De mi lectura de vacaciones, Por el camino de Swann I y II, he seleccionado aquellos textos que me han parecido especialmente bellos o interesantes. No hay otro particular:
“Le dije que Bloch.
-¡Ah!, sí; el
muchacho ese que
vi aquí una
vez y que se
parece tan extraordinariamente al retrato de Mahomet II, de Bellini.”
“Pero ahora me chocaba
un poco esa
actitud de Swann
ante las cosas.
Parecía como si no se atreviera a tener opinión, y que no
estaba tranquilo más que
cuando podía dar
detalles precisos con
toda minuciosidad. Pero entonces es que no se daba cuenta de que era profesar
una opinión el postular que la exactitud de los detalles era cosa de
importancia. (…) ¿Para qué vida reservaba, pues, el decir, por fin, seriamente
lo que opinaba de las cosas, el formular juicios que no necesitaban comillas, y
el no entregarse con puntillosa cortesía a placeres que consideraba al mismo
tiempo como ridículos?
“Porque creer que una persona participa de una vida
incógnita, cuyas puertas nos abriría su cariño, es todo lo que exige el amor
para brotar, lo que más estima, y
aquello por lo que cede
todo lo demás.
Hasta las mujeres que sostienen que no juzgan a un hombre más
que por su físico, ven en ese físico las emanaciones de una vida especial.”
“¿Pues no había soñado que mi pobre Octavio resucitaba y
quería hacerme dar un paseo diario?.. Tendió la mano hacia el rosario, que estaba
en la
mesita; pero el
sueño que tornaba
no le dejó
fuerzas para cogerle, y volvió a
dormirse tranquila; entonces salí a paso de lobo del cuarto, sin que ella ni
nadie haya sabido nunca lo que yo acababa de oír.”
“Mi madre, al saber que componía música, le dijo por
amabilidad que cuando ella fuera a su casa
tenía que tocar
alguna composición de
las suyas. Cosa
que hubiera agradado mucho al señor Vinteuil; pero llevaba la cortesía y
la bondad a tal punto de escrúpulo, que se colocaba siempre en el lugar de los demás
y tenía miedo de aburrirlos y parecer egoísta si seguía, o
si sencillamente dejaba
adivinar sus deseos.
Mis padres me llevaron con ellos
el día que fueron a verlo, …”
“cuando las personas, que por falta de energía o imaginación
no saben sacar de sí mismas un principio de renovación, piden al minuto que
llega, al cartero que está llamando, que les traigan algo nuevo, aunque
sea malo, un dolor, una
emoción; cuando la sensibilidad, que la dicha hizo callar
como arpa ociosa, quiere una mano
que la haga
resonar, aunque sea
brutal, aunque la
rompa; cuando la voluntad, que tan difícilmente conquistó el derecho de
entregarse libremente a
sus deseos y
a sus penas,
desea echar las riendas en manos de ocurrencias
imperiosas, por crueles que sean.”
“Nos quería de verdad, y le hubiera gustado llorarnos; y de llegar
en una ocasión en que se encontrara ella bien y
sin sudar, la
noticia de que
la casa estaba
ardiendo, de que ya
habíamos perecido todos y de que pronto no quedaría ni una piedra en pie,
aunque ella podría
salvarse sin prisa,
con tal de
que se levantara inmediatamente, debió
alimentar muchas veces
sus esperanzas, porque reunía
a las ventajas
secundarias de hacerle saborear en un sentimiento único todo
su cariño a nosotros, y de causar el pasmo
del pueblo, presidiendo
el duelo, abrumada
y valerosa, moribunda, pero en pie, la más preciosa ventaja de obligarla
en el momento oportuno, y sin perder tiempo, y sin posibilidad de dudas
molestas, a irse a pasar el verano a su hermosa hacienda de Mirougrain, que
tenía una cascada y
todo.”
“Me di cuenta de que, exceptuando a sus parientes, los
humanos excitaban tanto más su compasión con sus infortunios cuanto más lejos
estaban de ella. Los torrentes de lágrimas que lloraba al leer el periódico,
sobre las desgracias de gente desconocida, se secaban prestamente si podía
representarse a la víctima de manera un poco concreta.”
“Francisca hallaba,
para servir su permanente
voluntad de hacer
la casa imposible a todo
criado, agudezas tan
sabias e implacables,
que muchos años más
tarde nos enteramos
de que si
comimos aquel verano espárragos casi
a diario, fue porque el olor de ellos ocasionaba a la pobre moza encargada de
pelarlos ataques de asma tan fuertes, que tuvo que acabar por marcharse.”
