lunes, 21 de octubre de 2013

'Wstawac'



He procurado mirar sólo con mis ojos, y no con las gafas prestadas por esa difusa autoridad que legisla inapelablemente en cada uno de los reinos de lo que viene a llamarse la cultura, o la actualidad cultural, por más señas. Sin duda me he equivocado muchas veces: en cualquier caso, mis errores son míos, lo cual no les da ningún valor, pero me permite la tranquilidad de espíritu de no haberme ocultado en el espacio seguro de la conveniencia. A lo largo de este tiempo he recibido muchas sorpresas, y, sin darme cuenta, alguna de estas travesías me ha llevado a pisar campos minados. He observado que la ficción de tolerancia universal que parece circular por todas partes se interrumpe cuando alguien disiente de alguno de los mandamientos instantáneos de la moda. A mí, como a Pedro Salinas, lo que más me gusta es que me gusten He recibido las cosas, pero durante un tiempo me vi convertido en el tipo a quien no le gustaba Joseph Beuys, lo cual fue casi menos grave que el hecho de que tampoco me gustara Quentin Tarantino. Creo que algunas personas tienen que agradecerme lo modernas que se han sentido al compararse conmigo, lo extremadamente de izquierdas que les ha permitido ser mi desapego hacia algunos dogmas políticos y culturales que yo mismo compartí en otro tiempo, lo cosmopolitas que han sido por comparación con mi palurdismo. El director de cine Pedro Almodóvar, sobre quien yo había escrito más de un artículo lleno de elogios, decidió que yo era un reaccionario peligroso y en alguna entrevista tuvo a bien ponerme como muestra de la ola de conservadurismo que se avecinaba: el motivo era un párrafo de una de estas crónicas en el que yo mostraba, al parecer imperdonablemente, mi desagrado hacia una escena de una de sus películas. Gracias a ese artículo yo pude aprender algo sobre la naturaleza humana y sobre los efectos desiguales de la objeción y el elogio. Nunca pensé que el acto de mostrar con claridad las sensaciones o las reflexiones que despiertan las cosas en alguien muy aficionado a mirar y a admirar tuviera a veces consecuencias tan extremas, a favor o en contra, da igual. Durante una temporada los amigos y allegados del Premio Nobel de Literatura se dedicaron a practicar el tiro al blanco sobre mi persona atribuyéndome incluso apodos bastante graciosos, dignos del tradicional ingenio español. En esto de los apodos también es bastante gracioso un crítico literario del admirable suplemento Babelia, que al referirse a mí siempre me llama, campechanamente, "Muñoz", sin duda para subrayar, con su conocida sutileza, que la vulgaridad de mi literatura se corresponde con la de mis apellidos. De vez en cuando he notado que en los partidarios o en los adversarios de lo que yo había escrito había un grado de convicción y de seguridad mucho más fuerte que en mí mismo. No estoy tan seguro de nada como para descalificar a nadie porque no piense lo mismo que yo. Todo está lleno de especialistas, de expertos, de guardianes celosos de un minifundismo intelectual cada vez más irrespirable. Yo he querido practicar en el periódico lo mismo que me gusta en la vida, la atención del aficionado que procura cultivarse y disfrutar de las cosas sin ser experto en ellas, nadando entre las dos aguas igualmente inhóspitas del fanatismo o el papanatismo incondicional de la cultura y la seducción de la ignorancia. Creo que una de las tareas éticas y estéticas más urgentes es el restablecimiento de la soberanía personal del espectador y el lector, que es, en el fondo, la soberanía del ciudadano, no sometido ni a las lealtades de la tribu ni a las coacciones de una opinión dominante, administrada por un misterioso sanedrín de expertos tan inaccesibles como indiscutibles. Pero todo ha pasado, es pasado, el pasado lejano de lo que ya ha sido escrito. En este tiempo no me han faltado sobresaltos, pero tampoco he dejado de sentir la compañía cálida y asidua de algunos lectores. Saber que alguien ha agregado al catálogo de sus costumbres la de buscar cada miércoles esta esquina del periódico es un halago íntimo que siempre despierta gratitud. Pero está bien irse de los sitios, igual que estuvo bien llegar a ellos, irse en busca de otras cosas que escribir y contar. Lo peor de los adioses es que sean demasiado largos, según puede comprobarse leyendo El largo adiós.

