El misterio de José Robles, Ignacio Martínez de Pisón [El País, 6 de febrero de 2005]
Entrevista a Ignacio Martínez de Pisón por Daniel Gascón [letras libres]
Fragmentos seleccionados de Tu rostro mañana. 1 Fiebre y lanza, Javier Marías
En el invierno de 1916, José Robles Pazos
tenía 19 años y estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. En
una excursión a Toledo en un vagón de tercera clase, entabló conversación con
un norteamericano apenas un año mayor que él. Hablaron de pintura y de poesía,
y luego fueron juntos a admirar El entierro del conde de Orgaz. Que entre ellos
surgiera la amistad era cuestión de tiempo. Compartían la afición a los viajes
y las inquietudes culturales, y si Pepe Robles estaba tratando de mejorar su
inglés, lo mismo intentaba John Dos Passos con su español. También los
aproximaban los ambientes académicos en los que ambos se movían: la Residencia
de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos
En un ensayo de los años cincuenta, el norteamericano diría de su
amigo español que era "un hombre vigoroso, escéptico, de espíritu
inquisitivo", y más tarde lo describiría en sus memorias como un hombre
irónico y hasta mordaz, dispuesto a reírse de cualquier cosa, un excelente
conversador cuyo desenfado le hacía más afín
al espíritu de las novelas de Baroja
que al de sus amigos de la Institución Libre de Enseñanza. Sólo el asesinato de
Robles durante la Guerra Civil española interrumpiría esa amistad.
Desde 1920, año en el que Pepe Robles fue
admitido como profesor por la Universidad Johns Hopkins, hasta el estallido de la
contienda, la amistad entre ambos no había hecho sino robustecerse, alimentada
por los habituales encuentros en sus casas y por una intensa relación
epistolar. El español vivía en Baltimore con su mujer
y sus dos hijos,
pero tenía por costumbre pasar en Madrid las largas vacaciones universitarias.
Para embarcar en el transatlántico que debía llevarles a los puertos de Vigo o
El Havre, los Robles viajaban de Baltimore a Nueva York, y allí se alojaban en
el apartamento de Dos Passos. Ya en Madrid, Pepe, siempre que podía, disfrutaba
de su pasatiempo favorito: las tertulias de café. De las muchas que entonces
existían, la que más frecuentaba era la de la Granja del Henar, en la calle de
Alcalá. En ese café, por el que asimismo se dejó ver Dos Passos en algunas de
sus estancias en España, compartía Robles velador con escritores como Valle-Inclán, León Felipe o Ramón J. Sender.
También
en el viaje de regreso recalaban los Robles en el apartamento neoyorquino de
Dos Passos. En él coincidían a veces con Maurice Coindreau, padrino de la hija menor de los Robles, Miggie, y traductor de Valle-Inclán
al francés. No es aventurado suponer que fue durante alguno de esos encuentros
cuando Robles y su mujer,
Márgara Villegas, concibieron la idea de traducir a Dos Passos al español.
A finales de la década, el matrimonio Robles consagró buena parte de su tiempo
a esa labor. Mientras Pepe trabajaba en Manhattan Transfer, su novela más
emblemática, Márgara lo hacía en Rocinante vuelve al camino, recopilación de
textos en los que el norteamericano recreaba sus primeros viajes por España.
¿Qué fue de Robles Pazos? Cuando el ejército se sublevó
en julio de 1936, se encontraba nuevamente de vacaciones en Madrid, y no dudó
en solicitar un permiso temporal de la Johns Hopkins para permanecer en el país
y ponerse al servicio del Gobierno legítimo. A su condición de ferviente
republicano se unía su vasto conocimiento de idiomas (sabía incluso algo de
ruso, que había estudiado para leer a los clásicos rusos en su idioma), y eso
hizo que pronto fuera designado intérprete de uno de los más
destacados consejeros militares enviados por la URSS, el general Vladímir
Gorev. La sede
principal de los militares soviéticos estaba instalada en el hotel Palace. En
cuartillas con membrete de ese hotel escribió Robles a su jefe en el
departamento de Lenguas Romances de la Johns Hopkins un par de cartas en las
que trataba de tranquilizarle sobre la situación de la República: "No se
crea las exageraciones de la propaganda fascista. Estamos bien y la cosa se va
a arreglar".
