viernes, 24 de junio de 2016

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36Antonio MM29/11/2012 01:56:52Querida Elvira, ¿cómo se consigue hacer llorar de risa y un momento después que se humedezcan los ojos de melancolía?
Querido Antonio... ¿Muñoz Molina? Sí, eres tú: esta pregunta sólo podía ser tuya. Siempre tienes un lector al que te diriges. Yo escribo para que te rías y para que un momento después se te humedezcan los ojos de melancolía. Qué alegría tenerte cerca. (A ver si no eres tú y estoy diciéndole estas cosas a otro, jajaja)


Qué violenta es la mala educación. Y qué íntimamente agitada se siente una cuando es víctima de los malos modos. Viajo en el AVE, movida por esos bolos a los que a menudo obliga el oficio, y avanzo hacia mi asiento con la esperanza de pasar un rato mirando el paisaje ovejunamente, dormitando o leyendo. Pero nada más entrar en el vagón veo a un tío dando zancadas de un lado a otro, coronado con unos enormes auriculares, hablando a gritos sobre un asunto comercial. Agita los brazos como si estuviera en un despacho y le comunica a voces a su interlocutor el número de móvil. Le dan ganas a una de tomar nota y hacerle una llamada perdida a las cinco de madrugada. Con delicadeza le hago un gesto con las manos para que baje el volumen, porque si la cosa empieza así me temo que me espera un viaje espantoso, a mí y al resto de viajeros del vagón, aunque siempre tengo la sensación de que en España la contaminación acústica no le importa a casi nadie, o que nadie considera que la tranquilidad sea un derecho cuando has pagado un billete, no precisamente barato, de AVE. […]
¡Señora, que sepa usté que no es un vagón de silencio! [...]
Me vuelvo, le miro a los ojos, e imbuida del espíritu pedagógico de Juan de Mairena le contesto sin elevar el tono:
Señor, la educación no es exclusiva de un vagón en particular.
Para qué más. Acabo de ofender su sagrada sensibilidad y me amenaza:
¿Me está usté llamando a mí maleducado?
No le contesto. Echo un vistazo al resto de viajeros, que permanecen en silencio contemplando la escena. Realmente, no consigo discernir si en este debate están con él o conmigo.
¡Usté a mí no me llama maleducado! ¡A ver si cojo y me siento a su lado y me paso hablando a gritos todo el viaje! […]
Es tan habitual esta respuesta iracunda y desproporcionada cuando se te ocurre llamarle a alguien la atención que lo que me pregunto es cómo tengo el valor de meterme en estos líos. Sospecho que estoy dotada de un imbatible espíritu optimista que me lleva a pensar que habrá un día en que una persona a la que se le pide, por favor, un poco de educación, reaccione de buenas maneras, se avergüence y diga, lo siento, disculpe. No me gustaría marcharme de este mundo sin vivir esa experiencia.
De momento, a joderse, señoras y señores, a pagar un billete de AVE, que dicen que es deficitario, para pasarse tres horas sin poder echar una cabezada por las alarmas y músicas de los móviles, por sus dueños pregonando a gritos asuntos personales y, algo todavía más irritante, presenciando ese respeto reverencial que se le tiene en España a aquel que hace ruido o ese miedo a llamar la atención a quien molesta. Esto último no me extraña, porque en mitad del viaje, el tipo me busca entre los asientos, se coloca de pie a mi lado y se está un rato hablando. No mucho, lo suficiente para que me quede claro quién manda en aquel espacio cerrado. Y sí, desde luego, él es el jefe de la manada: el más fuerte, el más agresivo, el más chulo y, además, yo no cuento con nadie que me apoye.
Visto el panorama, estoy pensando en hacerme usuaria del BlaBlaCar. Al menos, en la página de Internet te dan una idea de cómo será tu compañero de viaje. Y si te sale rana, escribes una mala crítica para disuadir a otros. O bien tendré que aceptar que mi lugar está en el vagón de silencio, lo cual me subleva, porque es como admitir que soy yo la que debo viajar en el vagón de los raros.
El vagón de los raros, Elvira Lindo [El País, 11 de junio de 2016]



El vagón de los raros, Elvira Lindo [El País, 11 de junio de 2016]
Los mendigos enfermos, Elvira Lindo [El País, 19 de marzo de 2016]
Anda y que te ondulen, Elvira Lindo [El País, 20 de febrero de 2016]
Faltaban ellas, Elvira Lindo [El País, 2 de diciembre de 2015]
Ser chica Almodóvar, Elvira Lindo [El País, 31 de octubre de 2015]
Las del 27, Elvira Lindo [El País, 7 de octubre de 2015]
Mujeres díscolas, Elvira Lindo [El País, 4 de julio de 2015]
Esto también importa, Elvira Lindo [El País, 26 de septiembre de 2015]
II Festival de la palabra. "Noches sin dormir". Diálogo entre Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo
Unos whatsapp con Elvira Lindo: Quiero ir a mi puta bola, ser libre sin miedo, Nuria Labari [Uppers, 13 de diciembre de 2019]