“Era una de esas actitudes o actos que revelaba el carácter más
hondo y oculto
de un ser;
no se eslabona
con sus palabras anteriores,
no nos la
puede confirmar el
testimonio del culpable, que no
ha de confesar; y no tenemos otro testimonio que el de
nuestros sentidos, que
muchas veces, enfrentados
con ese recuerdo aislado e
incoherente, parecen haber sido juguete de una ilusión; de modo que esa
actitudes, que son las únicas importantes, nos dejan muy a menudo en la duda.”
“-¿Conoce quizá a las señoras del castillo de Guermantes?; y
sentía una especie de felicidad, porque al pronunciar aquel nombre adquiría
como una especie de dominio sobre él, por el solo hecho de extraerlo de mis
sueños y darle una vida objetiva y sonora. (…)
.No, no las
conozco., dijo; pero,
en vez de
dar a un detalle tan sencillo y a una respuesta tan poco sorprendente el
tono corriente y natural que convenía, la pronunció apoyándose en las palabras,
inclinándose, saludando con la cabeza, y a la vez con la insistencia que
se da, para
merecer crédito, a
una afirmación inverosímil .como
si eso de no conocer a los Guermantes fuera sólo efecto
de una rara
casualidad., y al
mismo tiempo con el
énfasis de una persona que, como no puede ocultar una cosa que le es molesta,
prefiere proclamarla, para dar a los demás la impresión de que la confesión
que está haciendo
no le fastidia,
y es fácil, agradable y espontánea, y que la cosa
misma .el no conocer a los Guermantes.
puede muy bien
ser algo no
impuesto, sino voluntario,
derivado de alguna tradición familiar, principio de moral o voto místico que
le prohibiera expresamente
el trato ton
los Guermantes. .No .continuó explicando con las mismas palabras la entonación
que les daba.;
no las conozco;
nunca he querido conocerlas, siempre quise guardar a salvo
mi independencia; en el fondo, ya sabe usted que soy un jacobino. Muchas
personas me lo han vuelto a decir, que hacía mal en no ir a Guermantes, que
iba a pasar por un grosero, por un oso.
Pero esta reputación no me da miedo, porque es verdad. En el fondo, de este
mundo sólo me gustan unas pocas iglesias, dos o tres libros, pocos cuadros más,
y la luna, siempre que esa brisa de su juventud de usted me traiga el perfume
de los jardines que ya no pueden distinguir mis cansadas pupilas.”
“Claro que eso no quería decir que Legrandin no era sincero cuando
tronaba contra los snobs. No podía saber, al menos por sí mismo, que
lo era, porque
no nos es
dado conocer más
que las pasiones ajenas,
y lo que
llegamos a conocer
de las nuestras
lo sabemos por los demás. Nuestras
pasiones no accionan
sobre nosotros más que en segundo lugar, por medio de la imaginación,
que coloca en lugar de los móviles primeros, morales de relevo que son más
decentes.”
“Mi abuela, que opinaba que en los baños de mar hay que estarse
todo el día en la playa husmeando la sal,
y que más
vale no conocer
a nadie, porque
las visitas y los
paseos son otros tantos robos de aire de mar, pedía por el contrario, que no
habláramos de nuestro
proyecto a Legrandin,
porque ya estaba viendo a su
hermana, aquella señora de Cambremer, bajando del coche en el hotel en el
momento que íbamos a salir a pescar, y obligándonos a quedarnos en casa para
hacerle los honores.”
“Ese país inverosímil .añadió con maquiavélica delicadeza.,
ese país de ficción no es buena lectura para un niño, y no es el que yo
escogería para mi amiguito, ya tan dado a la tristeza y con el corazón tan
predispuesto. Los climas de confidencia amorosa y de nostalgia inútil acaso
convengan a los viejos desengañados como yo, pero siempre son malsanos para un temperamento
sin formar. Créame usted .repitió con insistencia; las aguas de esa bahía, casi
bretona ya, quizá ejerzan una influencia sedante en un corazón que ya no está
intacto como el mío y cuya herida no tiene
compensación. Pero a su edad,
mocito, están contraindicadas.”
“Legrandin, de haber seguido nosotros insistiendo, hubiera
sido capaz de construir toda una ética del paisaje y una geografía celeste de la Normandía baja antes que
confesar que a dos kilómetros de Balbec vivía una hermana suya, y tener que
darnos una carta de presentación, cosa que no le habría asustado tanto si
hubiera estado seguro como debía estarlo, dada su experiencia del carácter de
mi abuela. de que no la íbamos a utilizar.”