A
principios de noviembre, el Gobierno republicano se trasladó a Valencia. Entre
el aluvión de evacuados y funcionarios que le acompañaba estaban Robles y los
suyos, que en un primer momento fueron alojados en casa de una familia de la
ciudad. Pepe prestaba ahora sus servicios como
traductor en la Embajada soviética,
instalada en el edificio del hotel Metropol, y, fiel a sus costumbres, después
de comer solía acudir al Ideal Room, el café de la calle de la Paz en el que se
daban cita muchos de los intelectuales y artistas de paso por la ciudad. Entre
ellos estaba Francisco Ayala, quien en sus memorias
recuerda que, una tarde de comienzos de diciembre, José Robles faltó a su
tertulia y nunca más se le volvió a ver. La imagen que se le quedó grabada al
escritor granadino fue la de una angustiada
Márgara Villegas que, de la mano de sus dos hijos, iba "de un sitio para
otro, preguntando, averiguando, inquiriendo, siempre sin el menor
resultado".
La
angustia de la mujer estaba más que justificada: pronto supo que su marido
había sido acusado de traición a la República y encerrado en la Cárcel de
Extranjeros, junto al Turia. Márgara obtuvo autorización para visitarle en dos
ocasiones, y de ambas visitas volvió con mensajes tranquilizadores: todo era
producto de un simple error, había que dejar que la investigación siguiera su
curso, las cosas acabarían arreglándose. El primogénito de la pareja, Francisco Coco Robles Villegas, trabajaba ya en la
Oficina de Prensa Extranjera, y en una de las cartas dirigidas a los colegas de
su padre en la Johns Hopkins escribió: "Nadie, ni el Ministerio de Estado
ni en la Embajada rusa, ha encontrado razones concretas para este ridículo
arresto".
La
inquietud de la familia, sin embargo, crecía con el paso del tiempo, y, para
cuando averiguaron que Robles no se encontraba ya en la Cárcel de Extranjeros,
la alarma era absoluta. Como su nuevo paradero permanecía en secreto, por
Valencia empezaron a circular rumores contradictorios. La confirmación, todavía
oficiosa, de su muerte la recibió Coco de su jefe en la Oficina de Prensa.
Debía de ser un día de finales de febrero o
principios de marzo de 1937,
y esa misma tarde Coco, desolado, se lo dijo a su madre y a su hermana.
No
mucho después, en abril, John Dos Passos llegó a Valencia para colaborar con
Ernest Hemingway en el guión de la película Tierra española. Como era habitual
entre los intelectuales extranjeros que colaboraban con la propaganda
republicana, lo primero que hizo fue acudir a la Oficina de Prensa para
presentar sus credenciales. Nada más entrar, un inconsolable Coco Robles salió
a su encuentro y le informó de lo ocurrido. La consternación del escritor
norteamericano resulta fácil de imaginar: las últimas noticias que tenía de su
amigo español (al que, "conociendo su saber y su sensibilidad, consideraba
indispensable para el documental") eran anteriores a su desaparición. Esa
consternación, por otro lado, no estaba exenta de un punto de incredulidad.
También de esperanza: al fin y al cabo, la
muerte de Pepe seguía sin tener una confirmación oficial.
Los Robles habían sido expulsados del piso por la familia
valenciana que les había acogido y ahora vivían en un modesto piso de barrio.
Dos Passos se apresuró a visitar a Márgara, que le recibió desesperada y
enferma. Su inopinada aparición fue para ella una última esperanza a la que
agarrarse. Siendo él quien era, un escritor célebre, un acreditado activista de
izquierdas, las autoridades tendrían que proporcionarle todas esas
informaciones que a ella le habían sido negadas una y otra vez: ¿por qué se había detenido a su marido, qué
cargos había contra él, si era cierto o no que había sido ejecutado? El novelista salió de allí con el compromiso de averiguar
lo sucedido, y al día siguiente logró hablar con el ministro Álvarez del Vayo, que declaró sentir
"ignorancia y disgusto". ¿Ignorancia sobre el caso Robles, que había
sido uno de los temas habituales de conversación entre los intelectuales
desplazados a Valencia?
