martes, 17 de diciembre de 2013

Pruebas de insensibilidad



Aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oír hablar de uno mismo. Durante los alegatos del Procurador y del abogado puedo decir que se habló mucho de mí y quizá más de mí que de mi crimen. ¿Eran muy diferentes, por otra parte, esos alegatos?

Sobre todo cuando el vacío de un corazón, tal como se descubre en este hombre, se transforma en un abismo en el que la sociedad puede sucumbir.

Pero, naturalmente, no siempre se puede ser razonable.




Le expliqué que tenía una naturaleza tal que las necesidades físicas alteraban a menudo mis sentimientos. […]
No me comprendía y estaba un poco resentido conmigo. Sentía deseos de asegurarle que yo era como todo el mundo, absolutamente como todo el mundo. […]
Hay cosas", agregó, "que no entiendo en su acto. Estoy seguro de que usted me ayudará a comprenderlas." Dije que todo era muy simple. […]
"¿Por qué esperó usted entre el primero y el segundo disparo?", dijo entonces. […]
“¿Por qué, por qué disparó usted contra un cuerpo caído?" Tampoco a esto supe responder. El juez se pasó las manos por la frente y repitió la pregunta con voz un poco alterada: "¿Por qué? Es preciso que usted me lo diga. ¿Por qué?" Yo seguía callado. […]
Entonces me dijo muy de prisa y de un modo apasionado que él creía en Dios y que estaba convencido de que ningún hombre era tan culpable como para que Dios no lo perdonase, pero que para eso era necesario que el hombre, por su arrepentimiento, se volviese como un niño cuya alma está vacía y dispuesta a aceptarlo todo. […]
Me dijo que era imposible, que todos los hombres creían en Dios, aun aquellos que le volvían la espalda. Tal era su convicción, y si alguna vez llegara a dudar, la vida no tendría sentido. "¿Quiere usted", exclamó, "que mi vida carezca de sentido?" Según mi opinión aquello no me concernía y se lo dije. […]
Nunca he visto un alma tan endurecida como la suya. Los criminales que han comparecido delante de mí han llorado siempre ante esta imagen del dolor." Iba a responder que eso sucedía justamente porque se trataba de criminales. Pero pensé que yo también era criminal. Era una idea a la que no podía acostumbrarme. Entonces el juez se levantó como si quisiera indicarme que el interrogatorio había terminado. Se limitó a preguntarme, con el mismo aspecto de cansancio, si lamentaba el acto que había cometido. Reflexioné y dije que más que pena verdadera sentía cierto aburrimiento. Tuve la impresión de que no me comprendía. Pero aquel día las cosas no fueron más lejos. […]
“Basta por hoy, señor Anticristo." Entonces me ponían nuevamente en manos de los gendarmes.


[Uno busca el móvil del crimen y, cuando no lo hay o está oscuro, viene el desconcierto.
Ya lo tienen clasificado. Una vez que encaja con un determinado perfil, asunto concluido.
Me acordé de aquello que escribió hace poco Elvira Lindo:
La policía busca al culpable y nosotros necesitamos saber desesperadamente el porqué, darle alguna explicación a la maldad del criminal. En el caso de Asunta, hiela la sangre pensar que fueran los padres o que uno encubriera al otro. Personalmente, me resulta tan difícil de aceptar que no lo creeré hasta que se produzca una confesión o la policía presente evidencias indiscutibles. Antes de eso, casi todo me sobra.
Sospechosos, [El País, 2 de octubre del 2013]
Sobrecoge pensar que de no haberse descubierto al verdadero asesino de la joven Rocío Wanninkhof, la mujer que cargó con la culpa siendo inocente, Dolores Vázquez, estaría todavía cumpliendo condena. No fue solo la justicia quien la convirtió en culpable sino el pueblo justiciero, que consideró que el perfil de compañera sentimental de la madre de la víctima cuadraba a la perfección con un argumento novelesco del que la televisión fue la principal difusora. Dolores no ha sido indemnizada.
Justicieros, Elvira Lindo [El País, 4 de junio de 2013] […]

Al principio de la detención lo más duro fue que tenía pensamientos de hombre libre por ejemplo, sentía deseos de estar en una playa y de bajar hacia el mar. Al imaginar el ruido de las primeras olas bajo las plantas de los pies, la entrada del cuerpo en el agua y el alivio que encontraba, sentía de golpe cuánto se habían estrechado los muros de la prisión. Pero esto duró algunos meses. Después no tuve sino pensamientos de presidiario. Esperaba el paseo cotidiano que daba por el patio o la visita del abogado. Disponía muy bien el resto del tiempo. Pensé a menudo entonces que si me hubiesen hecho vivir en el tronco de un árbol seco sin otra ocupación que la de mirar la flor del cielo sobre la cabeza, me habría acostumbrado poco a poco. Hubiese esperado el paso de los pájaros y el encuentro de las nubes como esperaba aquí las curiosas corbatas de mi abogado y como, en otro mundo, esperaba pacientemente el sábado para estrechar el cuerpo de María. Después de todo, pensándolo bien, no estaba en un árbol seco. Había otros más desgraciados que yo. Por otra parte, mamá tenía la idea, y la repetía a menudo, de que uno acaba por acostumbrarse a todo. […]
Por ejemplo, estaba atormentado por el deseo de una mujer. […] Él fue quien primero me habló de mujeres. Me dijo que era la primera cosa de la que se quejaban los otros. Le dije que yo era como ellos y que encontraba injusto este tratamiento. "Pero", dijo, "precisamente para eso los ponen a ustedes en la cárcel."
-"¿Cómo, para eso?"
-"Pues sí. La libertad es eso. Se les priva de la libertad." Nunca había pensado en ello. Asentí: "Es verdad", le dije, "si no, ¿dónde estaría el castigo?"
-"Sí, usted comprende las cosas. Los demás no. Pero concluyen por satisfacerse por sí mismos." […]
Hubo también los cigarrillos. […]
No comprendía por qué me privaban de aquello que no hacía mal a nadie. Más tarde comprendí que también formaba parte del castigo. Pero ya me había acostumbrado a no fumar más y este castigo había dejado de ser tal para mí.
Fuera de estas molestias no me sentía demasiado desgraciado. Una vez más todo el problema consistía en matar el tiempo. A partir del instante en que aprendí a recordar, concluí por no aburrirme en absoluto. […] Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podía vivir fácilmente cien años en una cárcel. Tendría bastantes recuerdos para no aburrirse. En cierto sentido era una ventaja.
Existía también el sueño. […]
La historia del checoslovaco [es la historia de Edipo dándole la vuelta: un filicidio en lugar de un parricidio]
Entre el jergón y la tabla de la cama había encontrado, en efecto, casi pegado al género, un viejo trozo de periódico, amarillento y transparente. Relataba un hecho policial cuyo comienzo faltaba pero que había debido ocurrir en Checoslovaquia. Un hombre había partido de un pueblo checo para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años había regresado rico, con su mujer y un hijo. La madre y una hermana dirigían un hotel en el pueblo natal. Para sorprenderlas, había dejado a la mujer y al hijo en otro establecimiento y había ido a casa de la madre, que no le había reconocido cuando entró.
Por broma, se le ocurrió tomar una habitación. Había mostrado el dinero. Durante la noche, la madre y la hermana le habían asesinado a martillazos para robarle y habían arrojado el cuerpo al río. Por la mañana había venido la mujer y sin saberlo, había revelado la identidad del viajero. La madre se había ahorcado. La hermana se había arrojado a un pozo. Debo de haber leído esta historia miles de veces Por un lado era inverosímil; por otro, era natural. De todos modos, me parecía que el viajero lo había merecido en parte y que nunca se debe jugar […]
Reconocí que era la que resonaba desde hacía muchos días en mi oído y comprendí que durante todo ese tiempo había hablado solo Recordé entonces lo que decía la enfermera en el entierro de mamá. No, no había escapatoria y nadie puede imaginar lo que son las noches en las cárceles. […]
Los viajeros anónimos espiaban al recién llegado para notar lo que tenía de ridículo. Sé perfectamente que era una idea tonta, pues allí no buscaban el ridículo, sino el crimen.
Sin embargo, la diferencia no es grande y, en cualquier caso, es la idea que se me ocurrió. […]  