Adiós, Antonio Muñoz Molina [El País, 15 de octubre de 1997]



Adiós, Antonio Muñoz Molina [El País, 15 de octubre de 1997]
En busca de un refugio, Antonio Muñoz Molina [El País, 17 de septiembre de 1997]
Semanas con Dickens, Antonio Muñoz Molina [El País, 3 de septiembre de 1997]
El regresado, Antonio Muñoz Molina [El País, 13 de agosto de 1997]
Un profeta del frío, Antonio Muñoz Molina [El País, 6 de agosto de 1997]
El verano de Lolita, Antonio Muñoz Molina [El País, 30 de julio de 1997]
Los responsables y los culpables, Antonio Muñoz Molina [El País, 14 de julio de 1997]
La cizaña, Antonio Muñoz Molina [El País, 9 de julio de 1997]
Los historiadores, Antonio Muñoz Molina [El País, 2 de julio de 1997]
Noticias de Dublín, Antonio Muñoz Molina [El País, 18 de junio de 1997]
La orden del amanecer, Antonio Muñoz Molina [El País, 11 de junio de 1997]
Poema WStawac, Primo Levi


domingo, 20 de octubre de 2013

Extranjeros en alguna parte





Textos seleccionados del nudo de la novela Tristana, de Benito Pérez Galdós [del capítulo XIII al XXIII]:



