Si tuviera que resumirles este episodio en la historia de
Holden Caulfield lo haría siguiendo los siguientes puntos:
- Cómo
dice que es. Lo que piensa de sí mismo.
- Cosas
que le amargan a uno la vida
- Cosas
y personas que le inspiran pena o lástima. Lo que piensa de los demás.
- Cosas
para las que hay que estar en vena
- Cosas
que le provocan ganas de vomitar
- Cosas
que le hacen reír, que le parecen graciosas o divertidas
- Nunca
y siempre. Sus juicios categóricos y taxativos.
También sería interesante comparar su encuentro con el
profesor Spencer –al comienzo de la novela y con el profesor Antolini –casi al
final.
Presentar los diálogos con los diferentes taxistas tampoco
tendría desperdicio y sería una manera original y diferente de acercarse a esta
novela.
Quizá me anime a hacerlo más adelante. Por el momento, he seleccionado estos textos:
«Desde 1888 moldeamos muchachos transformándolos en hombres espléndidos y de
mente clara.»
Me cayó muy bien. Tenía una nariz muy larga, las uñas todas
comidas y como sanguinolentas, y llevaba en el pecho unos postizos de esos que
parece que van a pincharle a uno, pero en el fondo daba un poco de pena. Lo que
más me gustaba de ella es que nunca te venía con el rollo de lo fenomenal que
era su padre. Probablemente sabía que era un gilipollas.
Dormían en habitaciones separadas y todo. Debían tener como setenta años cada
uno y hasta puede que más, y, sin embargo, aún seguían disfrutando con sus
cosas. Un poco a lo tonto, claro.
Pensarán que tengo mala idea, pero de verdad no lo digo con esa intención. Lo
que quiero decir es que solía pensar en Spencer a menudo, y que cuando uno
pensaba mucho en él, empezaba a preguntarse para qué demonios querría seguir
viviendo.
(…)
Ahí tienen a un tío como Spencer, más viejo que Matusalén, y
resulta que se lo pasa bárbaro comprándose una manta.
Considera el entusiasmo incompatible con la madurez.
Nunca me ha gustado ver a viejos ni en pijama, ni en batín
ni en nada de eso. Van enseñando el pecho todo lleno de bultos, y las piernas,
esas piernas de viejo que se ven en las playas, muy blancas y sin nada de pelo.
La importancia del físico. Considerar el envejecimiento como degradación o deterioro físico. Que sólo la juventud es bella.
—La vida es una partida, muchacho. La vida es una partida y
hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego.
—Sí, señor. Ya lo sé. Ya lo sé.
De partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca del lado de los que cortan el
bacalao, desde luego que es una partida, eso lo reconozco. Pero si te toca del
otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de
partida, nada.
¿Quién establece las reglas del juego?
En parte porque tengo un vocabulario pobrísimo, y en parte
porque a veces hablo y actúo como si fuera más joven de lo que soy. Entonces
tenía dieciséis años. Ahora tengo diecisiete y, a veces, parece que tuviera
trece
Comportamiento infantil en la adolescencia. Tratar a los jóvenes como niños. La visión que tiene de sí mismo. Se resiste a madurar.
Pero la gente se cree que las cosas tienen que ser verdad
del todo. No es que me importe mucho, pero también es un rollo que le estén
diciendo a uno todo el tiempo que a ver si se porta como corresponde a su edad.
A veces hago cosas de persona mayor, en serio, pero de eso nadie se da cuenta.
La gente nunca se da cuenta de nada.
Espera un reconocimiento cuando se comporta de manera responsable. Espera la aprobación del adulto, como los niños.
Sentía que se me venía encima un sermón y no es que la idea
en sí me molestara, pero me sentía incapaz de aguantar una filípica, oler a
Vicks Vaporub, y ver a Spencer con su pijama y su batín todo al mismo tiempo.
De verdad que era superior a mis fuerzas.
Ni me escuchaba. Nunca escuchaba cuando uno le hablaba.
Tuve que quedarme allí sentado escuchando todas aquellas
idioteces. Me la jugó buena el tío.
