jueves, 31 de enero de 2013

Un favorito de nadie





“Nací en Blunderstone, en Suffolk, o “por allí cerca”, como dicen en Escocia.

“Dios es testigo de que una sola palabra afectuosa que me hubiesen dirigido en aquel momento habría hecho de mí un ser diferente para toda la vida. Una palabra de aliento o explicación, de piedad por mi ignorancia infantil, de bienvenida por mi llegada, de seguridad de que aquél seguía siendo mi hogar, me hubieran hecho querer de corazón a aquel hombre [Eduardo Murdstone], en vez de haber de fingirlo con una apariencia hipócrita. Incluso habría llegado a respetarle en vez de aborrecerle. Creo que mi madre se disgustó mucho viéndome de pie en la estancia, torvo y como ausente, y recuerdo que me siguió con la mirada cuando busqué una silla para sentarme, acaso lamentando no verme obrar con la infantil libertad de antes; pero la palabra a que me refiero no fue pronunciada y la oportunidad de que resultase eficaz se disipó.”

“Entonces me golpeó como si quisiera matarme. En medio del ruido que provocábamos, yo oía gritar a mi madre y a Peggotty, así como carreras en la escalera. Luego Murdstone se fue, cerrando la puerta con llave, y yo quedé tendido en el suelo, ardiendo de fiebre, lacerado, deshecho, furioso por aquel injusto modo de castigarme.
¡Qué bien recuerdo, hoy que la pasión de aquella hora se ha calmado, el anormal silencio que reinaba en toda la casa! ¡Qué bien recuerdo lo malvado que, cuando mi ira y mi dolor principiaron a suavizarse, me reconocí!”

“Me veo sentado en las estancias mal iluminadas, con la cabeza sostenida en la mano, oyendo las desastrosas tocatas del profesor [Mell] y estudiando mis lecciones del día siguiente. Me veo cerrando los libros y creyendo escuchar a través de los sones de la flauta los ruidos habituales de mi antiguo hogar y el silbido del viento en las playas de Yarmouth, y sintiéndome dolorosamente triste y solo. Me veo dirigiéndome hacia mi lecho a lo largo de aposentos deshabitados y llorando, al borde de él, en mi ansia de una palabra cariñosa de Peggotty. Me veo bajando la escalera temprano de mañana, mirando, por la enorme hendidura que existía en una ventana de la escalera, la campana que pendía sobre una construcción exterior coronada por una veleta, y temiendo el momento en que su badajo llamase a clase a Steerforth y a los demás alumnos. Con todo, tan tremendo instante era secundario, en mis inquietudes, en comparación al espantable en que el hombre de la pata de palo abriese la puerta de la tapia para dar ingreso al amedrentador señor Creakle.”

“Me enteré de que [el profesor Charles] Mell no era mala persona, pero que no tenía dinero ni para mandar cantar a un ciego y que, indudablemente, su anciana madre era pobre como Job.”


“Mell, al que siempre encomendaban las misiones más difíciles, hubo de hacerse cargo de todo el colegio.
Si cupiese asociar la idea de un toro o un oso con un ser tan inofensivo como el señor Mell, podría decirse que aquella tarde se halló como un ejemplar de aquellas especies acosado por un millar de perros, al alcanzar el tumulto escolar su culminación. […]
En una palabra, escarnecían cuanto hubiera debido motivar mayor respeto hacia él.”

“En resumen, yo no era, ni mucho menos, un favorito de nadie, ni aun de mí mismo, porque quienes me querían no podían exteriorizarlo, y los que me tenían aversión lo exteriorizaban tan elocuentemente, que yo vivía en la constante certeza de parecer a todos cohibido, torpe y obtuso.
Comprendía que les molestaba tanto como ellos a mí.
Era un tormento tener que permanecer sentado tiempo y tiempo en la misma actitud, sin poder mover ni una pierna ni un brazo, por temor a que la Murdstone se quejara de mi turbulencia, como lo hacía al menor pretexto, y sin osar dirigir la vista a parte alguna, para no dar a aquella mujer nuevos motivos de reproche.”

“La madre que yacía en su tumba era la madre de mi infancia; la criatura que dormía en sus brazos [su hermano menor] era yo mismo, tal como había sido en otros tiempos, descansando ahora, silencioso para siempre, sobre su regazo…”

“Él no podía soportarme [Eduardo Murdstone, su padrastro], y al apartarme de sí, creo que procuraba olvidar sus deberes conmigo… y lo conseguía.
No era que me tratasen mal abiertamente. No me pegaban, ni me mataban de hambre, pero el mal que me hacían no tenía intervalos de bondad: se me infería de modo sistemático e inflexible. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, yo era fríamente descuidado. Me pregunto a veces, cuando pienso en ello, que habrían hecho si yo enfermara entonces; si me habrían dejado languidecer en mi cuarto, abandonado a mi soledad habitual, o si alguno de ellos [de los Murdstone] habría acudido a asistirme.”

Justo eso es lo que le ocurre a su madre y a su hermano pequeño, del que no sabemos su nombre. Me pregunto si podría trasladarse la pregunta a un nivel general. Qué ocurriría si descuidáramos sistemáticamente la educación [la enseñanza, en particular] y la sanidad.
Creo que no hay pregunta más pertinente en este momento.

“Aunque comprendí muy bien que de lo que se trataba, en realidad, era de deshacerse de mí, no supe concretamente si alegrarme o lamentarlo […] y así ataviado y con cuanto poseía de ropas y efectos guardados en un baulillo que llevaba ante mí, me veo, repito, sentado como un pobre niño solo en el mundo (según hubiera dicho la señora Gummidge), en la silla de postas en que Quinion se dirigía a tomar la diligencia de Yarmouth…”

“Ahora que conozco el mundo bastante, he perdido casi en absoluto la facultad de asombrarme por nada; pero, aún así, todavía me causa cierta sorpresa la facilidad con que me sacaron de casa a la edad que tenía. Siendo un niño de buenas cualidades, dotado de grandes capacidades de observación, listo, de fácil comprensión, delicado, muy susceptible a cualquier daño físico o moral, paréceme extraño que nadie se hiciese cargo de mi situación. Pero nadie se lo hizo; y así me convertí, a los diez años de edad, en un obrero al servicio de la casa Murdstone y Grinby. […] No hallo palabras adecuadas para expresar la íntima congoja de mi alma cuando caí entre semejante compañía. Comparaba aquellos muchachos, mis constantes camaradas de allí en adelante, con los de mi más feliz niñez, es decir, con Steerforth, Tradles y los demás y sentía que todas mis esperanzas de convertirme en un hombre culto y distinguido caían por su base.”