No hay nada que me provoque más asco que un grupo de varones burlándose de una mujer. Asco, esa es la palabra. Por eso me he resistido estos días a ver la escena de los hinchas del equipo holandés en la Plaza Mayor de Madrid tirando monedas al suelo a unas mendigas rumanas. Finalmente lo he hecho porque no podía eludirlo para escribir sobre el asunto. Y sí, es repugnante. Algo hay en el hooliganismo masculino que enlaza deporte de masas con ideología basura y que parece ser incontrolable por las fuerzas del orden. Por fortuna, hubo unos cuantos valientes que increparon a esta gentuza, porque valiente hay que ser para reprender a quien está ciego de alcohol y arropado por el grupo. Lo que no acabo de comprender, leyendo lo aparecido sobre el suceso, es por qué la policía apartó a las muchachas de la escena y no a los tipejos que la habían provocado. Tanto celo policial destinado a reprimir expresiones titiriteras y cuánta tolerancia con algo evidentemente amenazador.
Tengo la sospecha, puede que pecando de optimista o ingenua, de que estos comportamientos tan abiertamente racistas y a la luz del día no nos caracterizan como país, pero tal vez es que pese sobre mí lo que la cuestión de raza intervino en la Europa de la II Guerra Mundial. Xenofobia, racismo, falta de humanidad también intervienen ahora en cómo Europa está negando la entrada de refugiados. Pero un artículo no puede tratar solamente de aquello en lo que tantos coincidimos: la escena fue vergonzosa, cierto, y debiéramos atrevernos a intervenir casi antes de que se persone la policía. Hasta ahí todos de acuerdo. Y lo podemos expresar con las mismas palabras de la alcaldesa Carmena, o con las de Miguel Ángel Rendón, el profesor gaditano que presenció la escena junto a unos alumnos que sin duda se habrán llevado a casa una buena lección de hasta dónde puede ser infame el ser humano. […]
Eso sucede a diario, a la vista de todos, y estoy segura de que muchos ciudadanos se preguntan, como yo, cómo puede darse este negocio de casi esclavitud sin que ningún control humanitario tome cartas en el asunto. […]
¿Nunca, nadie, en el Ayuntamiento o en las múltiples organizaciones que tan meritoriamente trabajan en asuntos de ayuda al inmigrante, se ha planteado enfrentar esta explotación descarada de gente visiblemente desamparada? ¿O tal vez tenemos tan interiorizada la figura del mendigo en la ciudad que ya no cabe preguntarse de qué manera esos seres remotos han llegado hasta ahí? La indiferencia es, aunque nos cueste reconocerlo, una forma sutil de racismo. No agresiva, como la de los hinchas holandeses, pero si de vergonzante aceptación: esos seres no tienen que ver con nosotros, no los sentimos como propios. Son mendigos, lisiados, tienen problemas mentales, pero además están en nuestro país de manera irregular. Su deformación nos provoca tanta piedad como aprensión. Pero una vez que pasamos de largo hacemos por borrar de nuestra mente esta insoportable estampa medieval.
Los mendigos enfermos, Elvira Lindo [El País, 19 de marzo de 2016]

¡El ciego de Madame Bovary!