Yo sentía que empezaba a odiarle vagamente.
La verdad es que no he logrado interesarme mucho por ellos
aunque sus clases han sido muy interesantes. No le importe suspenderme porque
de todos modos van a catearme en todo menos en lengua.
Le dije que yo era un imbécil, que en su lugar habría hecho
lo mismo, y que muy poca gente se daba cuenta de lo difícil que es ser
profesor. En fin, el rollo habitual. Las tonterías de siempre.
Lo gracioso es que mientras hablaba estaba pensando en otra
cosa.
No tenía ganas de explicarle lo que me había pasado. De
todos modos no lo habría entendido. No
encajaba con su mentalidad. Uno de los motivos principales por los que
me fui de Elkton Hills fue porque aquel
colegio estaba lleno de hipócritas. Eso es todo. Los había a patadas.
Tardo mucho en asimilar las cosas. Por ahora sólo pienso en
que me voy a casa el miércoles. Soy un tarado.
—Me gustaría imbuir un poco de juicio en esa cabeza,
muchacho. Estoy tratando de ayudarte. Quiero ayudarte si puedo.
Y era verdad. Se le notaba. Lo que pasaba es que estábamos
en campos opuestos. Eso es todo.
¿Campos opuestos? Guerrilla alumnos-profesores o jóvenes-adultos
En la adolescencia empiezas a comportarte de forma distinta con los adultos, te vuelves más hermético y desconfiado. Empiezas a verlo todo con ojos más críticos, a ser más suspicaz.
Ya verá como todo se me arregla. Estoy pasando una mala
racha.
Piensa que las cosas se tuercen o solucionan porque sí. No parece dispuesto a cambiar nada ni a actuar para que las cosas cambien. Tampoco parece sentirse responsable de nada de lo que le pasa. La apatía lo engulle y es incapaz de empatizar.
Yo nunca le diré a nadie «buena suerte». Si lo piensa uno
bien, suena horrible.
¿Es que piensa que la
puedo necesitar?
Tampoco acepta que la suerte pueda ser un factor determinante.
Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Es terrible.
Pero donó a Pencey un montón de pasta y le pusieron su
nombre a esa ala de la residencia. (…)
Me lo imaginaba al muy hipócrita metiendo la primera y
pidiendo a Dios que le mandara unos cuantos fiambres más.
Soy un completo analfabeto, pero leo muchísimo.
Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco
de vez en cuando. (…) Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de
leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por
teléfono cuando quisieras. No hay muchos libros de esos.
Para colmo tenía un carácter horrible. Era un tipo bastante
atravesado. Vamos, que no me caía muy bien. (…) Miraba a ver si estaba
Stradlater. Le odiaba a muerte y nunca entraba en el cuarto si él andaba por
allí. La verdad es que odiaba a muerte a casi todo el mundo.
Quería obligarme a que dejara de leer y de estar a gusto. Lo
de la esgrima le importaba un rábano—.
Al final hacía lo que le decías, pero bastaba que se lo
dijeras para que tardara mucho más en hacerlo.
Estaba haciendo el indio, claro. A veces lo paso bárbaro con
eso. Además sabía que a Ackley le sacaba de quicio. Tiene la particularidad de
despertar en mí todo el sadismo que llevo dentro y con él me ponía sádico
muchas veces. Al final me cansé.
—Allá en el Norte llevamos gorras de esas para cazar ciervos
—dijo—.
Esa es una gorra para la caza del ciervo.
Sonó un golpe seco y además me hizo un daño horroroso. Pero
a Ackley le hizo una gracia horrorosa y empezó a reírse como un loco, con esa
risa de falsete que sacaba a veces. (…)Ese tipo de cosas como que a un tío le
pegaran una pedrada en la cabeza, le hacían desternillarse de risa.
—Siempre con esos aires de superioridad... —dijo Ackley—. No
le soporto. Cualquiera diría...
La única forma de que hiciera lo que uno le decía era
gritarle.
—Estás furioso con Stradlater porque te dijo que deberías
lavarte los dientes de vez en cuando. Pero si quieres saber la verdad, no lo
hizo por afán de molestarte. Puede que no lo dijera de muy buenos modos, pero
no quiso ofenderte. Lo que quiso decir es que estarías mejor y te sentirías
mejor si te lavaras los dientes alguna vez.
