años. La
ciencia puede ayudarnos a reconocer las virtudes y los vicios. Por ejemplo,
un libertario, un anarquista de derechas, un miembro del Tea Party va a decir
que tiene derecho a portar armas y a fumar donde quiera ¿no? Pero nosotros
sabemos que eso no es así porque hace daño o puede hacer daño a otros, es
antisocial. Y la sociología y la psicología nos enseñan eso. También los buenos
economistas saben cuáles son algunas de las fallas del sistema actual. Saben
que el mercado no es perfecto. Saben también que la planificación desde arriba
sin participación es ineficaz porque desmotiva a la gente, porque es
antidemocrática, etc… La ciencia por sí misma no
puede resolver ese problema, porque es un problema práctico y la ciencia no se
ocupa sino de entender los problemas prácticos. La que se ocupa de cambiar las
cosas es la tecnología. Las técnicas sociales. Por ejemplo, la
macroeconomía puramente descriptiva no arregla nada, pero después está la macronormativa,
que nos dice por ejemplo cual es o cual debería ser la tasa de interés en el
momento actual. Cuando hay recesión se recomienda bajar la tasa de interés para
estimular el consumo, lo que a su vez estimula la producción, etc. Entonces cuando el macroeconomista pasa de ser descriptivo a
normativo puede ser útil. O también puede ser muy nocivo.
Claro.
El
médico, al recomendar estilos de vida y advertir contra algunos estilos de vida
está usando la biología médica, la biología humana. Está usando la ciencia.
Ha llamado a su moral agatonismo.
Sí.
La búsqueda del bien. Ante todo gozar de la vida. Y segundo tratar de hacer el
bien a los demás. Ayudar a los demás.
¿Cuál es el concepto científico que más nos puede
ayudar en la vida cotidiana, que deberíamos tener siempre en la cabeza?
Contesto
a la pregunta con una recomendación de tipo negativo: procurar no joder al prójimo. Y
segundo cuando buscamos el placer —que no solamente
es inevitable, sino que es sano— también tratar de hacerlo sin dañar al prójimo y con moderación. Yo creo que debemos
volver a las máximas romanas antiguas y chinas, de los estoicos griegos, la
moderación, nada en exceso. Somos exagerados en todo, consumimos demasiado,
batallamos demasiado, hablamos demasiado (risas).
Ya vamos a terminar, ya vamos a terminar. Usted es
autor de una frase muy sugerente: “Hay que odiar con todas nuestras fuerzas una
idea para que ninguna gota de odio salpique al
hombre”. Yo estoy de acuerdo, pero tengo la impresión de que es más
fácil decirlo que hacerlo.
Así
es. En realidad yo quería repetir una frase que me dijo un buen experto en
filosofía tomista, monseñor Octavio Derisi, hablando una vez de cómo se
las arreglaba para asistir a congresos filosóficos cuyos componentes en su gran
mayoría no son creyentes, o por lo menos no son tomistas. Y me dijo algo que me
parece que sintetiza muy bien: “Intolerancia con las ideas, pero tolerancia con los
hombres”. Eso me lo enseñó él o me lo reforzó él.
Pero profesor, ¿es tan fácil separar al racista
del racismo?, ¿al tonto de la tontería?
Sí,
sí. Bueno, al tonto ya no porque uno lo desprecia, ¿no? Eso es lo malo. Alguna
de la gente a quien yo más quiero son muy católicos, católicos a machamartillo,
y sin embargo nos queremos mucho porque tenemos otros aspectos de la vida,
otras ideas. Por ejemplo el motivo por el cual yo no soy comecuras, a
diferencia de Fernando Savater
que es comecuras, es comecuras y me ha reprochado alguna vez el que yo hablaba
bien de Juan Pablo II o
de algún otro sacerdote… Creo que toda la gente que comparte ciertos objetivos
buenos, por ejemplo, la paz, mantener o conseguir la paz, disminuir la miseria,
etc. tiene que marchar junta en eso. Independientemente de nuestras
divergencias en el resto de asuntos. Porque al fin y al cabo somos
todos seres humanos y todos estamos interesados básicamente en la coexistencia.
Y la
coexistencia entre seres diferentes solamente se consigue con un mínimo de
tolerancia y un mínimo de cooperación. Entonces hay que tratar de ser riguroso, el que sea ateo que lo diga, pero que no haga de eso el
centro de su lucha. Ese es uno de los puntos en los que yo estoy en desacuerdo
con el movimiento de los escépticos, tanto los norteamericanos como
los españoles. Yo creo que más bien hay que asentar
lo positivo en lo que podemos colaborar, antes que seguir, digamos,
comiendo curas. Comamos con ellos y no a ellos (risas).
Habla, supongo, de Dawkins y de Dennet, entre
otros. ¿Tiene tan mala opinión de la religión como ellos?
Estoy
de acuerdo en que la religión es mala si la miras históricamente. Por ejemplo,
el cristianismo ha sido cómplice de la esclavitud primero y de la servidumbre
después. Ha sido cómplice de todas las dictaduras fascistas. De todas desde el
comienzo hasta el final. Nunca han apoyado ningún movimiento de liberación
nacional, ningún movimiento de liberación social. Nunca. Jamás. Ha habido cristianos digamos de izquierda por ejemplo los
protestantes en Inglaterra en el siglo XVII, ha habido los anglicanos de África
del Sur, que se opusieron al régimen de Apartheid, pero han sido excepciones.
También los cuáqueros se opusieron a la
esclavitud, han protegido la huida de esclavos hacia el Canadá. Usted sabe que
había todo un camino, la trayectoria hacia la libertad. Y había hogares donde
pasaban la noche los esclavos fugitivos. E iban al Canadá, porque en Canadá se
abolió la esclavitud en 1833. Cuando la
abolió el imperio británico, que fue veinte años después que en Argentina.
La asamblea
del año trece en Argentina abolió la esclavitud. Veinte años después
vinieron los ingleses. (risas)
Pero eso es la religión mirada históricamente. Hay
otras maneras de mirarla.
Sí
y es conceptualmente. Cuando uno en lugar de enfrentar los problemas dice “Dios
proveerá”, eso es una actitud derrotista, es una actitud que distrae de la
realidad. Además cuando uno trata de mezclar la religión con la ciencia, lo que
consigue es mala ciencia solamente.
