domingo, 20 de octubre de 2013

Extranjeros en alguna parte





Textos seleccionados del nudo de la novela Tristana, de Benito Pérez Galdós [del capítulo XIII al XXIII]:



Te me vuelves espíritu puro
Ahora que estoy malita y triste, pienso más en ti... […]
Lo más raro de cuanto me pasa es que se me ha borrado tu imagen […]
Te me vuelves espíritu puro, un ser intangible, un... no sé cómo decirlo. […]
Estás preparando con estudios parciales el gran cuadro que era tu ilusión y la mía, el Embarque de los moriscos expulsados, para el cual apuntaste ya algunas figuras. Hazlo, por Dios, trabaja en eso. ¡Asunto histórico profundamente humano y patético! No vaciles, y déjate de gallinas y vulgaridades estúpidas. […]
¿por qué no intentas lo que nadie como tú hará? […]
La enfermedad como castigo
Es que D. Lope me ha pegado su reuma. […]
Quiero decir que mi tirano se ha vengado de mis desdenes comunicándome por arte gitanesco o de mal de ojo la endiablada enfermedad que padece. […]
¿No te parece cruel lo que hace Dios conmigo? ¡Que a ese perdulario le cargue de achaques en su vejez, como castigo de una juventud de crímenes contra la moral […]pero que a mí, jovenzuela que empiezo a pecar […]
El Demonio es mala persona, y quiere vengarse de mí por lo que le hice rabiar. Poco antes de conocerte, mi desesperación anduvo en tratos con él […]
Vente para acá; quiero verte
¿Y qué hace la niña? Reconstruirte a su manera, crearte, con violencias de la imaginación. Ven pronto, y por el camino pídele a Dios, como yo se lo pido, que cuando llegues no cojee ya tu fenómena».
Como un grillete que la sujeta
D. Lope celebra mi mejoría; pero se me figura a mí que en su fuero interno (un foro de muchas esquinas) siente que la esclava no claudique, porque la cojera es como un grillete que la sujeta más a su malditísima persona...[…]
Eso de no ver en mi enfermedad más que una luxación, por los brincos que doy para escalar de la inmortalidad el alto asiento […]
¡Que la vida es corta y hay que gozar de ella! ¡Que el arte y la gloria no valen dos ochavos! No decías eso cuando nos conocimos […]¡Que en vez de brincar debo sentarme con muchísima pachorra en las losas calentitas de la vida doméstica! […]
me dices tú que vendrás pronto
La esfinge de mi destino desplegó los marmóreos labios y me dijo que para ser libre y honrada, para gozar de independencia y vivir de mí misma, debo ser actriz. Y yo he dicho que sí; lo apruebo, me siento actriz.
Ya me figuro que no te gustará
Ya me figuro que no te gustará, que tendrás celos del teatro. […]
Pero hazme el favor de concederme que el arte escénico es un arte noble, de los pocos que puede cultivar honradamente una mujer. […]
y no te vea yo convertido en un terrateniente vulgar y obscuro […]
¿Y cómo te veo ahora, si vienes?
Yo le pido a Dios y a la Virgen que me curen pronto. No he sido tan mala que este castigo merezca. […]
todas las ideas se me han escapado, como si se echaran a volar.
No, yo no quiero ser coja. Antes... […]
estoy rabiosa, y con rabia no puedo llorar. […]
fuera de su absoluta ceguera moral en cosas de amor, el libertino inservible era hombre de buenos sentimientos y no podía ver padecer a las personas de su intimidad. […]
la quería con entrañable afecto y se acongojaba de verla enferma y con pocas esperanzas de pronto remedio. […]
Encajada y quieta en un sillón de resortes […]
Claro, ya no tienes aquel dolor sordo, profundo, ¿verdad? Ahora te duele, te duele de firme; pero como una desolladura...eso es. Precisamente es lo que se quiere: que te duela. […]
[Tristana a D. Lope] Ya no brincaré más. […]
El profundo egoísmo
¿Quieres más libros para distraerte? ¿Quieres dibujar? Pide por esa boca. ¿Tráigote comedias para que vayas estudiando tus papeles? (Tristana hacía signos negativos de cabeza.) […]
¡Y yo tan bruto, que no comprendí desde el principio tus grandes facultades! No me lo perdonaré nunca».
No salgo, por acompañarte... […]Ya sé que en otros tiempos debí hacerlo y no lo hice. […]
el marrullero galán sabía herirla en lo más sensible de su ser, adulando sus gustos y estimulando su soñadora fantasía. […]
el tirano dio a su víctima pruebas de increíble tolerancia […]
¡Me da mucha pena, pero mucha pena... pobrecilla! […]
De fijo que le ha ofrecido casarse, y ella se lo cree... […]
mi último trofeo, y como el último, el más caro a mi corazón. ¡Vive Dios que si estúpidamente me la dejé quitar, ha de volver a mí; no para nada malo, bien lo sabe Dios, pues ya estoy mandado recoger, sino para tener el gusto de arrancársela al chisgarabís […]
La querré como hija, la defenderé contra todos [¿y quién la defenderá de tí?][…]
ahora me da la gana de ser su padre, y de guardarla para mí solo, para mí solo […]
Sé que has claudicado moralmente, antes de cojear con tu piernecita... […]
que creas en sus promesas tontas y te lances con él a proyectillos de felicidad que pronto se te vuelven humo?... Ea, no hablemos más de eso. Te lo perdono... Absolución total. Ya ves... quiero ser tu padre, y empiezo por...».
El matrimonio te zambulliría en la vulgaridad. Tú no puedes ni debes ser de nadie, sino de ti misma. Esa idea tuya de la honradez libre, consagrada a una profesión noble; esa idea que yo no supe apreciar antes y que al fin me ha conquistado […]