Incapaces de verse a sí mismos en los demás. Juzgan incorrecto el comportamiento de los demás pero actúan del mismo modo: son desconsiderados, groseros, hipócritas, egoístas, soberbios, mal pensados o atravesados, inseguros, menosprecian las cualidades ajenas o las conciben como una amenaza, se toman muy mal las críticas, como una ofensa personal.
—¡Qué gracia! —dijo Ackley—. Yo también lo haría si tuviera
la pasta que tiene él.
De pronto se abrió la puerta y entró Stradlater con muchas
prisas. Siempre iba corriendo y a todo le daba una importancia tremenda.
—¿Cómo va esa vida? —le dijo a Ackley. Stradlater era un tío
bastante simpático. Tenía una simpatía un poco falsa, pero al menos era capaz
de saludar a Ackley.
Cuando éste oyó lo de «¿Cómo va esa vida?» soltó un gruñido.
No quería contestarle, pero tampoco tenía suficientes agallas como para no
darse por enterado.
Pues Stradlater también lo era, pero de un modo distinto. El
era un marrano en secreto. (…) Si se cuidaba tanto de su aspecto era porque estaba locamente enamorado
de sí mismo.
Una cosa es estar envanecido (visión narcisista) y otra, quererse (tener amor propio, tener una visión clara de uno mismo)
Siempre estaba pidiendo favores a todo el mundo. Todos esos
tíos que se creen muy guapos o muy importantes son iguales.
Odio el cine con verdadera pasión, pero me encanta imitar a
los artistas. Stradlater me miraba a través del espejo mientras se afeitaba y
yo lo único que necesito es
público. Soy un exhibicionista nato.
Su concepto de las chicas
—¡No fastidies! Ya te he dicho que he roto con esa cerda.
—¿Ah, sí? Pues pásamela, hombre. En serio. Es mi tipo.
—Puedes quedártela, pero es muy mayor para ti.
—Me estás tapando la luz, Holden —dijo Stradlater—. ¿Tienes
que ponerte precisamente ahí?
Lo que hacen los demás siempre es para fastidiarnos o para ensombrecernos.
—Sí. Ella nunca las movía. Cuando tenía una dama nunca la
movía. La dejaba en la fila de atrás. Le gustaba verlas así, todas alineadas.
No las movía.
Stradlater no dijo nada. Esas cosas nunca le interesan a
casi nadie.
De repente me entraron unos nervios horrorosos. Soy un tipo
muy nervioso.
No es capaz de admitir y expresar que le molesta la idea de que Stradlater salga con Jane Gallaher porque sentiría que se está exponiendo demasiado, que está aceptando una debilidad.
Considera que el amor nos hace más frágiles. No es capaz de ver que el amor también nos hace más fuertes.
Considera que el amor nos hace más frágiles. No es capaz de ver que el amor también nos hace más fuertes.
Me puse tan nervioso que por poco me vuelvo loco. Ya les he
dicho lo obsesionado que estaba Stradlater con eso del sexo.
Lo consideraban una gran cosa porque nos daban un filete.
Apostaría la cabeza a que lo hacían porque como el domingo era día de visita
Juzga que las acciones son interesadas. Hay una razón encubierta detrás de todo o una mala intención.
Les juro que si un día naufragara y fueran a rescatarle en
una barca, antes de dejarse salvar preguntaría quién iba remando. Le dije que
iba con Mal Brossard.
—Ese cabrón... Bueno. Espera un segundo.
No le agradece el detalle de invitarle. Sería incapaz de admitir que se siente solo y busca compañía.
El conductor abrió la puerta y me obligó a tirarla. Le dije
que no pensaba echársela a nadie, pero no me creyó. La gente nunca se cree
nada.
Siguió, dale que te pego, hablando de esa chica con la que
decía que se había acostado durante el verano.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Fanfarronear es algo muy típico de adolescentes, crearse una idea favorecedora de sí mismo, fingir otras vidas,...
