miércoles, 16 de diciembre de 2015

WStawac 3



Fragmentos del prefacio y los dos primeros capítulos de Los hundidos y los salvados, de Primo Levi
En cierta calle, Antonio Muñoz Molina [El País, 17 de mayo de 2019]



el vencedor es dueño también de la verdad, puede manipularla como quiere, ya se justificarían las fosas comunes de alguna manera.Se harían desaparecer o se atribuirían a los soviéticos (que, por otra parte, en Katyn demostraron que no se quedaban atrás). Pero tras la derrota de Stalingrado lo pensaron mejor: más valía no dejar huellas. Los mismos prisioneros fueron obligados a desenterrar aquellos desdichados restos y a quemarlos en hogueras al aire libre […]
Sociedades industriales grandes y pequeñas, haciendas agrícolas, fábricas de armamentos, sacaban provecho de la mano de obra prácticamente gratuita que proporcionaban los campos. […]
En las condiciones inhumanas en que se mantenía a los prisioneros es raro que éstos pudiesen adquirir una visión de conjunto de su universo. […]
Al cabo de los años se puede afirmar hoy que la historia de los Lager ha sido escrita casi exclusivamente por quienes, como yo, no han llegado hasta el fondo. Quien lo ha hecho no ha vuelto, o su capacidad de observación estuvo paralizada por el sufrimiento y la incomprensión. […]
la zona «gris» de la que hablaré más adelante, la de los prisioneros que en alguna medida —tal vez persiguiendo un objetivo válido— han colaborado con las autoridades, no era despreciable sino que constituía un fenómeno de fundamental importancia para el historiador, el psicólogo y el sociólogo. No hay prisionero que no lo recuerde, y que no recuerde su estupor de entonces: las primeras amenazas, los primeros insultos, los primeros golpes no venían de las SS sino de los otros prisioneros [...]
En ningún otro lugar o tiempo se ha asistido a un fenómeno tan imprevisto y tan complejo: nunca han sido extinguidas tantas vidas humanas en tan poco tiempo ni con una combinación tan lúcida de ingenio tecnológico,fanatismo y crueldad. […]
un recuerdo evocado con demasiada frecuencia, y específicamente en forma de narración, tiende a fijarse en un estereotipo, en una forma ensayada de la experiencia, cristalizada, perfeccionada, adornada, que se instala en el lugar del recuerdo crudo y se alimenta a sus expensas […]
Jean Améry, el filósofo austríaco torturado por la Gestapo porque había sido miembro activo de la resistencia belga, y después deportado a Auschwitz porque era judío: Quien ha sido torturado lo sigue estando (...). Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás.
[…]

Motivos y justificaciones de los opresores
Expresadas de distinta manera, y con mayor o menor soberbia de acuerdo con el nivel mental y cultural del hablante, todas vienen a decir esencialmente lo mismo: lo hice porque me lo mandaron […]
El paso silencioso de la mentira al autoengaño es útil: quien Miente de buena fe miente mejor […]


Examen de conciencia
Distinguir entre buena y mala fe es tarea difícil: requiere una sinceridad profunda consigo mismo, exige un esfuerzo continuo, intelectual y moral. [...]
se han defendido a la manera clásica de los gregarios nazis, o mejor dicho, de todos los gregarios: nos han educado en la obediencia absoluta, en la jerarquía, en el nacionalismo […] nos han enseñado que lo único justo era lo que favorecía a nuestro pueblo […]
No sólo teníamos prohibido decidir sino que habíamos llegado a estar imposibilitados para hacerlo. Por eso no somos responsables y no podemos ser castigados. […]

El opresor se presenta a su vez como víctima. ¿Se puede anular la conciencia? ¿Se puede anular la capacidad para distinguir el bien del mal?
[…]


Intento por comprender al opresor. ¡Cuidado! No de justificar lo que hizo.
este razonamiento no puede ser interpretado únicamente como de la desvergüenza más descarada. La presión que un Estado totalitario moderno puede ejercer sobre el individuo es pavorosa. Tiene tres armas fundamentales: la propaganda, directa o camuflada, la educación, la instrucción, la cultura popular; la barrera que impide la pluralidad de las informaciones; el terror. […]
A propósito de estas reconstrucciones del pasado (es una observación que vale no sólo para éstas sino para todas las memorias) debe advertirse que la distorsión de los hechos está con mucha frecuencia limitada por la objetividad de los hechos mismos […]


Hitler
Había prohibido y negado a sus súbditos el acceso a la verdad, envenenando su moral y su memoria; pero, de manera cada vez más creciente hasta la paranoia del Bunker, había ido levantando barreras al camino de la verdad incluso a sí mismo.[...]