Los periódicos
"Usted sabe, hemos hinchado un poco el asunto. El verano es la estación vacía para los periódicos. Y lo único que valía algo era su historia y la del parricida." […] No ha venido por usted, desde luego. Pero como está encargado de informar acerca del proceso del parricida, se le ha pedido que telegrafíe sobre su asunto al mismo tiempo." […]
Los periodistas tenían ya la estilográfica en la mano. Aparentaban todos el mismo aire indiferente y un poco zumbón. Sin embargo, uno de ellos, mucho más joven, vestido de franela gris con corbata azul, había dejado la estilográfica delante de sí y me miraba. En su rostro un poco asimétrico no veía más que los dos ojos, muy claros, que me examinaban atentamente, sin expresar nada definible. Y tuve la singular impresión de ser mirado por mí mismo. […] [Examen de conciencia. Todavía no tengo una idea clara sobre mí mismo.]
Según él, estaba allí para dirigir con imparcialidad la audiencia de un asunto que quería considerar con objetividad. […]
Quería saber si yo había vuelto al manantial con la intención de matar al árabe. "No", dije. "Entonces, ¿por qué estaba armado y por qué volver a ese lugar precisamente?" Dije que era el azar. […]
Por primera vez desde hacía muchos años tuve un estúpido deseo de llorar porque sentí cuánto me detestaba toda esa gente.[…]
"Sí", gritó con fuerza, "yo acuso a este hombre de haber enterrado a su madre con corazón de criminal". […]
Como si los caminos familiares trazados en los cielos de verano pudiesen conducir tanto a las cárceles como a los sueños inocentes […]

[Hay un antes y un después en Meursault una vez que ha tomado conciencia de lo que significa verse privado de libertad. Y también hay un antes y un después una vez que se le ha leído el veredicto. Recordé aquellas palabras de Savater sobre héroes de carácter y héroes de destino:
A los protagonistas de las series también se les puede aplicar la división clásica entre héroes de carácter y héroes de destino. La recuerdo sucintamente: los héroes de carácter viven peripecias destinadas una y otra vez a confirmar o demostrar su personalidad inmutable (don Quijote, Mr. Pickwick, Sherlock Holmes, Charlot…); los héroes de destino despliegan su ejecutoria a lo largo de una evolución que les lleva desde lo que fueron como semilla original hasta alcanzar su estatura definitiva, feliz o desastrada (Madame Bovary, Raskolnikov, Lord Jim, Meursault, el sastrecillo valiente…). Desde luego, estas categorías nunca son absolutamente puras y la tendencia general es que, si duran lo suficiente, todo carácter acabe desembocando finalmente en un destino: don Quijote lo encuentra en la playa de Barcelona y termina siendo Alonso Quijano, el feraz en recursos Ulises llegando a Ítaca y su batalla final, incluso el característico Hercules Poirot remata su trayectoria como asesino en Telón. Sin embargo, aunque imperfecta en ocasiones o dudosa, esta división basta como clasificación elemental. Queremos frecuentar caracteres y conocer destinos: queremos ficción.
Carácter y destino, Fernando Savater [El País, 15 de octubre de 2013]

Leyendo la segunda parte de El extranjero, me acordé del examen de conciencia de Fresas silvestres, de El proceso, del final de El rojo y el negro. ¿Qué tienen en común Julián Sorel y Mersault?

Dice Vargas Llosa que Mersault:
Es un extranjero en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos.
El mundo de Mersault no es pagano, es un mundo deshumanizado.
Pese a ser antisocial, Meursault no es un rebelde, pues no hay en él ninguna conciencia de inconformidad.
Su pasividad, su desinterés, son sin duda más graves que su falta, para quienes lo juzgan.
Si tuviera ideas o valores con qué justificar sus actos, su manera de ser, acaso sus jueces serían más benevolentes.
La novela no concluye, ni explícita ni implícitamente que, como las cosas son así, haya que resignarse a aceptar un mundo organizado por fanáticos como el Juez instructor o por histriones leguleyos como el Procurador.
Con su comportamiento perturbador, Mersault muestra la precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización. […] pone al descubierto la hipocresía y las mentiras, los errores y las injusticias que conlleva la vida social.
El extranjero debe morir, Mario Vargas Llosa

Sara expone sus sentimientos a una de las hermanas de Isak:
Isak es muy considerado. Es sumamente delicado. Está lleno de ternura y tiene principios. Quiere que pasemos el rato leyéndonos poesía y hablando también de la vida futura…Y no quiere besarme más que cuando está oscuro. Me está hablando siempre del pecado. Yo creo que está a una altura enorme sobre mí y yo me veo tan baja que no puedes tener idea de lo que siento.
Por otra parte, resulta que Sigfried es tan fresco y tan malo.
-Anda, Sara. Yo hablaré a Sigfried y si no se porta como es debido seguro que no tendrá vacaciones.

El segundo sueño de Isak Borg, en Fresas Salvajes
En el rincón de las fresas, su prima Sara, de la que siempre estuvo enamorado está sentada junto a él y sostiene un espejo para forzarlo a mirarse.
-¿Te has mirado en el espejo, Isak? ¿no? Pues yo te voy a decir el aspecto que tienes. No eres más que un viejo asustado que se va a morir muy pronto y yo tengo aún toda la vida por delante. […] No puedes aguantar la verdad. […] Pues ahora escúchame bien: Me voy a casar con tu hermano Sigfried. […]
Aunque tú sabes muchas cosas, en realidad no sabes nada.
[La razón, el conocimiento, la ciencia, la aplicación de los principios en la conducta [la rectitud] son insuficientes para colmar tu vida].
El examen [El proceso]
-Acérquese, por favor, profesor Borg. ¿Ha traído su papeleta de examen?
-Es un jeroglífico y yo sólo soy médico.
-Lo que está escrito en la pizarra es el primer deber de un médico. Es pedir perdón.
-Otra vez es usted “culpable de culpabilidad”.
-Aquí no se habla para nada de su corazón, ¿o es que quiere usted interrumpir el examen?
-Incompetente. […] Insensibilidad, egoísmo, falta de consideración. Son quejas presentadas por su esposa. Procederemos a un careo. Acompáñeme, profesor. No le queda otro recurso.