Era un guante para la mano izquierda porque mi hermano era
zurdo. Lo bonito es que tenía poemas escritos en tinta verde en los dedos y por
todas partes. Allie los escribió para tener algo que leer cuando estaba en el
campo esperando. Ahora Allie está muerto. Murió de leucemia el 18 de julio de
1946 mientras pasábamos el verano en Maine. Les hubiera gustado conocerle.
Tenía dos años menos que yo y era cincuenta veces más inteligente. Era
enormemente inteligente. Sus profesores escribían continuamente a mi madre para decirle que era un placer
tener en su clase a un niño como mi hermano. Y no lo decían porque sí. Lo
decían de verdad. Pero no era sólo el más listo de la familia. Era también el
mejor en muchos otros aspectos. Nunca se enfadaba con nadie.
Otorga a los demás cualidades que él mismo posee y no es capaz de verlo: generosidad, inteligencia, sensibilidad, buen carácter, talento…
Cuando murió tenía sólo trece años y pensaron en llevarme a
un siquiatra y todo porque hice añicos
todas las ventanas del garaje. Comprendo que se asustaran. De verdad. La
noche que murió dormí en el garaje y rompí todos los cristales con el puño sólo
de la rabia que me dio.
¿Es consciente de lo que le ha afectado la muerte de su hermano? ¿Lo ha superado?
Lo que es el tío tenía de todo: sinusitis, granos, una
dentadura horrible, halitosis y unas uñas espantosas. El muy cabrón daba hasta
un poco de lástima.
—Oye —le dije—, ¿puedo dormir en la cama de Ely esta noche?
No va a volver hasta mañana, ¿no? (…)
—Pero yo no puedo dar permiso para dormir en su cama a todo
el que se presente aquí por las buenas.
Se mueven en círculos cerrados y excluyentes. Eres o no de los nuestros. Que quede claro con mi actitud que tú tampoco eres mi amigo. Aprovechan cualquier ocasión para hacerse daño o para reprocharse. Incapaces de ponerse en el lugar del otro.
—Sí. Salí en defensa de tu honor. Stradlater dijo que tenías
un carácter horroroso y yo no podía consentir que dijera eso.
El asunto le interesó muchísimo.
—¿De verdad? ¡No me digas! ¿Ha sido por eso?
Le dije que era una broma y me tumbé en la cama de Ely.
—Cuéntame la fascinante historia de tu vida, Ackley, tesoro.
Como se siente ofendido, ofende. El caso es no sentirse en situación de inferioridad, no admitir que necesita consuelo, refugio, comprensión, ayuda. Se permite despreciarlo porque siente lástima de sí mismo y de Ackley por su aislamiento.
¡Vaya escuela que tenía!
Empezó por largarle a su pareja un rollo larguísimo en una
voz muy baja y así como muy sincera, como si además de ser muy guapo fuera muy
buena persona, un tío de lo más íntegro. Sólo oírle daban ganas de vomitar. La
chica no hacía más que decir: «No, por favor. Por favor, no. Por favor...» Pero
Stradlater siguió dale que te pego con esa voz de Abraham Lincoln que sacaba el
muy cabrón, y al final se hizo un silencio espantoso. No sabía uno ni adonde
mirar. Creo que aquella noche no llegó a tirarse a la chica, pero por poco. Por
poquísimo.
Reconoce el abuso pero es incapaz de impedirlo o hacerle frente por falta de carácter. Le provoca mala conciencia. Consciente de su falta de coraje. El abusador se convierte en el fuerte.
Ni se molestó en averiguar qué había sido de mí.
—¡Óyeme bien! —me dijo—. No me importa lo que digas de mí ni
de nadie. Pero si te metes con mi religión te juro que...
La pertenencia a un grupo le aporta seguridad. El sentimiento de pertenencia a un grupo cerrado. Es intolerante, porque no acepta las críticas.
Me encantan las mujeres. De verdad. No es que esté obsesionado por el sexo, aunque claro
que me gusta todo eso. Lo que quiero decir es que las mujeres me hacen
muchísima gracia. Siempre van y plantan sus cosas justo en medio del pasillo.