Las investigaciones de Dos Passos
prosiguieron
en Madrid, donde viajó para reunirse con el equipo de la película. Recurrió
allí a todos los viejos amigos y conocidos que ahora gozaban de alguna
influencia. Nadie, sin embargo, supo darle noticias precisas sobre el paradero
de Robles, y Dos Passos, que todavía albergaba la esperanza de que estuviera
preso y no cesaba de revisar listas, sospechaba
que a su alrededor se estaba urdiendo una conspiración de silencio y mentiras.
Algún tiempo después recordaría que sus constantes indagaciones disgustaban a
varias de las personas
con las que colaboraba en Tierra española: "¿Qué es la vida de un hombre
en un momento como éste? No debemos permitir que nuestros sentimientos
personales nos dominen
".
Entre esas personas se encontraba, sin duda, Hemingway. La antigua amistad
entre ambos estaba a punto de romperse.
A
Madrid acababa de llegar otra amiga de Dos Passos, la escritora estadounidense Josephine Herbst.
También ella había pasado por Valencia, donde confidencialmente le habían
confirmado la muerte de Robles. Por su testimonio sabemos que, si tanto en
Valencia como en Madrid esa misma confirmación le había sido negada a Dos
Passos, era por miedo al posible efecto propagandístico. Las autoridades que en su
presencia habían alegado ignorancia estaban, en consecuencia, al corriente de
todo, y sólo esperaban que el novelista se marchara de España sin descubrir la
verdad. Pero Dos Passos había realizado muchas indagaciones y daba ya por seguro que Robles había sido asesinado por
una brigada especial a las órdenes de la NKVD, la policía secreta de Stalin.
Hemingway,
que sabía de la muerte de Robles por boca de Josephine Herbst, quiso informarle
personalmente. Lo hizo ese mismo día en el transcurso de una fiesta en un
cuartel de las Brigadas Internacionales. Fue entonces cuando la ya frágil
amistad entre ambos terminó de romperse, por la escasa sensibilidad que Hemingway demostró hacia el dolor humano: aquello era una guerra, ¿qué
importaba la vida de un hombre? En palabras de la propia Herbst, Dos Passos
"odiaba la guerra en todas sus formas, y sufrió en Madrid no sólo por el
destino de su amigo, sino también por la actitud de cierta gente que se tomaba
la guerra como un deporte". ¿Cabe una alusión más transparente a
Hemingway, al que la contienda había proporcionado la ocasión perfecta para el
exhibicionismo y la jactancia?
Francisco Ayala
recoge el rumor según el cual a Robles lo habían matado debido a que
"algún comentario hecho por él al descuido en la tertulia del café dejó
traslucir una noticia, por lo demás anodina, que sólo a través de un cable
cifrado podía haberse conocido".
Dos Passos nunca dio credibilidad a esa hipótesis, pero es cierto que su amigo
era un "hombre que sabía demasiado".
La
reciente desclasificación de los archivos de Moscú ha revelado que los planes de la URSS para aplastar a las otras fuerzas
revolucionarias (la CNT y el POUM) están documentados desde el comienzo de la
colaboración rusa con la República,
y existe, por ejemplo, un informe del propio Vladímir Gorev en el que se dice que "una lucha contra los anarquistas resulta
absolutamente inevitable". Robles tenía por fuerza que conocer esos
planes. Eso, unido a su condición de no comunista, bastaba para hacerle
sospechoso a ojos de los servicios secretos soviéticos. Que hubiera cometido o
no alguna indiscreción en el Ideal Room podía resultar irrelevante, y Dos
Passos se marchó de España con una certidumbre: a Robles no lo habían asesinado
porque hubiera hablado, sino para que no hablara.