¿Ha sentido alguna vez la tentación religiosa?
No,
nunca. No, porque, fíjese, mi padre fue educado por los jesuitas del Colegio
del Salvador y conservaba muy buenos recuerdos de él. Nunca le oí hablar mal de
sus profesores. Al contrario, les tenía cariño y respeto. Porque, a su vez, lo
respetaban. Los
jesuitas estaban bajo observación en ese momento. Los liberales argentinos eran
muy anticlericales. Habían llegado a quemar la escuela donde asistió
mi padre, lo que me parece desde luego una salvajada. En todo caso, le hicieron
estudiar tanta teología, según él, que esos estudios, el estudio de la teología
le mostró la inexistencia de Dios. Era el alumno más sobresaliente
de su promoción. Y esperaban que en el futuro fuera el gran teólogo argentino.
Entonces a la edad de catorce años se dirigió a su profesor de teología y le
dijo “lo lamento mucho, padre, pero he dejado de creer en Dios”. “¿Cómo es
posible que digas algo así?” “He encontrado tantos disparates y tantas contradicciones
que yo no puedo creer en eso”. Y no por eso lo castigaron. Al
contrario, se sacó todas las medallas habidas y por haber.
Los jesuitas son especialistas en
educar a ateos ilustrados. Voltaire fue uno de ellos.
Ah, no sabía que Voltaire…
Voltaire era alumno de jesuitas, sí, sí.
Bueno,
pero los jesuitas que siguieron después no eran así. Los jesuitas que enseñaban
en la escuela de los hermanos cristianos de mi barrio afuera de Buenos Aires
sometían a tortura a los chicos. A los chicos que se portaban mal los encerraban
en un cuarto oscuro y los obligaban a hincarse sobre granos de maíz. Entonces
cuando salían, venían a jugar a la pelota conmigo, se les veían las marcas de
los granos de maíz en las rodillas. No eran lo mismo. Mi padre tuvo la suerte de tener jesuitas ilustrados
como profesores. Y ya le digo, siempre conservó buen recuerdo de
ellos.
Ahora tenemos un papa jesuita y argentino ¿alguna
opinión sobre él?
Bueno,
la opinión que tienen todos los argentinos
liberales: que durante la dictadura hizo lo mismo que hizo la Iglesia
argentina. Colaboró. Por lo pronto no habló en contra y hay constancia de que
apartó de sus tareas a dos de sus cofrades que se dieron a la llamada teología de la liberación. Fue
una dictadura horrenda y la Iglesia argentina, lo mismo que en otras
actuaciones, la apoyó. Usted sabe que en 1810 casi todos los sacerdotes argentinos se plegaron
a la revolución por la independencia. Y por consiguiente el Vaticano los
excomulgó a todos. Y fue recién el tirano Juan Manuel de Rosas, 20 años después, que consiguió que
se levantara la excomunión. Durante veinte años estuvieron excomulgados por
levantarse contra el imperio español. Pero no prejuzguemos al nuevo papa,
porque acaso nos sorprenda. Recordemos que es porteño, de modo que tal vez se
siente a la diestra del Señor y se anime a corregir
la corrupción de la Iglesia, que se está vaciando rápidamente incluso en
Irlanda, que fuera su baluarte durante siglos. En todo caso, le deseo suerte en cualquier tentativa de
hacer el bien.
Usted ha sido un gran polemista, ha peleado por
sus ideas. Aristóteles dijo que era amigo de Platón, pero que era más amigo de
la verdad. ¿La búsqueda apasionada de la verdad puede enfriar o romper
amistades? ¿Le ha ocurrido a usted?
Sí.
Sí, me ocurrió con Popper, por ejemplo. Popper elogiaba mucho la crítica. Siempre que la crítica
no se refiriese a sus ideas. No toleraba ninguna crítica. Lo tomaba
como un ataque. Más aún, Popper no sabía que en la ciencia predomina lo que
llamamos la
crítica constructiva. Una vez, en un homenaje que se le hizo en
Boston, en el 79 o 69, no recuerdo,… ya ve, empecé mi moción diciendo que iba a
proponer algunas críticas constructivas. Entonces saltó. Dijo “no hay tal cosa,
cuando uno critica siempre lo hace para destruir al adversario, va directamente
—empleó esa palabra— a la yugular”. No había oído hablar, porque él no tenía el
menor conocimiento acerca de cómo funcionan las comunidades científicas, de que
los científicos, cuando terminan su trabajo, lo primero que hacen es pedir una crítica
constructiva a los peers, a los colegas. Hacen circular lo
que antes se llamaba pre-prints. Ahora simplemente se manda un e-mail y
se les pide consejo. A veces lo aceptan, otras veces no.
Y sin embargo en el diálogo nosotros solemos
encastillarnos en nuestras opiniones.
Sí.
¿Eso tiene base neuronal? La resistencia a aceptar
las ideas que socavan nuestras creencias.
Puede
ser, no lo sé. Ese es un problema a investigar. Yo a priori no lo sé. Habría
que investigarlo. Pero desde luego, en general, uno quiere la paz interior. Por
lo pronto, uno
quiere estar en paz consigo mismo, eso nos lleva a ser conservadores en primera
instancia. Pero si alguien nos demuestra que estamos equivocados, debiéramos
aceptarlo. Y debiera además… Hay errores de dos tipos: los errores
corregibles y los errores incorregibles. Por ejemplo, de la psicología
evolutiva creo que no va a quedar absolutamente nada, salvo el descrédito de la
expresión “psicología evolutiva”. De manera que en el futuro, cuando se haga
psicología evolutiva auténtica, la gente creerá que es la impostura que es hoy.
Desgraciadamente han copado esa palabra, la han arruinado.
¿En qué rama de la ciencia tiene depositadas más
esperanzas?
No
sé si fundadas o no, pero en las ciencias sociales, que todavía están en su
infancia, y desde luego en la psicología biológica que también está
en su infancia, pero que por lo menos está bien encarrilada. En cambio, las ciencias
sociales siguen estando desorientadas, mucho más aun que años atrás.
Cuando habla de psicología biológica, ¿se refiere
a la neurociencia? El estudio de los sistemas nerviosos.
