domingo, 16 de febrero de 2014

‘¿Esto cómo sucedió? Intenta recordar…’



Una difícil relación paterno-filial
Yo sabía que la huida sería difícil y sabía que tenía que saltar yo solo al otro lado del muro. Llevarlo conmigo, si tal cosa hubiera sido posible, habría sido una insensatez, porque él tenía entonces ocho años y yo no habría podido llevar la clase de vida que deseaba. Tuve que traicionarle, y eso es algo que no me perdona y jamás me perdonará. […]

Huída

Discute con su mujer, sale de casa como un huracán, sube al coche y, a su pesar, acaba viniendo aquí. Una vez llegado a la edad adulta, pasaban años sin que apenas nos viéramos; durante meses ni siquiera hablábamos por teléfono. […]

Una amante

Tiene problemas. Atraviesa una crisis. Está sufriendo. ¿Por qué? Tiene una amiga. Una joven de veintiséis años que hace poco empezó a trabajar para él. […]

Telémaco

Mis deficiencias están en la base de su sufrimiento. Sitúale cerca de mí y la herida empieza a sangrar. Es activo en su trabajo, está sano, es solvente, no presenta ninguna insuficiencia, pero basta que le hable para que todo cuanto es fuerte en él quede paralizado. Y sólo tengo que permanecer en silencio mientras él habla para socavar lo que le hace ser eficaz. Soy el padre al que no puede derrotar, el padre en cuya presencia sus poderes quedan por los suelos. ¿Por qué? Tal vez porque no estuve presente. Estuve ausente y era aterrador. […]

Soy el padre Karamazov de Kenny, la fuerza infame y monstruosa con la que él, un santo del amor, un hombre que siempre debe comportarse bien, se siente agraviado y parricida […]

Un viejo solitario y lujurioso. Un anciano que se relaciona con muchachas. […]

Cuando Kenny era adolescente, cada vez que acudía a mí lleno de inquietud era siempre por el mismo motivo. Y sigue siéndolo: algo amenazaba la idea que tenía de sí mismo, la de ser una persona escrupulosamente honesta. De una manera u otra, le estimulaba a modular esa idea, a atemperarla un poco, pero esta actitud mía le ponía furioso, se daba la vuelta y corría al encuentro de su madre. […]

El juicio y la arrogancia [Te leo como un libro abierto. Sé lo que quieres aunque no lo expreses]

Porque, a su modo de ver, mi casa era el burdel. No obstante, su vómito no sólo reflejaba la repulsión que yo le causaba, sino también, incluso en mayor grado, la repulsión que le causaba su repulsión. ¿Por qué? Por lo que quería con desespero, porque incluso con un padre que le enoja y decepciona, los momentos que pasa a su lado son tan intensos y el anhelo de él tan grande. Aún era un chico en una situación difícil de la que no podía salir. Esto sucedía antes de que cauterizase la herida convirtiéndose en un mojigato. […]

Papá, tengo un problema [Esto es lo que debes hacer. Ni siquiera le pregunta si se siente capacitado para asumir esa responsabilidad]

Al principio estaba demasiado alarmado para decírselo a su madre, por lo que acudió a mí. Le aseguré que, si la chica estaba preñada, no tenía obligación de casarse con ella. No estábamos en 1901. Si ella estaba decidida a tener el bebé, en lo que ya insistía, ésa era su elección, no la de él. Yo estaba a favor de la libre opción, pero eso no significaba que estuviera a favor de que ella eligiera por él. Le insté a que le recordara a la chica, tan a menudo como le fuese posible, que a los veintiún años y cuando acababa de graduarse en la universidad, no quería tener un hijo, no podía mantener un hijo, no tenía en absoluto la intención de responsabilizarse de un hijo. […]

En caso de que no sigas mi consejo, tú mismo te habrás echado el lazo
Le dije lo que ojalá un hombre enérgico me hubiera dicho cuando yo estaba a punto de cometer mi propio error. Le dije: «Vivir en un país como el nuestro, cuyos documentos esenciales tratan todos de la emancipación, todos apuntan a garantizar la libertad individual, vivir en un sistema que, en lo esencial, es indiferente a cómo te comportes mientras tu conducta sea lícita, significa que lo más probable es que el sufrimiento con el que te encuentres lo hayas generado tú mismo. […]
[No le dice que le apoyará en cualquier decisión que tome, a favor o en contra.
Le da a entender que ojalá él hubiera tenido un padre que le hubiese aconsejado en la misma línea. Eso significa que él mismo no habría nacido.]