El 'caso Robles' provocó en Dos Passos un
viraje ideológico que sería ya definitivo. Su repentino anticomunismo le
alejaría además de muchos de los que hasta entonces habían sido sus amigos, y
especialmente de Hemingway. El enfrentamiento entre ambos novelistas a
propósito de la Guerra Civil no tardó en desplazarse a sus escritos, y puede
decirse que se mantendría en ese ámbito durante el resto de sus vidas. E
incluso que les sobreviviría en sus obras póstumas: si en Century's Ebb,
aparecida a los cinco años de la muerte de Dos Passos, se recrean varios
episodios de la guerra española que tienen a Hemingway como discutible
protagonista, París era una fiesta, publicada tres años después del suicidio de
Hemingway, incluye un despiadado retrato de un escritor al que llama "el pez piloto", y que, por supuesto, no es
otro que Dos Passos. De él dice, entre otras cosas: "No hay modo de
pescarle, y sólo a los que confían en él se les apresa y se les mata". La
alusión a Robles es evidente. El
recuerdo de su asesinato, que en 1937 había motivado la ruptura de su amistad,
acompañó a ambos escritores hasta el final.
'Enterrar
a los muertos', Ignacio Martínez de Pisón [donde cuenta la historia de José
Robles] Seix Barral.
El misterio de José
Robles, Ignacio Martínez de Pisón [El País, 6 de febrero de 2005]
En ese ensayo, publicado por Seix
Barral en 2005, reconstruyes la historia del traductor José Robles Pazos,
ejecutado por órdenes de la policía secreta soviética durante la Guerra Civil.
¿Cómo nace ese libro?
Por
la curiosidad que me inspiraba la presencia de John Dos Passos y Hemingway en
España durante la Guerra Civil. El caso Robles era una zona oscura en la vida
de ambos. Me pongo a investigar con la ventaja de que, cuando empiezo a
hacerlo, a principios de la década de 2000, gracias a internet accedo a los
fondos de universidades norteamericanas y veo que allí tienen un material muy
interesante que les pido que me fotocopien y que me envíen. Empiezo a ver una
historia y personajes. Hay cartas donde se habla de movimientos en solidaridad
con la familia de Robles tras su desaparición, la preocupación de unos y de
otros, las pólizas de seguros. Comienzo
a ver unos personajes que ya son de verdad: no solo unos datos fríos e inconcretos, que era
lo poco que había en las biografías de Dos Passos y Hemingway. Y siguiendo el
hilo de esa curiosidad uno de repente se da cuenta de que está escribiendo una
historia. El segundo paso importante fue encontrar a
Miggie, la hija de Robles, cuyo testimonio fue fundamental para reconstruir la
parte humana de esta historia,
que era en el fondo lo que me interesaba.
Pero la idea inicial no era escribir un ensayo histórico.
En
realidad no sabía qué pretendía. Solo cuando me fui metiendo en la historia vi
que las ramificaciones eran varias y que cada una de ellas merecía una atención
específica. Siguiendo los diferentes hilos narrativos, me encontré con que
estaba contando una historia donde se juntaban el relato de una familia de clase media destrozada por la
tragedia, la amistad entre Hemingway y Dos Passos, la relación de Dos Passos
con España y finalmente la presencia brutal del estalinismo en la retaguardia
republicana.
Se fue componiendo una especie de mosaico en el que al final todo encajaba. Lo
bueno de trabajar con la verdad es que la verdad siempre es coherente. Cuando uno inventa una
historia, a veces se producen pequeñas incoherencias o fuerza la historia para
que las cosas encajen. Cuando escribes sobre la verdad, si vas reconstruyendo
cosas que han pasado, la imagen siempre encaja. Tienes que saber escoger la
pieza y colocarla en el sitio, pero al final la imagen que sale en el puzle es
una imagen coherente. Y eso es lo que vi mientras me documentaba. Los huecos
del puzle se iban rellenando por sí mismos.
Entrevista a Ignacio
Martínez de Pisón por Daniel Gascón [letras libres]
¿Cómo ha llegado a ti esta historia y que te atrajo
tanto de ella?
A finales de los setenta se publicó un libro de un argentino, Héctor Baggio, sobre John Dos Passos y la guerra civil. Fue ahí donde por primera vez supe de la existencia de Robles. Pero Baggio no desarrollaba el episodio de la muerte de Robles. Luego, casi siempre por casualidad, fui encontrando alusiones a Dos Passos y a Robles, y la historia iba tomando cuerpo en mi cabeza. Tomaba notas, pensaba en escribir algo pero todavía no sabía si un artículo o un libro... Más tarde descubrí que Miggie, la hija de Robles, vivía en Sevilla, donde se había instalado después de un largo exilio. La llamé, fui a hablar con ella, y entonces supe que el libro saldría adelante.
