Una
difícil relación paterno-filial
Yo
sabía que la huida sería difícil y sabía que tenía que saltar yo solo al otro
lado del muro. Llevarlo conmigo, si tal cosa hubiera sido posible, habría sido
una insensatez, porque él tenía entonces ocho años y yo no habría podido llevar
la clase de vida que deseaba. Tuve que traicionarle, y eso es algo que no me
perdona y jamás me perdonará. […]
Huída
Discute
con su mujer, sale de casa como un huracán, sube al coche y, a su pesar, acaba
viniendo aquí. Una vez llegado a la edad adulta, pasaban años sin que apenas
nos viéramos; durante meses ni siquiera hablábamos por teléfono. […]
Una amante
Tiene problemas. Atraviesa una crisis.
Está sufriendo. ¿Por qué? Tiene una amiga. Una joven de veintiséis años que
hace poco empezó a trabajar para él. […]
Telémaco
Mis
deficiencias están en la base de su sufrimiento. Sitúale cerca de mí y la
herida empieza a sangrar. Es activo en su trabajo, está sano, es solvente, no
presenta ninguna insuficiencia, pero basta que le hable para que todo cuanto es
fuerte en él quede paralizado. Y sólo tengo que permanecer en silencio mientras
él habla para socavar lo que le hace ser eficaz. Soy el padre al que no puede derrotar, el padre en cuya presencia sus
poderes quedan por los suelos. ¿Por qué? Tal vez porque no estuve presente.
Estuve ausente y era aterrador.
[…]
Soy
el padre Karamazov de Kenny, la fuerza infame y
monstruosa con la que él, un santo del amor, un hombre que siempre debe
comportarse bien, se siente agraviado y parricida […]
Un
viejo solitario y lujurioso. Un anciano que se relaciona con muchachas. […]
Cuando
Kenny era adolescente, cada vez que acudía a mí lleno de inquietud era siempre
por el mismo motivo. Y sigue siéndolo: algo
amenazaba la idea que tenía de sí mismo, la de ser una persona escrupulosamente
honesta. De una manera u otra, le
estimulaba a modular esa idea, a atemperarla un poco, pero esta actitud mía le
ponía furioso, se daba la vuelta y corría al encuentro de su madre. […]
El juicio y la arrogancia [Te
leo como un libro abierto. Sé lo que quieres aunque no lo expreses]
Porque,
a su modo de ver, mi casa era el burdel. No obstante, su vómito no sólo
reflejaba la repulsión que yo le causaba, sino también, incluso en mayor grado,
la repulsión que le causaba su repulsión. ¿Por qué? Por lo que quería con desespero, porque incluso con un padre
que le enoja y decepciona, los momentos que pasa a su lado son tan intensos y
el anhelo de él tan grande. Aún era un chico en una situación difícil de la que
no podía salir. Esto sucedía antes de que cauterizase la herida convirtiéndose
en un mojigato. […]
Papá, tengo un problema [Esto
es lo que debes hacer. Ni siquiera le pregunta si se siente capacitado para
asumir esa responsabilidad]
Al
principio estaba demasiado alarmado para decírselo a su madre, por lo que
acudió a mí. Le aseguré que, si la chica estaba preñada, no tenía obligación de casarse con ella. No estábamos en 1901. Si ella
estaba decidida a tener el bebé, en lo que ya insistía, ésa era su elección, no
la de él. Yo estaba a favor de la libre opción, pero
eso no significaba que estuviera a favor de que ella eligiera por él. Le insté a que le recordara a
la chica, tan a menudo como le fuese posible, que a los veintiún años y cuando
acababa de graduarse en la universidad, no quería tener un hijo, no podía
mantener un hijo, no tenía en absoluto la intención de responsabilizarse de un
hijo. […]
En caso de que no sigas mi
consejo, tú mismo te habrás echado el lazo
Le
dije lo que ojalá un hombre enérgico me hubiera dicho cuando yo estaba a punto
de cometer mi propio error. Le dije: «Vivir en un país
como el nuestro, cuyos documentos esenciales tratan todos de la emancipación,
todos apuntan a garantizar la libertad individual, vivir en un sistema que, en
lo esencial, es indiferente a cómo te comportes mientras tu conducta sea
lícita, significa que lo más probable es que el sufrimiento con
el que te encuentres lo hayas generado tú mismo. […]
[No
le dice que le apoyará en cualquier decisión que tome, a favor o en contra.