“Cuando ahora voy de Southwark a Blackfriars y vago, a las horas de comer por calles oscuras cuyas losas pudieron haber sido pisadas antaño por mis infantiles pies, pienso en cuántas van faltando ya de aquellas gentes que solían desfilar por mi mente al recordar el eco de la voz del capitán Hopkins. Y cuando mis memorias tornan a aquella lenta fortuna de mi niñez, asómbrame el pensar en las muchas historias que he imaginado para cada uno de aquellos personajes reales, colocándolas, como una bruma de mi fantasía, sobre tantos hechos que recuerdo perfectamente. Y cuando cruzo esos viejos lugares, veo sin extrañeza alguna, y le compadezco, a un niño inocente y romántico, que camina ante mí, construyéndose un mundo imaginativo peculiar, al margen de cosas tan extrañas y tan sórdidas experiencias…”

Textos seleccionados de David Copperfield I, Charles Dickens




domingo, 27 de enero de 2013

Todo, o casi todo, ha sido ya escrito




Textos seleccionados de Diario del Nautilus, Antonio Muñoz Molina


“En cierta noche lluviosa de 1909, el guarda del cementerio donde aquella tarde había sido enterrada una muchacha oyó bajo sus pies un grito sordo como un lejano rumor cuando caminaba entre las tumbas sosteniendo un farol cuya claridad se deshacía contra el telón de lluvia. Era un grito largo y sofocado bajo la tierra, y cuando el guardián y el niño que lo acompañaba se detuvieron junto a la tumba de la muchacha recién sepultada oyeron también los acuciantes arañazos que rasgaban la mortaja y el forro acolchado del ataúd como queriendo traspasar la puerta hermética de la muerte, que no vuelve a abrirse nunca. Sigue contando, rogaba yo, avariciosamente, cuéntame lo que pasó cuando abrieron la caja. Volvieron con azadones y palas y excavaron en el barro y luego en la tierra oscura hasta levantar el ataúd, pero entonces el grito y los arañazos habían dejado de oírse. La muchacha tenía los ojos abiertos y fijos frente a la lluvia, y el niño que medio siglo después era mi abuelo y me contaba la historia advirtió que había perdido las uñas y las yemas de los dedos y que sus manos rotas seguían curvadas por la desesperación de horadar la madera y la tierra y regresar de la muerte.”

Preciosa la forma en la que está contada. Mi abuela me contó una vez sobre lo ocurrido cuando trasladaron el cementerio viejo al nuevo, que es de 1920. Llamaron a los familiares para disponer de los restos de sus difuntos y encontraron algunos signos que mostraban la evidencia de sepultados en vida, regresados de un episodio de catalepsia.
Años más tarde, en el Instituto, Clara me habló de un capítulo de la serie de Hitchcock, “Final Escape”.
Lo recordé durante mucho tiempo porque en los primeros noventa leí una noticia en el periódico de una joven a la que dieron por muerta tras ingerir una dosis letal de pastillas y alcohol. La fortuna quiso que, poco después, un empleado [de seguridad, si mal no recuerdo] se propusiera abusar de ella y la sacó de la cámara con tal objeto. El calor de otro cuerpo la permitió regresar a la vida. Como resultado, los familiares directos de la chica no quisieron denunciarlo, no así el Hospital o la Clínica en la que trabajaba el necrófilo.
En el 2002, cuando se estrenó Hable con ella, no pude dejar de relacionarla con esta noticia. Fue en un país del norte de Europa, no podría precisar cuál.


“Ha cruzado el río donde la memoria termina, aquel Leteo que los geógrafos antiguos hallaron al otro lado de las columnas de Hércules, y cuyo nombre perduró tras la venida de los árabes, que lo llamaron Guadalete. En él, y en las tinieblas marítimas del Finisterre, se acababa el mundo, en la frontera del olvido, reino de mares no visitados por nadie y criaturas tan inconcebibles que sólo el miedo podía borrosamente nombrarlas.”

“Esta mañana, mientras tomábamos el aperitivo en la penumbra de la biblioteca, Márquez me dijo el nombre del río, Guadalete, y apeló a un par de diccionarios geográficos para explicarme su etimología. Siento no haberlo escuchado entonces; supongo que si lo hubiera hecho no habría sabido evitar nada. Márquez abrió uno de sus diccionarios y buscó la palabra, deteniendo en ella su dedo índice, pero yo casi no le hice caso; atento a mi martini, a la ventana que da a la pista de tenis, a las dunas de este lado, al río. “Palabra compuesta de una doble raíz griega y árabe”, dijo Márquez, leyendo.

Las aguas del olvido, Antonio Muñoz Molina


jueves, 24 de enero de 2013

As time goes by




Fragmentos de Diario del Nautilus, Antonio Muñoz Molina
Quevedo dio forma para siempre a esa inútil rebelión en un soneto prodigioso donde las cenizas de un amante quedan convertidas no en reliquias, sino en señales vivas de la pasión que lo alentó.”

Amor constante, más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría, 
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

[Quevedo, Francisco de: Obra poética, tomo I, ed. de José Manuel Blecua



“para escuchar las palabras que parecen pronunciadas en este mismo instante y para cada uno de nosotros. Tócala otra vez, Sam, suplica en voz muy baja, acodada en el piano, al filo del recobrado fervor y acaso de la culpa, y el pianista negro inicia la canción y el himno íntimo de todos los desterrados que alguna vez quisieron regresar a Casablanca.”




lunes, 21 de enero de 2013

Cuestión de experiencia



“Lo cierto es que [Samuel Jonson] era un reaccionario furibundo, xenófobo y profundamente religioso, pero aun así su sentido común a menudo era imbatible. Alguien le mencionó una vez que el obispo Berkeley sostenía que la materia no existía y que su argumentación era irrefutable. Indignado, alzó la voz: "¡Así la refuto yo!", y golpeó con la planta del pie una gran piedra del suelo. 

"Era el reverso del progresismo de la Ilustración francesa, un conservador, misógino y ridículo", señala Savater. Lo interesante, según el filósofo, no es tanto Johnson como el libro que Boswell escribió sobre él, que lo convierte en un personaje literario y que hierve de anécdotas sobre los círculos culturales del Londres dieciochesco.” 



Es curioso observar que el empirismo inglés, que en Bacon y en Hobbes es una afirmación de la experiencia, es ya desde Locke una crítica de la experiencia. Idealizada, ésta experiencia sólo puede llevar a un tipo de experiencia puramente mental, como en el caso de Berkeley, o a una experiencia puramente escéptica en cuanto al valor de la experiencia misma, como en el caso de Hume. 

Solomon Barber y su escritorio de santo Tomás de Aquino. 

“Por ejemplo, yo no sabía nada del plan de Berkeley para educar a los indios de las Bermudas y tampoco sabía nada de los años que pasó en Rhode Island. Todo eso fue una sorpresa para mí, pero lo mejor del libro es la parte en que Barber relaciona las experiencias de Berkeley con sus trabajos filosóficos sobre la percepción. Me pareció muy hábil y original, muy profundo.” 



“Voy a dejarle mi dinero a él. Habrá algo para la señora Hume, naturalmente, pero el resto será para mi hijo. El pobre diablo se ha destrozado la vida de tal modo que puede que le venga bien. Es una calamidad, gordo, soltero, sin hijos, depresivo, un desastre andante. A pesar de su inteligencia y su talento, su carrera profesional ha sido una larga catástrofe. Le echaron de su primer puesto en el año cuarenta y tantos a causa de un escándalo (por acosar a los estudiantes del sexo masculino, según creo) [Sócrates] y luego, justo cuando empezaba a rehacerse, le pilló la persecución de Mc Carthy y volvió a hundirse hasta el fondo. Se ha pasado la vida en los sitios más remotos que se pueda imaginar, enseñando en universidades de las que nadie ha oído hablar.” 