Hay muchas maneras de hacer que una mujer se calle. Una es la directa, cállate. Está la muy habitual de no cederle la palabra. O cedérsela pero no escucharla. La más ruin de todas: ridiculizarla hasta conseguir que se amedrente. Hay ocasiones en las que para callar a una mujer se busca la complicidad del marido, “por favor, cállela usted”. Se diría que son prácticas anacrónicas, pero no. Basta con escuchar a Trump: “¿Cómo una mujer (Hillary Clinton) que no ha sabido satisfacer a su marido va a ser capaz de satisfacer a un país?”. O esa frase lapidaria del supercuñado de Rita Barberá: “Si me entero de que mi mujer ha pagado 1.000 euros al PP la corro a bofetadas”. En esta semana fantástica, alguien me enseñó el tuit de un conocido periodista que compadecía a mi marido que (como hombre de cierto músculo moral, decía el tipo) debía de estar asqueado con algunas de mis piezas periodísticas. Lo escribía de manera más grosera, a ustedes les evito la vergüenza de comprobar cuánta bilis cabe en 140 caracteres. Ay, pobres los maridos de las mujeres que se expresan libremente, lo que deben de sufrir.
Será que ando introduciéndome en las prácticas del mindfulness, que el músculo que he ejercitado más en vida es el de la resistencia o que cuando alguien ataca de manera tan grosera una se refugia en las cosas que le gustan, pero el caso es que la zafiedad no se me contagia. Entre las ocupaciones que contrarrestan los sinsabores de la furia ambiental están el paseo meditativo y la lectura, pero no la lectura como consuelo sino como estímulo. Estos días ha caído muy a punto en mis manos un libro asombroso, la biografía compartida de dos mujeres valientes: Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido. De la Kent conocemos la actividad parlamentaria en la República, su papel modernizador de los centros penitenciarios, pero sobre todo cae sobre ella la sombra de su oposición al voto femenino en el 31. De tal capítulo salió alzada, con toda justicia, Clara Campoamor, pero borró en gran parte los méritos incontables de la señora Kent. Es difícil entender desde este presente que su postura fuera una estrategia política en una España en la que la iglesia tenía tanto poder sobre las mujeres. Pero este libro, escrito por la profesora Carmen de la Guardia, hace hincapié en una faceta más desconocida de la diputada republicana: su exilio y la relación que mantuvo con una prodigiosa dama americana, Louise Crane. Louise fue una mecenas neoyorquina que amadrinó el arte moderno, llevó a músicos negros (entre otros a Billie Holiday) a los centros de la cultura blanca, favoreció el encuentro entre intelectuales, donó dinero para la causa de los refugiados españoles y creó, junto a Kent, la Revista Ibérica, una referencia indispensable para la cultura en el exilio. Antes de compartir la vida con Victoria, la neoyorquina fue pareja de la gran poeta americana Elizabeth Bishop. Más tarde, todas formarían un grupo sólido de amigas que se ayudarían literalmente hasta la muerte, entre ellas estaban Rosa Chacel, Carmen Conde, Victoria Ocampo, Gabriela Mistral, Soledad Ortega, Carmen de Zulueta o Consuelo Berges. Cada una tiene una vida digna de ser contada. La de Kent la escribió Miguel Ángel Villena en su libro, Victoria Kent. Una pasión republicana. La pregunta que nos asalta después de leer sobre estas mujeres cosmopolitas y cultas, que batallaron incansables por la vuelta de aquella República que les fue arrebatada, es por qué no se las conoce más a fondo en este presente en el que tanto se habla de la memoria. Para algunas feministas, Kent ha estado tachada del catálogo de grandes mujeres por su oposición al voto en el 31; tampoco le favoreció el ser anticomunista. Pero la vida se escribe a través de las decisiones cotidianas y fue Victoria una mujer libre y moderna, dueña de su destino. En el libro se habla de amistad no de lesbianismo, esa palabra no estaba asumida ni por ellas mismas, pero lo que hubo entre Louise y Victoria fue un fructífero amor. Y a mí me reconforta que, a pesar de la amargura del exilio, la vida de Victoria fuera alegre, tanto como lo era el Pichi, aquel chotis en el que se nombraba a esta mujer que rompió barreras: abogada, diputada, directora general de prisiones, protectora incansable de los niños españoles durante la guerra, representante de la República en el exilio, pero también, cosmopolita, vividora, aventurera, viajera. Antes de comer, doña Victoria tenía por costumbre tomarse un whisky con su amiga Louise. Y es que el extranjero le sentó muy bien. Y qué bien nos hubiera venido a nosotras que mujeres como ella no hubieran tenido que exiliarse.
Anda y que te ondulen, Elvira Lindo [El País, 20 de febrero de 2016]


Faltaba él, el presidente. Pero no es necesario dedicarle muchas líneas al asunto, abundan los análisis sobre el atril vacío. Tenemos un presidente al que le disgustan los debates. Bravo. Pero no solo faltaba él. Faltábamos nosotras, las mujeres, esa mitad más uno de la población que sigue siendo tratada como si fuera una minoría a la que de vez en cuando hay que ceder la palabra. Hubo una pregunta referida a nuestra inmensa minoría: “¿de qué manera actuarán ustedes, si llegan al poder, para que los sueldos de las mujeres se igualen a los de los hombres?” Esa pregunta y la violencia doméstica fueron nuestros minutitos de gloria. Pero a ninguno de los candidatos se le pasó por la cabeza apuntar que aquel era un debate clamorosamente masculino. Digo yo, que tan igualitarios como son, tan preocupados como se muestran por dar voz a quienes no la tienen, podrían reflexionar por qué la foto siempre es del mismo género, aunque los experimentos capilares estén cambiando. Tal vez piensen, de manera inconfesable, que están ahí por ser los mejores. Puede que sus madres contribuyeran a esa idea, ay. Pero yo les animo a que reconsideren esa creencia y se enfrenten a la verdad, por dolorosa que esta sea: su condición masculina les allana el camino. Tampoco estaría de más que el batallón de analistas reflexionara acerca de la avasalladora presencia de varones que pontifica sobre la campaña. A todos ellos, quiero transmitirles mi más sincera enhorabuena. La vida sigue igual: ellos a pensar lo denso; nosotras, a dar el toque simpático.
Faltaban ellas, Elvira Lindo [El País, 2 de diciembre de 2015]