Le
da a entender que ojalá él hubiera tenido un padre que le hubiese aconsejado en
la misma línea. Eso significa que él mismo no habría nacido.]
Tu enemigo es la convención. No
cometas el mismo error que yo
estás
hecho para medrar en un país como éste. Aquí, el único tirano al acecho será la
convención, a la que tampoco hay que tomar a la ligera. Lee a Tocqueville, si
todavía no lo has hecho. No está desfasado, no lo está sobre el tema de
"los hombres obligados a pasar por el mismo cedazo". […]
Fui
más polonista que Polonio. Al fin y al cabo, lo que le estaba diciendo no era
tan arriesgado, desde luego no lo era en
1979. Ni tampoco
lo habría sido antes, cuando también yo
necesité que me lo inculcaran.
Concebido en libertad... he ahí el buen sentido común norteamericano. Pero
cuando terminé, ¿qué hizo él? Se puso a enumerarme todas las cualidades
sobresalientes de la chica. «
Papá, yo había pensado otra cosa [Su padre lo
considera una renuncia a su libertad]
Conozco
todas las objeciones que un joven puro y virtuoso puede hacer a la reclamación
de soberanía personal. Conozco todas las etiquetas admirables a las que uno
puede recurrir cuando no afirma su soberanía. Pues bien, la dificultad de Kenny es que debe ser admirable
a cualquier precio. Vive temeroso de que la mujer le
diga que no lo es. «Egoísta» es la palabra que lo deja baldado. Eres un cabrón
egoísta. Ese juicio le
aterra, y ello hace que sea el juicio que le rige.
Pero
a mí no me hace ni caso
Como es un hombre tan
admirable, no puede abandonar a la esposa para irse con la amiga, no puede
abandonar a la amiga por la esposa y, por supuesto, no puede abandonar a sus
hijos pequeños. Bien sabe Dios que no puede abandonar a su madre. Yo soy el único al que puede abandonar. […]
Ella
lo ha puesto contra mí. Aunque tenga razón al juzgarme.
Pero
creció escuchando la lista de agravios y, por ello, en los primeros años que
siguieron al divorcio, cada vez que nos veíamos tenía que defender mi postura,
en el zoo, en el cine, en el estadio, demostrándole que no soy lo que su madre dice que soy. Al final lo dejé correr,
porque es cierto que soy lo que ella dice que soy.
[Igual,
a estas alturas, el hijo ya se ha conformado su propio juicio, ¿no?]
Una víctima de su
madre
Arrojé
la toalla porque no
me gustaba fingir la necesidad femenina contra la que Kenny carece de
defensa. Mi hijo tiene la adicción más cruel al patetismo de la necesidad
femenina. Durante los años que vivió solo con su madre, cultivando esta
adicción arcaica (que, por cierto, en los tiempos de la mujer dependiente esclavizaba a todos los mejores
hombres)
Sentido
de la familia. [Creo que lo que Kenny siente por su padre, él no se ha
molestado en averiguarlo. Ya tiene una idea conformada de antemano.]
Sin embargo, cada vez
que nacía uno de sus hijos me llamaba. Una amabilidad por su parte, dado lo que
sentía hacia mí.
El
precio de “la libertad” [Considera libertad a haber hecho lo que en cada
momento le ha convenido aunque no parece haber eludido su responsabilidad como
padre]
Las
consecuencias de ser lo que soy se manifiestan a la larga. Estos desastres domésticos son dinásticos.