“Siempre hay un propósito en lo que yo hago, recuérdelo. Cuando me muera, quiero que se la mande [mi autobiografía] junto con una carta explicándole cómo se escribió. ¿Está claro?” 

“Todo el mundo tiene derecho a conocer su pasado. No puedo hacer mucho por él, pero al menos puedo hacer eso. […] Así es, aunque él prefiriese no conocerlo.” 

“El año siguiente pasó muchas noches redactando una novela basada en la desaparición de su padre. […] El libro se titulaba La sangre de Kepler, y estaba escrito en el estilo sensacionalista de la literatura barata de los años treinta. En parte novela del Oeste y en parte ciencia ficción, el relato iba dando tumbos de un hecho improbable al siguiente, avanzando con el implacable impulso de un sueño.”










George Berkeley [1685 -1753], también conocido como el obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo, resumido en la frase “esse est percipi aut percipere” («ser es ser percibido o percibir»). Su doctrina también se conoce como inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa. 


La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke había dudado sobre el conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más allá. En su juventud, Berkeley propuso que no se puede saber si un objeto es, sólo puede saberse un objeto siendo percibido por una mente. Declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son ideas semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo, y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos. Los conceptos abstractos de Locke no existen para Berkeley, ni en la naturaleza ni en el espíritu, son una ficción. Las ideas siempre conservan su particularidad. No es la abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible extender observaciones particulares a lo general. 

En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos que se pueden conocer. Cuando se habla de un objeto real en realidad se habla de la percepción del objeto. Los cuerpos no son más que haces de percepciones. 

Esto plantea la cuestión de si los objetos son objetivos en el sentido de ser el mismo para diferentes personas, y, de hecho, si tiene sentido el concepto de existencia de otros seres humanos más allá de la percepción de los mismos. Berkeley argumenta que dado que experimentamos a otros humanos cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna actividad que emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del mundo son consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es idéntico o similar para todos. 

En consecuencia: 

1. Todo conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción directa. 

2. El error proviene de considerar en detalle las percepciones. 

3. El conocimiento del mundo empírico puede purificarse y perfeccionarse eliminando todo el pensamiento y quedándose sólo con las percepciones puras. 

De esto se sigue que: 

1. La forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las percepciones puras, sin intervención del intelecto. 

2. Si los individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de conocer los secretos más profundos del mundo natural y del mundo humano. 

3. La meta de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas, purificándolas. 

Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una realidad trascendente y la considera objeto de conocimiento. La realidad de los cuerpos es su condición de ser percibidos y el que las percibe debe por tanto de existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es la única clase de sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu, como en la metafísica tradicional. Algunas de las ideas que tiene este espíritu implican la influencia de Dios para que se produzcan de forma coherente. Es decir, el mundo material son las percepciones que Dios nos hace tener. Pero como Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo serán. Dios no sería entonces el distante ingeniero de los mecanismos newtonianos que a lo largo del tiempo causan el crecimiento de un árbol en el jardín de la universidad. En lugar de esto, la percepción del árbol es una idea en Dios, y el árbol sigue existiendo cuando aparentemente nadie lo percibe simplemente porque Dios lo observa constantemente. Dios es, para Berkeley, el garante del orden que se halla entre todas las ideas. 

En relación a la física newtoniana, Berkeley le concedió un carácter únicamente utilitarista. Para él, las herramientas matemáticas empleadas en la elaboración de la física de su tiempo son otra clase de ideas no-generales. Ejemplificó este extremo señalando que al pensar un triángulo no se opera sobre una idea abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene siempre aparejada de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto su realización particular en la mente. En consecuencia, las tesis científicas son construcciones matemáticas que predicen resultados más o menos adecuados a lo percibido, no obstante careciendo de una aprehensión de la esencia de tales cosas. Por otro lado, Berkeley rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una visión relativista. 

Schopenhauer escribió a propósito del mérito de la obra de Berkeley "(...) fue, por tanto, el primero en tratar el punto de partida subjetivo realmente en serio y en demostrar irrefutablemente su absoluta necesidad. Es el padre del idealismo..." 

Su idealismo subjetivo: El ser de las cosas es ahora el ser dado a la conciencia. [Inmaterialismo]. Así llegamos a formular la tesis completa, que dice así: "Esse est percipere et percipi", ser es percibir y ser percibido. 

El obispo Berkeley ataca directamente ese concepto de substancia extensa y de materia. 

Berkeley no comprende cómo y por qué privilegia Locke estas cualidades primarias, y al carácter de puras vivencias del yo les añade además el de ser reproducciones fieles de una realidad existente en sí y por sí, fuera del yo. 

Si el sabor o el color son vivencias [cualidades secundarias] y como puras vivencias no tienen otra realidad que la de ser vivencias, “mis” vivencias, del mismo modo, la extensión, la forma, el número, el movimiento [cualidades primarias], son también vivencias […] no hay en ellas ninguna nota que nos permita trascender de ellas como vivencias para afirmar la existencia metafísica en sí y por sí de las cualidades que ellas mentan. 

“Ser” es ser-percibido. La percepción, como vivencia, es lo único que constituye el ser. 

No me es dado en ninguna parte un ser que no sea percibido por mí. El ser de las cosas es la vivencia que de ellas tenemos. 

Más allá de mis vivencias no existe nada: más allá de lo que se ve, de lo que se toca, de lo que se oye. Algo que exista sin poder ser visto, oído, tocado, no existe para la mente humana natural y espontáneamente. 

Olvida el obispo Berkeley que la mente humana espontánea y naturalmente es realista, no idealista: 

Pone primero la existencia en sí y por sí de las cosas, del objeto conocido. Las cosas existen con independencia a nuestra percepción. 

Niega la existencia de la sustancia material pero, en cambio, mantiene y afirma la existencia de la substancia espiritual, del alma. El yo me es conocido por una intuición directa: Yo soy una cosa que piensa [res cogitans], un espíritu que tiene vivencias pero a mis vivencias no les corresponde nada fuera de ellas. 

Debo suponer que hay motivos suficientes para afirmar ahora la existencia de un espíritu que sea el que ponga en mí todas esas vivencias [Dios]. 

Esas vivencias no se ponen en mí ellas solas, las pone en mí Dios, que es puro espíritu, como yo: 

Nosotros vivimos, nos movemos y estamos en Dios. 

Berkeley lleva a cabo la eliminación del objeto como cosa [objeto como impresión o idea]. 

Berkeley advierte que pensar una cosa en sí misma [como entidad subsistente] es una contradicción, porque es pensar una cosa en cuanto que no es pensada. [No es pensar una cosa como idea sino como algo fuera de la mente]. 



Apuntes de Lecciones preliminares de Filosofía; Manuel García Morente. 



En resumen, las teorías espiritualistas o idealistas giran en torno a la idea de que la realidad es siempre algo que se nos aparece en la conciencia, sea en forma de percepción o de pensamiento. Para el idealismo, las "cosas materiales" no tienen entidad propia. Y no tienen entidad propia porque no existen más que como apariciones/representaciones en la conciencia. Solo son algo en la medida en que son percibidas o pensadas. 