«Nuestra relación con otras personas consiste principalmente en discutir y juzgar el carácter y la conducta del prójimo. Eso me ha llevado a un retiro voluntario de, virtualmente, todo lo que llamamos intercambio social».
Al preguntarle por la existencia de Dios:
«¿Dónde está ese amigo al que busco en todas partes? Al clarear el día mi anhelo es más intenso. Cae la noche oscura y aún no hay rastro de él. ¡Aunque arda mi corazón! Pero ahí están las señales. Dondequiera que una fuerza surja, donde exista el perfume de una flor, en los campos por donde el viento sople, en el suspiro que exhalo, en el aire que respiro, su caridad está presente. Escucho su voz en el susurro de la brisa de verano».
“¿Dónde está el amigo que busco por doquiera? / Cuando apunta el día, mi inquietud también aumenta. / Cuando el día muere, lo busco todavía. / Aunque el corazón me abrasa, yo voy siguiendo sus huellas en cualquier brote de vida, / el aroma de la flor, la esbeltez de la espiga, / en el suspiro que lanzo y en el aire que respiro / está presente su amor y oigo cantar su voz en el viento del estío"


Una vida en la que pudiera recordar ésta


lunes, 16 de diciembre de 2013

Patriotismo basado "en las zonas templadas del espíritu"