Lo que en los años ochenta, década que quedó solemnemente inaugurada con el estreno de la película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, vino a significar ser una chica Almodóvar no es algo que pueda explicarse en un artículo, más bien merecería un ensayo que podría escribir en primera persona cualquiera de aquellas jóvenes que, de pronto, vieron en las mujeres almodovarianas un ejemplo a seguir. La palabra “ejemplo” es, sin duda, chocante porque si por algo nos seducían los personajes que encarnaban las actrices de Pedro Almodóvar era por representar el antiejemplo de la buena chica. Cada una de ellas ajustaba su credo a las necesidades más perentorias y justificaba sus actos, cualesquiera que fuesen, desde amar al hombre que la rapta a matar al marido, por obedecer las reglas de la pasión y no de la sensatez.
Las chicas Almodóvar no eran sensatas, su hábitat natural era el urbano; la calle y los bares, su hogar. Habían dejado atrás la estética progre para abrazar un estilo punky, pop o retro, todo menos quedarse ancladas en el uniforme de la chica concienciada de los años setenta. Las chicas Almodóvar llenaron de colores el cine español. Ellas no eran especialmente guapas, ni distinguidas, ni elegantes. Su sello era la originalidad, la libertad extrema, la sinceridad, la falta de prejuicios. Las chicas Almodóvar eran temerarias, apasionadas, tozudas, irreflexivas, algo salvajes. Su atractivo residía en la libertad de acción y de pensamiento. Antes de Almodóvar, ningún otro director se había ocupado con tanto empecinamiento de que sus personajes femeninos fueran libres de manera tan radical. ¿Cómo no desear ser una heroína como las suyas? Su estilo fue contagioso aunque las chicas de la calle no fuéramos muy conscientes de ello.
Miro las fotografías de aquella época, de los ochenta, de la chica de la radio que yo era, y ahora percibo claramente el influjo que sobre mí, sobre mis compañeras de redacción, ejerció la impronta almodovariana. Pero no se trataba sólo de una renovación estética, también al hablar imitábamos el tono entre ingenuo y descarado de los personajes, su arrojo, un habla callejera trufada con las expresiones rurales que habíamos escuchado a las abuelas y que aún no habíamos perdido del todo. Las chicas Almodóvar rompieron tabúes que en los ambientes de compromiso antifranquista no habían entrado en consideración. Eran dueñas de su cuerpo aunque propensas a sufrir al límite por males de amor.
Ser chica Almodóvar no era un privilegio exclusivo de las actrices que aparecían en sus películas. La ficción había calado de tal manera en la realidad que las calles de las ciudades españolas se llenaron de chicas que trataban de emular con su misma vida a esos personajes que tan intensamente experimentaban el amor, el desamor, el desamparo o la solidaridad entre mujeres. Está claro que el director manchego no tenía por qué hacerse responsable de los modelos de mujer que él había creado, y sé que en alguna ocasión se mostró sorprendido o espantado al ver cómo se relacionaba a sus chicas, en las que él medía con mimo el nivel de absurdo o disparate, con cualquier tipa estrambótica que nada tenía que ver con el espíritu en el fondo angelical de sus creaciones. Pero el artista no puede ser el guardián de su influjo, sobre todo, cuando algo que inventa entra a formar parte de la cultura popular y es modificado y utilizado como al público le viene en gana.
Las mujeres de Pedro Almodóvar fueron cambiando con el curso de los años, se aguaparon, se sofisticaron, pero aun así siguieron preservando algunos aspectos que siempre las definirán: coraje, sinceridad, ingenuidad y astucia a partes iguales. Por las manos del realizador han pasado algunas de las mejores intérpretes españolas y, también hay que recordarlo, el director ha sido un maestro en la elección de cómicas geniales para los papeles secundarios, que suelen estar más ligados a la realidad y, por tanto, aquellos de los que el espectador repite expresiones hasta convertirlas en moneda común.
Debiera sentirse el director orgulloso por haber inspirado un cambio social desde sus películas. A las chicas que queríamos ser libres y modernas nos ofreció una plantilla que aún seguimos con tozudez: tiernas y libres, apasionadas y propensas al disparate. Chicas Almodóvar.
Gracias, Pedro, por la parte que te toca en la conquista de nuestra libertad.
Ser chica Almodóvar, Elvira Lindo [El País, 31 de octubre de 2015]