El idealismo subjetivista de Berkeley. Según este filósofo empirista, “ser es ser percibido”. ¿Esto qué quiere decir? El obispo Berkeley realiza un análisis de lo real según el cual todo aquello a lo que atribuimos realidad “objetiva” no es más que un dato que aparece en la conciencia de un sujeto. Objetos, formas, colores, movimientos, materia, mundo, todo cuanto hay, constituye una aparición en mi conciencia, o, dicho de otro modo, constituye una “idea”. 


Charlie Bacon

“La señora Hume salió temprano por la mañana para ir a buscar a su hermano al hospital. […] Le expliqué que se suponía que el hermano de la señora Hume no estaba bien de la cabeza, pero que, como yo no le conocía, no estaba muy seguro de lo que eso quería decir. Charlie Bacon resultó ser un hombre grande, de unos cincuenta y tantos años, con la cara blanda, el pelo rojizo y escaso y unos ojos vigilantes e inquietos. Apareció con su hermana en un estado más bien aturdido y exaltado (era la primera vez que salía del hospital desde hacía más de un año) y durante los primeros minutos no hizo otra cosa que sonreírnos y darnos la mano. […] Llevaba el auricular puesto en el oído todo el rato y cada dos o tres minutos metía la mano en el bolsillo y movía los diales de la radio. Cada vez que lo hacía, cerraba los ojos y se concentraba, como si estuviera escuchando mensajes de otra galaxia. […] 

Las bombas H. Hay docenas de ellas almacenadas en túneles subterráneos y no paran de cambiarlas de sitio para que los rusos no sepan dónde están. Debe haber cientos de emplazamientos diferentes, allá en las profundidades de la ciudad, mucho más abajo que el metro. […] 

Para poder protegernos. No sé qué pensará usted, pero a mí no me hace demasiado feliz la idea de que me vuelen en pedazos. Alguien tiene que enterarse de lo que pasa, y si nadie más lo hace, supongo que ese alguien tendré que ser yo. […] 

Nos dijo que había hecho su entrenamiento como bombardero durante la guerra en Wendover, en mitad del desierto, destruyendo ciudades de sal en miniatura. Realizó treinta o cuarenta misiones volando sobre Alemania y luego, al final de la guerra, volvieron a mandarle a Utah y le pusieron en el programa de la bomba A. 

-Se suponía que no teníamos que saber lo que era –dijo-, pero yo lo descubrí. Si hay que encontrar una información, se puede estar seguro de que Charlie Bacon la encontrará. […] Yo estaba incluido en la tripulación del siguiente avión, tres días después, el que iba a Nagasaki. Por nada del mundo iban a obligarme a hacer eso. La destrucción a esa escala es cosa de Dios. Los hombres no tienen derecho a meterse en algo así. Les engañé fingiendo que estaba loco. […] no iba a permitirles que me convirtieran en agente de la destrucción. No, señor, prefería volverme loco a tener eso sobre mi conciencia. En mi opinión, no lo habrían hecho si los japoneses fuesen blancos. Los amarillos les importan un comino. […] Es como repetir otra vez las matanzas de indios. Ahora tenemos bombas H en lugar de bombas A.” 





Sir Francis Bacon, primer Baron Verulam, Vizconde de St Albans [15611626], canciller de Inglaterra, fue un célebre filósofo, político, abogado y escritor.
Es considerado el padre del empirismo. Sus obras y pensamientos ejercieron una influencia decisiva en el desarrollo del método científico


Se propuso ante todo reorganizar el método de estudio científico. Percibió que el razonamiento deductivo destacaba entonces a expensas del razonamiento inductivo y creyó que, eliminando toda noción preconcebida del mundo, se podía y debía estudiar al hombre y su entorno mediante observaciones detalladas y controladas, realizando generalizaciones cautelosas. Para ello, el estudio que el hombre de ciencia hace de los particulares debe realizarse mediante observaciones que deben validarse. Los científicos deben ser ante todo escépticos y no aceptar explicaciones que no se puedan probar por la observación y la experiencia sensible (empirismo). 

Los escritos de Bacon se engloban en tres categorías: filosófica, literaria y política. Sus mejores obras filosóficas son El avance del saber (1605), y Novum Organum o Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza (1620). 

La filosofía de Bacon influyó en la creencia de que la gente es a la vez sierva e intérprete de la naturaleza, de que la verdad no se deriva de la autoridad y que el conocimiento es fruto ante todo de la experiencia. Se le reconoce haber aportado a la Lógica el método experimental inductivo, ya que anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo conclusiones generales de datos particulares. El método de Bacon consistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del mayor grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas. 

Su Novum Organum influyó mucho en la aceptación en la ciencia de una observación y experimentación precisas. En esta obra mantenía que había que abandonar todos los prejuicios y actitudes preconcebidas, que llamó en griego eidola o ídolos, ya fueran la propiedad común de la especie debido a modos comunes de pensamiento ("Idola tribus") o propios del individuo ("Idola especus"); ya se debieran a una dependencia excesiva del lenguaje ("Idola fori") o de la tradición ("Idola teatri"). Los principios que se plantean en Novum Organum tuvieron gran importancia en el subsiguiente desarrollo del empirismo

Como escritor, se le debe además la creación del género ensayístico en inglés, con sus Essays, (1597) que siguen la estela de Montaigne, en los que muestra un estilo en apariencia poco ornamentado, y una gran capacidad aforística. En su Nueva Atlántida ofrece la primera utopía tecnológica, donde los gobernantes serán los científicos de la "Casa de Salomón", especie de gran universidad donde se concentraría el conocimiento. Previó en su época grandes adelantos científicos como máquinas voladoras, submarinos y telecomunicaciones. 

Dentro de la doctrina baconiana se hallan dos grandes e importantes tópicos que se van desarrollando durante su estudio. El primero de ellos es un estudio exhaustivo sobre los problemas del método científico; el segundo hace referencia a la técnica aplicada a la vida humana. Bacon emprende una lucha decisiva focalizada en Aristóteles, debido a que éste había, según él, imposibilitado el progreso de la ciencia aplicada. Tanto en la Antigüedad como en la Edad Media no concibieron la posibilidad de mejorar las condiciones de vida humana por medio de los descubrimientos de la ciencia aplicada; por ello Bacon orientó su atención a tal problema, proclamando una ruptura concentrada específicamente en la doctrina de Aristóteles, pues éste pensador, según Bacon, es quien manifestó los más grandes errores que alimentaban a la época renacentista, hasta tenerlo como modelo. 

Además criticaba su ineficaz método; su inutilidad práctica, debido a que éste así como su filosofía tenían solo una utilidad discursiva, dispuesta únicamente para debates y discusiones, pero no en provecho de producir obras que sirvieran a la vida humana; pues la llegada de la revolución industrial impondría más adelante nuevos desafíos en donde los hombres hallarían en la tierra toda serie de materiales, que querrían posteriormente darle usos prácticos a lo que la lógica Aristotélica no acogería, por no ser de utilidad, tales casos: 

“La lógica en uso [aristotélica] es más propia para conservar y perpetuar los errores que se dan en las nociones vulgares que para descubrir la verdad: de modo que es más perjudicial que útil.” 