En España, país desmemoriado, se ha puesto de moda la memoria. Es una memoria singularmente selectiva: borra o desfigura la parte del pasado más cercana al presente y se remonta a una lejanía hasta hace poco no muy frecuentada, salvo por los aficionados a la historia y los historiadores profesionales, y por algunos novelistas que educamos nuestra imaginación en los relatos cautelosos sobre la República y la guerra que escuchamos de nuestros mayores en la infancia. La historia es un saber difícil que requiere largas investigaciones, ofrece muchas incertidumbres y da a veces amargas noticias. La memoria no se investiga, sólo se recupera, sin exigir mucha disciplina, incluso, muchas veces, con un propósito de afirmación personal o colectiva que nadie está autorizado a discutir, ya que la memoria, por definición, le pertenece al que la posee. La memoria, si no es vigilada por la razón, tiende a ser consoladora y terapéutica. Modificar los recuerdos personales para que se ajusten a los deseos del presente es una tarea legítima, aunque con frecuencia tóxica, a la que casi todos nosotros somos proclives.
Cuando la memoria se convierte en un simulacro colectivo su efecto empieza a ser más alarmante. Su primacía desaloja a la historia del debate público, porque la historia es mucho menos maleable, y con frecuencia puede desmentir las buenas noticias sobre el pasado que a todos nos gusta regalarnos. Al filtrarse a través del recuerdo, y también del olvido, el pasado se convierte en ficción y en materia novelesca. Pero a la novela no le exigimos fidelidad a los hechos privados o públicos que puedan haberla inspirado. La responsabilidad de la novela es estética y moral: la de los discursos públicos, casi como la de la ciencia, debería estar sujeta a las exigencias más severas del conocimiento.
Como novelista y como ciudadano, la negligencia o el silencio que durante muchos años envolvieron el recuerdo de la Segunda República, de la Guerra Civil y de la resistencia antifranquista me parecieron desoladores. La falta de conexión entre el presente iniciado en la transición y las tradiciones progresistas españolas que fueron interrumpidas por la guerra y sepultadas por el franquismo ha sido una de las debilidades mayores de nuestro sistema democrático: ha alimentado nuestro raquitismo cívico y nuestra profunda penuria cultural, así como una contumaz injusticia hacia quienes lucharon contra la dictadura o fueron víctimas de lo que Paul Preston ha llamado la "política de la venganza". Quienes ya éramos adultos a principios de los años ochenta sabemos que la razón de tanto olvido público no era el chantaje de una derecha franquista que siguiera vigilando desde la sombra. Desde 1982 el Partido Socialista gobernaba con mayoría absoluta, y sus dirigentes, empeñados en la tarea necesaria de modernizar plenamente el país, optaron por ocuparse más del futuro que del pasado, con un entusiasmo en el que había una parte de arrojo verdadero y otra de frivolidad y cosmética. De pronto la épica de la resistencia se había quedado antigua, tan obsoleta como las barbas y como las chaquetas de pana. Cambios verdaderos y profundos sucedían mientras tanto, pero muchos nos sentimos agraviados en aquellos años por la amnesia atolondrada de los que mandaban, por la falta de escrúpulos y una propensión al favoritismo y al descuido de la moral pública que habrían de acabar en los escándalos de corrupción de los primeros años noventa.
La historia proscrita por el franquismo fue una historia simplemente abandonada por la democracia. Abandonada por el Estado central y sustituida por mitologías más o menos lunáticas en los sistemas educativos de los gobiernos autónomos, consagrado cada uno a la tarea de inventar pasados gloriosos que fatalmente acabarían malogrados por una pérfida invasión española. La mezcla de la pedagogía posmoderna y del nacionalismo identitario pueden conducir a resultados pintorescos o alarmantes, a una confusa aleación de ignorancia y adoctrinamiento muy peligrosa para la vida civil pero muy útil para la demagogia política.
A algunos nos parecía que el estudio atento de la República y de la Guerra Civil era a la vez una reparación parcial de las injusticias del olvido y una búsqueda de esos valores sustantivos cuya debilidad resultaba tan dañina para nuestro sistema democrático. Al leer obsesivamente libros sobre entonces -los diarios de Azaña, las memorias de Barea, las novelas de Max Aub, los estudios de Hugh Thomas o de Jackson, la sobrecogedora historia oral de Ronald Fraser- revivíamos una y otra vez un drama que no nos apasionaba ni nos hacía sufrir menos porque conociéramos de sobra su triste final. Nos indignaba el escándalo de la indiferencia de las democracias hacia la suerte de la República española, el modo en que aceptaron sacrificarla queriendo apaciguar a Hitler. Pero también nos producía un íntimo dolor, semejante a una derrota personal, la incapacidad de las fuerzas políticas del bando leal para unirse eficazmente contra el enemigo común. Al cobrar conciencia política en los últimos años de la dictadura, sentíamos una nostalgia doble del porvenir y del pasado, del mañana en el que podríamos respirar y vivir en libertad y del lejano ayer en el que la libertad existió brevemente. Igual que saltábamos sobre la cultura del pasado inmediato para vincularnos a una tradición de heroica modernidad literaria y estética que interrumpió la guerra y dispersó el exilio, queríamos buscar nuestra legitimidad política en aquella República que era el reverso exacto del régimen siniestro en el que habíamos crecido. Por eso había un fondo de desconsuelo al ver que la democracia restaurada no se esforzaba demasiado en honrar a los perseguidos, a los silenciados, a los encarcelados y asesinados por el franquismo, a los que salieron de España al final de la guerra y continuaron combatiendo al nazismo en Europa, a los cautivos y supervivientes de los campos alemanes. Hubiéramos querido que se les hiciera justicia mientras estaban vivos, y también que los valores que ellos defendieron tuviesen más presencia en la política española: un sentido de la austeridad y la decencia, de la ciudadanía solidaria y responsable, una vocación franca de justicia social, un amor exigente por la instrucción pública, un verdadero laicismo, un respeto a la ley entendida como expresión de la soberanía popular.
No es eso lo que hemos visto tanto como habría sido necesario, y si no lo hemos visto no ha sido por la presión de una derecha torva y de vocación autoritaria o por la existencia de un rey. Pero a pesar de esas deficiencias -de las cuales los únicos responsables son la clase política y la ciudadanía, cada uno en su escala de acción- en 30 años España ha cambiado tan prodigiosamente que ni siquiera los que hemos vivido este tránsito somos capaces de comprender su magnitud y su calado. Nos hace falta el testimonio deslumbrado de quienes nos han visto desde fuera, y no hemos sido capaces de hacer conscientes a nuestros hijos de la novedad y la fragilidad de lo que nosotros no tuvimos y ellos dan casi desganada o despectivamente por supuesto. Hemos pasado de la dictadura a la democracia, del centralismo al federalismo, del tercer mundo al primer mundo, del aislamiento internacional a la plena ciudadanía europea. Nos hemos dado un sistema educativo y sanitario públicos que con todas sus deficiencias sólo puede valorar quien ha viajado algo por el mundo y sabe lo que significa que la salud y la escuela sólo sean accesibles a quien puede pagarlas. Y sin embargo nadie o casi nadie siente lealtad hacia el sistema constitucional que ha hecho posibles tales cambios, y en lugar de compartir una concordia basada en la evidencia de lo que hemos podido construir entre todos nos entregamos a una furia política en la que cada cual parece guiado por un propósito de máxima confrontación.
En una pelea de baja ley cualquier objeto puede convertirse en un arma arrojadiza: la más reciente, en España, es la memoria, la República olvidada que de pronto regresa a las primeras páginas, la Guerra Civil que se usurpa a los historiadores y al recuerdo doloroso de quienes la sufrieron para desfigurarla a la medida de los intereses políticos de unos y otros y a la voluntad de cizaña de los enemigos más descarados de la democracia. Para quienes hemos pasado muchos años no queriendo aceptar la obligación del olvido es alentadora la idea de que de pronto tantas personas coincidan en el recuerdo de un tiempo decisivo de la historia de España: pero no deja de ser llamativo que el recuerdo llegue tan tarde, y que coincida tan oportunamente con una nueva amnesia -ahora, sobre la transición- y con diversos proyectos de desmantelar el sistema político fundado por la Constitución de 1978.
Cada uno tiene sus lealtades íntimas y sus nostalgias personales, y para muchos de nosotros el 14 de abril y la bandera tricolor, el coraje republicano de Antonio Machado, el patriotismo cívico y sereno de los diarios de Manuel Azaña, mantienen un resplandor indeleble, vinculado a nuestros sueños juveniles de libertad y a nuestros más firmes ideales del presente. Pero la lealtad sentimental no debería cegarnos, precisamente porque entre los valores republicanos más altos está la primacía de la racionalidad sobre el delirio romántico. Y hace falta mucho cinismo intelectual, mucha malevolencia, para empujar al campo de los añorantes del franquismo a quienes no se dejan llevar por esta oleada entre dulzona e interesada de memoria nostálgica y prefieren no olvidar lo que han aprendido en los libros de Historia y en los testimonios de quienes vivieron de cerca aquel tiempo. En los diarios del tiempo de la guerra, en esa desolada obra maestra de la literatura en español que es La velada en Benicarló, Manuel Azaña cuenta su amargura ante el sectarismo, la incompetencia y la deslealtad a la República de muchos de los que deberían haberla defendido. En el desmoronamiento del Estado que sobrevino tras la intentona militar del 18 de julio, cada fuerza política o sindical, cada gobierno autónomo se entregó con ceguera suicida a la persecución de sus propios intereses, como si la guerra, más que una crisis terrible que los amenazara a todos por igual, fuese una oportunidad de oro para alcanzar fines -la independencia, la revolución, el comunismo libertario, etcétera- que nada tenían que ver con la legalidad republicana. Leyendo a los historiadores y a los memorialistas más eminentes, uno tiene la sensación de que la República, en un cierto momento de la guerra, no tenía más defensores sinceros que Manuel Azaña, Juan Negrín, el general Vicente Rojo y Max Aub.
No creo que sea de ese sectarismo insensato del que se tiene nostalgia, ni que en aquella tentativa breve y maltratada de democracia hubiese algo de lo que no disfrutemos ahora. Ni una sola de las libertades que afirmaba la Constitución de 1931 está ausente de la de 1978, del mismo modo que las valerosas iniciativas de justicia social, educación e igualdad de aquel régimen no pueden compararse, por la enorme diferencia de los tiempos históricos, con los progresos del Estado de bienestar que disfrutamos ahora. ¿Fueron entonces más iguales las mujeres y los hombres? ¿Hubo mejor protección para los parados, recibieron mejor atención pública los enfermos? ¿Estuvieron más respetadas las minorías? ¿Fue más autónoma Cataluña con el estatuto de 1932 que con el de 1980? ¿Podemos excluir de nuestra genealogía democrática a Adolfo Suárez o al general Gutiérrez Mellado, que tan gallardamente se mantuvieron en pie frente a la zafia agresión de los golpistas del 23 de febrero de 1981?
Parecen preguntas idiotas, pero es necesario formularlas, al menos para deslindar el reconocimiento histórico de las mejores iniciativas de entonces de esa nostalgia gaseosa que se va volviendo más densa cada día y no nos deja ver los secos perfiles de lo que ocurre ahora mismo, las señales de alarma que deberían empezar a inquietarnos. Algo distingue -o distinguía al menos hasta hace poco- a la mayor parte de los discursos políticos surgidos del 78 sobre los del 31: la idea de que el adversario no es necesariamente el enemigo, y de que por encima de las discrepancias más radicales está la fidelidad a unos cuantos principios comunes que son el entramado básico de la democracia. En 1931 España era un país de terribles diferencias sociales, en una Europa desgarrada por la crisis económica y los fanatismos políticos. En una época en la que tan rara era la templanza, puede ser comprensible -aunque no deje de ser lamentable- que con tanta frecuencia los discursos políticos derivaran hacia un pavoroso extremismo. Pero si estos tiempos son tan visiblemente otros, ¿de dónde nace la furia verbal que uno observa ahora en España, y que lo golpea a uno como un puñetazo al conectar la radio o mirar los titulares de un periódico, la voluntad desatada y al parecer casi unánime de eliminar cada uno de los espacios de concordia en los que se han basado estos treinta años de democracia y progreso? ¿Tenemos que seguir eligiendo entre lamentar el asesinato del teniente Castillo o el de José Calvo Sotelo, entre callar la matanza de la plaza de toros de Badajoz o la de la Cárcel Modelo de Madrid?
Manuel Azaña imaginó un patriotismo basado "en las zonas templadas del espíritu". Una manera de conmemorar ese deseo es vindicar los modestos ideales que lo hacen posible: defender la instrucción pública y no la ignorancia, el respeto a la ley frente a los mangoneos de los sinvergüenzas y los abusos de los criminales, el acuerdo cívico y el pluralismo democrático por encima de los lazos de la sangre o la tribu, la soberanía y la responsabilidad personal y no la sumisión al grupo o la impunidad de los que se fortifican en él. Estos son mis ideales republicanos: espero que se me permita no incluir entre ellos la insensata voluntad de expulsar al adversario de la comunidad democrática ni el viejo y renovado hábito de repetir consignas en vez de manejar razones y acusar de traición a quien se atreve a disentir de la ortodoxia establecida, o a no seguir la moda ideológica del momento.
Notas escépticas de un republicano, Antonio Muñoz Molina [El País, 24 de abril de 2006]