Te me vuelves espíritu puro
Ahora que estoy malita y triste, pienso más en ti... […]
Lo más raro de cuanto me pasa es que se me ha borrado tu imagen […]
Te me vuelves espíritu puro, un ser intangible, un... no sé cómo decirlo. […]
Estás preparando con estudios parciales el gran cuadro que era tu ilusión y la mía, el Embarque de los moriscos expulsados, para el cual apuntaste ya algunas figuras. Hazlo, por Dios, trabaja en eso. ¡Asunto histórico profundamente humano y patético! No vaciles, y déjate de gallinas y vulgaridades estúpidas. […]
¿por qué no intentas lo que nadie como tú hará? […]
La enfermedad como castigo
Es que D. Lope me ha pegado su reuma. […]
Quiero decir que mi tirano se ha vengado de mis desdenes comunicándome por arte gitanesco o de mal de ojo la endiablada enfermedad que padece. […]
¿No te parece cruel lo que hace Dios conmigo? ¡Que a ese perdulario le cargue de achaques en su vejez, como castigo de una juventud de crímenes contra la moral […]pero que a mí, jovenzuela que empiezo a pecar […]
El Demonio es mala persona, y quiere vengarse de mí por lo que le hice rabiar. Poco antes de conocerte, mi desesperación anduvo en tratos con él […]
Vente para acá; quiero verte
¿Y qué hace la niña? Reconstruirte a su manera, crearte, con violencias de la imaginación. Ven pronto, y por el camino pídele a Dios, como yo se lo pido, que cuando llegues no cojee ya tu fenómena».
Como un grillete que la sujeta
D. Lope celebra mi mejoría; pero se me figura a mí que en su fuero interno (un foro de muchas esquinas) siente que la esclava no claudique, porque la cojera es como un grillete que la sujeta más a su malditísima persona...[…]
Eso de no ver en mi enfermedad más que una luxación, por los brincos que doy para escalar de la inmortalidad el alto asiento […]
¡Que la vida es corta y hay que gozar de ella! ¡Que el arte y la gloria no valen dos ochavos! No decías eso cuando nos conocimos […]¡Que en vez de brincar debo sentarme con muchísima pachorra en las losas calentitas de la vida doméstica! […]
me dices tú que vendrás pronto
La esfinge de mi destino desplegó los marmóreos labios y me dijo que para ser libre y honrada, para gozar de independencia y vivir de mí misma, debo ser actriz. Y yo he dicho que sí; lo apruebo, me siento actriz.
Ya me figuro que no te gustará
Ya me figuro que no te gustará, que tendrás celos del teatro. […]
Pero hazme el favor de concederme que el arte escénico es un arte noble, de los pocos que puede cultivar honradamente una mujer. […]
y no te vea yo convertido en un terrateniente vulgar y obscuro […]
¿Y cómo te veo ahora, si vienes?
Yo le pido a Dios y a la Virgen que me curen pronto. No he sido tan mala que este castigo merezca. […]
todas las ideas se me han escapado, como si se echaran a volar.
No, yo no quiero ser coja. Antes... […]
estoy rabiosa, y con rabia no puedo llorar. […]
fuera de su absoluta ceguera moral en cosas de amor, el libertino inservible era hombre de buenos sentimientos y no podía ver padecer a las personas de su intimidad. […]
la quería con entrañable afecto y se acongojaba de verla enferma y con pocas esperanzas de pronto remedio. […]
Encajada y quieta en un sillón de resortes […]
Claro, ya no tienes aquel dolor sordo, profundo, ¿verdad? Ahora te duele, te duele de firme; pero como una desolladura...eso es. Precisamente es lo que se quiere: que te duela. […]
[Tristana a D. Lope] Ya no brincaré más. […]
El profundo egoísmo
¿Quieres más libros para distraerte? ¿Quieres dibujar? Pide por esa boca. ¿Tráigote comedias para que vayas estudiando tus papeles? (Tristana hacía signos negativos de cabeza.) […]
¡Y yo tan bruto, que no comprendí desde el principio tus grandes facultades! No me lo perdonaré nunca».
No salgo, por acompañarte... […]Ya sé que en otros tiempos debí hacerlo y no lo hice. […]
el marrullero galán sabía herirla en lo más sensible de su ser, adulando sus gustos y estimulando su soñadora fantasía. […]
el tirano dio a su víctima pruebas de increíble tolerancia […]
¡Me da mucha pena, pero mucha pena... pobrecilla! […]
De fijo que le ha ofrecido casarse, y ella se lo cree... […]
mi último trofeo, y como el último, el más caro a mi corazón. ¡Vive Dios que si estúpidamente me la dejé quitar, ha de volver a mí; no para nada malo, bien lo sabe Dios, pues ya estoy mandado recoger, sino para tener el gusto de arrancársela al chisgarabís […]
La querré como hija, la defenderé contra todos [¿y quién la defenderá de tí?][…]
ahora me da la gana de ser su padre, y de guardarla para mí solo, para mí solo […]
Sé que has claudicado moralmente, antes de cojear con tu piernecita... […]
que creas en sus promesas tontas y te lances con él a proyectillos de felicidad que pronto se te vuelven humo?... Ea, no hablemos más de eso. Te lo perdono... Absolución total. Ya ves... quiero ser tu padre, y empiezo por...».
El matrimonio te zambulliría en la vulgaridad. Tú no puedes ni debes ser de nadie, sino de ti misma. Esa idea tuya de la honradez libre, consagrada a una profesión noble; esa idea que yo no supe apreciar antes y que al fin me ha conquistado […]
Porque te pondrás buena de la pierna y serás una actriz tan extraordinaria […]