¿Quién fue José Robles Pazos, que es el gran protagonista del libro?
Robles era un hombre culto y progresista, amante de la buena literatura y escritor aficionado él mismo, buen dibujante, amigo de las tertulias de café... Un gallego nacido en Santiago. Robles era también un ferviente republicano, y eso acabó costándole la vida.
Explícanos la trayectoria de Dos Passos, brevemente, y su vinculación española.
John Dos Passos llega por primera vez a España a finales de 1916, y su enamoramiento de nuestro país es inmediato. Le entusiasman las tradiciones y costumbres españolas, la pintura del Greco y de Velázquez, la literatura de la generación del 98. Sus viajes a España serán frecuentes a lo largo de las dos décadas siguientes, y en ellos encontrará inspiración para varios libros de tema español. Escribió por ejemplo un interesante reportaje sobre la II República. Tras la sublevación militar del 36 montó una productora cinematográfica que debía realizar películas de propaganda republicana. Sólo tras el viaje que realiza en abril de 1937 decae su interés por España y lo español, y de hecho pasarán veintitantos años antes de que vuelva a poner los pies en nuestro país.
El libro es, sobre todo, la historia de una gran amistad. ¿Cómo fue esa relación, sostenida desde 1916 de manera definitiva en correspondencia, encuentros…? ¿Qué le sedujo tanto a Robles de Dos Passos y viceversa?
Tenían ambos muchas cosas en común, pero por encima de todo eran buenos amigos de sus amigos. Por eso el asesinato de Robles tuvo tantas consecuencias en la vida de Dos Passos: le enfrentó con el comunismo, provocó la ruptura de su amistad con Hemingway... A pesar de todo, Dos Passos siempre echaría de menos la antigua camaradería que le había unido a Hemingway.
Es muy importante en tu trabajo y en esta historia el libro “Manhattan Transfer” de Dos Passos, cuyo traductor fue Robles Pazos.
“Manhattan Transfer” es probablemente el más importante de los libros de Dos Passos, al menos el más influyente. Incluso en España: “La colmena” de Camilo José Cela debe mucho a la novela de Dos Passos.
De repente Robles, profesor en Estados Unidos, decide regresar a España durante la Guerra Civil y es nombrado traductor del Ministerio de la Guerra en Valencia.
En realidad, Robles estaba ya en España cuando se sublevan los militares, porque la familia tenía la costumbre de pasar en Madrid las largas vacaciones universitarias. Robles no dudó en ponerse al servicio de la República y su conocimiento de idiomas hizo que lo nombraran intérprete de uno de los principales consejeros militares soviéticos...
Ahí aparece un personaje fascinante como Vladimir Gorev, que también será víctima de sus propios compañeros.
Gorev pasa por ser uno de los héroes de la defensa de Madrid. Su prestigio como militar ha sido reconocido por los principales militares republicanos. Pero mientras él y otros como él luchaban por defender la república española, en Moscú se estaba gestando una sangrienta purga dentro del ejército. Muchos, muchísimos de los militares destinados en España fueron poco después llamados a Moscú, condecorados por Stalin e inmediatamente ejecutados. Gorev fue uno de ellos.
Robles Pazos desaparece en diciembre de 1936 y poco después es fusilado. ¿Por qué exactamente?
Las causas concretas son difíciles de precisar. En mi libro propongo varias hipótesis. Su asesinato es, en todo caso, una especie de prólogo a esa purga de los militares soviéticos.
Se llegó a decir que era un espía fascista y también que se le fusiló para que no hablara. ¿Qué cosas tan graves o tan inconvenientes para el poder comunista de la II República sabía?
Su condición de intérprete de Gorev le facilitaba el acceso a importantes informaciones secretas. Entre estas informaciones estaba por ejemplo el propósito de Stalin de acabar con los anarquistas españoles. Finalmente no conseguirían eliminar al sindicato anarquista, la CNT, pero sí al POUM, el partido de los comunistas disidentes. En cuanto a lo de que Robles era un espía, no es más que una calumnia con la que se quiso justificar su asesinato.
