Aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oír hablar de uno mismo. Durante los alegatos del Procurador y del abogado puedo decir que se habló mucho de mí y quizá más de mí que de mi crimen. ¿Eran muy diferentes, por otra parte, esos alegatos?Sobre todo cuando el vacío de un corazón, tal como se descubre en este hombre, se transforma en un abismo en el que la sociedad puede sucumbir.Pero, naturalmente, no siempre se puede ser razonable.
Le expliqué que tenía una naturaleza tal que las
necesidades físicas alteraban a menudo mis sentimientos. […]
No me comprendía y estaba un poco resentido conmigo. Sentía deseos de asegurarle que yo
era como todo el mundo, absolutamente como todo el mundo. […]
Hay cosas", agregó, "que no entiendo en su
acto. Estoy seguro de que usted me ayudará a comprenderlas." Dije que todo
era muy simple. […]
"¿Por qué esperó usted entre el primero y el
segundo disparo?", dijo entonces. […]
“¿Por qué, por qué disparó usted contra un cuerpo
caído?" Tampoco a esto supe responder. El juez se pasó las manos por la
frente y repitió la pregunta con voz un poco alterada: "¿Por qué? Es
preciso que usted me lo diga. ¿Por qué?" Yo seguía callado. […]
Entonces me dijo muy de prisa y de un modo apasionado
que él creía en Dios y que estaba convencido de que ningún hombre era tan
culpable como para que Dios no lo perdonase, pero que para eso era necesario
que el hombre, por su arrepentimiento, se volviese como un niño cuya alma está
vacía y dispuesta a aceptarlo todo. […]
Me dijo que era
imposible, que todos los hombres creían en Dios, aun aquellos
que le volvían la espalda. Tal era su convicción, y si alguna vez llegara a
dudar, la vida no tendría sentido. "¿Quiere usted", exclamó,
"que mi vida carezca de sentido?" Según mi opinión aquello no me
concernía y se lo dije. […]
Nunca he visto un alma tan endurecida como la suya.
Los criminales que han comparecido delante de mí han llorado siempre ante esta
imagen del dolor." Iba a responder que eso sucedía justamente porque se
trataba de criminales. Pero pensé que yo
también era criminal. Era una idea a la que no podía acostumbrarme. Entonces el juez se levantó como si quisiera indicarme que el
interrogatorio había terminado. Se limitó a preguntarme, con el mismo aspecto
de cansancio, si lamentaba el acto que había cometido. Reflexioné y dije que
más que pena verdadera sentía cierto aburrimiento. Tuve la impresión de que no
me comprendía. Pero aquel día las cosas no fueron más lejos. […]
“Basta por hoy, señor Anticristo." Entonces me
ponían nuevamente en manos de los gendarmes.
[Uno busca el móvil del crimen y, cuando no lo hay o
está oscuro, viene el desconcierto.
Ya lo tienen clasificado. Una vez que encaja con un
determinado perfil, asunto concluido.
Me acordé de aquello que escribió hace poco Elvira
Lindo:
La
policía busca al culpable y nosotros
necesitamos saber desesperadamente el porqué, darle alguna explicación a la
maldad del criminal.
En el caso de Asunta, hiela la sangre pensar que fueran los padres o que uno
encubriera al otro. Personalmente, me resulta tan difícil de aceptar que no lo
creeré hasta que se produzca una confesión o la policía presente evidencias
indiscutibles. Antes de eso, casi todo me sobra.
Sospechosos,
[El País, 2 de octubre del 2013]
Sobrecoge
pensar que de no haberse descubierto al verdadero asesino de la joven Rocío
Wanninkhof, la mujer que cargó con la culpa siendo inocente, Dolores Vázquez,
estaría todavía cumpliendo condena. No fue solo la justicia quien la convirtió
en culpable sino el pueblo justiciero, que consideró que el perfil de compañera
sentimental de la madre de la víctima cuadraba a la perfección con un argumento
novelesco del que la televisión fue la principal difusora. Dolores no ha sido indemnizada.