Perspectiva general de las multinacionales
Si hace 15 años alguien hubiera dicho que las empresas españolas serían propietarias del mayor operador de telefonía móvil (O2) del Reino Unido, que explotarían varias líneas del metro de Londres y algunos de los aeropuertos más grandes del Reino Unido (entre ellos el de Heathrow), que adquirirían tres bancos (Abbey, Bradford & Bingley y Leicester & Alliance) y una compañía energética (Scottish Power) o que los dos mayores bancos, Santander y BBVA, generarían más beneficios en Latinoamérica que en su propio país e Inditex sería una de las cadenas de ropa más grandes del mundo, habría sido objeto de mofa por haber hecho unas declaraciones tan absurdas. Sin embargo, ésta es la situación actual, y es sólo una pequeña parte del panorama general.
Aunque la afluencia de inmigrantes ha sido el factor interno más importante durante este periodo, el factor externo de mayor relevancia ha sido la espectacular inversión en el extranjero que han realizado las empresas españolas, lo que ha llevado a la creación de multinacionales. España, junto con Corea del Sur y Taiwán, es el país que mayor número de multinacionales de carácter verdaderamente global ha generado de entre los países que en los años sesenta aún no habían desarrollado una base industrial sólida. También hay una serie de pequeñas y exitosas multinacionales de ‘bolsillo’.
A finales de 2011, España realizó una inversión externa de 640.300 millones de USD frente a una inversión interna de 634.500 millones de USD. En cuanto al PIB, el stock de inversión externa de España pasó del 3,0% en 1990 al 42,5% en 2011, superando a Italia en términos relativos y absolutos (véase la figura 1), mientras que la cantidad de inversión interna a lo largo del mismo periodo aumentó del 12,5% al 42,5% del PIB.
Unas 25 empresas ocupan posiciones de liderazgo en la economía mundial en sus respectivos ámbitos (véase la figura 2), y dos de ellas, Zara, el buque insignia de Inditex, y el banco Santander, se encuentran entre las 100 marcas más valiosas del mundo (véase la figura 3).
En los primeros seis meses de 2012, más del 60% de los ingresos de las empresas que conforman el Ibex-35 (el índice de referencia de la bolsa de Madrid) se produjeron en el extranjero (véase la figura 4). Gracias a su diversificación geográfica y empresarial, estas empresas pudieron compensar, en distinto grado, el declive empresarial en la deprimida economía española. Acerinox (acero inoxidable) generó en el extranjero el 92% de sus ingresos, ACS (construcción) el 81%, Ebro Foods el 92% y el Santander el 79%.
Los bancos Santander y BBVA se encuentran en los 50 primeros puestos mundiales de empresas transnacionales financieras (ETN), y cuentan con 407 y 142 filiales extranjeras respectivamente, según el Informe sobre las Inversiones en el Mundo en 2012 de la UNCTAD, mientras cuatro empresas (Telefónica, Iberdrola, Ferrovial y Repsol YPF) se encuentran entre las 100 principales ETN no financieras del mundo. El Consejo de Estabilidad Financiera (FSB por sus siglas en inglés) incluye a Santander y BBVA en la lista actualizada de bancos sistémicos a nivel global y en la categoría de menor riesgo.
La paradoja de las exportaciones 
La economía española ha perdido competitividad en los últimos años en términos de costes, precios y productividad y, a pesar de ello, los resultados de las exportaciones han sido sorprendentemente positivos. Entre 2009 y 2011 la cifra de exportaciones de productos aumentó en 54.600 millones de euros hasta 214.500 millones de euros (un 20% del PIB), lo que representa una mejora equivalente al 5,1% del PIB y un mayor ritmo de crecimiento que Alemania, Francia e Italia, a pesar del menor volumen. Las exportaciones de mercancías representaron en torno al 22% del PIB en 2012, un incremento con respecto al 18% obtenido una década antes.
La recesión en España ha obligado a las empresas a buscar mercados en el extranjero. Las exportaciones de productos se incrementaron un 15,4% en 2011 hasta alcanzar los 214.500 millones de euros, en comparación con el crecimiento del 11,4% registrado en Alemania e Italia y el 7,5% obtenido en Francia. Las importaciones aumentaron el 9,6%, hasta alcanzar los 260.800 millones de euros, lo que redujo el déficit comercial en un 11,4%, hasta alcanzar los 46.300 millones de euros (0,5% del PIB en comparación con el 5,8% en 2008). La principal razón de que se mantenga el alto déficit comercial en España es la factura energética. La balanza comercial con la UE registró un superávit de 4 060 millones de euros en 2011, en comparación con el déficit de 4.190 millones de euros registrado en 2010. También se produjo un superávit con la zona euro de 1.660 millones de euros. Estos fueron los primeros superávits registrados desde que España se incorporó a la UE en 1986. En 2011, 122.987 empresas exportaron, el mayor número en la historia y 14% más que en 2009.
Mientras que Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia e Italia han perdido cuota de mercado mundial en diferente grado en la última década, principalmente a favor de China y otros países emergentes, la cuota de exportaciones mundiales de mercancías de España apenas ha variado y se ha mantenido en torno al 1,7% (véase la figura 5), según la Organización Mundial del Comercio (OMC). España solo perdió 0,4 puntos porcentuales de su cuota mundial desde que alcanzó su pico de 2,0% en 2004, en comparación con los 1,9 puntos porcentuales de Alemania desde 2004, los 4,0 de Estados Unidos desde 2000, los 1,6 de Francia desde 2004 y los 0,9 de Italia desde 2004.
Uno de los factores subyacentes a estos aparentemente misteriosos resultados es que la pérdida acumulada de competitividad ha afectado en menor medida al sector de la exportación, ya que este tiene que ser más eficiente que el sector estrictamente nacional para poder ser competitivo. Los exportadores también han reducido sus márgenes de beneficios para competir con mayor fuerza y han mejorado la calidad de sus productos. Y aunque España aún no es un exportador consolidado, como muestra la figura 6, el volumen de productos vendidos en el extranjero ha pasado de 55 600 millones de dólares en 1990 a 298.200 millones de dólares en 2011.
El problema estructural de España es que la demanda externa solo es positiva cuando la economía se encuentra en recesión, tal y como muestra la figura 7. Entre 1988 y 2012, la contribución de la demanda externa al crecimiento del PIB fue positiva en solo siete años. Su mayor aportación se produjo en 1993, cuando España sufrió su última recesión, bastante más leve y breve que la actual. Si no fuese por la mayor contribución al crecimiento del PIB que se obtiene de la demanda externa, la recesión, que está previsto que dure hasta 2014 según fuentes oficiales, habría sido más profunda.

