Textos
seleccionados del nudo de la novela Tristana, de Benito Pérez Galdós [del
capítulo XIII al XXIII]:
La educación insustancial de las niñas
Quejábase amargamente de no
haber tenido a su lado, en tanto tiempo, personas que supieran ver en ella una
aptitud para algo, aplicándola al estudio de un arte cualquiera. «Ahora me
parece a mí que si de niña me hubiesen enseñado el dibujo, hoy sabría yo pintar,
y podría ganarme la vida y ser independiente con mi honrado trabajo. Pero mi
pobre mamá no pensó más que en darme la educación insustancial de las niñas que
aprenden para llevar un buen yerno a casa, a saber: un poco de piano, el
indispensable barniz de francés, y qué sé yo... tonterías. ¡Si aun me hubiesen
enseñado idiomas, para que, al quedarme sola y pobre, pudiera ser profesora de
lenguas...! Luego, este hombre maldito me ha educado para la ociosidad y para
su propio recreo, a la turca verdaderamente, hijo... Así es que me encuentro
inútil de toda inutilidad. Ya ves, la pintura me encanta; siento vocación,
facilidad. […]
La
mujer soñada
[Horacio]
había
soñado en Tristana la mujer subordinada al hombre en inteligencia y en
voluntad, la esposa que vive de la savia moral e intelectual del esposo, y que
con los ojos y con el corazón de él ve y siente. Pero resultaba que la niña
discurría por cuenta propia, lanzándose a los espacios libres del pensamiento,
y demostraba las aspiraciones más audaces. […]
Tres
carreras para las mujeres
Toda mujer aspira a casarse
con el hombre que ama; yo, no. Según las reglas de la sociedad, estoy ya
imposibilitada de casarme. No podría hacerlo, ni aun contigo, con la frente
bien alzada, pues por muy bueno que conmigo fueras, siempre tendría ante ti
cierto resquemor de haberte dado menos de lo que mereces, y temería que tarde o
temprano, en un momento de mal humor o de cansancio, me dijeras que habías
tenido que cerrar los ojos para ser mi marido... No, no. ¿Será esto orgullo, o
qué será? Yo te quiero y te querré siempre; pero deseo ser libre. Por eso
ambiciono un medio de vivir; cosa difícil, ¿verdad? Saturna me pone en solfa, y
dice que no hay más que tres carreras para las mujeres: el matrimonio, el
teatro y... Ninguna de las tres me hace gracia. Buscaremos otra. Pero yo
pregunto: ¿es locura poseer un arte, cultivarlo y vivir de él? ¿Tan poco
entiendo del mundo que tengo por posible lo imposible?
Sueño
con esta libertad honrada
Hace tiempo, mucho tiempo, que
sueño con esta libertad honrada; y desde que te quiero, como se me ha
despertado la inteligencia, y me veo sorprendida por rachas de saber que me
entran en el magín, lo mismo que el viento por una puerta mal cerrada, veo muy
claro eso de la honradez libre. Pienso en esto a todas horas, pensando en ti, y
no ceso de echar pestes contra los que no supieron enseñarme un arte, siquiera
un oficio
El tiempo rebajará su imaginación
Creía sinceramente el bueno de
Horacio que aquel era el amor de toda su vida, que ninguna otra mujer podría
agradarle ya, ni sustituir en su corazón a la exaltada y donosa Tristana; y se
complacía en suponer que el tiempo iría templando en ella la fiebre de
ideación, pues para esposa o querida
perpetua tal flujo de pensar temerario le parecía excesivo. Esperaba que su
constante cariño y la acción del tiempo rebajarían un poco la talla imaginativa
y razonante de su ídolo, haciéndola más mujer, más domestica, más corriente y
útil. […]
No
sirvo para gobernar la casa
«Es muy particular lo que me
pasa: aprendo fácilmente las cosas difíciles; me apropio las ideas y las reglas
de un arte... hasta de una ciencia, si me apuras; pero no puedo enterarme de
las menudencias prácticas de la vida. Siempre que compro algo, me engañan; no
sé apreciar el valor de las cosas; no tengo ninguna idea de gobierno, ni de
orden […]
Nada
de matrimonio
La verdad es que si pinto como
tú o descubro otra profesión en que pueda lucir y trabajar con fe, ¿cómo nos
vamos a arreglar, hijo de mi vida? Es cosa que espanta. […]
Si encuentro mi manera de
vivir, viviré sola. […]
Creo que has de quererme menos
si me haces tu esclava; creo que te querré poco si te meto en un puño. Libertad
honrada es mi tema... o si quieres, mi dogma. […]
trabajando en mi arte para
ganarme el pan; tú en la tuya, juntos a ratos, separados muchas horas,
porque... ya ves, eso de estar siempre juntos, siempre juntos, noche y día, es
así, un poco...