Aunque
una vez al mes, o mes y medio, se presenta de repente para vaciarse en mi presencia de lo que le
envenena. Hay temor
en sus ojos, hay rabia en su corazón, hay fatiga en su voz.
Te
lo advertí [¿qué espera Kenny de su padre? ¿Qué espera David que haga Kenny?]
La
mujer se siente desdichada y airada a causa de la amante, ésta se queja de la
esposa y siente rencor hacia ella, y los hijos están asustados y lloran en
sueños. En cuanto al sexo conyugal, un deber horrendo con el que cumple estoicamente, ahora carece incluso de la
fortaleza de ánimo necesaria para hacerlo. […]
[Me parece que el
problema está en que se juzgan y no se escuchan. Cada uno parece tener su
posición inamovible llena de razón.]
Pero cuando le
pregunto: «¿Por qué no te
marchas entonces?», replica que su marcha destruiría a
la familia. Ninguno sobreviviría, todos se vendrían abajo, el sufrimiento sería
demasiado grande. […]
Con
su determinación me está juzgando a mí
En esta actitud se
sobrentiende hasta qué punto Kenny es mucho más honorable que el padre que le
abandonó cuando tenía ocho años. Su vida tiene una importancia de la que la mía carece.
Ésa es su mejor baza entre las cartas que le han tocado en suerte. Ahí es donde
domina y me supera. […]
Lo
que vale para mí, vale para todos los casos [¿Eso mismo también debiera tenerlo
en cuenta la mujer?]
Mentimos a un hijo
acerca de estas cosas. Que muchos
padres no pueden contenerse en el matrimonio... es mejor que
eso sea un secreto para los pequeños. Pero eres un hombre. […]
Nadie
escapa a su juicio
el hijo es incorregible, y el castigo procede del padre.
Sin embargo, él sigue viniendo aquí y, cada vez que suena el timbre, le dejo
subir. «¿Qué edad tiene tu amiga?», le pregunto. «¿Y tiene una aventura con un
hombre de cuarenta y dos años, padre de cuatro hijos, que es su jefe? Entonces
tampoco ella es un modelo. Sólo
tú eres el modelo. Tú y tu madre.»
La
inevitable comparación. [Mi caso no es igual al tuyo]
Incluso
en tu adulterio eres mejor que yo. Él ni siquiera lo llama adulterio. Su
adulterio es distinto del de todos los demás. Es una
relación demasiado comprometida para llamarla adulterio. Y compromiso es lo que
a mí me falta. Mis
adulterios no eran lo bastante serios para su gusto. Bueno, eso es cierto. He
procurado que no fuesen serios. Pero en su caso, el adulterio es
el reclutamiento de la nueva esposa. Se ha reunido con la familia de la chica.
[…]
«Pero esto es un adulterio. ¿Qué tienen que ver con ello
los padres?» […]
[Ya
que lo preguntas, ¿Y tú qué tienes que ver en ello?]
Cielo santo, está a
punto de cambiar la pequeña prisión que es su matrimonio actual por un centro
de máxima seguridad. Una vez más, se dirige en línea recta a la cárcel. «Kenny», le
digo, «¿quieres libertinaje y aprobación al mismo
tiempo? […]
[¿Y por qué huir del compromiso es más razonable? ¿Qué se
gana con ello?]
Una
cuestión de competencia
No le basta con tener
el único padre en todo este gran país que respaldará lo que está haciendo y tal
vez incluso le conseguirá
otra tía
con una familia estupenda en Florida. Además debo ceder a la superioridad.[…]
[Se cubre de gloria
con el comentario: la chica es lo de menos…]
Desprecio
con desprecio se paga [Tengo un hijo que es una marioneta]
Éste
no puede follar si no tiene una dominadora por encima de él haciendo restallar
el látigo. […]
[Papá,
¿me estimarías más si en lugar de permitir que me dirigiese una mujer me dejase
conducir por ti?]
Mi hijo sólo es capaz de tirarse a una chica con
las credenciales morales apropiadas. Por favor, le digo,
eso es una perversidad, ni mejor ni peor que cualquier otra. Reconoce que es
así y no te sientas tan especial.