La comparación con 1993, no obstante, carece de fundamento, ya que hasta que España se incorporó al euro en 2002, podía recurrir a la opción política de devaluar su moneda, la peseta, para recuperar o impulsar la competitividad en términos de exportación. Sin embargo, esto desapareció con la entrada del euro. A partir de ese momento
la competitividad tan solo puede mejorarse mediante la devaluación interna, esencialmente mediante la reducción de los costes salariales y el aumento de la productividad. La competitividad externa de la economía continuó su línea de mejora durante la primera mitad de 2012. El Índice de Tendencia de Competitividad, calculado a partir de la inflación de los precios al consumo y del valor unitario de exportaciones, mejoró.
En cuanto la economía comience a expandirse de nuevo, la aportación de la demanda externa volverá a ser negativa. El reto de España es conseguir un mejor equilibrio entre los diferentes componentes de la economía donde las exportaciones desempeñan una función más importante y estratégica, siguiendo el modelo de Alemania. Que Alemania se haya recuperado más rápidamente que el resto de los países grandes de la zona del euro no es una coincidencia: su economía se basa mucho más en las exportaciones y tiene un carácter más internacional que la de España en tiempos de bonanza, no solo en tiempos de vacas flacas.
En cierto modo, esto ayuda a entender por qué la tasa de desempleo ajustada estacionalmente de Alemania es inferior al 6%, una cuarta parte de la de España, que es del 25%. La tasa de Alemania, a pesar de verse atenuada por las prestaciones que se ofrecen a las empresas para que mantengan el empleo de los trabajadores reduciendo sus jornadas laborales (modelo conocido como kurzarbeit), es la más baja que se recuerda desde el comienzo de la reunificación de Alemania en 1991, mientras que la de España es la más alta en 15 años. La comparación es aún más sobrecogedora si se habla en términos absolutos: Alemania, con una población de 82 millones de habitantes, tiene menos de 3 millones de desempleados, mientras que España, con una población de 47 millones, presenta más de 5,7 millones de desempleados.
España, exportadora de verduras, fruta y vino tradicionalmente, se dedica actualmente a la exportación de una gama cada vez más diversa de productos (véase la figura 8), desde productos singulares como “donuts” (Panrico/Donut) a sistemas informáticos y de control de tráfico aéreo (Indra) y equipamiento de navegación espacial (GMV). A pesar de lo indicado antes, los sectores con un alto componente tecnológico no están suficientemente representados en el esquema de exportaciones. En cambio, los productos con un componente tecnológico medio están en cierto modo representados en exceso y justo en este ámbito la competencia es cada vez más dura.
La distribución geográfica de las exportaciones también ha variado a lo largo de los años. La UE de los 27 asumió un 64,2% de las exportaciones de España en la primera mitad de 2012 en comparación con el 52% en 1985, el año anterior a que España se uniera al club de los 10. La proporción de exportaciones destinadas a Estados Unidos apenas ha variado y se sitúa en torno al 4%.
Presencia institucional

España está bien representada institucionalmente en el extranjero a través de embajadas, oficinas de comercio y turismo y sucursales del Instituto Cervantes (fundado en 1991) para enseñar el español y promocionar la cultura de las naciones hispanohablantes. Existen 118 embajadas y 92 consulados, 100 oficinas del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) y más de 70 sucursales del Instituto Cervantes en más de 40 países.