Sí,
de las funciones
de esos sistemas nerviosos. Es decir, hace psicología y explica los
mecanismos que la psicología acéfala no puede explicar porque todo mecanismo es
un proceso que ocurre en un sistema material, vivo o no vivo. Yo creo que ha
habido un retroceso en las ciencias sociales. Hace treinta años o cuarenta años
floreció brevemente la sociología matemática. Yo hice varias contribuciones,
publiqué varios estudios. Hoy ya casi nadie hace
sociología matemática. Y tampoco casi nadie hace psicología matemática.
Es decir, la mayor parte de los psicólogos no hacen teorías y menos aun hacen
teorías matemáticas. Hace falta. ¿Por qué? Porque la matematización introduce
primero claridad y, segundo, la sistematicidad puede unificar grandes sistemas
teóricos, puede unificar ideas que anteriormente estaban sueltas.
Si volviera a empezar su carrera intelectual
¿empezaría por otro sitio?
Sí.
Empezaría
por la psicología o la sociología. O la economía, si tuviera el
valor necesario. Se necesita mucho valor, porque cuanta más basura hay
acumulada tanto más difícil es el desescombro, salir de ahí y construir de
nuevo, borrón y cuenta nueva. En el caso de la economía, borrón y cuenta nueva.
Dejando de lado a Keynes y sus
discípulos creo que no queda nada.
Profesor ¿le tiene miedo a la muerte?
No.
Tengo miedo a morir en forma prolongada, por eso soy partidario de la muerte asistida.
Cuando ya no se puede gozar de la vida, cuando ya no se puede hacer nada por
nadie, ni por uno mismo, ya no tiene sentido seguir viviendo. La
muerte es el fin de la vida, es el fin del viaje y por eso vamos siempre de
buen humor. Hace poco di una conferencia en Zaragoza y uno me habló después de
la conferencia y me dijo que lo que más le llamó la atención es que a mi edad
tuviera tan buen humor y tuviera tan buen talante.
¿Usted qué le dijo?
Pues
que sigo gozando de la vida.
¿Y para llegar a los 94 años gozando de la vida?
Moderación. Y ejercicio, que yo no hago el suficiente. He
dejado de hacer ejercicios como debiera hacer. Ese es uno de los tantos motivos
que tenemos para mudarnos a Barcelona: poder
caminar todos los días del año. Aquí es peligroso caminar. Los meses de
enero y febrero debido al hielo. Peor es en Ottawa, donde vive usted, porque
aun hace más frío.
Hace más frío, sí. Ha sido un invierno muy duro.
La pregunta difícil que he dejado para el final es la pregunta de Leibniz. ¿Por qué hay algo en lugar de nada?
Yo
creo que no
tiene sentido esa pregunta sino en una teodicea. En una teología tiene sentido
preguntarse por qué diablos Dios, en lugar de seguir tranquilamente sin hacer
nada, empezó a hacer algo. ¿Por qué a Dios se le ocurrió hacer el
mundo? Pero en una metafísica como la mía que es completamente atea no tiene
sentido esa pregunta.
Pasa por ser la pregunta más importante, eso es lo que dice Heidegger y dicen
muchos otros. A mí me parece un disparate. Es una pregunta que tiene sentido
solamente si se presupone que existe Dios y que fue quien creó el mundo. Si no,
no. Dicho sea de paso, el primero en hacer esa
pregunta no fue Leibniz, sino un teólogo islámico, cuyo nombre no
recuerdo. Es muy difícil recordar nombres exóticos como son los árabes.
Nota: La editorial navarra Laetoli
ha
comenzado a publicar La Biblioteca Bunge. Para empezar, un clásico: “La
Ciencia. Su método y su filosofía”. Para disfrutar del gran polemista, puede
leerse la esclarecedora y divertida obrita “Las pseudociencias, ¡vaya timo!”,
también en Laetoli.
Entrevista a Mario
Bunge por Juan Claudio de Ramón [Jotdown , junio 2013]
Que veinte años
no es nada ya nos lo aseguraba el tango. Pero, a la vista de los problemas que,
en opinión del filósofo Mario Bunge acucian a la sociedad, pareciera como si el
tiempo se hubiese detenido desde que, hace exactamente dos décadas –en mayo de
1988, con motivo de una visita a Murcia- tuviésemos ocasión de departir con él
de diversas cuestiones.
La pasada
semana, estuvo nuevamente en Murcia, en esta ocasión invitado por José Luis
Pardos, presidente de la Asociación Los ‘Alamos', en cuyo seno desgranó algunas
perlas de su saber en varias conferencias.
Mario Bunge es
una rara avis en un panorama del pensamiento en el que lo adocenado, el
no salirse de los cauces establecidos –con jugosísimas y valiosas excepciones,
hay que decir- constituye una moneda común. Una voz crítica capaz de ir
contracorriente y escasamente proclive al corporativismo –‘casi todos los filósofos han contribuido a
empeorar la sociedad'-, al que la edad no ha restado un ápice de
capacidad crítica pero sí le ha dado mayor tendencia a la ironía –‘Tengo dos
rémoras: no sólo soy sordo, también soy argentino'-, y un escepticismo
militante sobre las nuevas tecnologías, esas que supuestamente van a contribuir
a mejorar la sociedad: ‘la información, sin el
conocimiento no es nada'. No es para menos: Wikipedia dice de él que se
crió en Montevideo –donde nunca estuvo más de una semana seguida- y que jamás
acabó una carrera. Ante tales informaciones, tan alejadas de la realidad, sólo
cabe la mordacidad: ‘como todo el mundo sabe, yo nací en Katmandú, me eduqué en
una madraza y practico el chamanismo'.
Defensor de una
filosofía practicada desde un concepto más científico –‘es imposible que los filósofos filosofen
de conceptos profundos sin saber de física'-; Fustigador de Heggel y
de Heidegger –‘uno de los más grandes charlatanes de la historia'-; del Papa
Benedicto XVI –del que dice que ‘alienta una nueva cruzada' y de Bush; de las
religiones –‘las morales religiosas son todas inmorales' y de la ideología
neoliberal, que tantas cosas negativas ha producido a su juicio en el mundo.