Justicieros,
Elvira Lindo [El País, 4 de junio de 2013] […]
Al principio de la detención lo más duro fue que tenía pensamientos de hombre
libre por ejemplo, sentía deseos de estar en una playa y de
bajar hacia el mar. Al imaginar el ruido de las primeras olas bajo las plantas
de los pies, la entrada del cuerpo en el agua y el alivio que encontraba, sentía de golpe cuánto se habían
estrechado los muros de la prisión. Pero esto
duró algunos meses. Después no tuve sino pensamientos de presidiario. Esperaba
el paseo cotidiano que daba por el patio o la visita del abogado. Disponía muy
bien el resto del tiempo. Pensé a menudo entonces que si me hubiesen hecho
vivir en el tronco de un árbol seco sin otra ocupación que la de mirar la flor
del cielo sobre la cabeza, me habría acostumbrado poco a poco. Hubiese esperado
el paso de los pájaros y el encuentro de las nubes como esperaba aquí las
curiosas corbatas de mi abogado y como, en otro mundo, esperaba pacientemente
el sábado para estrechar el cuerpo de María. Después de todo, pensándolo bien, no estaba en un
árbol seco. Había otros más desgraciados que yo. Por otra parte, mamá tenía la
idea, y la repetía a menudo, de que uno acaba por acostumbrarse a todo. […]
Por ejemplo, estaba atormentado por el deseo de una
mujer. […] Él fue quien primero me habló de mujeres. Me dijo que era la primera
cosa de la que se quejaban los otros. Le dije que yo era como ellos y que encontraba injusto
este tratamiento. "Pero", dijo, "precisamente para eso
los ponen a ustedes en la cárcel."
-"¿Cómo, para eso?"
-"Pues sí. La
libertad es eso. Se les priva de la libertad." Nunca había pensado en
ello. Asentí: "Es verdad", le dije, "si no, ¿dónde estaría el castigo?"
-"Sí, usted comprende las cosas. Los demás no.
Pero concluyen por satisfacerse por sí mismos." […]
Hubo
también los cigarrillos. […]
No comprendía por
qué me privaban de aquello que no hacía mal a nadie. Más tarde comprendí que también formaba parte del castigo.
Pero ya me había acostumbrado a no fumar más y este castigo había dejado de ser
tal para mí.
Fuera de estas molestias no me sentía demasiado
desgraciado.
Una vez más todo el problema consistía en matar el
tiempo. A partir del instante en que aprendí a recordar, concluí por no
aburrirme en absoluto. […] Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido
más que un solo día podía vivir fácilmente cien años en una cárcel. Tendría
bastantes recuerdos para no aburrirse. En cierto sentido era una ventaja.
Existía también el sueño. […]
La historia del checoslovaco [es la historia de Edipo
dándole la vuelta: un filicidio en lugar de un parricidio]
Entre el jergón y la tabla de la cama había
encontrado, en efecto, casi pegado al género, un viejo trozo de periódico,
amarillento y transparente. Relataba un hecho policial cuyo comienzo faltaba
pero que había debido ocurrir en Checoslovaquia. Un hombre había partido de un
pueblo checo para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años había regresado
rico, con su mujer y un hijo. La madre y una hermana dirigían un hotel en el
pueblo natal. Para sorprenderlas, había dejado a la mujer y al hijo en otro
establecimiento y había ido a casa de
la madre, que no le había reconocido cuando entró.
Por broma, se le ocurrió tomar una habitación. Había
mostrado el dinero. Durante la noche, la madre y la hermana le habían asesinado
a martillazos para robarle y habían arrojado el cuerpo al río. Por la mañana
había venido la mujer y sin saberlo, había revelado la identidad del viajero.
La madre se había ahorcado. La hermana se había arrojado a un pozo. Debo de haber leído esta historia
miles de veces Por un lado era inverosímil; por otro, era natural. De todos
modos, me parecía que el viajero lo había merecido en parte y que nunca se debe
jugar […]
Reconocí que era la que resonaba desde hacía muchos días
en mi oído y comprendí que durante todo ese tiempo había hablado solo Recordé
entonces lo que decía la enfermera en el entierro de mamá. No, no había
escapatoria y nadie puede
imaginar lo que son las noches en las cárceles. […]
Los viajeros anónimos espiaban al recién llegado para
notar lo que tenía de ridículo. Sé perfectamente que era una idea tonta, pues
allí no buscaban el ridículo, sino el crimen.