¿Y no es más bien el caso contrario: que el influjo de las chicas modernas de la calle y de la radio, como por ejemplo, la propia Elvira Lindo le sirvieran a Almodóvar de inspiración para crear sus personajes? Él tuvo el acierto de recogerlo y potenciarlo, pero ese modelo de chica ya existía. Me parece muy generosa en este caso concreto.




Quitarse el sombrero, en 1927, era una actividad de riesgo. Lo hicieron en plena Puerta del Sol tres jóvenes valientes, Margarita Manso, Concha Méndez y Maruja Mallo, musa, poeta y pintora, secundadas por dos compañeros de radicalismos artísticos y correrías madrileñas, Lorca y Dalí. Las tres convirtieron aquel gesto en una performance de la que salieron a pedradas. Ya quisiera Marina Abramovic cosechar tal éxito. El documental de Serrana Torres y Tània Balló, Las Sinsombrero, se estrena el viernes en La 2 y no estaría de más que lo vieran. Trata sobre mujeres que habiendo pertenecido por actitud y obra a la generación del 27 han sido casi marginadas de los estudios dedicados a aquel grupo de jóvenes brillantes. No ha consistido sólo en el ninguneo de los académicos, tampoco sus compañeros de generación, que tantas experiencias vivieron con ellas, tienen a bien recordarlas en sus memorias. Están Rosa Chacel, María Teresa León, Maruja Mallo, Concha Méndez, María Zambrano, Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre y una vibrante Marga Gil Roësset, que con su suicidio truncó una prometedora carrera.
Poco estudiadas y poco recordadas, estas mujeres que se quitaron el sombrero irrumpieron en un mundo hecho a la medida de los hombres. La conclusión a la que intuyo nos conduce sutilmente el documental es que todavía hoy una mujer se ve obligada en demasiadas ocasiones a quitarse el sombrero para ser alguien susceptible de ser recordado no como mero adorno del simpático anecdotario de una época.
Dejar de ser la cuota o paternalmente definidas como sabiondas avispillas, qué difícil parece.
Las del 27, Elvira Lindo [El País, 7 de octubre de 2015]