Una
grave dificultad
-No me entiendes. Claro que es
tuyo... Pero me pertenece más a mí. [Tristana]
-Tuyo, sí; pero... fíjate bien... quiero decir
que eso de tuyo no es tan claro, en la generalidad de los casos. Luego, la
Naturaleza me da más derechos que a ti... Y se llamará como yo, con mi apellido
nada más. ¿Para qué tanto ringorrango?
Pero Díaz quedó un poco
triste.
Yo, ¿qué culpa tengo? Cuando
menos se piensa, pienso cosas que no debe una pensar... Pero no hagas caso. Otra vez, coges
un palito y me pegas.
[Horacio]
por
costumbre medía y pesaba todas las cosas previendo el desarrollo posible de los
sucesos. No era de estos que fácilmente se embriagan con las alegrías sin ver
el reverso de ellas.
[Tristana] Sabía expresar su
cariño en términos siempre nuevos; ser dulce sin empalagar, candorosa sin
insulsez, atrevidilla sin asomos de corrupción, con la sinceridad siempre por delante,
como la primera y más visible de sus infinitas gracias.
[Horacio] y para entretenerse
se puso a leer a Leopardi.
Dante era su única pasión
literaria. […]
Pues, a lo que iba: engañaba
Horacio el tiempo leyendo al melancólico poeta de Recanati, y se detenía
meditabundo ante aquel profundo pensamiento: e discoprendo, solo il nulla
s'accresce cuando sintió los pasitos que anhelaba oír; y ya no se acordó de
Leopardi ni se cuidó de que il nulla creciera o menguara discoprendo.
[…]
[Tristana] Yo quiero que tú y yo seamos extranjeros en alguna parte
[…]
D. Lepe no viene aquí,
ni por nada
del mundo hace él el celoso de comedia. Creería que su
caballerosidad se llenaba de oprobio. Fuera de la seducción de mujeres más o
menos virtuosas, es todo dignidad. […]
Con tanta caballerosidad, sabe
ser muy bruto cuando le tocan el punto delicado. […]
Quiéreme, quiéreme mucho, que todo lo demás
es música. A veces se me ocurren ideas tristes; por ejemplo, que
seré muy desgraciada, que todos mis sueños de felicidad se convertirán en humo.
Por eso me aferro más a la idea de conquistar mi independencia y de
arreglármelas con mi ingenio como pueda. Si es verdad que tengo algún pesquis,
¿por qué no he de utilizarlo dignamente, como otras explotan la belleza o la
gracia? […]
[Horacio a Tristana] no te
aferres tanto a esa aspiración, que podría resultar impracticable. […]
¿te parece que hay un oficio
mejor ni arte más hermoso? Hacer feliz a un hombre que te hará feliz, ¿qué más?
[…]
Lo que he pensado de mí,
estudiándome mucho, porque yo me estudio, ¿sabes?, es que sirvo, que podré servir
para las cosas grandes; pero que decididamente no sirvo para las pequeñas.
Un
terror sordo
[Horacio] Al propio tiempo que
consideraba su destino inseparable del de aquella singular mujer, un terror
sordo le rebullía en el fondo del alma, y por más que procuraba, haciendo
trabajar furiosamente a la imaginación, figurarse el porvenir al lado de
Tristana, no podía conseguirlo. Las aspiraciones de su ídolo a cosas grandes causábanle
asombro; pero al querer seguirla por los caminos que ella con
tenacidad graciosa señalaba, la hechicera figura se le perdía en un término
nebuloso. […]
Habría tenido gusto en
acompañarla; pero ¿cómo, ¡santo Dios!, si no veía forma humana de romper su
amorosa cadena, ni siquiera de aflojarla? […]
[Doña Trinidad a Horacio] Y,
sobre todo, tontín, allí te librarás de tanto quebradero de cabeza y de las
angustias que estás pasando. Te lo dice quien bien te quiere, quien
sabe algo de este mundo traicionero. No hay cosa peor que apegarse a un vicio
de querer... Despréndete de un tirón. Pon tierra por medio».[…]
Su existencia toda pedía
tregua, uno de esos paréntesis que la guerra y el amor suelen solicitar con
necesidad imprescindible para poder seguir peleando y viviendo. […]
querían probar el desconocido
encanto de alejarse, sabiendo que era por tiempo breve; probar el sabor de la
ausencia, con sus inquietudes, el esperar y recibir cartas, el desearse
recíprocamente, y el contar lo que faltaba para tenerse de nuevo. […]
El fantasma
[Tristana a Horacio] Dime:
¿existes tú, o no eres más que un fantasma vano, obra de la fiebre, de esta
ilusión de lo hermoso y de lo grande que me trastorna? […]
y no quiero, no quiero sino
cosas infinitas, entérate... todo infinito, infinitísimo, o nada... […]
Desde ayer no hago más que
imaginar desgracias, suponer cosas tristes: o que tú te mueres, y viene a
contármelo D. Lope con cara de regocijo, o que me muero yo y me meten en
aquella caja horrible, y me echan tierra encima. […]
Venga mi vida mortal, y salud
y amor, y todo lo que deseo.