Pero no sé, no sé si las cosas que sueño se realizarán... […]
Estoy alegre, sí, y llena de esperanzas […]
Me da por pensar que se cumplirán mis deseos, que seré actriz del género trágico […]
Yo te engrandezco con mi imaginación cuanto quieres achicarte […]
No me niegues que eres como te sueño. […]Déjame que te piense, conforme a mi real gana. […]
la imaginación de la pobre enferma se lanzaba sin freno a los espacios de lo ideal […]
Mientras más te adoro, más olvido tu fisonomía [Cuanto más lejos está el santo, más grande es la devoción]
Creí que mejoraba; pero no, no quiere Dios. […]
Estoy furiosa... cada día peor, con sufrimientos horribles. […]
El cerebro, el corazón, creí yo que mandarían siempre; pero ahora una estúpida rodilla se ha erigido en tirana, y aquellos nobles órganos la obedecen... Quiero decir, no la obedecen ni le hacen maldito caso; pero sufren un absurdo despotismo, que confío será pasajero. Es como si se sublevara la soldadesca...
Créelo, tú y yo hemos de hacer algo grande en el mundo. […]
Mírate en mí, que soy tu espejo […]
segura estoy de que eres tal y como te pienso: la suma perfección moral y física. […]
¡Que un hueso, un miserable hueso, nos...!». [La enfermedad pone a prueba, no separa].
¡Qué bueno eres! Tu inteligencia no conoce igual […]
Te quiero con más alma que nunca, porque respetas mi libertad, porque no me amarras a la pata de una silla ni a la pata de una mesa con el cordel del matrimonio. […]
De aquel bonito fantasma iba haciendo Tristana la verdad elemental de su existencia, pues sólo vivía para él, sin caer en la cuenta de que tributaba culto a un Dios de su propia cosecha. […]
tengo bastante poder de imaginación para suprimir la distancia y contraer el tiempo conforme se me antoja […]
Llévese el Demonio la pierna. Que me la corten. Para nada la necesito. […]
«No me hace falta ver los primores de tu arte maravilloso. Me los figuro como si delante de mis ojos los tuviera. […]
Cuando yo me ponga buena, haré lo mismo. […]Trabajaremos juntos, porque ya no podré ser actriz […]eres el sumo bien, la absoluta bondad, como eres... aunque no quieras confesarlo, la suprema belleza». […]
Viose convertido en ser ideal, y a cada carta que recibía entrábanle dudas acerca de su propia personalidad, llegando al extremo increíble de preguntarse si era él como era, o como lo pintaba con su indómita pluma la visionaria niña de D. Lepe. Pero su inquietud y confusión no le impidieron ver el peligro tras ellas oculto, y empezó a creer que Paquita de Rímini más padecía de la cabeza que de las extremidades. Asaltado de ideas pesimistas, y lleno de zozobra y cavilaciones, resolvió marchar a Madrid, y ya tenía dispuesto todo para el viaje, a últimos de febrero, cuando un repentino ataque de hemoptisis de doña Trinidad le encadenó a Villajoyosa en tan mala ocasión. […]
Nadie te comprende como yo, y el mismo que tiene la dicha de leer tus garabatos no está a la altura de ellos, ni merece tanto honor. […]
él solo reía sus propios chistes, disimulando la terrible procesión que por dentro le andaba. […]
A Dios mismo, a la muerte se la disputaré. […]Reconozco en mí un egoísmo capaz de mover las montañas […]
el mal entraba en un período de gravedad crítica
«Comprendido, doctor... Esta... no la cuento. No me importa. La muerte me gusta; se me está haciendo simpática. […]
[Miquis] -¡Pobrecilla! No se lo diremos claramente. La engañaremos.
[D. Lope] -¡Engañarla! No se ha enterado usted todavía de su penetración.
[Miquis] Es fácil que ella, si tanta agudeza tiene, lo haya comprendido, y no necesitemos... El enfermo suele ver muy claro.
[Miquis] Ni se enterará usted. Y luego se sentirá muy bien, y dentro de unos cuantos días ya podrá entretenerse en pintar... […]
Me la cortan. ¡Pobrecita pierna! Pero ella tiene la culpa... ¿Para qué es mala? […]
esto es muy triste, y yo no lo soportaré sino sabiendo que seré la misma para ti después de la carnicería... […]
Aunque sé que me querrás siempre, dímelo para que conste. […]
[D. Lope] «Lo que es ahora -dijo al escribir el sobre y como si hablara con la persona cuyo nombre trazaba la pluma- ya no te temo. La perdiste, la perdiste para siempre […]
Te he vencido. Triste es mi victoria, pero cierta. Dios sabe que no me alegro de ella sino descartando el motivo que es la mayor pena de mi vida... Ya me pertenece en absoluto hasta que mis días acaben. ¡Pobre muñeca con alas! Quiso alejarse de mí, quiso volar; pero no contaba con su destino […]no contaba con Dios, que me tiene ley... […]cuando se me escapa lo que quiero... me lo trae atadito de pies y manos.[…]
«¡Sujeta para siempre! ¡Ya no más desviaciones de mí!». Repitiendo esta idea, parecía querer aplazar el contento que de ella se derivaba, pues no era la ocasión muy propicia para alegrarse de cosa alguna. […]
Recibioles D. Lope como si recibiera al verdugo cuando va a pedir perdón al condenado a muerte y a prepararle para el suplicio. […]
¿Y si no despierto, si me quedo allá...?». […]
empezó el despertar lento y triste de la señorita de Reluz, su nueva vida, después de aquel simulacro de muerte, su resurrección, dejándose un pie y dos tercios de la pierna en el seno de aquel sepulcro que a manzanas olía.