Bacon (1984, Libro I, Aforismo 12) 

Bacon se refiere a la lógica aristotélica como aquella que deja sin bases a la investigación científica, porque su silogística gira en torno a un grupo de conocimientos, con el fin de sólo reafirmarlos, a esto llama anticipaciones de la naturaleza; a su propuesta metodológica la designa interpretaciones de la naturaleza, éstas consistían en tener un acercamiento sistemático a la experiencia y así, gradualmente ascender a premisas generales, para después retornar al estado sensible y hallar el carácter práctico del conocimiento, pero para llevar a cabo lo anterior, se debe aplicar la verdadera inducción que va en contra de la inducción por enumeración simple; ésta última, es rechazada en sus conclusiones, al tropezarse con un caso, donde las mismas (conclusiones) no pueden aplicarse. Es por ello que la verdadera inducción es la más viable, en cuanto que, toma los casos negativos y tras un gran número de ellos, concluye los afirmativos. 

En el caso de Francis Bacon, la experiencia conducirá a una filosofía de la ciencia y a una filosofía de la felicidad humana mediante el empleo de la técnica. 



La inducción es, de manera general, el método empleado por las ciencias experimentales. 

Consiste en un razonamiento que pasa de la observación de los fenómenos a una ley general para todos los fenómenos de un mismo género. La inducción es una generalización que conduce de los casos particulares a la ley general. 

Basada en la experiencia de algunos casos de un fenómeno, pasa a dar una ley para todos los casos de los fenómenos de la misma especie. 

En este mismo paso de lo particular a lo general reside el problema de la inducción: Es imposible observar todos los casos de un fenómeno; existirá siempre una distancia entre los fenómenos observados y la ley general establecida. 

La deducción empieza por las ideas generales y pasa a los casos particulares. 

En la inducción se salta de una observación limitada a una generalización ilimitada. 

La deducción implica certidumbre y exactitud; la inducción, probabilidad. 



Introducción a la Historia de la Filosofía, Ramón Xirau.





jueves, 17 de enero de 2013

Trate de verlo en su cabeza


Textos de El Palacio de la Luna, de Paul Auster


“Intentaba separarme de mi cuerpo, eludir mi dilema fingiendo que no existía. Otros habían recorrido ese camino antes que yo y todos habían descubierto lo que yo acabé descubriendo por mí mismo: la mente no puede vencer a la materia, porque cuando se le pide demasiado, demuestra rápidamente que también ella es materia. Para elevarme por encima de mi circunstancia tenía que convencerme de que yo ya no era real y el resultado fue que toda la realidad empezó a oscilar ante mí. Cosas que no estaban allí aparecían de repente ante mis ojos y luego se desvanecían.”

“El médico asentía cortésmente, pero era evidente que no entendía nada de lo que le decía. Cuando pasé a explicarle la vida que había llevado durante los dos últimos años, ví que se sentía realmente incómodo. Esto me frustró, y cuanta más incomprensión demostraba él, más desesperadamente trataba yo de aclararle las cosas. Sentía que mi humanidad estaba en juego de alguna forma. No importaba que fuese un médico militar, era también un ser humano y nada me parecía más importante que conectar con él.

“Como me había dicho una vez el tío Víctor hacía mucho tiempo, una conversación es como tener un peloteo con alguien. Un buen compañero te tira la pelota directamente al guante, de modo que es casi imposible que se te escape; cuando es él quien recibe, coge todo lo que le lanzas, incluso los tiros más erráticos e incompetentes. Eso era lo que hacía Kitty. […] Me hacía parecer mejor de lo que era y eso aumentaba mi confianza en mí mismo, lo cual a su vez me ayudaba a realizar tiros menos difíciles para ella. En otras palabras, empecé a hablarle a ella en lugar de a mí mismo, y el placer que eso me proporcionó fue mayor que ninguno que hubiera experimentado en mucho tiempo.”

“No estoy hablando solamente de sexualidad ni de las permutaciones del deseo, sino de un espectacular derrumbe de muros interiores, de un terremoto en el corazón de mi soledad. Me había acostumbrado de tal modo a estar solo que no creí que algo semejante pudiera ocurrirme.”

“Ni siquiera se podía establecer un contacto visual con él, porque Effing era ciego, o al menos fingía serlo, y el día en que fui a su casa para la entrevista llevaba dos parches negros sobre los ojos.”
“Tal vez mi impresión inicial de él fuera causada por el hecho de que no reaccionó a nuestra entrada. La señora Hume le anunció que yo había llegado.”
“Ya no era un semicadáver comatoso perdido en vagas ensoñaciones; se había vuelto todo vigor y atención, una hirviente masa de energía resucitada. Según supe más adelante, ése era el verdadero Effing, si verdadero es una palabra que pueda emplearse para referirse a él. Su personalidad se basaba en tan gran medida en la falsedad y el engaño que era casi imposible saber cuándo decía la verdad. Le encantaba engañar al mundo con sus experimentos y súbitas inspiraciones, y de todos los números que montaba, su preferido era el de hacerse el muerto.”
“A pesar de los parches negros que llevaba sobre los ojos, noté que dirigía su mirada hacia mí.
-Contésteme, señor Fogg –dijo-. ¿Es usted un hombre de visión clara?
-Antes pensaba que sí, pero ya no estoy tan seguro.
-Cuando tiene una cosa ante sus ojos, ¿es capaz de identificarla?
-Generalmente, sí. Pero hay veces en que resulta bastante difícil. […]
-¿Ha sacado alguna conclusión respecto a los parches?
-Nada concreto. Mi primera idea fue que era usted ciego, pero en realidad eso no es lógico. […] Tal vez los parches oculten algo peor que la ceguera. […] Hay muchas respuestas posibles a su pregunta. En este momento no dispongo de suficiente información para decir cuál es la respuesta exacta. En el fondo, lo único que sé con certeza es que lleva usted parches en los ojos. Puedo afirmar que están ahí, pero no sé el porqué.
-En otras palabras, no da nada por sentado.
-Puede ser peligroso. Sucede a menudo que las cosas son distintas de lo que parecen, y uno puede meterse en líos por precipitarse en sus conclusiones. […]
Tal vez no pueda ver ni andar, pero tengo otros poderes, poderes que pocos hombres han dominado. […]
-Poderes mentales. Una fuerza de voluntad capaz de moldear el mundo físico y darle la forma que yo quiera.
-¿Recuerda el apagón de hace pocos años?
-Exactamente. Fui yo quien lo causó.  […]
Ojalá el mundo entero tuviera que vivir en la misma oscuridad que yo. […]
-Pudo ser una coincidencia.
-Las coincidencias no existen. Esa palabra sólo la usan los ignorantes. Todo lo que hay en el mundo está hecho de electricidad, tanto lo animado como lo inanimado. Hasta los pensamientos emiten una carga eléctrica. Si son lo bastante fuertes, los pensamientos de un hombre pueden cambiar el mundo que le rodea. No lo olvide, muchacho.
“-Tengo los poderes humanos normales, supongo, pero nada más. Puedo comer y dormir. Puedo andar de un sitio a otro. Puedo sentir dolor. A veces puedo incluso pensar. […]
-¿Está usted seguro de estar vivo, muchacho? Puede que únicamente imagine que lo está.
-Todo es posible. Puede que usted y yo seamos sólo quimeras, que no estemos realmente aquí. Sí, estoy dispuesto a considerar eso como posibilidad. […]
-Si le contrato, Fogg, probablemente llegará usted a odiarme. Recuerde que es todo por su bien. Hay un propósito oculto en todo lo que hago, y no es usted quien ha de juzgarlo.