¿Quiénes mataron en realidad a Robles Pazos? Ese es otro tema fundamental en la obra.
En mi libro doy algún nombre. Pero la cuestión de quién apretó finalmente el gatillo puede resultar secundaria. Lo fundamental es que la orden la dio la NKVD, la policía política soviética.
El autor, tú, no interviene en la obra. Cuenta hechos, lee libros, extrae una reflexión tranquila y nada maniquea, pero es una feroz crítica de algunos comportamientos contra la moral totalitaria de la izquierda.
No quería ser yo quien contara la historia. Quería que la historia se contara a sí misma. Y la historia es por sí misma un alegato contra los totalitarismos: contra el totalitarismo estalinista, que asesinó a Robles, y contra el totalitarismo franquista, que condenó a muerte al hijo de Robles sólo porque se había alistado como soldado raso al ejército republicano.
Resulta conmovedora la obsesión de Dos Passos por esclarecer el asesinato de su amigo, cueste lo que le cueste.
Curiosamente, cuando Dos Passos llega a España no tiene ni idea de lo que le ha ocurrido a su amigo Robles. Y quien le informa no es otro que Coco, el hijo de éste, que entonces trabaja en la Oficina de Prensa Extranjera, el despacho por el que todos los periodistas y escritores extranjeros tienen que pasar para acreditarse. La consternación que le provocó la noticia es fácil de imaginar. No sólo luchó entonces por esclarecer lo ocurrido y defender la memoria de su amigo muerto, sino que acabó convirtiéndose en una especie de protector de la viuda y los huérfanos. Un ejemplo: Robles tenía contratado un seguro de vida en los Estados Unidos pero, como su cadáver nunca apareció, la casa de seguros se negaba a pagar, y fue Dos Passos quien pagó las cuotas del seguro para que la viuda, que seguía en España, no perdiera sus derechos.
¿Cuál sería la conclusión general del trabajo? Parece inevitable concluir que este es un libro sobre las víctimas republicanas del comunismo, de la visión stalinista del mundo.
A estas alturas no creo que nadie se sorprenda de los extremos criminales que Stalin llegó a alcanzar. Lo que algunos todavía se resisten a aceptar es que Stalin trató de exportar a la España republicana algo del terror que por esas mismas fechas imperaba en Moscú. Robles fue la primera víctima española de esa barbarie, y Andreu Nin la más conocida. Lo curioso es que, en el exilio mexicano y debido a los matrimonios de las hijas de ambos, Robles y Nin acabarían emparentando póstumamente.
*Mañana, a las 22 horas, el programa "El Paseo" de RTVA dedica un monográfico de 55 minutos al libro "Enterrar a los muertos" de Ignacio Martínez de Pisón, que acaba de publicar Seix Barral. Se habla de Robles Pazos, de John Dos Passos, de Ernest Hemingway, de Rafael Alberti o de George Orwell, entre otros. El programa lo redifunden el miércoles por la mañana y el sábado a las 21 horas.
Tampoco entonces,
cuando aún en el mundo, pudieron muchos deshacer los equívocos o refutar las
calumnias, a menudo no les dio tiempo, o ni siquiera se enteraron de ellas para
poder intentarlo, porque fueron siempre a sus espaldas. “Todo tiene su tiempo para ser creído,
hasta lo más inverosímil y descabellado”, había dicho Tupra
sin dar a su frase la menor importancia. “A veces dura días tan sólo, ese tiempo, pero a veces
dura ya siempre.”
