-¿Y
si se me presenta como un fantasma? […]
Un
instante después me sobresalta el roce de una mano que se ha posado en mi
hombro. Abro los ojos, y el comedor que hace un momento permanecía en penumbra
está inundado por el sol de la mañana de verano, y mi abuela me mira desde
arriba con aire de guasa.
-Hijo
mío, lo último que nos faltaba era que te volvieras sonámbulo.
El
viento de la Luna, Antonio Muñoz Molina
Alguna
vez me he asustado al escuchar su voz en el silencio de la noche. Estaba
leyendo o escribiendo en el ordenador y me sobresaltaba el ruido de sus pasos
por la habitación, la respiración agitada, el lamento o la orden que apenas
podía entender y que no sabía si estaba dirigida a mí.
Interrumpía
la lectura y subía la escalera muy despacio, sin encender la luz. Me acercaba a
él lentamente y con mucha prevención, buscándole la mirada para tratar de
averiguar si ya había despertado o volvía a dormirse o se mantenía alerta.
Lo
más extraño es que indistintamente podía hablarme en español o en alemán.
Si
era capaz de entenderle, podía tratar de tranquilizarle y hacerle ver que en la
habitación no se ocultaba ningún peligro o amenaza. Le hablaba con sigilo y le
consultaba si quería que encendiese la luz, que retirase la cortina, que mirase
detrás de la puerta, cualquier cosa que pudiese serenarle.
La
dificultad se presentaba cuando no era posible comprender qué me estaba
diciendo y tiraba de mí o me sostenía para protegerme de algo que yo no sabía
lo que era. Se impacientaba y sufría.
Más
de una vez me despertó intentando sacarme de la cama, consultándome dónde
estaban las niñas.
Si
yo lograba despertarme del todo rápidamente, podía darle conversación y
serenarle. Mira, no ha pasado nada, ¿ves? . La pequeña está dormida en su cuna
y la mayor en su habitación. Cierra los ojos y vuelve a dormir. Lo arropaba y
abrazaba como a un niño.
Pero
si me despertaba en mitad del primer sueño, yo no reaccionaba bien o no contestaba
con plena conciencia. No recuerdo lo que le decía en esas ocasiones pero, a la
mañana siguiente, él me lo contaba con reproche e inquietud. Me dijiste que te dejara
en paz, me apartaste, no me hiciste ningún caso …
Mi
reacción podía ser desagradable y brusca.
Por
absurdo que pueda parecer, vive la amenaza o el peligro de su sueño como si
fueran reales y lo inaceptable para él, mientras sucede, es la indiferencia.
Exige atención y que se le haga caso. Lo mismo si pide que huyamos como
comprobar que todo está en orden.
En
estos casos me tranquilizaba saber que, pensando en las niñas, habíamos
colocado vallas de seguridad arriba y abajo, en la escalera. Durante la noche,
permanecían siempre cerradas.
Alguna
vez ha soñado que teníamos que pasar un puesto fronterizo y que yo me tenía que
quedar atrás por no disponer de pasaporte alemán o de la documentación
requerida.
Alguna
vez conversamos sobre qué pasaría si, en mitad de un mal sueño, decidía sacar a
las niñas de la cama para huir. Se van a asustar y se pondrán a llorar.
Pase
lo que pase, no me lleves la contraria.
Afortunadamente,
esa situación nunca se produjo.
Hasta
aquella noche nunca me había parado a considerar que algún día él podría verme
como una amenaza.
Era
noche cerrada. Un ruido lo despertó y no me encontró a su lado, en la cama. Se
quedó en el umbral de la habitación, esperando que yo volviese del cuarto de
baño. Estaba adormilada todavía, se me cerraban los ojos y estaba deseando
volver a la cama para regresar al sueño, pero la sorpresa de encontrármelo
bloqueando la puerta me despertó de una forma definitiva. ¿Qué te pasa?
Me
empezó a hacer algunas preguntas.
Yo
no salía de mi asombro. Dudaba de si estaba dormido o despierto. Me preguntaba
hasta qué punto era consciente de lo que hacía.
Bueno,
quería asegurarme de que eras tú.
Comprendí
lo que estaba queriendo decir. Yo podría tener la apariencia física de su mujer
pero no serlo.
Alguien
podría querer hacerme daño y burlarse de él.
Nos
sentamos en la cama y hablamos un rato.
Cuando
amanece y estoy bien segura de su consciencia, le pregunto si recuerda lo que
ha pasado. Es muy probable que no recuerde nada o sólo una pequeña parte de lo
que ocurrió o dijo.
Se
lo cuento todo pero él no se muestra sorprendido.
Nunca
he sentido miedo. Puede levantar ligeramente la voz o sobresaltarme por la
sorpresa de su llamada o la agitación de su pesadilla pero nunca ha tenido una
reacción brusca más allá de saltar de la cama e intentar convencerme de que
vaya con él.
Descartes,
Discurso del método, Cuarta parte, Argumento de la dificultad para distinguir
el sueño de la vigilia:
Así, puesto que los sentidos nos engañan, a veces,
quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan
en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca
de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo
estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas
las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin,
considerando que todos los
pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos
durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las
cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas
que las ilusiones de mis sueños
En
la dedicatoria de un libro que le regaló para su primer aniversario, Blanca
aludió a las circunstancias tristes de aquel tiempo y a su gratitud hacia Mario
con unos versos de Rafael Alberti:"Cuando
tú apareciste / penaba yo en la entraña más profunda l de una cueva sin aire y
sin salida".
El ejemplar que he
comprado en Libros Alcaná, de una edición del Círculo de Lectores, también lleva
una dedicatoria que es una declaración de amor de una mujer a un hombre y una
fecha: 5 de junio de 2001.
Justo entonces yo
acababa de llegar a La Residencia de Estudiantes.
Cuando este libro ha
llegado a mis manos es porque el amor se acabó y él se deshizo de todos los
recuerdos o de una buena parte de ellos y los malvendió…
La
mujer que no era Blanca vino hacia Mario desde el fondo del pasillo, vestida
con la blusa verde de seda, los vaqueros y los zapatos bajos de Blanca,
entornando un poco los ojos al acercarse a él y sonreírle, los ojos que tenían el mismo color y la
misma forma que los de Blanca pero que no eran de ella, dándole la bienvenida
en un tono de voz tan idéntico al de Blanca como si de verdad fuese ella quien
le hablaba.
En
ausencia de Blanca, Antonio Muñoz Molina [El País, 12 de agosto de 1996]
El
primer cumpleaños de Abel que celebramos juntos. Empezamos a salir el 19 de
agosto de 1995.
En
la primavera del 96 conocí a mi marido.
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