Las víctimas. Sobre la zona gris
Con fines defensivos, la realidad puede ser distorsionada no sólo en el recuerdo sino también en el momento en que está sucediendo. […]
Ahora bien, la maraña de los contactos humanos en el interior del Lager no era nada sencilla; no podía reducirse a los bloques de víctimas y verdugos. […]
Se ingresaba creyendo, por lo menos, en la solidaridad de los compañeros en desventura, pero éstos, a quienes se consideraba aliados, salvo en casos excepcionales, no eran solidarios: se encontraba uno con incontables mónadas selladas, y entre ellas una lucha desesperada, oculta y continua. […]
el choque contra la realidad del campo de concentración coincide con la agresión —ni prevista ni comprendida— de un enemigo nuevo y extraño, el prisionero-funcionario que, en lugar de cogerte la mano, tranquilizarte, enseñarte el camino, se arroja sobre ti dando gritos en una lengua que no conoces y te abofetea. Quiere domarte, quiere extinguir en ti la chispa de dignidad que tal vez todavía conserves y que él ha perdido. […]
Es una zona gris, de contornos mal definidos, que separa y une al mismo tiempo a los dos bandos de patrones y de siervos. Su estructura interna es extremadamente complicada y no le falta ningún elemento para dificultar el juicio que es menester hacer. […]
Dentro de esta zona deben catalogarse, con distintos matices de calidad y peso, Quisling en Noruega, el gobierno de Vichy en Francia, el Judenrat en Varsovia, la República de Saló e, incluso, los mercenarios ucranianos y bálticos empleados por todas partes para hacer las tareas más sucias(nunca para combatir), y los Sonderkommandos, de quienes deberemos hablar. […]
No basta con relegarlos a las tareas marginales; la mejor manera de atarlos es cargarlos de culpabilidad, ensangrentarlos, comprometerlos lo más posible; así habrán contraído con sus jefes el vínculo de la complicidad y no podrán volverse nunca atrás. […]
cuanto más dura es la opresión, más difundida está entre los oprimidos la buena disposición para colaborar con el poder. Esa disposición está teñida de infinitos matices y motivaciones: terror, seducción ideológica, imitación servil del vencedor, miope deseo de poder (aunque se trate de un poder ridículamente limitado en el espacio y en el tiempo), vileza e, incluso, un cálculo lúcido dirigido a esquivar las órdenes y las reglas establecidas. […]
hay que afirmar que ante casos humanos como éstos es imprudente precipitarse a emitir un juicio moral. Debe quedar claro que la culpa máxima recae sobre el sistema, sobre la estructura del Estado totalitario; la participación en la culpa de los colaboradores individuales, grandes o pequeños (¡y nunca simpáticos, nunca transparentes!) es siempre difícil de determinar. […]
El juicio es más delicado y más diverso para quienes tenían puestos de mando: los capos […]
los prisioneros que desarrollaban actividades diversas, a veces delicadísimas, en las oficinas administrativas del campo, la Sección Política (en realidad, una sección de la Gestapo), el Servicio de Trabajo, las celdas de castigo. […]
Algunos de ellos, por ejemplo los tres nombrados, eran también miembros de las organizaciones secretas de defensa, y por eso el poder de que disponían gracias a su cargo estaba compensado con creces por el peligro extremo que corrían, en su doble condición de «resistentes» y detentadores de secretos. […]
el poder del que disponían los funcionarios de quienes hablamos, aun los de baja graduación como los Kapos de las escuadras de trabajo, era sobre todo ilimitado […]
en el cual es casi imposible un control desde abajo. Pero este «casi» es importante: nunca ha existido un Estado que fuese completamente «totalitario» desde ese punto de vista. Jamás han faltado alguna forma de reacción, alguna enmienda al arbitrio absoluto ni siquiera en el Tercer Reich o en la Unión Soviética de Stalin: en los dos casos han actuado como freno, en mayor o menor medida, la opinión pública, la magistratura, la prensa extranjera, las iglesias, el sentimiento de humanidad y de justicia que diez o veinte años de tiranía no logran erradicar. […]