Ve
con pesar cómo la desigualdad social y económica que existe en el mundo, lejos
de reducirse, se acentúa cada año, y que muchos de los problemas de la
Humanidad –belicismo, contaminación, sobreexplotación de recursos…, de los que
nos habló hace ya dos décadas- parecen perpetuarse.
No obstante, a
su parecer, aún hay lugar para la esperanza, pues en algo sí se ha mejorado:
‘existe conciencia del desastre, y se está de acuerdo en que algo hay que hacer
al respecto'. Un motivo, pues, para el optimismo en un panorama que no deja de
ser enormemente proceloso.
-Pregunta: ¿En qué medida pueden los filósofos
ayudar a mejorar la sociedad?
-Respuesta:
La mayor parte han contribuido a empeorarla. Muchos de ellos han obstaculizado
el avance del conocimiento. En particular Kant, Hegel y sus sucesores. Sobre
todo a partir de Hegel le han dado un mal nombre a la filosofía, y han
utilizado una jerga
abstrusa e ininteligible, y en algunos casos, como Heidegger, sin sentido.
Pero
algunos de ellos han servido a la Humanidad en algunas cosas. Por ejemplo,
Platón subrayó la importancia del diálogo y la importancia de la racionalidad y
de la matemática, al tiempo que denunció el elitismo. Pero también defendió a
la clase terrateniente y atacó a la democracia. Es una figura ambigua.
Aristóteles
fue el primer gran lógico, y la lógica es una herramienta de análisis. Pero sus
seguidores, los aristotélicos, pretendieron poner obstáculos al desarrollo del
conocimiento. No se dieron cuenta de que se podía ir más allá de Aristóteles,
no sabían que no se sabía la mayor parte.
-P: ¿Y qué me dice de la relación de filósofos más
modernos con la ciencia?
-R:
Se dio el caso de filósofos que, como Descartes, mostraron una cara para poder
ocultar la otra. Mientras estuvo en Francia mostró
su cara conformista e idealista, pero cuando se fue a Holanda, y luego a Suecia,
escribió dos libros que no se atrevió a publicar en vida: ‘El tratado del
mundo' y ‘El tratado del hombre', temía que la Inquisición le arrestara. Es por eso que,
como buen católico que era, se refugió primero en un país calvinista y luego en
un país luterano. Esas dos obras de Descartes fueron seminales para
la generación que le siguió en Francia, la Ilustración, y fueron difundidas por
todo el mundo.
-P: ¿Los filósofos de la Ilustración fueron más
proclives a la ciencia?
-R:
Los
filósofos de la ilustración escribieron no sólo para otros filósofos, que es lo
que ocurre hoy día, sino que lo hicieron también para el gran público culto de
la época. Fueron filósofos progresistas que ayudaron a la ciencia, a
la matemática, al racionalismo, al materialismo… Pero vino la reacción contra
Napoleón y al mismo tiempo contra la Ilustración , la reacción de Hegel, de
Fichte, Schelling…, y con ello la reacción contra la ciencia.
-P: Usted ha citado muchas veces a Hegel como
paradigma del filósofo que vive de espaldas a la ciencia.
-R:
Hegel se opuso absolutamente a todos los
descubrimientos científicos de su época: no solo a la mecánica newtoniana,
que era la cúspide de la ciencia de la época moderna inicial, sino que también
se opuso a la nueva química, a la nueva biología, a todos los avances.
Era
un hombre muy leído. Era tan ignorante que sabía exactamente lo que debía
atacar. Desgraciadamente tuvo mucha influencia en Alemania. Ninguna fuera de
allí, pero Alemania en aquella época había empezado
a ponerse en la punta de las ciencias naturales y de la matemática.
Kant y sus sucesores tuvieron mucha influencia sobre las
ciencias sociales y la psicología. Decían que éstas no podrían jamás
convertirse en ciencias, pues eran ramas de las Humanidades, y esta influencia
perduró durante dos siglos, prácticamente hasta nuestros días. Influyó
incluso sobre Max Weber, que fue uno de los fundadores de la psicología, pero
afortunadamente, Weber no fue consecuente, porque hizo investigaciones que,
contrariamente a Kant, fueron científicas y objetivistas, no subjetivistas como
había hecho Kant.
-P: Se desprende de todo lo que dice que filósofos
y científicos están condenados a entenderse.
-R:
El filósofo
que pretenda hacer filosofía útil tendrá que aprender algo de física, no
se puede hablar sobre el espacio y el tiempo, como lo hacía Heidegger, sin
saber algo de física; uno no puede filosofar sobre la mente sin estudiar algo
de psicología y de neurociencia; no se puede perorar sobre la vida sin saber
algo de biología…
-P: ¿Ocurre también al contrario, es decir, que un
buen científico tenga también algo de filósofo?
-R:
Exactamente. Un físico nuclear o atómico adopta algo de filosofía. Los biólogos
moleculares suponen que el ADN participa de reacciones biológicas y químicas
que tienen lugar incluso en organismos. El primero en suponer algo parecido fue
un oscuro monje moldavo: Mendel. Al principio se dudó de sus investigaciones,
ya que provenían de un oscuro monje de campaña, pero después fueron confirmadas
y profundizadas.
El neurocientífico
cognitivo
que estudia el cerebro vivo, la manera en que piensan, imaginan y sienten las
personas, está
suponiendo que los fenómenos mentales son procesos cerebrales. Esa es una vieja
hipótesis filosófica, tiene 25 siglos. Una hipótesis materialista de
la identidad o unidad psiconeural, que dice que todo lo psíquico es neuronal.
Cajal fue uno de los primeros físicos que lo dijo abiertamente. Hoy día la rama
más fecunda de la psicología, la que está produciendo más resultados, es la
neurociencia cognitiva.
P: En la
entrevista publicada en la revista Campus hace veinte años usted realizaba un
recorrido por los grandes males de la Humanidad que resulta, a mi parecer,
enormemente preciso y válido para hoy. Usted citaba como los grandes males el belicismo, la
contaminación ambiental, la explotación de recursos y una superpoblación que
nos aboca a un excesivo consumo de los recursos naturales. ¿En qué estado se encuentra ahora todo esto a su parecer? ¿Sigue pensando
lo mismo?