sábado, 19 de octubre de 2013

Se han cogido todo el mundo por suyo



Textos seleccionados del nudo de la novela Tristana, de Benito Pérez Galdós [del capítulo XIII al XXIII]:

La educación insustancial de las niñas
Quejábase amargamente de no haber tenido a su lado, en tanto tiempo, personas que supieran ver en ella una aptitud para algo, aplicándola al estudio de un arte cualquiera. «Ahora me parece a mí que si de niña me hubiesen enseñado el dibujo, hoy sabría yo pintar, y podría ganarme la vida y ser independiente con mi honrado trabajo. Pero mi pobre mamá no pensó más que en darme la educación insustancial de las niñas que aprenden para llevar un buen yerno a casa, a saber: un poco de piano, el indispensable barniz de francés, y qué sé yo... tonterías. ¡Si aun me hubiesen enseñado idiomas, para que, al quedarme sola y pobre, pudiera ser profesora de lenguas...! Luego, este hombre maldito me ha educado para la ociosidad y para su propio recreo, a la turca verdaderamente, hijo... Así es que me encuentro inútil de toda inutilidad. Ya ves, la pintura me encanta; siento vocación, facilidad. […]
La mujer soñada
[Horacio] había soñado en Tristana la mujer subordinada al hombre en inteligencia y en voluntad, la esposa que vive de la savia moral e intelectual del esposo, y que con los ojos y con el corazón de él ve y siente. Pero resultaba que la niña discurría por cuenta propia, lanzándose a los espacios libres del pensamiento, y demostraba las aspiraciones más audaces. […]
Tres carreras para las mujeres
Toda mujer aspira a casarse con el hombre que ama; yo, no. Según las reglas de la sociedad, estoy ya imposibilitada de casarme. No podría hacerlo, ni aun contigo, con la frente bien alzada, pues por muy bueno que conmigo fueras, siempre tendría ante ti cierto resquemor de haberte dado menos de lo que mereces, y temería que tarde o temprano, en un momento de mal humor o de cansancio, me dijeras que habías tenido que cerrar los ojos para ser mi marido... No, no. ¿Será esto orgullo, o qué será? Yo te quiero y te querré siempre; pero deseo ser libre. Por eso ambiciono un medio de vivir; cosa difícil, ¿verdad? Saturna me pone en solfa, y dice que no hay más que tres carreras para las mujeres: el matrimonio, el teatro y... Ninguna de las tres me hace gracia. Buscaremos otra. Pero yo pregunto: ¿es locura poseer un arte, cultivarlo y vivir de él? ¿Tan poco entiendo del mundo que tengo por posible lo imposible?
Sueño con esta libertad honrada
Hace tiempo, mucho tiempo, que sueño con esta libertad honrada; y desde que te quiero, como se me ha despertado la inteligencia, y me veo sorprendida por rachas de saber que me entran en el magín, lo mismo que el viento por una puerta mal cerrada, veo muy claro eso de la honradez libre. Pienso en esto a todas horas, pensando en ti, y no ceso de echar pestes contra los que no supieron enseñarme un arte, siquiera un oficio
El tiempo rebajará su imaginación
Creía sinceramente el bueno de Horacio que aquel era el amor de toda su vida, que ninguna otra mujer podría agradarle ya, ni sustituir en su corazón a la exaltada y donosa Tristana; y se complacía en suponer que el tiempo iría templando en ella la fiebre de ideación, pues para esposa o querida perpetua tal flujo de pensar temerario le parecía excesivo. Esperaba que su constante cariño y la acción del tiempo rebajarían un poco la talla imaginativa y razonante de su ídolo, haciéndola más mujer, más domestica, más corriente y útil. […]
No sirvo para gobernar la casa
«Es muy particular lo que me pasa: aprendo fácilmente las cosas difíciles; me apropio las ideas y las reglas de un arte... hasta de una ciencia, si me apuras; pero no puedo enterarme de las menudencias prácticas de la vida. Siempre que compro algo, me engañan; no sé apreciar el valor de las cosas; no tengo ninguna idea de gobierno, ni de orden […]
Nada de matrimonio