Tu enemigo es la convención. No cometas el mismo error que yo
estás hecho para medrar en un país como éste. Aquí, el único tirano al acecho será la convención, a la que tampoco hay que tomar a la ligera. Lee a Tocqueville, si todavía no lo has hecho. No está desfasado, no lo está sobre el tema de "los hombres obligados a pasar por el mismo cedazo". […]

Fui más polonista que Polonio. Al fin y al cabo, lo que le estaba diciendo no era tan arriesgado, desde luego no lo era en 1979. Ni tampoco lo habría sido antes, cuando también yo necesité que me lo inculcaran. Concebido en libertad... he ahí el buen sentido común norteamericano. Pero cuando terminé, ¿qué hizo él? Se puso a enumerarme todas las cualidades sobresalientes de la chica. «

Papá, yo había pensado otra cosa [Su padre lo considera una renuncia a su libertad]
Conozco todas las objeciones que un joven puro y virtuoso puede hacer a la reclamación de soberanía personal. Conozco todas las etiquetas admirables a las que uno puede recurrir cuando no afirma su soberanía. Pues bien, la dificultad de Kenny es que debe ser admirable a cualquier precio. Vive temeroso de que la mujer le diga que no lo es. «Egoísta» es la palabra que lo deja baldado. Eres un cabrón egoísta. Ese juicio le aterra, y ello hace que sea el juicio que le rige.
Pero a mí no me hace ni caso
Como es un hombre tan admirable, no puede abandonar a la esposa para irse con la amiga, no puede abandonar a la amiga por la esposa y, por supuesto, no puede abandonar a sus hijos pequeños. Bien sabe Dios que no puede abandonar a su madre. Yo soy el único al que puede abandonar. […]
Ella lo ha puesto contra mí. Aunque tenga razón al juzgarme.
Pero creció escuchando la lista de agravios y, por ello, en los primeros años que siguieron al divorcio, cada vez que nos veíamos tenía que defender mi postura, en el zoo, en el cine, en el estadio, demostrándole que no soy lo que su madre dice que soy. Al final lo dejé correr, porque es cierto que soy lo que ella dice que soy.
[Igual, a estas alturas, el hijo ya se ha conformado su propio juicio, ¿no?]
Una víctima de su madre
Arrojé la toalla porque no me gustaba fingir la necesidad femenina contra la que Kenny carece de defensa. Mi hijo tiene la adicción más cruel al patetismo de la necesidad femenina. Durante los años que vivió solo con su madre, cultivando esta adicción arcaica (que, por cierto, en los tiempos de la mujer dependiente esclavizaba a todos los mejores hombres)
Sentido de la familia. [Creo que lo que Kenny siente por su padre, él no se ha molestado en averiguarlo. Ya tiene una idea conformada de antemano.]
Sin embargo, cada vez que nacía uno de sus hijos me llamaba. Una amabilidad por su parte, dado lo que sentía hacia mí.
El precio de “la libertad” [Considera libertad a haber hecho lo que en cada momento le ha convenido aunque no parece haber eludido su responsabilidad como padre]
Las consecuencias de ser lo que soy se manifiestan a la larga. Estos desastres domésticos son dinásticos.
Aunque una vez al mes, o mes y medio, se presenta de repente para vaciarse en mi presencia de lo que le envenena. Hay temor en sus ojos, hay rabia en su corazón, hay fatiga en su voz.
Te lo advertí [¿qué espera Kenny de su padre? ¿Qué espera David que haga Kenny?]
La mujer se siente desdichada y airada a causa de la amante, ésta se queja de la esposa y siente rencor hacia ella, y los hijos están asustados y lloran en sueños. En cuanto al sexo conyugal, un deber horrendo con el que cumple estoicamente, ahora carece incluso de la fortaleza de ánimo necesaria para hacerlo. […]
[Me parece que el problema está en que se juzgan y no se escuchan. Cada uno parece tener su posición inamovible llena de razón.]
Pero cuando le pregunto: «¿Por qué no te marchas entonces?», replica que su marcha destruiría a la familia. Ninguno sobreviviría, todos se vendrían abajo, el sufrimiento sería demasiado grande. […]
Con su determinación me está juzgando a mí
En esta actitud se sobrentiende hasta qué punto Kenny es mucho más honorable que el padre que le abandonó cuando tenía ocho años. Su vida tiene una importancia de la que la mía carece. Ésa es su mejor baza entre las cartas que le han tocado en suerte. Ahí es donde domina y me supera. […]
Lo que vale para mí, vale para todos los casos [¿Eso mismo también debiera tenerlo en cuenta la mujer?]
Mentimos a un hijo acerca de estas cosas. Que muchos padres no pueden contenerse en el matrimonio... es mejor que eso sea un secreto para los pequeños. Pero eres un hombre. […]
Nadie escapa a su juicio
el hijo es incorregible, y el castigo procede del padre. Sin embargo, él sigue viniendo aquí y, cada vez que suena el timbre, le dejo subir. «¿Qué edad tiene tu amiga?», le pregunto. «¿Y tiene una aventura con un hombre de cuarenta y dos años, padre de cuatro hijos, que es su jefe? Entonces tampoco ella es un modelo. Sólo tú eres el modelo. Tú y tu madre
La inevitable comparación. [Mi caso no es igual al tuyo]
Incluso en tu adulterio eres mejor que yo. Él ni siquiera lo llama adulterio. Su adulterio es distinto del de todos los demás. Es una relación demasiado comprometida para llamarla adulterio. Y compromiso es lo que a mí me falta. Mis adulterios no eran lo bastante serios para su gusto. Bueno, eso es cierto. He procurado que no fuesen serios. Pero en su caso, el adulterio es el reclutamiento de la nueva esposa. Se ha reunido con la familia de la chica. […]
«Pero esto es un adulterio. ¿Qué tienen que ver con ello los padres?» […]
[Ya que lo preguntas, ¿Y tú qué tienes que ver en ello?]
Cielo santo, está a punto de cambiar la pequeña prisión que es su matrimonio actual por un centro de máxima seguridad. Una vez más, se dirige en línea recta a la cárcel. «Kenny», le digo, «¿quieres libertinaje y aprobación al mismo tiempo? […]
[¿Y por qué huir del compromiso es más razonable? ¿Qué se gana con ello?]
Una cuestión de competencia
No le basta con tener el único padre en todo este gran país que respaldará lo que está haciendo y tal vez incluso le conseguirá otra tía con una familia estupenda en Florida. Además debo ceder a la superioridad.[…]
[Se cubre de gloria con el comentario: la chica es lo de menos…]
Desprecio con desprecio se paga [Tengo un hijo que es una marioneta]
Éste no puede follar si no tiene una dominadora por encima de él haciendo restallar el látigo. […]
[Papá, ¿me estimarías más si en lugar de permitir que me dirigiese una mujer me dejase conducir por ti?]
Mi hijo sólo es capaz de tirarse a una chica con las credenciales morales apropiadas. Por favor, le digo, eso es una perversidad, ni mejor ni peor que cualquier otra. Reconoce que es así y no te sientas tan especial.
[Anula todo el campo de la afectividad. ¿Se trata sólo de acostarse con alguien o su hijo busca “algo más”?]
La carta de Kenny
¿Sabes cómo es la situación con mis hijos cuando vuelvo a casa por la noche? ¿Sabes lo que es oír llorar a tus hijos? ¿Cómo podrías saberlo? Y yo te protegía. Sí, era yo quien te protegía. Procuraba no creer que mamá tenía razón. Salía en tu defensa, daba la cara por ti. Tenía que hacerlo, porque eras mi padre. Intentaba excusarte, intentaba comprenderte.
Como dos gotas de agua [Tan parecidos que por eso no se entienden]
Seducir a alumnas indefensas, dedicarte a tus intereses sexuales a expensas de todo el mundo... eso es tan necesario, ¿verdad? No, lo necesario es seguir adelante con un matrimonio difícil, criar a un hijo pequeño y enfrentarte a las responsabilidades de un adulto. Durante aquellos años creí que mi madre exageraba, pero no era una exageración. Poco he sabido, hasta esta noche, lo que tuvo que soportar, el dolor que le causaste. ¿Y para qué? El agobio a que se vio sometida... el agobio que sufrí yo, un niño, que hube de ser todo lo que ella tenía en el mundo, ¿y por qué? ¿Para qué pudieras ser "libre"? No te soporto. Nunca he podido soportarte.» […]