-R: Sigo
pensando lo mismo, aunque creo que se ha avanzado, si no en el control, sí en
la conciencia de que son desastres y que algo hay que hacer al respecto. En
aquella época el movimiento ambientalista o ecologista apenas nacía. Hoy día,
ningún político que se precie niega que algo está pasando con el clima. Hay
partidos verdes en todo el mundo.
En cuanto a la
natalidad, afortunadamente ha disminuido mucho en casi todo el mundo. Incluso
en países como Irán. En estos momentos el clero
iraní apoya el control de la fertilidad. Estamos esperando a que el Papa de
Roma se pronuncie de forma parecida. También ha aumentado la longevidad
en casi todos los países…
Sin embargo, ha aumentado
también enormemente la desigualdad, tanto entre individuos como entre naciones.
El producto interior bruto se duplica cada generación, pero la forma en que se
distribuye es cada vez más inequitativa. En Estados Unidos y Canadá, hace una
generación, el índice Gini, que indica la desigualdad económica dentro de un
país, era 0'36, hoy es 0'41, y sigue subiendo. Las
empresas siguen concentrándose y las pequeñas no cesan de caer. Los
sindicatos prácticamente no existen allí, pero donde tienen más importancia, la
economía florece.
Suecia, Finlandia, Holanda y Japón son los países con menor
desigualdad. Estos países muestran muy bien que es posible mejorar la calidad de vida en el sistema
capitalista siempre que se regule y que no se practique el capitalismo que
predican los neoliberales.
Ocurre una cosa
muy curiosa: el Banco Central de Estados Unidos está ahora adoptando como
remedio a la actual crisis el mismo veneno que produjo la enfermedad: el gasto
desenfrenado, el endeudamiento, que fue lo que produjo la crisis del 29. La
gente compró a crédito y a la primera dificultad no pudo pagar las cuotas, con lo
que perdieron las casas, los automóviles, el campo… ¿Qué
es lo que resuelve ahora el Banco Central para enfrentarse a la crisis?: bajar
las tasas de interés para que la gente pueda adquirir nuevos préstamos para
pagar las deudas. De este modo van acumulando tarjetas de crédito y
acumulando deudas.
-P: ¿Continúa la enseñanza de la ciencia en los
países hispánicos tan atrasada como estaba en el momento en que usted se
quejaba cuando estuvo hace veinte años en Murcia?
-R:
Yo sé muy poco ahora de los países hispanoamericanos, tenga en cuenta que hace
media vida que no resido en mi país de origen, pero se está haciendo muy poco
por mejorar la enseñanza de las asignaturas más
básicas: la matemática, la física, la química y la biología.
Hay
un aspecto positivo: que las mujeres están ingresando en masa en las carreras
científicas. Sin embargo, los varones están regresando en masa.
Hay
que decir, no obstante, que existen indicios favorables. Por ejemplo, en el caso de España, el gobierno ha duplicado el presupuesto
de las inversiones en investigación básica en los últimos cuatro años.
-P: ¿Hacia qué tipo de educación deberíamos
tender?
-R:
Hacia un tipo muy diferente del que se imparte ahora: menos memorización, más
discusión, más trabajos experimentales… En las escuelas secundarias, los
laboratorios prácticamente no existen. Hay que aumentar el número de
laboratorios y de talleres. En los países iberoamericanos tenemos una pésima
tradición de desprecio por el trabajo manual. Hay
que enseñar a manejar las manos desde la escuela primaria.
-P: El exceso de información que se respira en
todos lados merced a las nuevas tecnologías ¿nos hace más cultos o produce un
mayor analfabetismo cultural?
-R:
Si sólo hay información, no hay nada. La
información es un medio no un fin. El fin de la comprensión es el conocimiento, y para ello
hace falta asimilar, entender esa información, filtrarla. Como usted
bien dice, hay exceso de información, lo contrario de lo que existía en mi
tiempo: entonces había carencia, pero ahora hay demasiada. La única manera de
gestionar ese gran flujo de información es construir filtros críticos, volverse escéptico,
evaluar, seleccionar toda la información que se recibe.
A
veces se genera desinformación. El otro día miré lo que decía Wikipedia de mí.
Me enteré de que estuve viviendo en Caracas, donde no he vivido en mi vida, y
de que nunca terminé mis estudios universitarios. La facilidad con que concurre
hoy día la información es ambigua.
Por
otro lado, los
estudiantes apenas concurren hoy a las bibliotecas, no se mueven de los
ordenadores. Toda esta tecnología posee grandes ventajas para el
investigador, pero para quien no piensa nada más que en divertirse es nociva.
P: Usted se sitúa políticamente en la izquierda
¿piensa que todavía queda lugar en esta sociedad para las ideologías?
-R:
Todas las sociedades se rigen por ideologías.
Desgraciadamente la ideología dominante es el neoliberalismo. En América
Latina las políticas neoliberales han tenido un resultado tan negativo sobre la
economía y sobre la sociedad que ha habido una reacción. Hay búsqueda de nuevas
ideas, lo que ocurre es que los intelectuales que tendrían que intervenir en
esto, siguen con ideas anticuadas. En la derecha
tenemos a los liberales, que en realidad son reaccionarios. En la izquierda
tenemos marxistas que no se han enterado de que el marxismo ha envejecido
irremediablemente, y que las sociedades han cambiado.
Yo
soy partidario de ampliar la democracia. Actualmente, de los 200 países que hay
en el mundo, sólo en 30 hay democracia política, y aun en algunos casos es
bastante dudosa. Por ejemplo, en Estados Unidos, lo que mueve a los partidos políticos
es el dinero, no las ideas.
Hay
que intentar que cada vez haya más gente que tenga acceso a la democracia, a la
educación y a la cultura. Es preciso restringir la discriminación de la mujer y
a las minorías étnicas, e introducir algo de democracia económica, pues los
recursos están en manos de una minoría.
-P: Usted habla de otros terrorismos menos
llamativos y a los que se da menos importancia, pero mucho más cruciales para
los seres humanos…
-R:
El terrorismo del que se ocupa la prensa es el terrorismo que podríamos llamar
al por menor, el terrorismo que llega a matar a 20, 30 o 200 personas, pero
dejan de lado el terrorismo que viene de arriba, el
que afecta a los gobiernos y que mata a millones de personas en todo el mundo.