»El problema de mi vida me anonada más cuanto
más pienso en él. Quiero ser algo en el mundo, cultivar un arte, vivir de mí
misma. El desaliento me abruma. ¿Será verdad, Dios mío, que pretendo un
imposible? Quiero tener una profesión, y no sirvo para nada, ni sé nada de cosa
alguna. Esto es horrendo.
»Aspiro a no depender
de nadie, ni del hombre que adoro. No quiero ser su manceba, tipo innoble, la
hembra que mantienen algunos individuos para que les divierta, como un perro de
caza; ni tampoco que el hombre de mis ilusiones se me convierta en marido. No
veo la felicidad en el matrimonio. Quiero, para expresarlo a mi manera, estar
casada conmigo misma, y ser mi propia cabeza de familia. No sabré amar por
obligación; sólo en la libertad comprendo mi fe constante y mi adhesión sin
límites. Protesto,
me da la gana de protestar contra los hombres, que se han cogido todo el mundo
por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por
donde ellos no saben andar...[…]
en el espíritu de Horacio se iniciaba una
crisis
«¡Ay niña mía, no sabes cuán hermoso es esto!
Pero ¿cómo has de comprenderlo tú, si yo mismo he vivido hasta hace poco ciego
a tanta belleza y poesía? Admiro y amo este rincón del planeta, pensando que
algún día hemos de amarlo y admirarlo juntos. […]
Ven, y verás. Resuélvete a dejar a ese viejo
absurdo, y casémonos ante este altar incomparable, o ante cualquier otro
altarito que el mundo nos designe, y que aceptaremos para estar bien con él...
¿No sabes? Me he franqueado con mi ilustre tía. […]
No sé lo que pensará mi tía de una resolución
tan súpita. Que piense lo que quiera. Dime que te gustará esta vida
obscura y deliciosa; que amarás esta paz campestre; que aquí te curarás de las locas efervescencias
que turban tu espíritu, y que anhelas ser una feliz y robusta
villana, ricachona en medio de la sencillez y la abundancia, teniendo por
maridillo al más chiflado de los artistas, al más espiritual habitante de esta
tierra de luz, fecundidad y poesía. […]
Tú como eres, yo como ero. Eso de que
dos que se aman han de volverse iguales y han de pensar lo mismo no me cabe a
mí en la cabeza. ¡El uno para el otro! ¡Dos en uno! ¡Qué bobadas inventa el
egoísmo! ¿A qué esa confusión de los caracteres? Sea cada cual como Dios le ha
hecho, y siendo distintos, se amarán más. Déjame suelta, no me amarres, no
borres mi... ¿lo digo? Estas palabras tan sabias se me atragantan; pero, en
fin, la soltaré... mi doisingracia. […]
Me dio a escoger, y elegí el Macbeth,
porque aquella señora de Macbeth me ha sido siempre muy simpática. Es mi
amiga... En fin, que le metimos el diente a la tragedia. […]
[A D. Lope] Ahora le da por llamarme su hija,
por recrear su espíritu (así lo dice) llamándose mi papá, y por figurarse que
lo es. E se non piangi, de che pianger suoli? Se arrepiente de no
haberme comprendido, de no haber cultivado mi inteligencia. […]
continuará
Giacomo Leopardi (1798-1837)
da “Canti”, Einaudi, 1963
Ad Angelo Mai, quand'ebbe trovato i libri di Cicerone della Repubblica, vv. 91-105.
[…]
Nostri sogni leggiadri ove son giti
Dell'ignoto ricetto
D'ignoti abitatori, o del diurno
Degli astri albergo, e del rimoto letto
Della giovane Aurora, e del notturno
Occulto sonno del maggior pianeta?
Ecco svaniro a un punto,
E figurato è il mondo in breve carta;
Ecco tutto è simile, e discoprendo,
Solo il nulla s'accresce. A noi ti vieta
Il vero appena è giunto,
O caro immaginar; da te s'apparta
Nostra mente in eterno; allo stupendo
Poter tuo primo ne sottraggon gli anni;
E il conforto perì de' nostri affanni.
[…]
in: “Poems of Giacomo Leopardi translated by Frederick Towsend”,
http://www.gutenberg.org/files/19315/19315-h/19315-h.htm
To Angelo Mai, on his discovery of the lost books of Cicero De Re Publica, vv. 91-105.
[…]
Where now are all the charming dreams
Of the mysterious retreats
Of dwellers unto us unknown,
Or where, by day, the stars to rest have gone,
Or of the couch remote of Eos bright,
Or of the sun's mysterious sleep at night?
They, in an instant, vanished all;
A little chart portrays this earthly ball.
Lo, all things are alike; discovery
But proves the way for dull vacuity.
Farewell to thee, O Fancy, dear,
If plain, unvarnished truth appear!
Thought more and more is still estranged from thee;
Thy power so mighty once, will soon be gone,
And our poor, wounded hearts be left forlorn.
[…]
No hay comentarios:
Publicar un comentario