también judíos que veían en la partícula de autoridad que les era ofrecida el único modo de poder escapar a la «solución final». […]
sé que ha habido asesinos y no sólo en Alemania, y que todavía hay, retirados o en servicio, y que confundirlos con sus víctimas es una enfermedad moral, un remilgo estético o una siniestra señal de complicidad; y, sobre todo, es un servicio precioso que se rinde (deseado o no) a quienes niegan la verdad. […]
una parte de la culpa (tanto más importante cuanto mayor fue su libertad de elección), y, por encima de ella, están los vectores y los instrumentos de la culpa del sistema. […]
En realidad, en la gran mayoría de los casos, su comportamiento les ha sido férreamente impuesto: […] el espacio de elección (y especialmente de elección moral) estaba reducido a la nada; son poquísimos los que han sobrevivido a la prueba, gracias a la coincidencia de muchos acontecimientos fortuitos [y buena salud inicial]. […]
Con esa denominación convenientemente vaga de [Sonderkommando] Escuadra Especial nombraban las SS al grupo de prisioneros a quienes les era confiado el trabajo de los crematorios. […]
Vuelvo a decir: creo que nadie está autorizado a juzgarlos, ni quien ha vivido la experiencia del Lager ni, mucho menos, quien no la haya vivido. Me gustaría invitar a quien se atreviese a emitir un juicio a realizar consigo mismo, con toda sinceridad, un experimento conceptual: imagínese, si es que puede, que ha pasado unos meses o unos años en un ghetto, atormentado por un hambre crónica, por el cansancio, por la promiscuidad y la humillación, que ha visto morir a su alrededor, uno tras otro, a sus seres queridos; que está aislado del mundo, sin poder recibir ni transmitir noticias; y que por fin se lo carga en un tren, ochenta o cien por vagón de mercancías; que viaja hacia lo desconocido, a ciegas, durante días y durante noches insomnes; y que por fin se encuentra lanzado contra los muros de un infierno indescifrable. Aquí le ofrecen la supervivencia, y le proponen, o mejor dicho, le imponen una tarea atroz pero imprecisa. Este es, me parece, el verdadero Befehlnotstand, el «estado de constreñimiento como consecuencia de una orden», y no el que invocaban sistemática y desvergonzadamente los nazis arrastrados a los tribunales y, más tarde, pero siguiendo sus huellas, los criminales de guerra de muchos otros países. […]
nadie puede saber cuánto tiempo, ni a qué pruebas podrá resistir su alma antes de doblegarse o de romperse. […] sólo en la extrema adversidad puede ser valorada. […]
el hombre, dice Thomas Mann, es una criatura confusa; y cuanto más confusa se hace, podemos añadir, cuanto más sometida está a una tensión tanto más escapa a nuestro juicio, tal como una brújula se enloquece cerca de un polo magnético. […]
Todo eso no exonera a Rumkowski de su culpabilidad. Que de la aflicción de Lódź haya emergido un Rumkowski es algo que causa espanto; si hubiese sobrevivido a su tragedia, y a la tragedia del ghetto que él mismo pervirtió con su imaginación de histrión, ningún tribunal le habría absuelto, ni tampoco podemos absolverlo en el terreno moral. Pero tiene atenuantes: un orden infernal como era el nacionalsocialismo, ejerce un espantoso poder de corrupción al que es difícil escapar. Degrada a sus víctimas y las hace semejantes a él porque impone complicidades grandes y pequeñas. [...]
Igual que Rumkowski, también nosotros nos cegamos con el poder y con el prestigio hasta olvidar nuestra fragilidad esencial: con el poder pactamos todos, de buena o mala gana, olvidando que todos estamos en el ghetto, que el ghetto está amurallado, que fuera del recinto están los señores de la muerte, que poco más allá espera el tren.
Fragmentos del prefacio y los dos primeros capítulos de Los hundidos y los salvados, de Primo Levi

http://media-cdn.tripadvisor.com/media/photo-s/03/08/76/2b/anne-frank-haus.jpg 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Chrome - Handwriting/>Chrome - Handwriting