La miré con atención. No parecía tonta. A lo mejor hasta
sabía qué clase de cabrón tenía por hijo. Pero con eso de las madres nunca se
sabe. Están todas un poco locas.
Todas las madres son iguales. Les encanta que les cuenten lo
maravilloso que es su hijo.
Esos tíos como Morrow que se pasan el día atizándole a uno
con la sana intención de romperle el culo, resulta que no se limitan a ser
cabrones de niños. Luego lo siguen siendo toda su vida. Pero apuesto la cabeza
a que después de todo lo que le dije aquella noche, la señora Morrow verá ya
siempre en su hijo a un tío tímido y modesto que no se deja ni proponer como
candidato a unas elecciones. Vamos, eso creo.
Luego nunca se sabe. Aunque las madres no suelen ser unos
linces para esas cosas.
Padres que son incapaces de ver a sus hijos tal como son. La ceguera voluntaria
Era amiga de la mía y una de esas tías que son capaces de
romperse una pierna con tal de correr al teléfono para contarle a mi madre que
yo estaba en Nueva York. Además no me atraía la idea de hablar con la señora
Hayes. Una vez le dijo a Sally que yo estaba loco de remate y que no tenía
ningún propósito en la vida.
Sobre la capacidad de autocrítica: una cosa es que lo diga yo; a los demás no se lo consiento.
Esos patos del lago que hay cerca de Central Park South...
Sabe qué lago le digo, ¿verdad? ¿Sabe
usted por casualidad adonde van cuando el agua se hiela? ¿Tiene usted alguna
idea de dónde se meten?
Adónde ir cuando las cosas se ponen difíciles…Los adolescentes suelen acudir a la persona equivocada, pero no siempre.
Ese hotel estaba lleno de maníacos sexuales. Yo era
probablemente la persona más normal de todo el edificio, lo que les dará una
idea aproximada de la jaula de grillos que era aquello. Estuve a punto de
mandarle a Stradlater un telegrama
diciéndole que cogiera el primer tren a Nueva York. Se lo habría pasado de
miedo.
Por dentro debo ser el peor pervertido que han visto en su
vida. A veces pienso en un montón de cosas raras que no me importaría nada hacer
si se me
presentara la oportunidad. (…)Y
la verdad es que las mujeres no le ayudan nada a uno a procurar no estropear
algo realmente bueno.
La responsabilidad es siempre del otro.
A mi madre no se le escapa una. Es de las que te adivina el
pensamiento. Una pena, porque me habría gustado charlar un buen rato con mi
hermana.
No se imaginan ustedes lo guapa y lo lista que es. Les juro
que es listísima.
Siente adoración por Phoebe y se acuerda de ella en los malos momentos, cuando se siente solo.
Eso es lo que tienen las chicas. En cuanto hacen algo
gracioso, por feas o estúpidas que sean, uno se enamora de ellas y ya no sabe
ni por dónde se anda. Las mujeres. ¡Dios mío! Le vuelven a uno loco. De verdad.
Llegamos a tener bastante intimidad. No me refiero a nada
físico —de eso no hubo nada. Lo que quiero
decir es que nos veíamos todo el tiempo. Para conocer a una chica no hace
falta acostarse con ella.
Esta última frase es una genialidad.
Nueva York es terrible cuando alguien se ríe de noche. La
carcajada se oye a millas y millas de distancia y le hace sentirse a uno aún
más triste y deprimido. En el fondo, lo que me hubiera gustado habría sido ir a
casa un rato y charlar con Phoebe.
—Oiga —me dijo—, si fuéramos peces, la madre naturaleza
cuidaría de nosotros. No creerá usted que se mueren todos en cuanto llega el
invierno, ¿no?
De los que piensan que no hay de qué preocuparse, que ya habrá otros que lo hagan, que los que están en apuros salen solos de las horas bajas…
En Ernie está siempre tan oscuro que serían capaces de
servir un whisky a un niño de seis años. Además, allí a nadie le importa un
comino la edad que tengas. Puedes inyectarte heroína si te da la gana sin que
nadie te diga una palabra.