La intimidad de las mujeres sigue siendo un misterio. Lo apuntaba la semana pasada, cuando escribía sobre la desconocida sexualidad de las mujeres mayores de sesenta años. Lástima que los artículos no traten de lo que su autora pretende sino de lo que el lector prefiere, porque resultó que el affaire del Nobel peruano con una socialité ensombreció el resto de mis consideraciones y, en nuestra empecinada tendencia (marca España) a convertirlo todo en un plebiscito, unos se mostraron a favor y otros en contra de dicha relación. Pero lo que yo pretendía, sin conseguirlo, era reflexionar sobre los malentendidos que siempre rondan el asunto de la sexualidad femenina: si la mujer es mayor, madura o anciana, porque se le sobreentiende jubilada del juego amoroso, y si la mujer es muy joven, en esta época en la que debería contar con más armas para tener relaciones satisfactorias, evitar embarazos indeseados o infecciones que pongan su salud en riesgo, resulta que un porcentaje alarmante de chicas mantiene relaciones de cualquier manera y no sabe o no puede o no quiere pedir ayuda en sus primeros pasos.
En este asunto, las mujeres con experiencia o con experiencias deberíamos romper un tabú al que seguimos contribuyendo. Sobre todo, las que fuimos adolescentes en los setenta y jóvenes en los ochenta, aquellas que rompimos con el protocolo de iniciación habitual en la generación de nuestras madres, que aún valoraban la llegada al matrimonio con el himen intacto, ese himen que ahora algunas descerebradas pagan porque les sea reconstruido. Deberíamos contar por qué si las chicas liberadas (como se decía entonces) quisimos romper con el mito de la virginidad y buscamos por nuestra cuenta información, fuimos al ginecólogo en secreto, elegimos método anticonceptivo y tratamos de no quedarnos embarazadas, aunque la sombra del aborto estuviera muy presente en aquella juventud, por qué, pregunto, no hemos contribuido luego a que se avanzara más en este aspecto; por qué en estos tiempos en los que se habla de sexo tan burdamente en la televisión, convirtiendo la intimidad en algo impúdico, y tantos personajillos se empeñan en contarnos sus hazañas sexuales, por qué sigue habiendo un porcentaje considerable de adolescentes que ignoran casi todo lo que deberían saber antes de enrollarse con un tío. Hablo en femenino no porque sean ellas las únicas que deben informarse, en absoluto, pero es obvio que las consecuencias no deseadas suelen caer sobre sus hombros y también es habitual que las chicas renuncien a parte de su disfrute a favor del de su compañero de juegos. Aunque el aspecto dedicado al placer en sí no haya sido el objetivo del estudio de Bayer que ha analizado el conocimiento que nuestras jóvenes poseen de los métodos anticonceptivos, no existe verdadera educación sexual si no se contempla la esencia de encontrarse íntimamente con alguien: disfrutar, o mejor aún, disfrutar mucho.
No estaría de más que quienes ya podemos mirar atrás con ironía y habiéndonos perdonado todos los errores cometidos contáramos cómo fue nuestro inicio, dónde, a qué edad, quién nos había facilitado alguna información y si supimos algo a través de nuestros padres. Mi padre fue pedagogo por un día y me contó algo sobre la abeja reina y los zánganos. Todavía lo estoy asimilando. En realidad yo sabía de sobra a qué se estaba refiriendo y me sentí abochornada, casi tan incómoda como cuando fui al cine con él a ver Novecento y nos vimos en el trago de contemplar juntos la escena en la que una prostituta hace una doble paja a Robert De Niro y Gérard Depardieu. Nuestra educación sexual fue inexistente, pero el deseo de dar un salto generacional y romper con la tradición que sometía a nuestras madres hizo que algunas chicas investigáramos la manera de ser libres.
El futuro no siempre trae progreso; si la educación no funciona condenamos a las chicas a retroceder. Se puede ser de apariencia tan atractiva y rompedora como Amy Winehouse, admirar su talento y descubrir luego que en las letras que ella misma compuso hay una entrega ciega a la voluntad masculina, a la satisfacción de los deseos del hombre, a una infravaloración voluntaria y orgullosa, que nos retrotrae a los tiempos de una Billie Holiday a la que destrozaron el racismo y las drogas, pero también los hombres que amó, y que actuaron más como chulos que como compañeros. Es probable que la educación sexual sea una de las materias más difíciles de enseñar, pero tampoco se puede abandonar todo a la experiencia, porque no podemos permitirnos que las chicas sigan creyendo en la marcha atrás, en que no se pueden quedar embarazadas si tienen la regla, en que no hay más que dos métodos anticonceptivos, o en que lo fundamental es hacer que su chico se corra. Porque luego está esa imagen de la chica sola, desolada, que no sabe cómo salir del lío en el que se ha metido.
Esto también importa, Elvira Lindo [El País, 26 de septiembre de 2015]