La verdad es que si pinto como tú o descubro otra profesión en que pueda lucir y trabajar con fe, ¿cómo nos vamos a arreglar, hijo de mi vida? Es cosa que espanta. […]
Si encuentro mi manera de vivir, viviré sola. […]
Creo que has de quererme menos si me haces tu esclava; creo que te querré poco si te meto en un puño. Libertad honrada es mi tema... o si quieres, mi dogma. […]
trabajando en mi arte para ganarme el pan; tú en la tuya, juntos a ratos, separados muchas horas, porque... ya ves, eso de estar siempre juntos, siempre juntos, noche y día, es así, un poco...
Una grave dificultad
-No me entiendes. Claro que es tuyo... Pero me pertenece más a mí. [Tristana]
-Tuyo, sí; pero... fíjate bien... quiero decir que eso de tuyo no es tan claro, en la generalidad de los casos. Luego, la Naturaleza me da más derechos que a ti... Y se llamará como yo, con mi apellido nada más. ¿Para qué tanto ringorrango?
-Tristana, ¿qué dices? (incomodándose).
Pero Díaz quedó un poco triste.
Yo, ¿qué culpa tengo? Cuando menos se piensa, pienso cosas que no debe una pensar... Pero no hagas caso. Otra vez, coges un palito y me pegas.
[Horacio] por costumbre medía y pesaba todas las cosas previendo el desarrollo posible de los sucesos. No era de estos que fácilmente se embriagan con las alegrías sin ver el reverso de ellas.
[Tristana] Sabía expresar su cariño en términos siempre nuevos; ser dulce sin empalagar, candorosa sin insulsez, atrevidilla sin asomos de corrupción, con la sinceridad siempre por delante, como la primera y más visible de sus infinitas gracias.
[Horacio] y para entretenerse se puso a leer a Leopardi.
Dante era su única pasión literaria. […]
Pues, a lo que iba: engañaba Horacio el tiempo leyendo al melancólico poeta de Recanati, y se detenía meditabundo ante aquel profundo pensamiento: e discoprendo, solo il nulla s'accresce cuando sintió los pasitos que anhelaba oír; y ya no se acordó de Leopardi ni se cuidó de que il nulla creciera o menguara discoprendo. […]
[Tristana] Yo quiero que tú y yo seamos extranjeros en alguna parte […]
D. Lepe no viene aquí, ni por nada del mundo hace él el celoso de comedia. Creería que su caballerosidad se llenaba de oprobio. Fuera de la seducción de mujeres más o menos virtuosas, es todo dignidad. […]
Con tanta caballerosidad, sabe ser muy bruto cuando le tocan el punto delicado. […]
Quiéreme, quiéreme mucho, que todo lo demás es música. A veces se me ocurren ideas tristes; por ejemplo, que seré muy desgraciada, que todos mis sueños de felicidad se convertirán en humo. Por eso me aferro más a la idea de conquistar mi independencia y de arreglármelas con mi ingenio como pueda. Si es verdad que tengo algún pesquis, ¿por qué no he de utilizarlo dignamente, como otras explotan la belleza o la gracia? […]
[Horacio a Tristana] no te aferres tanto a esa aspiración, que podría resultar impracticable. […]
¿te parece que hay un oficio mejor ni arte más hermoso? Hacer feliz a un hombre que te hará feliz, ¿qué más? […]
Lo que he pensado de mí, estudiándome mucho, porque yo me estudio, ¿sabes?, es que sirvo, que podré servir para las cosas grandes; pero que decididamente no sirvo para las pequeñas.
Un terror sordo
[Horacio] Al propio tiempo que consideraba su destino inseparable del de aquella singular mujer, un terror sordo le rebullía en el fondo del alma, y por más que procuraba, haciendo trabajar furiosamente a la imaginación, figurarse el porvenir al lado de Tristana, no podía conseguirlo. Las aspiraciones de su ídolo a cosas grandes causábanle asombro; pero al querer seguirla por los caminos que ella con tenacidad graciosa señalaba, la hechicera figura se le perdía en un término nebuloso. […]
Habría tenido gusto en acompañarla; pero ¿cómo, ¡santo Dios!, si no veía forma humana de romper su amorosa cadena, ni siquiera de aflojarla? […]
[Doña Trinidad a Horacio] Y, sobre todo, tontín, allí te librarás de tanto quebradero de cabeza y de las angustias que estás pasando. Te lo dice quien bien te quiere, quien sabe algo de este mundo traicionero. No hay cosa peor que apegarse a un vicio de querer... Despréndete de un tirón. Pon tierra por medio».[…]