“-No me lo dijo. Esa es una de las cosas que aprenderá del señor Thomas. Nunca te dice nada que no quiera decir.”

“Recuerde, Fogg –añadió-, nunca dé nada por sentado. Sobre todo cuando trate con una persona como yo.”

“Al escribir la palabra Thomas, probablemente se había acordado de la expresión doubting Thomas. El gerundio había dado paso a otro: fucking Thomas, que en aras de la convención se transformó en f-ing. De ahí Thomas Effing, el hombre que se había jodido la vida. Dado su gusto por las bromas crueles, me imaginé lo satisfecho que se habría sentido consigo mismo”. [Doubting Thomas es una expresión común que se aplica a quien duda de todo. (En referencia a Santo Tomás, que dudó de la resurrección de Jesús.) Fucking Thomas sería “Tomás, el que jode”.]

Santo Tomás de Aquino, el filósofo de la fe. [1225-1274]
Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos:
"la Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1).
-Valoró la experiencia sensible y el poder de la razón con una filosofía que mostraba una vigorosa tendencia hacia lo concreto.
-Realizó la síntesis más acabada entre el aristotelismo y la doctrina cristiana.
-A partir de la filosofía cristiana, y de que el cristianismo se convierte en la gran ideología de Europa, la teología adquiere un peso mayor del que había tenido nunca. En primer lugar, la teología está al servicio de una Iglesia que es muy poderosa en Europa.
La Iglesia católica de la Edad Media –en aquel momento la única que había, antes de sus distintas fracturas- era la gran fuente de poder ideológico que había en Europa y los teólogos eran los administradores de ese gran poder que era la religión católica.
-Si todos vinculaban la filosofía a la teología, algunos simplemente la supeditaban y otros le otorgaban algún grado de autonomía.
-A pesar de que era un hombre ortodoxo religiosamente –llegó a santo de la Iglesia- algunas de sus aportaciones llegaron a ser importantes y casi diría revolucionarias. Se convirtió en defensor de las doctrinas de Aristóteles, cuyos libros eran vistos con sospechas por parte de los teólogos católicos. Por una parte, porque era pagano. Y, por otra, porque las obras de Aristóteles habían sido conservadas por el mundo árabe, de modo que las sospechas eran dobles: era un pagano que les llegaba a través de los árabes.
-Su familia esperaba que hiciera carrera en la jerarquía eclesiástica. La orden dominica [en la que decidió ingresar], al igual que la franciscana, no ofrecía a sus miembros más futuro que el de frailes mendicantes.
-El corpulento novicio, además de medir casi dos metros de altura era bastante obeso
-Fue enviado a la Universidad de París para hacerse cargo de una de las dos cátedras que los dominicos regentaban allí. Los franciscanos tenían bajo su dominio sólo una. El resto eran impartidas por maestros seculares.
-Los conflictos, alentados por los maestros seculares, empezaron por razones circunstanciales entre algunos estudiantes y las autoridades del claustro docente, pero pronto derivaron en enfrentamientos entre los partidarios de los hermanos mendicantes y los que no querían verlos en la universidad. El claustro creó medidas arbitrarias contra los maestros religiosos.
-El líder de los maestros seculares, Guillermo de Saint-Amour, hizo difundir un escrito en el que se responsabilizaba a los dominicos y franciscanos del malestar reinante en la universidad. También les atribuyó falsamente un libelo injurioso contra el Papado. El papa Alejandro IV puso orden en el conflicto.
-Otros habían centrado la teología en la redención, pero Tomás entendía que la teología no se ocupaba propiamente más que de Dios mismo, y veía todo lo demás sólo como manifestaciones de la divinidad.
-La teología debe moverse siempre dentro de la fe y explicar con razones la naturaleza de los dogmas.
-Los maestros seculares, ahora liderados por Gerardo de Abbeville, habían recrudecido nuevamente sus actitudes para con los frailes mendicantes, y, por otro lado, los “averroístas latinos”, llamados así por derivar su conocimiento de Aristóteles a partir del comentarista musulmán Averroes, presentaban un aristotelismo demasiado radical y poco compatible con las doctrinas cristianas.
-La filosofía aristotélica había desaparecido del horizonte cultural europeo occidental durante varios siglos. Algunos autores se habían convertido a esa versión mahometana de Aristóteles, a pesar de incurrir en doctrinas que no parecían admisibles desde la fe cristiana.
-No se podía renunciar a Aristóteles, había que corregirlo y depurarlo. Acometió la tarea de defender a Aristóteles tanto de quienes lo seguían irreflexivamente como de quienes lo rechazaban por fidelidad a cierto tradicionalismo platonizante o hasta irracionalista.
-Distingue por un lado lo que aporta la fe y la misma creencia de no discutir a un Dios. Pero en cuanto se pone a actuar como filósofo, hace esfuerzos por probar racionalmente su existencia. Las cinco vías se reducen siempre un poco a lo mismo: si existe la realidad, existe el mundo, con una u otras perfecciones, alguien tiene que haberlo hecho. La primera prueba de la existencia de Dios es la del movimiento –en el sentido de paso de la potencia al acto-, que ya se encontraba en Aristóteles. Un primer motor inmóvil; una primera causa eficiente; un ser necesario que explique o dé razón de que los seres contingentes lleguen a ser; un máximo en los grados de perfección; una causa inteligente, el fin hacia el que todo tiende en última instancia y que rige todo el proceso del universo.
Un creador que no haya sido previamente creado.
Querer probar la existencia de Dios de esta manera implicaba que, en cierta medida, se había dudado.
-No se puede explicar lo que no sabemos [la existencia de Dios] cuando conocemos aún menos [física antigua, conocimientos muy dudosos sobre el mundo].
Sabemos poco del origen del universo, pero nada de Dios.
Si Dios explica el origen del universo, ¿quién explica a Dios?
Ni santo Tomás ni su tiempo permitían llegar tan lejos.
-La doctrina tomista, a pesar de basarse en Aristóteles, no era contraria a la fe.
-Probó que algunas proposiciones contrarias a la teología tradicional no eran verdaderamente aristotélicas, sino de sus comentaristas árabes.
-Realizó un esfuerzo extraordinario por precisar y por definir algo tan complicado como los atributos divinos, por hacer compatibles y comprensibles racionalmente ciertos dogmas del cristianismo.
El esfuerzo de santo Tomás fue dirigido a poner la razón al servicio de la fe.
Santo Tomás conoce adónde quiere llegar y lo que hace es brindar caminos racionales.
Intento racional de llegar más allá de la razón.
-Desde el punto de vista de los teólogos de la Iglesia, la filosofía de santo Tomás es la piedra angular de todo lo que puede ser una filosofía cristiana, si es que el concepto de filosofía cristiana tiene algún sentido.  Jorge Luis Borges decía que esto era como hablar de equitación protestante. No fue prácticamente hasta el siglo XIX cuando León X lo redescubrió como el más grande de los teólogos y el más grande de los filósofos cristianos. Hasta ese momento no había tenido reconocimiento unánime.
-Partía del hecho de la fe, y parece que partir de la fe es exactamente lo contrario del propósito de la filosofía.