A su pareja se le notaba que le importaba un rábano el
partido, pero como la pobre era tan fea no le quedaba más remedio que
tragárselo quieras que no. Las chicas
feas de verdad las pasan moradas, las pobres. Me dan mucha pena. A veces no puedo
ni mirarlas, sobre todo cuando están con
un cretino que les está encajando el rollo de un partido de fútbol.
Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de
haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno
quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de esas.
Hipocresía y mentiras
Mientras me ponía el abrigo sentí una rabia terrible. La
gente siempre le fastidia a uno las cosas.
Si uno pudiera hacer siempre lo que le da la gana, sin tener que responder de ello.
Una idea equivocada de la libertad: no recibir castigo ni ser responsable de sus actos
Aunque estoy seguro de que si hubiera sabido quién era el
ladrón no le habría hecho nada tampoco. Soy un tipo bastante cobarde. Trato de
que no se me note, pero la verdad es que lo soy.
Como todo hijo de vecino. Él se cree una excepción.
Probablemente me habría quedado allí como cinco minutos con
los guantes en la mano sabiendo que lo que tenía que hacer era romperle al tío la cara. Hasta
el último hueso, vamos. Sólo que no habría tenido agallas para hacerlo.
¿La solución a los conflictos se resuelve con la violencia?
Creo que además de ser un poco cobarde, en el fondo lo que
me pasa es que me importa un pimiento que me roben los guantes.
Una de las cosas malas que tengo es que nunca me ha
importado perder nada.
Prefiero tirar a un tío por la ventana o cortarle la cabeza
a hachazos, que pegarle un puñetazo en la mandíbula. (…)No me importaría pelear
si tuviera los ojos vendados.
Para eso del alcohol tengo un aguante bárbaro. Puedo beber
toda la noche si me da la gana sin que se me note absolutamente nada.
—Bueno —le dije. Iba en contra de mis principios, pero me
sentía tan deprimido que no lo pensé. Eso es lo malo de estar tan deprimido.
Que no puede uno ni pensar.
Falta de autocontrol. No saber decir que no.
—Mil doscientos veintidós —le dije. Empezaba a arrepentirme
de haberle dicho que sí, pero ya era tarde para volverse atrás.
Nunca es tarde para volverse atrás
Casi siempre, cuando ya estás a punto, la chica, que no es prostituta
ni nada, te dice que no. Y yo soy tan tonto que la hago caso. La mayoría de los
chicos hacen como si no oyeran, pero yo no puedo evitar hacerles caso. Nunca se
sabe si es verdad que quieren que pares, o si es que tienen miedo, o si te lo
dicen para que si lo haces la culpa luego sea tuya y no de ellas. No sé, pero
el caso es que yo me paro. Lo que pasa es que me dan pena. La mayoría son tan
tontas, las pobres...
No me importaría nada ser muy bueno para esas cosas. La
verdad es que la mitad de las veces cuando estoy con una chica no se imaginan
lo que tardo en encontrar lo que busco.
Ojalá fuera guapa. Aunque la verdad es que en el fondo me
daba igual. Lo importante era pasar el trago cuanto antes.
Lo que me apetecía saber era por qué se había metido a
prostituta y todas esas cosas, pero me dio miedo preguntárselo. Probablemente
no me lo hubiera dicho.
¿Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo?
Robert Burns (1759-1796)
Coming through the rye, poor body
Coming through the rye,
She draiglet a’ her petticoatie.
Coming through the rye
Coming through the rye,
She draiglet a’ her petticoatie.
Coming through the rye
Gin a body meet a body
Coming through the rye;
Gin a body kiss a body,
Need a body cry?
Coming through the rye;
Gin a body kiss a body,
Need a body cry?
Gin a body meet a body
Coming through the glen;
Gen a body kiss a body,
Need the world ken?
Coming through the glen;
Gen a body kiss a body,
Need the world ken?
Jenny’s a’ wat, poor body;
Jenny’s seldon dry;
She draiglet a’ her petticoatie,
Coming through the rye.
Jenny’s seldon dry;
She draiglet a’ her petticoatie,
Coming through the rye.
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