Su existencia toda pedía tregua, uno de esos paréntesis que la guerra y el amor suelen solicitar con necesidad imprescindible para poder seguir peleando y viviendo. […]
querían probar el desconocido encanto de alejarse, sabiendo que era por tiempo breve; probar el sabor de la ausencia, con sus inquietudes, el esperar y recibir cartas, el desearse recíprocamente, y el contar lo que faltaba para tenerse de nuevo. […]
El fantasma
[Tristana a Horacio] Dime: ¿existes tú, o no eres más que un fantasma vano, obra de la fiebre, de esta ilusión de lo hermoso y de lo grande que me trastorna? […]
y no quiero, no quiero sino cosas infinitas, entérate... todo infinito, infinitísimo, o nada... […]
Desde ayer no hago más que imaginar desgracias, suponer cosas tristes: o que tú te mueres, y viene a contármelo D. Lope con cara de regocijo, o que me muero yo y me meten en aquella caja horrible, y me echan tierra encima. […]
Venga mi vida mortal, y salud y amor, y todo lo que deseo.
»El problema de mi vida me anonada más cuanto más pienso en él. Quiero ser algo en el mundo, cultivar un arte, vivir de mí misma. El desaliento me abruma. ¿Será verdad, Dios mío, que pretendo un imposible? Quiero tener una profesión, y no sirvo para nada, ni sé nada de cosa alguna. Esto es horrendo.
»Aspiro a no depender de nadie, ni del hombre que adoro. No quiero ser su manceba, tipo innoble, la hembra que mantienen algunos individuos para que les divierta, como un perro de caza; ni tampoco que el hombre de mis ilusiones se me convierta en marido. No veo la felicidad en el matrimonio. Quiero, para expresarlo a mi manera, estar casada conmigo misma, y ser mi propia cabeza de familia. No sabré amar por obligación; sólo en la libertad comprendo mi fe constante y mi adhesión sin límites. Protesto, me da la gana de protestar contra los hombres, que se han cogido todo el mundo por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos no saben andar...[…]
en el espíritu de Horacio se iniciaba una crisis
«¡Ay niña mía, no sabes cuán hermoso es esto! Pero ¿cómo has de comprenderlo tú, si yo mismo he vivido hasta hace poco ciego a tanta belleza y poesía? Admiro y amo este rincón del planeta, pensando que algún día hemos de amarlo y admirarlo juntos. […]
Ven, y verás. Resuélvete a dejar a ese viejo absurdo, y casémonos ante este altar incomparable, o ante cualquier otro altarito que el mundo nos designe, y que aceptaremos para estar bien con él... ¿No sabes? Me he franqueado con mi ilustre tía. […]
No sé lo que pensará mi tía de una resolución tan súpita. Que piense lo que quiera. Dime que te gustará esta vida obscura y deliciosa; que amarás esta paz campestre; que aquí te curarás de las locas efervescencias que turban tu espíritu, y que anhelas ser una feliz y robusta villana, ricachona en medio de la sencillez y la abundancia, teniendo por maridillo al más chiflado de los artistas, al más espiritual habitante de esta tierra de luz, fecundidad y poesía. […]
Tú como eres, yo como ero. Eso de que dos que se aman han de volverse iguales y han de pensar lo mismo no me cabe a mí en la cabeza. ¡El uno para el otro! ¡Dos en uno! ¡Qué bobadas inventa el egoísmo! ¿A qué esa confusión de los caracteres? Sea cada cual como Dios le ha hecho, y siendo distintos, se amarán más. Déjame suelta, no me amarres, no borres mi... ¿lo digo? Estas palabras tan sabias se me atragantan; pero, en fin, la soltaré... mi doisingracia. […]
Me dio a escoger, y elegí el Macbeth, porque aquella señora de Macbeth me ha sido siempre muy simpática. Es mi amiga... En fin, que le metimos el diente a la tragedia. […]
[A D. Lope] Ahora le da por llamarme su hija, por recrear su espíritu (así lo dice) llamándose mi papá, y por figurarse que lo es. E se non piangi, de che pianger suoli? Se arrepiente de no haberme comprendido, de no haber cultivado mi inteligencia. […]