Selección de textos de La aventura de pensar de Fernando Savater

David Hume [1711- 1776]
Establece y prolonga las características más tradicionales del pensamiento anglosajón. Hume es absolutamente radical en su empirismo, hasta el punto de afirmar que lo único que cuenta es la experiencia. Para él, lo que nos proporciona conocimientos son nuestras impresiones, es decir, lo que el mundo deja en nosotros. Y de este empirismo radical respecto de todos los grandes temas, palabras y creencias de la humanidad nace la obra de este filósofo sagaz, prudente a la vez que realmente audaz en sus planteamientos.
Partía de la teoría del conocimiento de Locke y radicalizaba su empirismo. Criticaba, en efecto, ciertos principios que todavía operaban en la obra de Locke y que no se basaban puramente en la experiencia sensible: el yo, la sustancia, la causalidad y la inducción. Cuando conozco un objeto tengo ciertas sensaciones e ideas, que son como el rastro de esas impresiones. Rastro que puede presentarse como recuerdo, como proyección imaginativa o como conceptualización abstracta. En otras palabras, conocer un objeto significa tener ciertas sensaciones o impresiones. A partir de ellas se forman en mi mente algunas representaciones (recuerdos, proyecciones imaginativas o conceptos) que llamo “ideas”.
Las ideas son entonces representaciones mentales, de modo que a partir de las impresiones se constituyen las ideas simples, y luego, con la asociación de ellas, tenemos las ideas compuestas o complejas.
Todas las sensaciones o impresiones e ideas generan en nosotros la creencia de que realmente existe el objeto exterior que las provoca, pero, en realidad, de lo único que puedo estar seguro es de que tengo una sensación o impresión. Sin embargo, el objeto que conozco no es exterior, sino que está en mi conciencia, pues sólo consiste en un entramado de impresiones e ideas. Si yo afirmo que mis impresiones e ideas corresponden a un objeto real es sólo por un acto de creencia.
Creamos ciertas ideas para las cuales no hay impresiones: la idea de causa y efecto, o la de espacio y de tiempo, o la de sustancia.
Los científicos se apoyan sobre esas ideas básicas, sobre las que construimos el mundo del conocimiento, aunque no haya impresiones o sensaciones que les den la validez objetiva que parecen tener.
En el fondo lo que entendemos por realidad se reduce a un conjunto de sensaciones.
¿Cómo puedo estar seguro de que una determinada sensación corresponde a algo real?
¿Cómo puedo estar seguro de que una percepción es más cierta que la otra?
Llamo “real” al correlato sensible más fuerte y vivaz. En esa fuerza y esa nitidez estriba mi confianza en su “realidad”. Del mismo modo, la percepción es más nítida y vivaz que el recuerdo o del acto por el que puedo imaginar un objeto. Diferencio la percepción en acto del recuerdo o de la proyección imaginativa por el nivel de vivacidad y vigor.

“Era difícil que a uno le desagradara la señora Hume […]
Intuí que tenía a una aliada en aquella mujer, y eso me daba una especie de protección contra cualquier cosa extraña que pudiera suceder. […]
La señora Hume demostraba una admirable paciencia durante estas exhibiciones. Nunca expresaba alarma ni desagrado y actuaba como si la conducta de Effing formara parte del orden natural de las cosas. […] Pensándolo ahora, me doy cuenta de lo importante que era ella para mantener cierto grado de estabilidad en aquella casa. Una persona más volátil hubiera caído en la tentación de responder a los desmanes de Effing y eso hubiera empeorado las cosas, porque si se le provocaba, el viejo se volvía feroz. El temperamento flemático de la señora Hume era muy adecuado para evitar dramas incipientes y escenas desagradables. Tenía un alma tan grande como su cuerpo y era mucho lo que podía absorber sin ningún efecto perceptible. […]
Effing ponía a prueba su paciencia, pero en el fondo creo que la señora Hume le tenía afecto. Contrariamente a lo que hacen la mayoría de las personas que cuidan a los ancianos, no le trataba como si fuera un niño retrasado mental o un bloque de madera.”

Hume fue una de las mentes racionales más preclaras de su época, y, sin embargo, en su sistema filosófico concede una gran importancia a lo que no es estrictamente racional. Las emociones, las simpatías, los movimientos de ánimo son para él fundamentales en la vida y en la sociedad humana. Comprende la importancia de la dimensión irracional en la vida humana. Según Hume, todo lo recibimos del mundo que nos rodea, a través de nuestra capacidad de ser impresionados por los sentidos, que son las ventanas que tenemos al mundo. Todo lo que no podemos comprobar ni verificar, no podemos decir que exista. Empezando por lo más sorprendente: nuestro propio yo. ¿por qué buscas un sujeto a ese pensar? ¿no podría ser el pensamiento algo sin sujeto? Tampoco podemos pensar que existe algo como un yo, como un núcleo fijo y estable [substancia] que a partir de las impresiones , que van quedando pegadas, van depositándose sobre ese núcleo central. Nosotros sólo podemos asegurar que tenemos pensamiento, tenemos impresiones y sentimientos. El yo es una construcción que nosotros hacemos para sostener todas esas impresiones, pero no es algo a lo que lleguemos de forma directa como llegamos al conocimiento que nos brindan los sentidos.
La causalidad, la sustancia y el yo son sólo creencias. Jamás tengo experiencia de ellas. El yo se me aparece como un haz de sensaciones, un puro fluir de actos de conciencia y no como un yo único sustancial. La idea de sustancia, por su parte, se disuelve en sensaciones que nosotros agrupamos espacio-temporalmente. Y en cuanto a la causalidad, no es más que una sucesión de fenómenos que, por hábito, tendemos a considerar necesaria. Cuando percibo que al fenómeno A le sigue una y otra vez el fenómeno B, tiendo a pensar que A es causa de B.
La causalidad se piensa como una conexión necesaria entre dos o más fenómenos, el antecedente es la causa y el consecuente, el efecto. Pero no tenemos experiencia de dicha relación causa-efecto. Sólo podemos afirmar la sucesión temporal y la continuidad espacial, pero la causalidad no: apenas es una creencia apoyada en el hábito. Este problema de la causalidad está inmediatamente ligado al problema de la inducción.
La inducción es un método que tiene un gravísimo problema con respecto a su fundamentación. De hecho, todo intento de justificación de la inducción parte del principio de regularidad de la naturaleza, que a su vez ha sido obtenido inductivamente.
Las únicas certezas que me son permitidas son, por un lado, las que derivan de la descripción de mis impresiones y su relación con mis ideas, y por otro, las que se manifiestan en las relaciones cuantitativas de las matemáticas.

“Aunque la razón basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para instruirnos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es más que una tendencia indiferente […] es preciso necesariamente que un sentimiento se manifieste aquí, para hacernos preferir las tendencias útiles a las tendencias dañinas
Ese sentimiento no puede ser más que una simpatía por la felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los diferentes fines que la virtud y el vicio tienen tendencia a promover.
-Así pues, la razón nos instruye acerca de las diversas tendencias de las acciones
- y la humanidad hace una distinción a favor de las tendencias útiles y beneficiosas.