No puede pasarse la vida asediado por ese drama de la infancia. ¿Que sí? En fin, tal vez. Probablemente tengas razón. Le dolerá durante el resto de su vida. Una de las innumerables bromas: un hombre de cuarenta y dos años, unido a la existencia de aquel chico de trece y todavía atormentado por ella. Quizá sea tal y como fue en aquel partido de béisbol. Se muere por huir. Se muere por alejarse de su madre, se muere por irse con su padre y lo único que puede hacer es vomitar todo lo que encierra su corazón.

Fragmentos seleccionados de El animal moribundo, Philip Roth



Aquí el sexo es el desencadenante de una serie de cosas. Él lo utiliza para llevar la relación a su lado más perverso, con el fin de después domesticarla y tener una relación convencional. Pero no le sale bien, y la humillación del título es la que él sufre por los desplantes de la muchacha. Coquetear con un hombre mayor puede ser una forma perfecta de humillarlo. El amor y la lujuria son tan maravillosos como peligrosos, pues su naturaleza es obsesiva y restrictiva. […]

-¿Cuándo escribo? No, no aprendo nada sobre la vida, pero sí aprendo algo muy valioso: cómo escribir ese tipo de historia de un modo eficaz y verosímil, lo que no sabía al empezar. Aprendo a cómo ocuparme de ese tema de una manera literaria, cómo tratarlo y ordenarlo, cómo darle sentido. Por ejemplo, hay millones de parejas que viven juntas pero que, sin embargo, son infelices. Pues convertir la vida de los matrimonios en material literario ha sido uno de mis trabajos. […]

-De 1962 a 1967 no pude escribir. En esos cinco años empecé varios libros que jamás acabé, podría usted llamarlo error, pero por otro lado era muy joven y estuve probando diferentes tonos y modalidades, iba encontrando mi voz como escritor. Así que mis errores fueron muy útiles. Pasaba meses leyéndome y exclamando: “¡Esto está mal! ¿Pero por qué?”. Al final empecé a usar un truco que aún me resulta práctico: pienso en lo que escribo como si fuera algo que realmente ha sucedido y, para hacerlo creíble, me pregunto: ‘¿Esto cómo sucedió? Intenta recordar…’. Y así me sale.
Entrevista con Philip Roth sobre “La humillación” por Xavi Ayén, 4 de octubre de 2013

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