Todos tenemos un pasado. Y todas. Cuando llegó la democracia a España la gente tenía un pasado tremendo. Lo tenía Fraga, pero también Carrillo. Lo tenía tu padre y también el mío. Las mujeres contaban con un pasado más doméstico, pero desde la retaguardia también tuvieron lo suyo. La democracia permitió una reinvención urgente, y hubo quien habiendo sido medio-franquista o franquista-entero saboreó de pronto la posibilidad de votar al partido socialista, incluso al comunista. Siempre he sido de la opinión de que hay que tener mucho cuidado con exigir certificados de buena conducta, porque a la mínima te pillan en un renuncio. Hasta hay quien ha mostrado como mérito propio el pasado del abuelo heroico, como si la heroicidad se llevara en la sangre. Muchos de nuestros padres, que fueron los pobres niños en la guerra y se les fue la vida trabajando en el país franquista, arrastraban un pasado de forzosa conformidad. Nosotros, los que para suerte o desgracia fuimos jóvenes ochenteros y vivimos la década intensamente, contamos con algún momento de estupidez o de absoluta irresponsabilidad, que sólo con sentido del humor se asume. Pero hay hoy un neo-puritanismo transversal que unas veces abandera la izquierda y otras la derecha destinado a exigir el certificado de buena conducta hasta a los jóvenes que hoy se incorporan a la política. Lo veía venir. Lo veía venir desde que la nueva generación de políticos comenzó a autodefinirse como referente moral. Y no hay nada más aburrido en la vida que ser un referente. Y más peligroso, porque el adversario, furioso, va a hacer lo posible por afearte la conducta. Yo, por si acaso, estoy reuniendo en una carpeta diversos documentos que harán las delicias de propios y extraños: mi recordatorio de la primera comunión, las notas del colegio, la de selectividad, el último certificado de penales, donaciones varias a ONG, el libro de familia, la declaración de hacienda y todos estos documentos que me describen, para mi sorpresa, como una dama intachable. Si no fuera por mi vida, maldita sea, me podría dedicar a la política. Pero he cantado cuplés verdes y he escrito comedia a cuenta de mí misma. Una vergüenza.
Parece ser que lo que ahora se estila es haber tenido una vidita sin sobresaltos. Y es en ese recuento en lo que políticos y periodistas andamos ocupados. Los políticos hacen oposición hablando de las tetas y pises de las nuevas mujeres de la política, y los periodistas escribiendo artículos sobre qué es el posporno. De verdad, no puedo con tanto. Como de costumbre, nos acabamos dedicando a lo accesorio y lo fundamental se nos escapa vivo. Se busca la foto o el episodio que mejor nos sirva para ridiculizar a una persona y nos dedicamos a rechupetearlo durante días como si fuera un muslo de conejo en la paella. ¿Que hay que reproducir hasta el tedio la imagen de la nueva responsable de prensa del Ayuntamiento de Barcelona meando en la calle? ¡Vamos allá! Juas, juas. Todo con el fin de que parezca que esta señora se ha pasado la vida orinando en la calle. A dicha imagen se le añade un estudio sesudo sobre los fundamentos del posporno o bien se dedican a la protagonista esos adjetivos groseros que la carcunda, siempre de la opinión de que todas tiramos a putas menos sus madres y sus hermanas (de ellos), tiene reservado para las mujeres díscolas.
Tanta energía perdemos en el pasado de personas que aún no han tenido casi tiempo de haberlo tenido que no llegamos a saber qué es lo que de verdad están haciendo esos nuevos representantes de la política municipal de los que nada se sabe salvo cuatro anécdotas más o menos afortunadas que no definen su valía. Este es el nuevo circo, hemos presenciado los primeros números pero esto tiene trazas de no parar. Andamos desempolvando las vidas digitales, las callejeras, las performances que protagonizaron, analizando el medio de transporte que toman, los metros cuadrados del piso en el que viven, los bares que frecuentan, lo que se gastan en ropa o en restaurantes. Y no se puede decir que haya un culpable de este ambiente irrespirable. Este es el resultado de entender que los principios se llevan en un peinado, en la corbata o en una camiseta, en compartir piso para parecer más humilde, en querer ser más pueblo que nadie, en fiarlo todo a las apariencias.
Lo que una desea es que se pongan a hacer cosas ya, cosas reales, que se puedan criticar o celebrar. Creo que nuestra vida no ha cambiado radicalmente tras haber sido informados de lo que es el posporno. Nada de eso importa. Ni tan siquiera que se bajen el sueldo. Lo único que deberíamos pedir es que hagan lo posible por ganárselo. Y que se note el cambio de una (puñetera) vez.
Mujeres díscolas, Elvira Lindo [El País, 4 de julio de 2015]


En uno de los capítulos finales de Madame Bovary dice el farmacéutico Homais dirigiéndose al doctor Larivière:





Pero de repente, recobrándose: He querido, doctor, intentar un análisis, y en primer lugar he metido delicadamente en su tubo... Mejor habría sido  dijo el cirujano  meterle los dedos en la garganta. 
But suddenly controlling himself "I wished, doctor, to make an analysis, and primo I delicately introduced a tube-""You would have done better," said the physician, "to introduce your fingers into her throat."



Cuando leí Lo que me queda por vivir, pensé que había llegado a esta novela un poco tarde. Ahora he comprendido que actuó sobre mí como el vomitivo que me ayudó a expulsar todo el arsénico que me estaba envenenando.



