sábado, 16 de noviembre de 2013

En ausencia de Blanca



-¿Y si se me presenta como un fantasma? […]

Un instante después me sobresalta el roce de una mano que se ha posado en mi hombro. Abro los ojos, y el comedor que hace un momento permanecía en penumbra está inundado por el sol de la mañana de verano, y mi abuela me mira desde arriba con aire de guasa.

-Hijo mío, lo último que nos faltaba era que te volvieras sonámbulo.

El viento de la Luna, Antonio Muñoz Molina



Alguna vez me he asustado al escuchar su voz en el silencio de la noche. Estaba leyendo o escribiendo en el ordenador y me sobresaltaba el ruido de sus pasos por la habitación, la respiración agitada, el lamento o la orden que apenas podía entender y que no sabía si estaba dirigida a mí.

Interrumpía la lectura y subía la escalera muy despacio, sin encender la luz. Me acercaba a él lentamente y con mucha prevención, buscándole la mirada para tratar de averiguar si ya había despertado o volvía a dormirse o se mantenía alerta.

Lo más extraño es que indistintamente podía hablarme en español o en alemán.

Si era capaz de entenderle, podía tratar de tranquilizarle y hacerle ver que en la habitación no se ocultaba ningún peligro o amenaza. Le hablaba con sigilo y le consultaba si quería que encendiese la luz, que retirase la cortina, que mirase detrás de la puerta, cualquier cosa que pudiese serenarle.

La dificultad se presentaba cuando no era posible comprender qué me estaba diciendo y tiraba de mí o me sostenía para protegerme de algo que yo no sabía lo que era. Se impacientaba y sufría.

Más de una vez me despertó intentando sacarme de la cama, consultándome dónde estaban las niñas.

Si yo lograba despertarme del todo rápidamente, podía darle conversación y serenarle. Mira, no ha pasado nada, ¿ves? . La pequeña está dormida en su cuna y la mayor en su habitación. Cierra los ojos y vuelve a dormir. Lo arropaba y abrazaba como a un niño.

Pero si me despertaba en mitad del primer sueño, yo no reaccionaba bien o no contestaba con plena conciencia. No recuerdo lo que le decía en esas ocasiones pero, a la mañana siguiente, él me lo contaba con reproche e inquietud. Me dijiste que te dejara en paz, me apartaste, no me hiciste ningún caso …

Mi reacción podía ser desagradable y brusca.

Por absurdo que pueda parecer, vive la amenaza o el peligro de su sueño como si fueran reales y lo inaceptable para él, mientras sucede, es la indiferencia. Exige atención y que se le haga caso. Lo mismo si pide que huyamos como comprobar que todo está en orden.

En estos casos me tranquilizaba saber que, pensando en las niñas, habíamos colocado vallas de seguridad arriba y abajo, en la escalera. Durante la noche, permanecían siempre cerradas.

Alguna vez ha soñado que teníamos que pasar un puesto fronterizo y que yo me tenía que quedar atrás por no disponer de pasaporte alemán o de la documentación requerida.

Alguna vez conversamos sobre qué pasaría si, en mitad de un mal sueño, decidía sacar a las niñas de la cama para huir. Se van a asustar y se pondrán a llorar.

Pase lo que pase, no me lleves la contraria.

Afortunadamente, esa situación nunca se produjo.

Hasta aquella noche nunca me había parado a considerar que algún día él podría verme como una amenaza.

Era noche cerrada. Un ruido lo despertó y no me encontró a su lado, en la cama. Se quedó en el umbral de la habitación, esperando que yo volviese del cuarto de baño. Estaba adormilada todavía, se me cerraban los ojos y estaba deseando volver a la cama para regresar al sueño, pero la sorpresa de encontrármelo bloqueando la puerta me despertó de una forma definitiva. ¿Qué te pasa?

Me empezó a hacer algunas preguntas.

Yo no salía de mi asombro. Dudaba de si estaba dormido o despierto. Me preguntaba hasta qué punto era consciente de lo que hacía.

Bueno, quería asegurarme de que eras tú.

Comprendí lo que estaba queriendo decir. Yo podría tener la apariencia física de su mujer pero no serlo.

Alguien podría querer hacerme daño y burlarse de él.

Nos sentamos en la cama y hablamos un rato.

Cuando amanece y estoy bien segura de su consciencia, le pregunto si recuerda lo que ha pasado. Es muy probable que no recuerde nada o sólo una pequeña parte de lo que ocurrió o dijo.

Se lo cuento todo pero él no se muestra sorprendido.

Nunca he sentido miedo. Puede levantar ligeramente la voz o sobresaltarme por la sorpresa de su llamada o la agitación de su pesadilla pero nunca ha tenido una reacción brusca más allá de saltar de la cama e intentar convencerme de que vaya con él.

Descartes, Discurso del método, Cuarta parte, Argumento de la dificultad para distinguir el sueño de la vigilia:

Así, puesto que los sentidos nos engañan, a veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños



En la dedicatoria de un libro que le regaló para su primer aniversario, Blanca aludió a las circunstancias tristes de aquel tiempo y a su gratitud hacia Mario con unos versos de Rafael Alberti:"Cuando tú apareciste / penaba yo en la entraña más profunda l de una cueva sin aire y sin salida".

El ejemplar que he comprado en Libros Alcaná, de una edición del Círculo de Lectores, también lleva una dedicatoria que es una declaración de amor de una mujer a un hombre y una fecha: 5 de junio de 2001.

Justo entonces yo acababa de llegar a La Residencia de Estudiantes.

Cuando este libro ha llegado a mis manos es porque el amor se acabó y él se deshizo de todos los recuerdos o de una buena parte de ellos y los malvendió…

La mujer que no era Blanca vino hacia Mario desde el fondo del pasillo, vestida con la blusa verde de seda, los vaqueros y los zapatos bajos de Blanca, entornando un poco los ojos al acercarse a él y sonreírle, los ojos que tenían el mismo color y la misma forma que los de Blanca pero que no eran de ella, dándole la bienvenida en un tono de voz tan idéntico al de Blanca como si de verdad fuese ella quien le hablaba.

En ausencia de Blanca, Antonio Muñoz Molina [El País, 12 de agosto de 1996]

El primer cumpleaños de Abel que celebramos juntos. Empezamos a salir el 19 de agosto de 1995.

En la primavera del 96 conocí a mi marido.













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