continuará


Giacomo Leopardi (1798-1837)
da “Canti”, Einaudi, 1963
Ad Angelo Mai, quand'ebbe trovato i libri di Cicerone della Repubblica, vv. 91-105.
[…]
Nostri sogni leggiadri ove son giti
Dell'ignoto ricetto
D'ignoti abitatori, o del diurno
Degli astri albergo, e del rimoto letto
Della giovane Aurora, e del notturno
Occulto sonno del maggior pianeta?
Ecco svaniro a un punto,
E figurato è il mondo in breve carta;
Ecco tutto è simile, e discoprendo,
Solo il nulla s'accresce. A noi ti vieta
Il vero appena è giunto,
O caro immaginar; da te s'apparta
Nostra mente in eterno; allo stupendo
Poter tuo primo ne sottraggon gli anni;
E il conforto perì de' nostri affanni.
[…]
in: “Poems of Giacomo Leopardi translated by Frederick Towsend”,
http://www.gutenberg.org/files/19315/19315-h/19315-h.htm
To Angelo Mai, on his discovery of the lost books of Cicero De Re Publica, vv. 91-105.
[…]
Where now are all the charming dreams
Of the mysterious retreats
Of dwellers unto us unknown,
Or where, by day, the stars to rest have gone,
Or of the couch remote of Eos bright,
Or of the sun's mysterious sleep at night?
They, in an instant, vanished all;
A little chart portrays this earthly ball.
Lo, all things are alike; discovery
But proves the way for dull vacuity.
Farewell to thee, O Fancy, dear,
If plain, unvarnished truth appear!
Thought more and more is still estranged from thee;
Thy power so mighty once, will soon be gone,
And our poor, wounded hearts be left forlorn.
[…]


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