Porque te pondrás buena de la pierna y serás una actriz tan extraordinaria […]
Pero no sé, no sé si las cosas que sueño se realizarán... […]
Estoy alegre, sí, y llena de esperanzas […]
Me da por pensar que se cumplirán mis deseos, que seré actriz del género trágico […]
Yo te engrandezco con mi imaginación cuanto quieres achicarte […]
No me niegues que eres como te sueño. […]Déjame que te piense, conforme a mi real gana. […]
la imaginación de la pobre enferma se lanzaba sin freno a los espacios de lo ideal […]
Mientras más te adoro, más olvido tu fisonomía [Cuanto más lejos está el santo, más grande es la devoción]
Creí que mejoraba; pero no, no quiere Dios. […]
Estoy furiosa... cada día peor, con sufrimientos horribles. […]
El cerebro, el corazón, creí yo que mandarían siempre; pero ahora una estúpida rodilla se ha erigido en tirana, y aquellos nobles órganos la obedecen... Quiero decir, no la obedecen ni le hacen maldito caso; pero sufren un absurdo despotismo, que confío será pasajero. Es como si se sublevara la soldadesca...
Créelo, tú y yo hemos de hacer algo grande en el mundo. […]
Mírate en mí, que soy tu espejo […]
segura estoy de que eres tal y como te pienso: la suma perfección moral y física. […]
¡Que un hueso, un miserable hueso, nos...!». [La enfermedad pone a prueba, no separa].
¡Qué bueno eres! Tu inteligencia no conoce igual […]
Te quiero con más alma que nunca, porque respetas mi libertad, porque no me amarras a la pata de una silla ni a la pata de una mesa con el cordel del matrimonio. […]
De aquel bonito fantasma iba haciendo Tristana la verdad elemental de su existencia, pues sólo vivía para él, sin caer en la cuenta de que tributaba culto a un Dios de su propia cosecha. […]
tengo bastante poder de imaginación para suprimir la distancia y contraer el tiempo conforme se me antoja […]
Llévese el Demonio la pierna. Que me la corten. Para nada la necesito. […]
«No me hace falta ver los primores de tu arte maravilloso. Me los figuro como si delante de mis ojos los tuviera. […]
Cuando yo me ponga buena, haré lo mismo. […]Trabajaremos juntos, porque ya no podré ser actriz […]eres el sumo bien, la absoluta bondad, como eres... aunque no quieras confesarlo, la suprema belleza». […]
Viose convertido en ser ideal, y a cada carta que recibía entrábanle dudas acerca de su propia personalidad, llegando al extremo increíble de preguntarse si era él como era, o como lo pintaba con su indómita pluma la visionaria niña de D. Lepe. Pero su inquietud y confusión no le impidieron ver el peligro tras ellas oculto, y empezó a creer que Paquita de Rímini más padecía de la cabeza que de las extremidades. Asaltado de ideas pesimistas, y lleno de zozobra y cavilaciones, resolvió marchar a Madrid, y ya tenía dispuesto todo para el viaje, a últimos de febrero, cuando un repentino ataque de hemoptisis de doña Trinidad le encadenó a Villajoyosa en tan mala ocasión. […]
Nadie te comprende como yo, y el mismo que tiene la dicha de leer tus garabatos no está a la altura de ellos, ni merece tanto honor. […]
él solo reía sus propios chistes, disimulando la terrible procesión que por dentro le andaba. […]
A Dios mismo, a la muerte se la disputaré. […]Reconozco en mí un egoísmo capaz de mover las montañas […]
el mal entraba en un período de gravedad crítica
«Comprendido, doctor... Esta... no la cuento. No me importa. La muerte me gusta; se me está haciendo simpática. […]
[Miquis] -¡Pobrecilla! No se lo diremos claramente. La engañaremos.
[D. Lope] -¡Engañarla! No se ha enterado usted todavía de su penetración.
[Miquis] Es fácil que ella, si tanta agudeza tiene, lo haya comprendido, y no necesitemos... El enfermo suele ver muy claro.
[Miquis] Ni se enterará usted. Y luego se sentirá muy bien, y dentro de unos cuantos días ya podrá entretenerse en pintar... […]
Me la cortan. ¡Pobrecita pierna! Pero ella tiene la culpa... ¿Para qué es mala? […]
esto es muy triste, y yo no lo soportaré sino sabiendo que seré la misma para ti después de la carnicería... […]
Aunque sé que me querrás siempre, dímelo para que conste. […]
[D. Lope] «Lo que es ahora -dijo al escribir el sobre y como si hablara con la persona cuyo nombre trazaba la pluma- ya no te temo. La perdiste, la perdiste para siempre […]
Te he vencido. Triste es mi victoria, pero cierta. Dios sabe que no me alegro de ella sino descartando el motivo que es la mayor pena de mi vida... Ya me pertenece en absoluto hasta que mis días acaben. ¡Pobre muñeca con alas! Quiso alejarse de mí, quiso volar; pero no contaba con su destino […]no contaba con Dios, que me tiene ley... […]cuando se me escapa lo que quiero... me lo trae atadito de pies y manos.[…]
«¡Sujeta para siempre! ¡Ya no más desviaciones de mí!». Repitiendo esta idea, parecía querer aplazar el contento que de ella se derivaba, pues no era la ocasión muy propicia para alegrarse de cosa alguna. […]
Recibioles D. Lope como si recibiera al verdugo cuando va a pedir perdón al condenado a muerte y a prepararle para el suplicio. […]
¿Y si no despierto, si me quedo allá...?». […]
empezó el despertar lento y triste de la señorita de Reluz, su nueva vida, después de aquel simulacro de muerte, su resurrección, dejándose un pie y dos tercios de la pierna en el seno de aquel sepulcro que a manzanas olía.






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