“Porque alrededor de Combray había dos “lados” para ir de
paseo, y tan opuestos, que teníamos que salir de casa por distinta puerta,
según quisiéramos ir por uno u otro: el lado de Méséglise la Vineuse , que
llamábamos también el
camino de Swann, porque yendo por allí se pasaba por delante de
la posesión del señor Swann, y el lado de Guermantes.”
“De repente me paré, sin poder moverme, como sucede cuando
vemos algo que no sólo va dirigido a nuestro mirar, sino que requiere más
profundas percepciones y se adueña de nuestro ser entero. Una chica de un rubio
rojizo, que, al parecer, volvía de
paseo, y que llevaba en la mano una azada de jardín, nos miraba, alzando el
rostro, salpicado de
manchitas de color
de rosa. Le brillaban mucho los negros ojos, y como yo
no sabía entonces, ni he llegado
luego a saberlo,
reducir a sus
elementos objetivos una impresión
fuerte, como no
tenía bastante de
eso que se
llama .espíritu de observación. para poder aislar la noción de su color,
por mucho tiempo, cuando pensé en ella, el recuerdo del brillo de sus ojos se me presentaba como de vivísimo azul,
porque era rubia; de modo que quizá si no hubiera tenido ojos tan negros .cosa
que tanto sorprendía al verla por
vez primera. no me hubieran enamorado en ella tanto como me
enamoraron, y más que nada sus ojos
azules.
La miré primero con esa mirada que es algo que el verbo de
los ojos, ventana
a que se
asoman todos los
sentidos, ansiosos y petrificados; mirada que querría tocar,
capturar, llevarse el cuerpo que está mirando, y con él el alma; y luego, por
el miedo que tenía de que de un momento a otro mi abuelo y mi padre vieran a la
chica y me mandaran
apartarme, y correr
un poco delante
de ellos, la miré con una mirada inconscientemente
suplicante, que aspiraba a obligarla a que
se fijara en mí, a que me conociera.”
“Me parecía tan bonita, que
con gusto hubiera
vuelto sobre mis
pasos para gritarle, encogiéndome de hombros: .Es usted
feísima, ridícula, repulsiva.”
“Por el lado de Méséglise, en Montjouvain, casa situada
junto a una gran
charca y al
abrigo de una
escarpa llena de
matorrales, vivía el señor Vinteuil. (…)La gente decía: .Ese pobre señor
Vinteuil tiene que estar cegado por el cariño para no enterarse de lo que
se murmura y
dejar a su
hija, él que
se escandaliza por
una palabra mal dicha, que meta en casa a una mujer así. Y dice que es
una mujer excepcional, de gran corazón y con muchas disposiciones para la
música, si las hubiera cultivado. Pero que tenga por seguro que no
es a la
música a lo
que se dedica
con su hija..”
“No hay nadie, por muy virtuoso que
sea, que por
causa de la
complejidad de las circunstancias no pueda llegar algún día
a vivir en familiaridad con el vicio que más rigurosamente condena .sin que,
por lo demás, le reconozca por completo bajo ese disfraz de hechos particulares
que reviste para entrar
en contacto con uno
y hacerlo padecer: palabras raras, aptitud inexplicable
tal noche de un ser a quien se quiere por tantos motivos”
“Pero no porque el señor Vinteuil se diera cuenta de la
conducta de su hija disminuyó
en nada su
cariño hacia ella.
Los hechos no penetran en el mundo donde viven nuestras
creencias, y como no les dieron vida no las pueden matar; pueden estar
desmintiéndolas constantemente sin debilitarlas,
y un alud
de desgracia o enfermedades que una tras otra padece una
familia, no le hace dudar de la bondad de su Dios ni de la pericia de su
médico.”
“Swann, con la orgullosa caridad del hombre de mundo, que,
rodeado por la disolución de todos los prejuicios morales, no ve en la
infamia de otra
persona más que
un motivo para
demostrarle su benevolencia, con
pruebas que halagan más el amor propio del que las da, porque le parecen preciosas
al que las recibe, habló mucho con Vinteuil, a quien antes no dirigía la
palabra, y antes de despedirse le dijo que porqué no mandaba a su hija a jugar
un día a Tansonville.”