-P: ¿Es la religión una forma de controlar a la Humanidad?
-R:
Las morales religiosas son todas inmorales. Propugnan el aniquilamiento del
infiel. La Biblia dice que matemos al infiel.
Ahora
se pretende hablar de un enfrentamiento entre religiones, Benedicto XVI parece
alentar a una nueva cruzada, pero no hay tal enfrentamiento. Hay enfrentamiento entre los países que tienen petróleo y
los que ansían ese petróleo. No existe
conflicto religioso, sino un conflicto económico.
Los
norteamericanos son tremendamente religiosos, pero cuando George Bush habla de la Biblia está
hablando realmente de economía.
-P: ¿Qué papel habría que adoptar en países como
España, receptor de una oleada de inmigrantes cada vez mayor?
-R:
Soy
partidario de la integración de los inmigrantes, que no se queden en guettos . No están sólo
para trabajar, también hay que integrarlos, y que ellos lo acepten. Hay que
dejar claro a los
inmigrantes que tienen derechos, pero que también deberes: el deber de
esforzarse por comprender la cultura del país que le acoge e integrarse en él.
No
obstante, hay que llegar a un equilibrio: no se les puede acoger sólo para
aprovecharse de su mano de obra, es preciso ofrecerles derechos y garantías,
como a cualquier otro.
Entrevista a Mario Bunge por Pascual Vera [Universidad de Murcia, 2008]
Alfonso García y Pascual Vera.
El profesor Mario Bunge, de origen
argentino y afincado en Canadá, donde enseña en la McGill University de
Montreal, es uno de los filósofos de la ciencia que goza de un mayor prestigio
mundial. En nuestro país se ha convertido en el inspirador fundamental de las tendencias epistemológicas
próximas al Racionalismo Crítico y al modo de racionalidad
científico-tecnológico.
La entrevista que le realizamos no
pretende ser episódica; más allá de la efemérides de su visita a la Universidad
de Murcia, hemos pretendido complementar a nivel coloquial algunas de las
cuestiones expuestas en su amplia bibliografía, e incluso intentar llevar hasta
sus últimas consecuencias algunos de sus asertos fundamentales.
Pregunta: Quisiéramos, para empezar,
profesor Bunge, que nos situásemos en relación a su influencia en nuestro país
¿Es usted consciente del peso que sus escritos tiene en los medios
universitarios y científicos del Estado Español?
-Respuesta: Noo. Sé que mis libros se venden bien, pero no que tengan ninguna influencia. También sé que me acogen con mucho afecto y respeto cada vez que vengo a España.
P: ¿Qué es exactamente la filosofía de
las ciencias?
R: Ante todo, he de declarar que yo no me ocupo
solamente de la filosofía de la ciencia, sino de la filosofía en general,
también hago metafísica y ética. La filosofía de la ciencia y de la
técnica estudia problemas lógicos, gnoseológicos o metafísicos que surgen en la
investigación científica y tecnológica, por ejemplo, problemas metafísicos
tales como qué es el tiempo, qué es la vida, qué es la psique. Problemas gnoseológicos
[acerca del conocimiento] y en qué se diferencia el conocimiento científico del
conocimiento vulgar, etc.
Estudios demasiado teóricos
P: ¿Cómo cree que deberían ser los
estudios de las ciencias en la Universidad?
R: Ante todo, creo que habría que
reforzar la enseñanza de las ciencias en la escuela primaria y hacerla menos
“libresca”: más trabajo de laboratorio, más excursiones al campo, a museos….
En todas partes del mundo, la enseñanza de la ciencia está muy atrasada, es teórica. Creo que en las Universidades habría que hacer ciencia base, ciencia aplicada y también técnica moderna, las tres en distintos departamentos. En los países hispánicos no hay una tradición fuerte y continua de ciencia básica, es más bien esporádica. Por esto habría que reforzar la investigación básica en todas las ramas: en la física, en química, en la bilogía, en las ciencias sociales, en la matemáticas…
P: Y a nivel de España, usted que conoce
el país, ¿Cómo diría que está la situación?
R: Creo que sigue todavía atrasada con
respecto a otros países, pero en los últimos años se ha desarrollado muchísimo
la investigación científica, especialmente en algunas ramas de la física,
química y biología. Pero, con todo, no se puede superar en 20 años un retraso de 4 o 5 siglos.
Por otro lado. No hay tradición, es muy poca la gente que se dedica a la
investigación científica, no se comprende bien para qué sirve la investigación
básica; la gente tiene una actitud muy utilitaria, muy pragmática, y no apoya la
investigación a menos que crea que va a reportar beneficios inmediatos,
y no es así como se consiguen aplicaciones. Para aplicar el conocimiento, primero hay
que adquirirlo.
P: En cuanto a la pólemica
Einstein-creadores de la mecánica cuántica. ¿Qué opinión nos puede dar usted?
R:Einstein fue uno de los fundadores de la
mecánica cuántica, pero a él le disgustaba una característica de la
interpretación más popular, oficial de la mecánica cuántica, y era el
subjetivismo, la creencia de que la mecánica cuántica no representaba la
realidad, sino las acciones del experimentador e incluso sus procesos mentales.
Él quería una mecánica o una física totalmente realista, objetivista,
pero cometió, creo yo, un par de errores, y uno de ellos fue creer que la
física realista debía ser forzosamente de tipo clásico y suponer que todas las
propiedades tienen un valor preciso en cada instante. En este sentido creo que Bohr, su principal enemigo, tenía razón. Lo que se necesita es combinar
el realismo de Einstein con el cuantismo de Bohr. Eso es lo que yo
he tratado de hacer en algunos de mis libros, es decir, interpretar de manera realista, objetivista, la mecánica cuántica.
El problema mente-cerebro
P: ¿ Usted ha sido un partidario
fervoroso de las tesis de Popper, pero a partir de su autobiografía ha adoptado
una posición de rechazo ¿Podría explicarnos este proceso y decirnos en qué
residen actualmente sus diferencias?