A Andrés Nin no le dio en absoluto tiempo a desmentir las
difamaciones ni a verlas rebatidas por otros más tarde, según cuenta Hugh
Thomas en su compendio, ahí fue fácil dar con las referencias […]
Yo recordaba quién era Nin, pero no sus vicisitudes
finales, a las que había aludido Tupra sin duda. Había sido secretario de
Trotsky en Rusia, donde había vivido la mayoría de los años veinte, hasta 1930,
de esa lengua, la rusa, había traducido al catalán no poco, y también algo al
castellano […]
Ya iniciada la Guerra fue secretario político del llamado
POUM o Partido Obrero de Unificación Marxista, siempre visto por Moscú con
malos ojos. Esto sí lo recordaba, y también la cacería más trágica que
dramática que padecieron sus miembros por parte de los stalinistas en la
primavera del 37, sobre todo en Cataluña, donde mayor implantación tenía ese
partido. Fue lo que hizo salir a Orwell rápidamente de España para no ser
encarcelado y quizá ejecutado, pues había estado muy próximo al POUM si es que
no había pertenecido a él […]
Este partido es más célebre y más recordado por la brutal
disolución y persecución de que fue objeto que por su constitución o sus
hechos, hay finales que marcan.
[…]
El POUM fue
ilegalizado por el Gobierno de la República a instancias de los comunistas […]
Se fabricaron pruebas
falsas y más bien grotescas, desde una carta supuestamente firmada por Nin nada
menos que a Franco hasta el incriminatorio contenido de una maleta [variados
documentos secretos con el sello del comité militar del POUM, en los que éste
se delataba como partido quintacolumnista, traidor y espía al servicio de
Franco, Mussolini y Hitler, pagado por la mismísima Gestapo] hallada
oportunamente por la policía republicana en una librería de Gerona […]
Nin fue detenido en
Barcelona el 16 de junio y desapareció en seguida [luego más bien fue
secuestrado], y como era el dirigente más conocido, tanto en España como sobre
todo en el extranjero, su ignorado paradero se convirtió en un breve escándalo
y en un largo, quizá eterno misterio
que dura hasta nuestros días, en los que no habrá mucha gente, supongo,
preocupada por resolverlo, aunque ya llegará el novelista idiota y deshonesto
[si no ha llegado ya y no estoy al tanto] que decida y pretenda desvelarlo:
según las bibliografías ha habido ya una película medio inglesa y medio
española sobre aquellos meses y aquellos hechos, no la he visto pero al
parecer, por suerte, no es idiota, a diferencia de tantas españoladas blandas,
falaces, vagamente rurales o provinciales y muy sensibleras sobre nuestra
Guerra, que son aplaudidas sin falta por las buenas conciencias de mi país, las
profesionalmente compasivas y por vocación demagógicas, sacan réditos de ello.
[…]
De acuerdo con Thomas, Nin fue trasladado en coche desde
Barcelona “a la propia prisión de Orlov” en Alcalá de Henares, cuna de
Cervantes muy cercana a Madrid pero “casi una colonia rusa” por entonces, para
ser interrogado personalmente por el más oblicuo representante de Stalin en la
Península con los habituales métodos soviéticos para los “traidores a la causa”.
[…] Lo cierto es que éste se negó a firmar ningún documento admitiendo su
culpabilidad o la de sus compañeros, y tampoco reveló los nombres que se le
pedían , de los trotskistas menos notorios o del todo desconocidos […]
La mayor y más dañina vileza cometida por un bando contra
gente de su propio bando durante la Guerra […]
Me acordé de que alguna vez había oído hablar a mi padre
de ese prólogo de Bergamín, que justificaba la persecución y las matanzas de la
gente del POUM y negaba a sus dirigentes el derecho a cualquier defensa
[aquello venía a toro muy pasado: ya se les había negado de hecho a unos
cuantos, torturados y encarcelados o ajusticiados sin juicio], como de una gran
indecencia, una más de las muchas en que incurrieron no pocos intelectuales y
escritores españoles de uno y otro bando durante la Guerra, y aún más a su
término los del victorioso […]
“Es imposible que creyera lo que escribió”. El texto de
aquel “amante de la verdad” hacía buena pareja con el cartel o viñeta que,
según Orwell y otros, circuló ampliamente por Madrid y Barcelona en la
primavera del 37, y en el que se representaba al POUM quitándose una careta con
la hoz y el martillo para dejar al descubierto un rostro atravesado por una
svástica. No se había excedido mi padre al hablar de indecencia.
Fragmentos
seleccionados de Tu rostro mañana. 1 Fiebre y lanza, Javier Marías
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