Tibur On ♔@tibur00000 20 jun.
Qué grande, Elvira Lindo! Real como la vida misma
Carmen G de la Cueva@CarmenG_Cueva 28 may.
Querida Elvira, tus columnas no deberían ir en la sección "estilo"| Cine para adultos;por Elvira Lindo http://elpais.com/elpais/2016/05/26/estilo/1464281402_070452.html?id_externo_rsoc=TW_CC … vía @el_pais
Hafir MM@hafimel 11 jun. Melilla, Spain
Que Elvira Lindo sea TT significa que ella tiene mucha razón porque parece que las buenas maneras son una excepción en esta sociedad.
Lourdes LòpezBermejo@lourdesbibisla 11 jun.
Hoy Elvira Lindo es TT por escribir una columna en @elpais hablando sobre "el silencio" (o su ausencia) en un vagón de tren
Julia Greyjoy@LadyBrizna 10 jun.
Por fin llegó el momento. Por fin soy esa profesora de Lengua que selecciona artículos de Elvira Lindo para comentar en clase.
Álvaro Lario@AlvaroLario 29 may. Madrid, Comunidad de Madrid
Esto tan atemporal lo escribió @ElviraLindo y casi a diario se lo agradezco: http://elpais.com/elpais/2014/06/06/opinion/1402052510_021324.html …
Xosé Cuns Traba@xosecuns 28 may. Valladolid, Spain
Xosé Cuns Traba Retwitteó Elvira Lindo
Que maravilla cuando lees las mismas sensaciones que tuve al ver Hannah Arendnt. Gracias @ElviraLindo
Portadores de sueños@Portadoresuenos 25 may.
Alegría por el premio PrincesadeAsturias a Mary Beard. El artículo que escribió @ElviraLindo sobre ella es excelente http://elpais.com/elpais/2015/10/09/estilo/1444394159_483109.html?id_externo_rsoc=FB_CM …
J. A. Serrano Segura@j_a_serrano 19 may.
Escucho a Elvira Lindo en @laventana de @La_SER sobre el holocausto como hecho y símbolo de otros horrores. Y me admira su conocimiento.
Sofía Ramos González@RGSofia_ 15 may.
Creo que este es uno de mis artículos favoritos de @ElviraLindo: http://www.elviralindo.com/blog/don-de-gentes/quieras-tanto/ … Mi modelo a seguir como futura periodista.
LauraFreixas@LauraFreixas 14 may. Madrid, Spain
Comparto: "Me gustaría q desapareciera ese estilo del escritor chulo y pendenciero como Cela" (@ElviraLindo @el_pais)
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Daniel Pérez Massó@perezmasso 13 may.
En 'Noches sin dormir' me he encontrado a la Elvira Lindo más personal y cercana. Lo cogí vacilando, ¡pero este diario me ha encantado!
Meritxell Soria@meritxellsoria 10 may.
Aunque suene mal, me alegro del insomnio @ElviraLindo porque Noches sin dormir es magnífico. Descubriendo NY, jazz
Revista de Libros@Revistadelibros 9 may.
"«Noches sin dormir», de @ElviraLindo , es el libro de una escritora veterana que de pronto se relaja y se suelta" http://ow.ly/LwpG3002Ru6
Libros al aula@Librosalaula 6 may.
Elvira Lindo http://elpais.com/elpais/2016/05/05/estilo/1462467626_600559.html?id_externo_rsoc=TW_CC … vía @el_pais Pues me viene genial el artículo para seguir explicando Lazarillo y censura.
Edurne Arizti@EdurneArizti 4 may.
@ElviraLindo nos ha hecho soñar con NYC. Por unos minutos creía que estaba allí y que podía ser otra.#Literaktum2016 #NochesSinDormir
JUAN VICENTE@jvgo67 3 may. Madrid, Spain
Elvira Lindo: Premio al periodista cuya obra ha destacado por su defensa de los valores humanos.… https://www.instagram.com/p/BE9keApsd19/

Ana Lucía Ortega@noicativni 3 may.
Elvira Lindo recibe el premio a la obra que ha destacado por su defensa a los derechos humanos que otorga el CIP
les zebres surten@leszebressurten 2 may.
Elvira Lindo nos hace su particular DECÁLOGO para motivar a los niños a coger un libro. http://lascebrassalen.com/decalogo-para-un-nino-lector-por-elvira/ …

María Fdez-Miranda@mfdezmiranda 1 may.
María Fdez-Miranda Retwitteó EL PAÍS
La columna de @ElviraLindo es en mi opinión magnífica, aunque ya ha salido alguna a hacerse la ofendida.
Emilio Ruiz Mateo@EmilioRuizMateo 1 may.
(Esto de ser madre) "conviene vivirlo sin darle demasiada importancia". La sensatez de @ElviraLindo en #DíadelaMadre
Marisa Fernández@mlfernanmar 30 abr.
Brava Elvira Lindo: Una madre poco ejemplar; Yo soy una de ellas. No hace falta criar sin despegarse. http://elpais.com/elpais/2016/04/28/estilo/1461864311_902661.html?id_externo_rsoc=TW_CC … vía @el_pais

Enric Sánchez@enricsanchez 22 abr.
Buenos días! El libro que acabo de recomendar en @40Andaya es "Noches sin dormir" de @ElviraLindo. Una maravilla. #AndaYaDeFinde




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