“su muerte no ocasionó gran pena más que a una persona; pero
a ésa, tremenda, eso sí. Durante los quince días que duró la última enfermedad
de mi tía, Francisca, no la abandonó un instante; no se desnudó, no permitió
que la atendiera nadie más que ella, y
sólo se separó del cadáver cuando recibió sepultura. Comprendimos entonces que
aquella especie de
terror en que
Francisca viviera a las malas palabras, a las sospechas y, a
los arrebatos de cólera de mi tía, determinó en ella un sentimiento, que
nosotros creíamos ser de odio, y en realidad era de amor y veneración. Su ama
verdadera, la de las decisiones imposibles de prever, la de las argucias tan
difíciles de evitar, la del bondadoso corazón que fácilmente se ablandaba, su soberana,
su misterioso todopoderoso monarca, ya no existía. Y junto a ella, nosotros
éramos muy poca cosa. Ya estaba lejos aquel tiempo, cuando
empezamos a pasar
los veranos en
Combray, en que para Francisca
poseíamos igual prestigio que mi tía.”
“Pero vagar así por los bosques de Roussainville, sin
una moza a
quien besar, era
no conocer el tesoro oculto de ese bosque, su más honda
belleza. Esa muchacha que yo me
representaba siempre rodeada
de verdor era
también como una planta
local de más
elevada especie que
las demás, y cuya estructura me dejaría sentir, mucho
más de cerca que en las otras, el sabor profundo de la tierra aquella. (…) porque
estaba todavía en esa edad en que aun no hemos abstraído el gozo de poseer a
las mujeres de las personas que nos le ofrecieron, y aun no se lo ha reducido a
una noción general que nos haga considerar desde entonces a las mujeres como
los instrumentos intercambiables de un
placer siempre idéntico.”
“y mi madre pensaba en aquella otra renuncia, aun más dura,
a que tuvo que ceder el señor Vinteuil: renunciar a un porvenir de honradez y
respeto para su hija; y cuando evocaba
aquella suprema aflicción
del viejo maestro
de piano de mis
tías, sentía pena
de verdad y
pensaba con terror
en esa otra pena,
mucho más amarga
que debía de
tener la hija
de Vinteuil, unida al remordimiento
de haber ido matando poco a poco a su padre. .Pobre señor Vinteuil .decía
mamá.: vivió y murió por su hija,
que no le dio ningún
pago. Veremos si se
lo da después
de muerto y en qué forma. Sólo ella puede hacerlo.”
“Y su mirada
tomó, sin duda, porque
yo no podía distinguirla, aquella
expresión que tanto gustaba a mi abuela, al pronunciar estas palabras:
-Cuando digo que nos vean, me refiero a que nos vean
leer: es
que por insignificante que
sea lo que
una está haciendo, siempre molesta que haya unos ojos
que nos estén mirando.”
“Y esos sueños me avisaban de que puesto que yo quería ser
escritor, ya era hora de ir pensando lo que iba a escribir. Pero en cuanto me
hacía yo esta pregunta, y trataba de encontrar un asunto en que cupiera una significación
filosófica infinita, mi espíritu dejaba de funcionar, no veía más que un vacío
delante de mi atención, me daba cuenta de
que yo no
tenía cualidad genial,
o acaso que
una enfermedad cerebral las impedía desarrollarse. (…)
Me parecía entonces
que existía como los demás humanos, que al igual de ellos envejecería y
moriría, y que entre los hombres pertenecía yo a aquel género de
los que no
tienen disposiciones para
escribir.”
“Y en seguida
la quise, porque si
algunas veces basta para que
nos enamoremos de una
mujer con que nos mire despectivamente, como a mí se me figuraba que me miró la
hija de Swann, y con pensar que jamás será nuestra, también otras veces no requiere
el enamorarse más que una mirada bondadosa, como la de la señora de Guermantes,
y la idea de que acaso esa mujer
sea nuestra algún
día.”
“No he vuelto a pensar en esta página; pero recuerdo que en aquel
momento, cuando en el rincón del pescante donde solía colocar el cochero del
doctor un cesto con las aves compradas en el mercado de Roussainville la acabé
de escribir, me sentí tan feliz, tan libre del peso de aquellos campanarios y
de lo que ocultaban, que, como si yo fuera también una gallina y acabara de
poner un huevo, me puse a cantar a grito pelado.”
“Como creía en las cosas y en las personas cuando andaba por
aquellos caminos, las cosas y las personas que ellos me dieron a conocer son
los únicos que tomo aún en serio y que me dan alegría.”
“es ese paisaje cuya individualidad viene a veces durante
la noche
en mis sueños
a sobrecogerme con
una fuerza casi fantástica, imposible
de encontrar luego
cuando me despierto.”
Céfora, hija de Jatro y esposa de Moisés, que Botticelli pintó en uno de los muros de la Capilla Sixtina ("Los juicios de Moisés", 1481-1482).
Céfora, hija de Jatro y esposa de Moisés, que Botticelli pintó en uno de los muros de la Capilla Sixtina ("Los juicios de Moisés", 1481-1482).
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