[Anula todo el campo
de la afectividad. ¿Se trata sólo de acostarse con alguien o su hijo busca “algo
más”?]
La carta de Kenny
¿Sabes cómo es la
situación con mis hijos cuando vuelvo a casa por la noche? ¿Sabes lo que es oír
llorar a tus hijos? ¿Cómo podrías saberlo? Y yo te protegía. Sí, era yo quien
te protegía. Procuraba no
creer que mamá tenía razón. Salía en tu defensa, daba la
cara por ti. Tenía que hacerlo, porque eras mi padre. Intentaba excusarte, intentaba comprenderte.
Como
dos gotas de agua [Tan parecidos que por eso no se entienden]
Seducir
a alumnas indefensas, dedicarte a tus intereses sexuales a expensas de todo el
mundo... eso es tan necesario, ¿verdad? No, lo necesario es seguir adelante con
un matrimonio difícil, criar a un hijo pequeño y enfrentarte a las
responsabilidades de un adulto. Durante aquellos años creí que mi madre exageraba,
pero no era una exageración. Poco he sabido, hasta esta noche, lo que tuvo que
soportar, el dolor que le causaste. ¿Y para qué? El agobio a que se vio
sometida... el agobio que sufrí yo, un niño, que hube
de ser todo lo que ella tenía en el mundo,
¿y por qué? ¿Para qué pudieras ser "libre"? No te soporto. Nunca he
podido soportarte.» […]
No
puede pasarse la vida asediado por ese drama de la infancia. ¿Que sí? En fin,
tal vez. Probablemente tengas razón. Le
dolerá durante el resto de su vida.
Una de las innumerables bromas: un hombre de cuarenta y dos años, unido a la
existencia de aquel chico de trece y todavía atormentado por ella. Quizá sea
tal y como fue en aquel partido de béisbol. Se
muere por huir. Se muere por alejarse de su madre, se muere por irse con su
padre y lo único que puede hacer es vomitar todo lo que encierra su corazón.
Fragmentos
seleccionados de El animal moribundo, Philip Roth
Aquí
el sexo es el desencadenante de una serie de cosas. Él lo utiliza para llevar
la relación a su lado más perverso, con el fin de después domesticarla y tener
una relación convencional. Pero no le sale bien, y la humillación del título es
la que él sufre por los desplantes de la muchacha. Coquetear con un hombre mayor puede ser una
forma perfecta de humillarlo. El amor y la lujuria son tan maravillosos como peligrosos,
pues su naturaleza es obsesiva y restrictiva. […]
-¿Cuándo escribo? No,
no aprendo nada sobre la vida, pero sí aprendo algo muy valioso: cómo escribir
ese tipo de historia de un modo eficaz y verosímil, lo que no sabía al empezar.
Aprendo a cómo ocuparme de ese tema de una manera literaria, cómo tratarlo y
ordenarlo, cómo darle sentido. Por ejemplo, hay millones
de parejas que viven juntas pero que, sin embargo, son infelices. Pues
convertir la vida de los matrimonios en material literario
ha sido uno de mis trabajos. […]
-De 1962 a 1967 no
pude escribir. En esos cinco años empecé varios libros que jamás acabé, podría
usted llamarlo error, pero por otro lado era muy joven y estuve probando
diferentes tonos y modalidades, iba encontrando mi voz como escritor. Así que
mis errores fueron muy útiles. Pasaba meses leyéndome y exclamando: “¡Esto está
mal! ¿Pero por qué?”. Al final empecé a usar un truco que aún me resulta
práctico: pienso en lo
que escribo como si fuera algo que realmente ha sucedido y, para hacerlo
creíble, me pregunto: ‘¿Esto
cómo sucedió? Intenta recordar…’. Y así me sale.
Entrevista con Philip
Roth sobre “La humillación” por Xavi Ayén, 4 de octubre de 2013
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