R: Nunca he sido un partidario
fervoroso de Popper, he sido un admirador desde el momento en que leí algunos
de sus libros, pero critiqué su lógica del descubrimiento científico. Creo
que ha sido más destructivo que constructivo; no tiene un sistema
filosófico, no tiene una metafísica propia. Ha sido muy eficaz para combatir
el positivismo, pero no logró reemplazarlo por una filosofía global.
Lo que más me ha separado últimamente
de Popper es la manera, a mi modo de ver incorrecta, en que ha tratado el
problema mente-cerebro. Popper es defensor del dualismo psiconeural,
cree que la mente es una sustancia independiente del cerebro y que
interactúa con él. Eso es una tesis muy vieja, que ha sido refutada hace mucho
tiempo por la psicobiología; ni él ni su colaborador Eccles tienen
la más mínima información acerca de la psicología que se venía haciendo en el
transcurso del último medio siglo.
P: ¿Cree usted que a partir de esas
diferencias de las que habla se ha producido una escisión entre popperianos y
bungerianos?.
R: Supongo que sí.
P: ¿Es posible que a partir de esa
escisión usted asumiera el mando en el seno de la teoría racionalista crítica y
que a partir de ahí fuera cuando empezó a escribir sobre muchas cosas
distintas, intentando extender su explicación de las ciencias naturales a las
humanas?
R: Hace ya tiempo que formulé un
programa para construir un sistema filosófico. El primer esbozo lo formulé en
1966, antes de mis divergencias con Popper. Se trataba de un programa muy
esquemático que abarcaba la ontología y la semántica de la ciencia. La
formulación más precisa de ese programa se me ocurrió aquí en España, mientras
que pasaba un mes de vacaciones, en 1972, cerca de Málaga. Las vacaciones son
una buena ocasión para refrescar las ideas y para que se le ocurran a uno ideas
nuevas y en ese momento formulé con bastante detalle mi programa para la construcción de un
sistema filosófico nuevo que fuera a la vez exacto, es decir, construido con
ayuda de herramientas formales, científico, al menos de acuerdo con
lo que sabemos en la ciencia actual.
Me chocó mucho cuando en conversación
con Popper se manifestó muy despectivo para con todas las ciencias sociales
contemporáneas y para con la psicología contemporánea, en particular para la psicología
experimental y la psicología matemática, por las cuales yo tenía gran respeto.
P: ¿ Cree usted sinceramente que es
posible aplicar metodología propia de la ciencias física o matemática al
análisis de los distintos ámbitos de las ciencias humanas?.
R: Así lo creo. Yo soy contrario a la
llamada escuela Histórico-Cultural, según la cual las ciencias sociales son
radicalmente diferentes de las naturales. Desde luego que son objetos diferentes y las técnicas son
diferentes, pero creo que sí que se puede, y además hay ciencias híbridas,
ciencias mixtas que son a la vez naturales y sociales; la bioeconomía
une ciertos aspectos de la biología con otros de la economía, la Sociología de
sociedades de animales es a la vez ciencia social y ciencia natural. Todos
estos son ejemplo de ciencias híbridas y refutan la dicotomía entre ciencias
naturales y sociales. Hay diferencias, pero no hay separación, hay unión,
del mismo modo que los esposos o el matrimonio son diferentes pero están
unidos.
Los enemigos de la Humanidad
P:¿En el debate entre paradigmas
científicos, una de las acusaciones que se formulan contra las posiciones que
usted defiende, es que políticamente, son ustedes aliados de las clases
dominantes, en tanto que sus programas aplicados a la sociedad y a los
individuos son programas de tipo condicionantes y adaptativo a lo
realmente existente ¿Qué respondería a esta acusación?.
R: Es una novedad para mí, yo me
considero hombre de izquierdas y simpatizo con el socialismo, pero también creo
en las virtudes de la competencia, y desde luego soy partidario de la libertad,
no creo que la razón, el racionalismo, tenga nada que ver con esa moción.
Creo que es indispensable utilizar la razón para
controlar nuestra conducta social, pero no es un control desde arriba,
desde el gobierno, sino el
control de nuestra propia conducta individual en relación con los demás.
Los que sí son conservadores son casi todos los popperianos, son
grandes defensores del neoliberalismo económico, del individualismo.
Yo no soy individualista, soy sistemista. Creo en la necesidad de la
cooperación, sin por ello negar la existencia de luchas, de
oposiciones, de antagonismos, por ejemplo antagonismo de clase. Aunque también
creo que en este momento, en nuestro planeta, lo más importante no es la lucha
de clases, sino la lucha por la supervivencia de la humanidad. Ahora el enemigo principal no es ni el capitalismo ni el comunismo,
es el belicismo, son los aventureros, los fanáticos que
quieren llevarnos a la guerra nuclear, que de producirse aniquilaría todo
rastro de vida en el Planeta. El enemigo número dos son los contaminadores del
ambiente, de proseguir la contaminación del ambiente al ritmo
actual, dentro de 50 o 100 años la Tierra se habrá vuelto inhabitable, el aire
irrespirable y el agua imbebible. El enemigo número 3 es la explotación
desaforada de los recursos minerales, se están explotando de una
manera completamente irracional, hace falta racionalizarlo, y para eso es
preciso declarar
la atmósfera, los mares y el subsuelo patrimonio de la Humanidad, no patrimonio
de tal o cual empresa, ni siquiera de tal o cual nación. Es preciso internacionalizar
los recursos no renovables, y para ello es necesario establecer un
gobierno mundial, por encima de las diferencias de tipo político.
Por último, el cuarto gran peligro es la superpoblación, ya
somos demasiados, y esta enorme población que hay es excesiva para los recursos
de que se dispone y es la causa de la hiperproductividad industrial, que a su
vez produce ese consumo totalmente desorbitado e incontrolado de los recursos
naturales.
Creo que esos son los grandes problemas que afronta la Humanidad, mucho más importantes, más trágicos que la lucha de clases en estos momentos, sin que por ello niegue la existencia de esta lucha.
Creo que esos son los grandes problemas que afronta la Humanidad, mucho más importantes, más trágicos que la lucha de clases en estos momentos, sin que por ello niegue la existencia de esta lucha.
P: ¿Cómo ve usted desde Canadá los
problemas de todo tipo que se viven en el subcontinente americano, del que es
originario? En particular quisiéramos conocer su opinión en relación con la
deuda externa de sudamérica, el subdesarrollo crónico y la dependencia de los
EE.UU.