El auge de las multinacionales españolas

Las empresas españolas comenzaron a invertir en el extranjero en los años sesenta, aunque la inversión externa no despegó hasta que el país se incorporó a la Comunidad Europea en 1986 y adoptó el euro como moneda en 1999, lo que permitió a las empresas recaudar fondos para sus adquisiciones a unos precios inimaginables solo unos años antes. Su calidad de Estado miembro de la UE cambió el enfoque estratégico de la España empresarial, que pasó de defender el relativamente maduro mercado nacional (mucho más abierto a otros países de la UE) a expandirse con fuerza en el extranjero. La liberalización del mercado nacional, a medida que las directivas del mercado único Europeo comenzaron a implantarse, hizo que las grandes empresas españolas, sobre todo las empresas estatales en sectores de oligopolio como las telecomunicaciones (Telefónica), el petróleo y el gas natural (Repsol y Gas Natural) y la electricidad (Endesa) (todas ellas a punto de privatizarse y obtener una gran liquidez) y los grandes bancos del sector privado, como el Santander y el BBVA, se dieran cuenta de que necesitaban reposicionarse en un entorno más competitivo. En los primeros años tras la entrada en la UE, se puso de manifiesto que el entorno era mucho más duro a través de un boom de la Inversión Extranjera Directa (IED) en España, cuando apenas pasaba una semana en la que no se produjeran adquisiciones y parecía que el país estuviera en venta.
La respuesta estratégica a la amenaza de adquisición fue incrementar el tamaño y pasar a la ofensiva. La liberalización interna brindó a las empresas españolas la oportunidad de hacerlo. Y estas la aprovecharon. La inversión externa se disparó y pasó de una media anual de 2.300 millones de USD en el periodo de 1985-1995 a 30.400 millones de USD en el de 1995-2004 y a 94.300 millones de USD en el de 2005-2007, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés, véase la figura 9). En 1999 las cifras de inversión externa prácticamente alcanzaron el nivel de inversión extranjera en España y ese mismo año España superó el promedio de los países desarrollados del mundo en lo que respecta a sus inversiones acumuladas en el extranjero.
Latinoamérica fue la primera opción natural para las empresas españolas que deseaban realizar una inversión considerable en el extranjero. Entre 1993 y 2000, durante la primera fase de gran inversión en el extranjero, Telefónica, Santander y BBVA, el conglomerado de petróleo y gas natural Repsol, Gas Natural, las compañías energéticas Endesa, Iberdrola y Unión Fenosa y algunas empresas de construcción e infraestructuras invirtieron en la región. Latinoamérica representó el 61% de la inversión total neta durante este periodo (con un promedio de 13.100 millones de euros al año), excluyendo a las Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros (ETVEs), cuyo único objetivo es poseer capital extranjero, en comparación con el 22,5% de la UE de los 15 y el 9% de Estados Unidos y Canadá. Estados Unidos, con una economía 12 veces superior a la de España en ese momento y más próxima geográficamente a Latinoamérica, fue el único país que realizó una inversión mayor.
Además de los factores de impulso propios de las sociedades, existieron varios factores de rechazo. Dos de ellos fueron puramente económicos: la liberalización y la privatización permitieron el acceso a sectores de la economía latinoamericana que hasta el momento estaban vedados, y en la actualidad sigue existiendo una necesidad constante de capital para desarrollar la infraestructura de la región, por lo general escasa. Dos de ellos son culturales: el primero de ellos es el idioma común y, en consecuencia, la facilidad con la que los modelos de gestión pueden trasladarse. Otro atractivo es el gran tamaño del mercado latinoamericano y su nivel de subdesarrollo. Los principios macroeconómicos de Latinoamérica en conjunto y de algunos países en particular, como México y Brasil, también habían mejorado como consecuencia de las importantes reformas realizadas, lo que convertía a la región en una zona de inversión menos arriesgada.
México, Chile, Brasil y Perú han alcanzado de forma gradual un grado alto de calidad de inversión (investment grade status) lo que significa que el riesgo de impago de deuda es mínimo y los inversores institucionales se muestran más seguros a la hora de invertir en sus mercados financieros. Por último,
la democracia se ha ido arraigando en cada vez más países.
El primer paso para introducirse en el mercado latinoamericano fue, como ha señalado Mauro Guillén, el del ‘mínimo esfuerzo’, para las empresas españolas que se enfrentaban a amenazas de liberalización y toma de control en su propio terreno (consulte su The Rise of Spanish Multinationals, cambridge University Press, 2005.). Los directivos españoles eran los más indicados para gestionar nuevos negocios en Latinoamérica porque habían adquirido mucha experiencia en cómo competir en sectores sujetos a la liberalización en su propio país. A principios de 2000, las empresas españolas se encontraban entre los operadores de mayor tamaño en los sectores de telecomunicaciones, electricidad, agua y servicios financieros en toda Latinoamérica y la región era una de las que más aportaba a los resultados de un gran número de empresas y bancos españoles.
Mientras que los años ochenta fueron una “década perdida” para Latinoamérica, en la que los diferentes países capeaban las crisis de deuda extranjera, la primera década del siglo XXI ha sido testigo de la continuación de la profunda transformación que comenzó en los años noventa y que actualmente favorece las inversiones españolas en la región, a pesar de que siguen surgiendo problemas, como quedó patente con la renacionalización en 2012 de la empresa petrolera argentina YPF, adquirida en 1999 por Repsol por 13.000 millones de euros. YPF representó en 2011 más de una quinta parte de los ingresos de explotación de Repsol.
En abril de 2012, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, presentó un proyecto de ley al Congreso para que el estado se quedara con un 51% de YPF. Esto ocurrió después de la revocación de 16 concesiones petrolíferas de Repsol tras haber sido acusada de no invertir lo suficiente y, como consecuencia, aumentar la factura de importación de energía de Argentina. Repsol rechazó los cargos y sometió el caso a arbitraje internacional en el Banco Mundial.
El alejamiento de Latinoamérica a partir de 2000, tras la debacle financiera de Argentina, que aunque afectó a los bancos y las empresas españolas, apenas incidió en la economía española, y la entrada en Europa, sobre todo en el Reino Unido, y en menor medida en Estados Unidos y Asia, estuvieron marcados por varias inversiones emblemáticas (la adquisición por 12.500 millones de euros del banco británico Abbey por parte del Santander en 2004, la adquisición de dos pequeños bancos en California y Texas por parte del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y la compra de una parte de China Netcom en 2005 y de la operadora de telefonía móvil O2 en el Reino Unido, Alemania e Irlanda por 26.000 millones de euros en 2006 por parte de Telefónica.
La expansión internacional ha incrementado considerablemente el tamaño de las empresas españolas. España cuenta con seis empresas en la clasificación FT Global 500 de 2012, frente a las 273 de Estados Unidos, las 38 de China, las 40 del Reino Unido, las 24 de Francia y las 19 de Alemania (véase la figura 10).
La inversión bruta de España en el extranjero, sin incluir las Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros (ET- VEs), que ostentan el capital de empresas establecidas en el extranjero para obtener ventajas fiscales, descendió un 27% en 2011 hasta los 11.200 millones de euros. El país que más inversión bruta recibió fue Turquía, que se está convirtiendo en un socio comercial cada vez más importante para España y en un destino para las inversiones (véase la figura 11). La inversión española en Turquía se ha disparado y ha pasado de 232 millones de euros en 2010 a 4.400 millones de euros. En 2011, el consorcio OHL-Dimentronic obtuvo la licitación del contrato de 900 millones de euros para construir un túnel bajo el Bósforo, y Técnicas Reunidas se aseguró un contrato de 2.400 millones de euros para modernizar la refinería de Tüpras en Izmit, el más grande que la empresa petrolera ha adjudicado y el séptimo contrato obtenido por Técnicas Reunidas en Turquía.
Instantánea de algunas multinacionales

El ascenso del banco Santander es digno de mención: fundado en 1857 en la región del mismo nombre, ha pasado de ser un banco emisor local a ser actualmente el líder de los bancos minoristas en la zona euro (y el banco más grande por capitalización bursátil), con la mayor franquicia financiera en Latinoamérica. El Santander, producto de la fusión de tres bancos entre 1991 y 1999, opera en muchos países europeos, entre los que se incluye Alemania, Portugal, Polonia y el Reino Unido, país este último donde es propietario de Abbey (uno de los principales bancos hipotecarios), así como en Latinoamérica, donde ocupa posiciones de liderazgo en Brasil, México, Chile y Argentina, y en el noreste de Estados Unidos (Sovereign). El Santander comenzó a labrarse su fama de banco dinámico e innovador en 1989, año en el que ofreció cuentas corrientes remuneradas por primera vez en el panorama bancario español. En 1985 el Santander contaba con 750.000 clientes en todo el mundo. En la actualidad, posee más de 102 millones de clientes y 14.760 sucursales (más que cualquier otro banco internacional). En la primera mitad de 2012, Brasil generó el 26% del beneficio atribuido recurrente por segmentos geográficos operativos, en comparación con el 14% obtenido en España (véase la figura 12). Los mercados emergentes representaron el 56% de los beneficios
Santander es el banco más grande en la zona euro por capitalización bursátil

El BBVA también se fundó en 1857 y es el producto de la fusión de tres bancos. Es propietario de Bancomer, el grupo bancario líder en México, posee la mayor presencia en Estados Unidos entre los bancos españoles y en 2006 consiguió ser el primer banco español en introducirse en el sector financiero de China, de crecimiento vertigino- so, al adquirir el 5% del banco CITIC y un 15% del CITIC International Financial Holdings, su filial en Hong Kong. En el primer semestre de 2012, México aportó el 29% del beneficio atribuido recurrente por segmentos operativos y España el 19%. Los mercados emergentes generaron el 57% del margen bruto.
En energía renovable, España cuenta con tres empresas (Acciona, Gamesa e Iberdrola), líderes en sus ámbitos. Acciona es el mayor promotor de parques eólicos, Gamesa el cuarto productor de aerogeneradores e Iberdrola, la mayor empresa española de electricidad, el mayor operador de energía eólica.
En los sectores de construcción y gestión de infraestructuras de transporte, España es líder mundial con seis empresas en los 10 primeros puestos (véase la figura 13).
Sin embargo, puede que la historia que más llame la atención sea la de Inditex, la mayor cadena de moda por ventas mundiales, cuyas ventas se han cuadruplicado hasta alcanzar los 13.800 millones de euros en 2011 desde su oferta pública inicial en 2001. El número de tiendas que posee, con ocho formatos de venta, de los cuales el más conocido es Zara, se incrementó y pasó de tener menos de 1.000 en 1997 en menos de 20 países, cuando todavía era una empresa familiar, a 5.693 a finales de julio de 2012 (1.930 en España) en más de 80 países. En 2011, el 25% de las ventas procedían de España, el 45% del resto de Europa y el otro 30% del resto del mundo. Inditex abrió 483 tiendas nuevas en 2011, 130 de ellas en China, hasta alcanzar un total de 275 en este país, con la perspectiva de ampliar este número hasta 425 en 2012. Solo España tiene más tiendas que China. Un poco más de una tercera parte de las ventas totales en la primera mitad de 2012 se produjeron fuera de Europa, frente al 29% obtenido en el mismo periodo de 2011.