En el ámbito de la ética, descarta toda trascendencia en cuanto a la motivación de nuestra conducta. Nos mueve la simpatía que sentimos por nuestros semejantes. “Simpatía” aquí significa compasión, padecer con, sentir con el otro. Los seres humanos nos parecemos mucho los unos a los otros. Estamos hechos para articularnos los unos a los otros, que además es lo más útil. La ética es el reconocimiento de esas necesidades humanas y de que sólo pueden satisfacerse cuando estamos viviendo en compañía de los demás.
La moral no se basa estrictamente en la razón, sino en sentimientos tales como la simpatía y el interés. Se trata de una ética convencionalista, que parte de cualidades agradables a todos. Y la principal de estas cualidades agradables es la simpatía. En toda organización política y toda reunión entre hombres subyace en el fondo precisamente este sentimiento de simpatía. 



viernes, 11 de enero de 2013

Cuando odiamos a un hombre


Wenn wir einen Menschen hassen, so hassen wir in seinem Bild etwas, was in uns selber sitzt. Was nicht in uns selber ist, das regt uns nicht auf.

"Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros mismos no nos inquieta"

Demian, Hermann Hesse [Capítulo 6, Pistorius].

“La droga no tenía acción selectiva: no era diabólica ni divina”
Como el bottox, lo que cuenta es la aplicación.
“De ahí que, aunque entonces tuviese dos caracteres lo mismo que dos cuerpos, el uno era totalmente malvado, en tanto que el otro seguía siendo el del viejo Harry Jekyll, el incongruente ser compuesto […]. El desplazamiento era, así, enteramente hacia lo peor.”
Me pregunto qué clase de historia habría resultado si el desplazamiento hubiera sido hacia lo mejor. Una especie de Pinocho que es, a un tiempo, el Pepito Grillo de Geppetto.

“Mi nuevo poder me tentó hasta convertirme en un esclavo.”
“Sonreía ante aquella realidad que en esa época me parecía graciosa
¿Inconsciente del peligro, temerario?

“Así protegido, como yo suponía, por todos los flancos comencé a disfrutar de la extraña impunidad que me confería mi posición.”
El ser humano no puede controlar todas las variables. No existe el crimen perfecto.

“Muchos hombres han pagado a otras personas para que éstas lleven a cabo sus crímenes, mientras ellos mismos y su reputación se hallan a salvo. Yo era el primero que los cometía, personalmente para mi propio placer. El primero que podía presentarse ante la opinión pública con su apariencia de simpática respetabilidad y, […], saltar las barreras y salir al mar de la libertad. Mas, para mí, en mi manto impenetrable, la seguridad era completa.”
Esta es la idea que está detrás del texto de Javier Marías en Los enamoramientos. Supongamos que alguien tiene garantizada la impunidad, ¿qué puede empujarle a dominar sus pasiones y a no actuar de acuerdo con sus propios intereses?. Su conciencia del deber.
Pero aquí hay una hipocresía. Cuando uno actúa conforme al deber por miedo al castigo no actúa moralmente. Kant distingue dos tipos de acciones: contrarias al deber y conformes al deber. Dentro de las últimas distingue: Conforme al deber por deber y Conforme al deber por inclinación. Solamente las primeras poseen valor moral. El valor moral de una acción no radica en algún propósito a conseguir sino en la máxima por la cual ha sido resuelta: “el cumplimiento del deber”.
El imperativo categórico kantiano tiene tres formulaciones:
1.     «Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal».
2.     «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio».
3.     «Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».


Vemos cómo se expresa en casi todas las religiones y/o tradiciones morales/filosóficas: 1) Budismo: “No lastime a los demás en las maneras en las cuales usted mismo encontraría dañinas” (Udana-Varga 5:18). 2) Confucionismo: “No hacer a los otros lo que no quieras que los otros te hagan a ti” (Analects 15:23). 3) Hinduismo: “Esta es la suma del deber: no hacer a los otros lo que te causaría dolor si te lo hicieran” (Mahabharata 5:1517). 4) Humanismo: “No hagas cosas que no te gustaría que te hicieran” (La Sociedad Humanista Británica). 5) Islam: “Ninguno de ustedes cree hasta que desea a su hermano lo que desea para sí mismo” (Hadiths de Imam Al-Nawawi). 6) Jainismo: “Un hombre debería manejarse tratando a todas las criaturas como le gustaría que le tratasen” (Sutrakritanga 1.11.33). 7) Judaísmo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18).

Según estos principios, el doctor Jekyll no debería sentirse ajeno cuando su alter ego, el señor Hyde, viola esta máxima. Debería hacer lo posible y lo razonable por procurar el triunfo de la razón sobre las pasiones.

“Harry Jekyll sería el hombre que podría darse el lujo de reírse de las sospechas.”
El doctor Jekyll es el cómplice de Hyde y lo está encubriendo. ¿Acaso no es responsable? Incluso aunque se tratase de otro hombre. Estaba pensado ahora en el papel de María Dolz en Los enamoramientos. Parece que ella conoce el móvil del asesinato de Miguel Desvern pero no hace nada por resolverlo. Se mueve en una pasiva indiferencia. El problema es más grave porque no parece que sea sólo ella. Nadie parece interesado en remover el caso. Ocurre lo mismo en el final de la película de Match Point.

“Frecuentemente me hundía en una especie de asombro ante mi propia depravación. Aquel ser tan familiar que yo sacaba de mi propia alma y que enviaba , solo, en busca del placer, era inherentemente maligno y depravado; sus actos e ideas se centraban en el yo; con bestial avidez libaba el placer de cualquier grado de tortura sufrido por otro; era insensible como estatua de piedra. En ocasiones, Harry Jekyll, se horrorizaba de los actos de Edward Hyde, mas la situación se apartaba de las leyes ordinarias e insidiosamente tranquilizaba, así, su conciencia. Después de todo, el culpable era Hyde, y sólo Hyde.”

Supongamos que el doctor Jekyll es la sociedad y el señor Hyde es la oveja descarriada. Me parece que no basta con horrorizarse, consentir y desentenderse del problema como si no tuviera nada que ver con él. El señor Hyde también es un miembro de la sociedad y algo habrá que hacer. Para empezar, tratar de que caiga sobre él todo el peso de la ley.
Siempre buscamos mecanismos para tranquilizar nuestra conciencia, para no sentirnos responsables de nada de lo que ocurre a nuestro alrededor. Una y otra vez volvemos a la importancia de la educación, el civismo y el sentido de la responsabilidad personal. Somos conciencias adormecidas que apenas se conforman con reparar el mal [hacer justicia]. Debiéramos trabajar más y mejor por evitarlo apuntalando la buena educación y el civismo.
Me parece que la trilogía de Javier Marías [Tu rostro mañana] gira en torno a este tema.
Nadie puede estar seguro de sí mismo, de cómo actuará mañana.
¿Qué ocurre si uno descubre que el Estado es una especie de doctor Jekyll y Mr. Hyde?
¿Cómo podrá defenderse de él?

"Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros".
 Demian, Hermann Hesse,  [Capítulo 2, Max Demian]
Wenn man jemanden fürchtet, dann kommt es daher, daß man diesem Jemand Macht über sich eingeräumt hat.


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