Sin embargo, la diferencia no es grande y, en
cualquier caso, es la idea que se me ocurrió. […]
Los periódicos
"Usted sabe, hemos hinchado un poco el asunto. El
verano es la estación vacía para los periódicos. Y lo único que valía algo era
su historia y la del parricida." […] No ha venido por usted, desde luego.
Pero como está encargado de informar acerca del proceso del parricida, se le ha
pedido que telegrafíe sobre su asunto al mismo tiempo." […]
Los periodistas tenían ya la estilográfica en la mano.
Aparentaban todos el mismo aire indiferente y un poco zumbón. Sin embargo, uno
de ellos, mucho más joven, vestido de franela gris con corbata azul, había
dejado la estilográfica delante de sí y me miraba. En su rostro un poco
asimétrico no veía más que los dos ojos, muy claros, que me examinaban atentamente, sin
expresar nada definible. Y tuve la singular impresión de ser mirado por mí
mismo. […] [Examen de conciencia. Todavía no tengo una idea
clara sobre mí mismo.]
Según él, estaba allí para dirigir con imparcialidad la audiencia de un asunto que quería considerar con objetividad. […]
Quería saber si yo había vuelto al manantial con la
intención de matar al árabe. "No", dije. "Entonces, ¿por qué
estaba armado y por qué volver a ese lugar precisamente?" Dije que era el
azar. […]
Por primera vez
desde hacía muchos años tuve un estúpido deseo de llorar porque sentí cuánto
me detestaba toda esa gente.[…]
"Sí", gritó con fuerza, "yo acuso a este hombre de haber
enterrado a su madre con corazón de criminal". […]
Como si los caminos familiares trazados en los cielos
de verano pudiesen conducir tanto a las cárceles como a los sueños inocentes
[…]
[Hay un antes y un después en Meursault una vez que ha
tomado conciencia de lo que significa verse privado de libertad. Y también hay
un antes y un después una vez que se le ha leído el veredicto. Recordé aquellas
palabras de Savater sobre héroes de carácter y héroes de destino:
A
los protagonistas de las series también se les puede aplicar la división
clásica entre héroes de carácter y héroes de destino. La recuerdo sucintamente:
los héroes de carácter viven peripecias destinadas una y otra vez a confirmar o
demostrar su personalidad inmutable (don Quijote, Mr. Pickwick, Sherlock
Holmes, Charlot…); los héroes de destino despliegan su
ejecutoria a lo largo de una evolución que les lleva desde lo que fueron como
semilla original hasta alcanzar su estatura definitiva, feliz o desastrada (Madame
Bovary, Raskolnikov, Lord Jim, Meursault, el sastrecillo valiente…). Desde
luego, estas categorías nunca son absolutamente puras y la tendencia general es
que, si duran lo suficiente, todo carácter acabe desembocando finalmente en un
destino: don Quijote lo encuentra en la playa de Barcelona y termina siendo
Alonso Quijano, el feraz en recursos Ulises llegando a Ítaca y su batalla
final, incluso el característico Hercules Poirot remata su trayectoria como
asesino en Telón. Sin
embargo, aunque imperfecta en ocasiones o dudosa, esta división basta como
clasificación elemental. Queremos frecuentar caracteres y conocer destinos:
queremos ficción.
Carácter
y destino, Fernando Savater [El País, 15 de octubre de 2013]
Leyendo la segunda parte de El extranjero, me acordé
del examen de conciencia de Fresas silvestres, de El proceso, del final de El
rojo y el negro. ¿Qué tienen en común Julián Sorel y Mersault?
Dice Vargas Llosa que Mersault:
Es un extranjero en un sentido radical, pues se
comunica mejor con las cosas que con los seres humanos.
El mundo de Mersault no es pagano, es un mundo deshumanizado.