No todas las multinacionales son empresas grandes. Entre las de tamaño medio destacan Freixenet, Miguel Torres, Osborne, CAF, Talgo, Mango, Europac, Pescanova y Viscofan.
Freixenet se convirtió en el productor líder global de cavas de gran calidad a partir del uso del proceso de método tradicional hacia mediados de los años ochenta. Su producto icónico es Cordón Negro, que se presenta en una botella de vidrio esmerilado de color negro, reconocida en todo el mundo. Produce unos 200 millones de botellas al año (más de la mitad de toda la producción de cava de España y el 80% de las exportaciones) y tiene viñedos en California.
Miguel Torres, de origen catalán como Freixenet, se fundó en el siglo XIX, y es uno de los líderes en producción vinícola, con viñedos no solamente en España, sino también en Chile y California.
Osborne, productor de vinos, bebidas alcohólicas y productos derivados del cerdo, fue fundada en 1772 y es una de las empresas españolas de más solera.
CAF es el líder internacional en el diseño, la fabricación, el mantenimiento y el suministro de equipamiento y componentes para sistemas de ferrocarriles. Ha trabajado, por ejemplo, en el Heathrow Express en el Reino Unido, en el enlace ferroviario al aeropuerto de Hong Kong y ha obte- nido contratos en Turquía para la construcción del tren de alta velocidad que conectará Estambul y Ankara.
Freixenet es el productor líder global de cavas de gran calidad
Talgo también pertenece al ámbito ferroviario. Comenzó su andadura en los años veinte, cuando un ingeniero ferroviario vasco, Alejandro Goicoechea, promovió de forma pionera un nuevo método para construir vagones de tren, que minimizaba el peso de estos a través del uso de materiales más ligeros y reducía la altura de los mismos, lo que permitía realizar giros a velocidades relativamente altas. También introdujo otras novedades entre las que se incluye una nueva forma de suspensión. En 1974, Talgo se convirtió en el primer tren-cama de alta velocidad del mundo (cubría la ruta Barcelona-París). En la actualidad, ofrece rutas en Estados Unidos, Argentina y Kazajistán.
Mango es una cadena minorista de ropa con más de 2.000 tiendas en más de 100 países.
Europac es uno de los líderes del sector del embalaje, con plantas en España, Francia y Portugal.
Pescanova es una de las 10 principales empresas de pesca, con una flota de 120 buques.
Viscofan es líder mundial en la producción, manufactura y comercialización de envolturas artificiales para el sector cárnico.
Conclusión: La necesidad de promocionar la Marca España

España ha recorrido un largo camino en los últimos 30 años, y aunque la imagen del país (y, por consiguiente, la de sus empresas) se ha visto seriamente dañada por
la profunda crisis económica que sufre, esta no coincide con la realidad. Hasta ahora, los gobiernos se han resistido a involucrarse en el tema de la marca país.
En 2003, el Real Instituto Elcano, el think tank con sede en Madrid, la Asociación de Directores de Comunicación (Dircom), el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) y el Foro de Marcas Renombradas Españolas (FMRE) publicaron un informe en el que se exponían propuestas de estrategias para mejorar y gestionar la percepción y la imagen de España en el extranjero. La principal conclusión fue que la marca estatal es una cuestión de estado, más allá de los partidos o de las diferencias ideológicas, ya que afecta a todo el mundo, por lo que debía coordinarse centralmente con la participación del sector público y del privado. Desde entonces se han realizado pocas acciones para aplicar las recomendaciones. La promoción de la Marca España no acaba de cuajar en las 17 comunidades autónomas de España, sobre todo en la catalana y la vasca, las más nacionalistas. Además, estos y otros gobiernos autonómicos prefieren promover su propia imagen y marca en lugar de cobijarse bajo un mismo paraguas.
El concepto de marca país necesita un enfoque bipartidista
José Luís Rodríguez Zapatero, el anterior presidente del gobierno socialista (2004-2011), reconoció la necesidad de emprender acciones cuando, en junio de 2008, acompañado por Kofi Annan, el anterior Secretario General de la ONU, anunció que en 2009 se pondría en marcha una comisión de diplomacia pública. Sin embargo, no se hizo nada para instaurarla. Los gobiernos de Alemania, Finlandia y el Reino Unido, por ejemplo, mejoraron de forma exitosa la imagen de sus países a través de dichas comisiones e iniciativas de renovación de marca.
El concepto de marca país necesita un enfoque bipartidista. En un mundo cada vez más globalizado, en el que el precio no es siempre el factor determinante, una marca (un activo inmaterial) se erige como la mejor forma de competir tanto para empresas como para países. Cuanto más conocida sea la marca de un país (que incluye muchos elementos, como sus productos, empresas, cultura, deportes, cooperación internacional, etc.) más disfrutarán de su éxito el propio país y sus empresas, sobre todo entre los primeros compradores, ya que esto depende, en mayor o menor grado, de la imagen previa que los consumidores tienen de la nación que los produce.
Un buen ejemplo de cooperación es la alianza entre el sector público y privado en el Foro de Marcas Renombradas Españolas, que aprobó un plan de imagen y marca en 2008. La facturación de las más de 100 empresas del Foro equivale a más del 40% del PIB de España.
El gobierno conservador de Mariano Rajoy, que asumió el poder a finales de 2011, apoya e impulsa activamente la Marca España y, por lo tanto, la de las empresas. José Manuel García-Margallo, ministro de asuntos exteriores, trabaja para que la política de exteriores se centre más en el aspecto comercial. La situación de crisis de la economía española hace que esta iniciativa, largamente esperada, cobre mucho sentido. El gobierno también ha creado, por primera vez, el puesto de Alto Comisionado para la Marca España con rango de secretario de Estado, que ostenta Carlos Espinosa de los Monteros, una persona con amplia experiencia en el mundo empresarial.
El proceso de internacionalización de España ha sido muy positivo hasta este momento, salvo por los contratiempos que supusieron la expropiación argentina en abril de 2012 de YPF, su mayor empresa petrolera, propiedad en un 51% de Repsol, y el embargo de Bolivia de Transportadora de Electricidad, la filial de Red Eléctrica, la red eléctrica española. El desplome del sector de la construcción que se produjo a partir de 2008 expuso de forma brutal las carencias que presenta el desequilibrado modelo económico de España, excesivamente basado en el ladrillo, el hormigón y el turismo. La economía debe internacionalizarse aún más a través de las exportaciones y la inversión directa en el extranjero para crear puestos de trabajo de forma más sostenible y de mayor calidad.
El auge de la presencia internacional de España, William Chislett [marcasrenombradas.com, 21 de febrero de 2013]


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