R: Se trata de una situación trágica
que no tiene salida. La deuda externa es impagable y yo creo que es un error
del gobierno argentino. De esa deuda externa son culpables no solamente los
gobiernos fascistas y militares, sino los propios banqueros norteamericanos
¿Quién les mandó prestar dinero a esos militares fascistas? ¿Por qué no
estudiaron bien la situación antes de hacer esas inversiones? Si les fue mal en
esa situación, paciencia porque no debería pagar el pueblo por las
estupideces de los banqueros y la maldad de los militares, que
usaron esos préstamos enormes, en parte para guardárselos y en parte para
comprar armamento en lugar de desarrollar los países. Ahora, esos pueblos están
en ruinas, en particular Argentina y yo creo que solamente un plan nacional de reconstrucción
económica, política, estructural, podría sanear al país y así se lo dije al
presidente Alfonsín hace tres años, cuando me invitó a visitarlo, y la
idea le interesó, pero en este momento corren vientos neoliberales y
la nueva noción de plan les huele a criptosocialismo. Las Universidades han
caído a un nivel increíble, a un nivel aún más bajo del que tenían en la época
de Perón; está habiendo paro por primera vez en Argentina, y no solamente en
las clases trabajadoras, sino también en la clase media. La gente está
empobrecida, y lo que es peor, ha perdido la esperanza, la gente joven quisiera
emigrar del país. Es una situación dramática y que tal vez empeore aún con las
elecciones de un gobierno peronista en Argentina.
En Colombia, Guatemala, y en muchos
otros países los militares hacen exactamente lo que
quieren y se niegan a buscar soluciones pacíficas a los conflictos,
quisieran fusilar a medio mundo, como de costumbre. La situación es trágica, y la causa
principal es la dominación de la oligarquía, ellos son los que se han aliado
con la derecha norteamericana y han conseguido fondos y
asesoramiento técnico para sus fines. Pero la culpa la tienen los propios
países, los propios pueblos por tolerar la persistencia de esos regímenes.
La ciencia, herramienta al servicio
del hombre
P: ¿Cree usted que desde una
perspectiva científica estos problemas tienen solución? Y si es así ¿De qué
modo y en qué marco social?
R: Sí, yo creo que un socio-técnico,
es decir, un
científico social cuya misión es diseñar o rediseñar grupos sociales,
pueden dar alguna solución, aunque las soluciones van a ser drásticas, como por
ejemplo eliminar las fuerzas armadas. ¿Cómo? En forma gradual, empezando por
pactos regionales de no agresión. En ese sentido el presidente Alfonsín ha dado
un enorme paso en Argentina, ha estrechado relaciones con otros países
iberoamericanos. Cuando las naciones se unen por intereses comunes, como pasa con los
miembros del Mercado Común europeo, no tienen interés en hacerse la guerra.
Al reducirse las fuerzas armadas se
aliviarán enormemente los presupuestos, disminuiría el derroche de los recursos
naturales y de los recursos humanos, se podría avanzar en todos los demás
frentes: económico, cultural, etc. Pero mientras persista la obsesión por la defensa nacional en casi todos los
países, y en los del Tercer Mundo en particular, esos países van a seguir
desintegrándose.
P: Nos gustaría saber cómo entiende usted
que la teoría científica podría ser útil para hacer felices a los pueblos del
mundo.
R: La Ciencia directamente no puede
dar felicidad, porque la Ciencia no tiene poder, el científico no se propone
alcanzar poder, sino conocimiento; pero el conocimiento es valioso en sí mismo y valioso para resolver los
problemas prácticos de la vida, por ejemplo para aligerar los trabajos molestos.
La técnica
puede ponerse al servicio del hombre, pero también puede ponerse al servicio de
intereses insanos; por eso la técnica debía ponerse bajo control social,
democrático, a diferencia de la Ciencia, pues ésta se propone
solamente conocimiento básico, y si se controlara la ciencia se la censuraría y
se la distorsionaría completamente.
P: ¿Estaría usted de acuerdo en que no
es posible deslindar la ciencia de los contenidos socio-políticos de su
orientación porque la orientación de la tecnología está previamente
condicionada por intereses distintos de los propiamente "científicos"?
R: Estoy de acuerdo con lo segundo y
no con lo primero. Es decir, que la ciencia básica es neutral, tanto éticamente como
políticamente; cuando alguien se propone, por ejemplo, investigar el
núcleo atómico o una reacción química, no se propone ningún fin político, pero cuando quiere
aplicar conocimientos a la economía o a la conducción del gobierno, entonces sí
interviene la política. El científico básico procura conocimiento, mientras que
el técnico intenta utilizar el conocimiento para fines prácticos. El técnico es
un empleado, pero al científico no debería considerársele así, sino como un investigador y profesor que da la casualidad que a veces es empleado
por empresas o por el Estado. Pero su condición no es servir intereses
económicos y políticos de ninguna clase, está al servicio de la Humanidad.
Es por eso que usted no puede vender un teorema, no puede vender un descubrimiento
científico, pero sí puede vender una patente.
P: ¿Cree usted verdaderamente que en
el campo de los fenómenos educativos, contextuales e históricos, pueden llegar
a formularse teorías científicas universales, asépticas, libres de toda valoración
y compromiso con el hombre?
R: No, porque la educación o los educadores
se proponen modificar la conducta, y mientras unos querrán formar
seres sumisos, otros se propondrán seres inquietos. La educación es una técnica, y como tal
está sometida a controles políticos o económicos. Se supone que en
los estados democráticos, los educadores están al servicio de los jóvenes, pero
de hecho sabemos que eso es sólo parcialmente verdadero, porque nunca se les
dice toda la verdad acerca de cuestiones sociales, siempre se les oculta una
parte, y eso pasa en todos los regímenes, tanto en Occidente como en Oriente,
en el Sur como en el Norte. Hay que abrir, hay que hacer más científica la
educación, más objetiva, hay que decirles la verdad a los jóvenes. Y para eso
hay que comenzar por conocer la verdad.
Los
Campus de nuestra vida, Entrevista a Mario Bunge por Alfonso García y Pascual
Vera [Campus, mayo 1988]
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