Pese a ser antisocial, Meursault no es un rebelde,
pues no hay en él ninguna conciencia de inconformidad.
Su pasividad, su desinterés, son sin duda más graves
que su falta, para quienes lo juzgan.
Si tuviera ideas o valores con qué justificar sus
actos, su manera de ser, acaso sus jueces serían más benevolentes.
La novela no concluye, ni explícita ni implícitamente
que, como las cosas son así, haya que resignarse a aceptar un mundo organizado
por fanáticos como el Juez instructor o por histriones leguleyos como el
Procurador.
Con su comportamiento perturbador, Mersault muestra la
precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización. […]
pone al descubierto la hipocresía y las mentiras, los errores y las injusticias
que conlleva la vida social.
El extranjero debe morir, Mario Vargas Llosa
Sara expone sus sentimientos a una de las hermanas de
Isak:
Isak es muy considerado. Es sumamente delicado. Está
lleno de ternura y tiene principios. Quiere que pasemos el rato leyéndonos
poesía y hablando también de la vida futura…Y no quiere besarme más que cuando
está oscuro. Me está hablando siempre del pecado. Yo creo que está a una altura
enorme sobre mí y yo me veo tan baja que no puedes tener idea de lo que siento.
Por otra parte, resulta que Sigfried es tan fresco y
tan malo.
-Anda, Sara. Yo hablaré a Sigfried y si no se porta
como es debido seguro que no tendrá vacaciones.
El segundo sueño de Isak Borg, en Fresas Salvajes
En el rincón de las fresas, su prima Sara, de la que
siempre estuvo enamorado está sentada junto a él y sostiene un espejo para
forzarlo a mirarse.
-¿Te has mirado en el espejo, Isak? ¿no? Pues yo te
voy a decir el aspecto que tienes. No eres más que un viejo asustado que se va
a morir muy pronto y yo tengo aún toda la vida por delante. […] No puedes
aguantar la verdad. […] Pues ahora escúchame bien: Me voy a casar con tu
hermano Sigfried. […]
Aunque tú sabes muchas cosas, en realidad no sabes
nada.
[La razón, el conocimiento, la ciencia, la aplicación
de los principios en la conducta [la rectitud] son insuficientes para colmar tu
vida].
El examen [El proceso]
-Acérquese, por favor, profesor Borg. ¿Ha traído su
papeleta de examen?
-Es un jeroglífico y yo sólo soy médico.
-Lo que está escrito en la pizarra es el primer deber
de un médico. Es pedir perdón.
-Otra vez es usted “culpable de culpabilidad”.
-Aquí no se habla para nada de su corazón, ¿o es que
quiere usted interrumpir el examen?
-Incompetente. […] Insensibilidad, egoísmo, falta de
consideración. Son quejas presentadas por su esposa. Procederemos a
un careo. Acompáñeme, profesor. No le queda otro recurso.
«Nuestra relación con otras personas consiste principalmente en discutir y
juzgar el carácter y la conducta del prójimo. Eso me ha
llevado a un retiro voluntario de, virtualmente, todo lo que llamamos
intercambio social».
Al preguntarle por la existencia de Dios:
«¿Dónde está ese amigo al que busco en todas partes?
Al clarear el día mi anhelo es más intenso. Cae la noche oscura y aún no hay
rastro de él. ¡Aunque arda mi corazón! Pero ahí están las señales. Dondequiera
que una fuerza surja, donde exista el perfume de una flor, en los campos por
donde el viento sople, en el suspiro que exhalo, en el aire que respiro, su
caridad está presente. Escucho su voz en el susurro de la brisa de verano».
“¿Dónde está
el amigo que busco por doquiera? / Cuando apunta el día, mi inquietud también
aumenta. / Cuando el día muere, lo busco todavía. / Aunque el corazón me
abrasa, yo voy siguiendo sus huellas en cualquier brote de vida, / el aroma de
la flor, la esbeltez de la espiga, / en el suspiro que lanzo y en el aire que
respiro / está presente su amor y oigo cantar su voz en el viento del
estío"
Una vida en la que pudiera recordar ésta
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