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Cuaderno en el agua

jueves, 18 de julio de 2019

Descorche


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Publicado por Mirian Boehme en 8:50 No hay comentarios:
Etiquetas: Isaac Rosa

miércoles, 17 de julio de 2019

Historias de Vida


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Publicado por Mirian Boehme en 12:16 No hay comentarios:
Etiquetas: Isaac Rosa

martes, 16 de julio de 2019

Esclavas del anhelo neurótico


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Publicado por Mirian Boehme en 5:04 No hay comentarios:
Etiquetas: La mujer singular y la ciudad, Vivian Gornick

lunes, 8 de julio de 2019

Travesías


Travesías [El País, 10 de abril de 1996]
Las gafas rotas de Isaac Bábel [El País, 14 de junio de 1995]
La memoria secreta [El País, 23 de noviembre de 1994]
La voz de Billy Wilder [El País, 28 de enero de 1994]
Luz inglesa de Freud [El País, 27 de abril de 1994]
Unas gafas de Pla [El País, 21 de julio de 1994]
El oro de los Beatles [El País, 16 de febrero de 1994]
Discurso de ingreso en la RAE, Destierro y destiempo de Max Aub [El País, 17 de junio de 1996]
Antiguas influencias, [El País, 21 de mayo de 2018]

Muñoz Molina. La fuerza de la memoria 
Atención obras. Mirar un cuadro.
Cátedra 2019: Conversación con el escritor Antonio Muñoz Molina
Cátedra 2019: El lugar de la pintura 
Cátedra 2019: La materia y el oficio
Cátedra 2019: Historias visibles e invisibles






"Mirar un cuadro" Muñoz Molina

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Publicado por Mirian Boehme en 3:18 No hay comentarios:
Etiquetas: Antonio Muñoz Molina, Artículos, Museo del Prado, Pintura

viernes, 5 de julio de 2019

Noticias del fin del mundo





Entrevista a Antonio Muñoz Molina con motivo de la publicación de Tus pasos en la escalera, El Mundo, Manuel Llorente, 19 de marzo de 2019
Entrevista a AMM, Eldiario.es, Miguel Ángel Villena, 26 de marzo de 2019
Entrevista a AMM, ABC, David Morán, 20 de marzo de 2019
Entrevista a AMM, ABC, Inés Martín Rodrigo, 31 de marzo de 2019



"Me he instalado en esta ciudad para esperar el fin del mundo". Así arranca Tus pasos en la escalera (Seix Barral), la nueva novela de Muñoz Molina, la historia de una obsesión, cómo un hombre espera en Lisboa la llegada de su amada desde Nueva York. Tras unos años frenéticos decidieron cambiar de aires y elegir Portugal para ¿empezar de nuevo? Nada que ver con Un andar solitario entre la gente (Seix Barral), aquellos paseos por Nueva York y el tiempo a través de Baudelaire, Poe y De Quincey, entre otros.
¿Hay que esconder la vida, como dice la frase de Montaigne que abre el libro?
Viene en realidad de Epicuro, que la recoge Montaigne. Me gusta la idea de que necesitamos tener un espacio, algo en que refugiarnos. No quiere decir encerrarse como un eremita pero sí cierta protección.
Nueva York y Lisboa vuelven a estar muy presentes en este libro.
He procurado construir unos personajes que viven en esas ciudades, lugares distintos en momentos de la vida diferentes, que conocieron los atentados del 11-S y lo que vino después. Él tuvo una vida profesional muy intensa y luego hay un repliegue.
De ahí la cita inicial. Y la resonancia constante de una ciudad en la otra.
"Lo más importante es construir una ficción que se sostenga entera. Es como construir una casa o una maqueta. Hay que levantar una situación, una trama verosímil".
De un modo colateral pero con ahínco se denuncia la invasión del turismo a lugares como la capital portuguesa, de aspecto frágil, que se ponen de moda y son invadidas por avalanchas de turistas que desembarcan en trasatlánticos. "Quise hacer un retrato contemporáneo de lo que conozco de primera mano. Cómo cambia una ciudad por la especulación inmobiliaria, qué partes se salvan. Como la Zona Cero en 2001. El libro es ficción, por supuesto, pero con materiales de primera mano".
¿Es la historia de una obsesión?
Sí, hay una parte de obsesión. Una persona concentra todas sus fuerzas y energías en la espera de una mujer. Me gusta ver a esas personas que se dedican concienzudamente a algo, meticulosamente. Dedico tanto tiempo a escribir como a leer para saber, también, cómo funciona una novela, analizarla, cómo se construye, cómo se crea una expectativa, una situación concreta y sus misteriosas posibilidades.
La novela la empezó el pasado verano y la primera frase se la ocurrió mientas corría, costumbre que mantiene varios días por semana.
-"Empiezo a leer y voy cayendo en un estado hipnótico y me convierto en lo que estoy leyendo". ¿Le pasa a usted?
Como escritor aspiras a que el lector se meta durante el tiempo de la lectura en lo que le ocurre al protagonista, como Bruno, que está inmerso en la lectura de las memorias del almirante Byrd, quien pasó seis meses completamente aislado en una cabaña diminuta en la Antártida, cuatro de ellos de continua noche polar (y como se olvidó llevarse un despertador la sensación de un tiempo continuo se intensificó).
La historia del explorador es fugaz pero intensa, como la de la soledad de un farero del cabo de Creus que vive junto a una hija ciega y una serpiente domesticada, el enfermo a quien le practicaron una lobotomía que le provocó que no pudiera adquirir más recuerdos, así que vivía en un "presente perpetuo en el que cada cosa le sucedía por primera y por última vez"; la imagen de Montaigne huyendo con su familia por caminos de Francia asolados por la peste y la guerra, la fascinación de Bruno por el Tríptico de las Tentaciones de san Antonio de El Bosco... "Los teóricos dicen que en una historia todo tiene que corresponder a una función, ¿por qué? La vida no es así. De repente aparece alguien, algo y se desvanece, como sin importancia. Hay cosas que pasan y no van a ninguna parte".
Como algunos personajes que surgen y se esfuman: un amigo americano gay. "hay personajes que son planos y otros redondos, porque se les puede ver desde muchos ángulos". Como la vida misma.
El placer de la lectura.
-Soy un lector muy apasionado. No comparto la expresión 'este libro me ha interesado', si me gusta un libro me entrego. En un aeropuerto de Francia compré un libro del que no tenía noticia sobre los atentados de la revista Charlie Hebdoy no paré hasta terminarlo [Le lambeau, de Philippe Lançon].
Y no le importa reconocer que acaba de descubrir un autor que ya estaba ahí.
En España para ser cultivado tienes que dar la sensación de que nada te sorprende, si muestras entusiasmo quedas como tonto. Hay cosas que no he leído y llegas cuando llegas. La felicidad de la literatura consiste en descubrir. Por ejemplo, no me acordaba bien de la vida de Madame Bovary hasta que... Lo decía Heráclito; igual que no te bañas en el mismo río, también encuentras otro libro al releerlo. Ahora estoy con la segunda serie de los Episodios Nacionales de Galdós y es mejor de lo que yo pensaba, he descubierto aspectos que no veía cuando era joven, como su preocupación política.
¿La clave está en la primera frase, que, a su vez se entiende en la última?
Sí. La carpintería de un libro crea expectativas, da pistas de algo que luego... El protagonista vive en su mundo, aislado de la realidad, como el capitán Nemo o Montaigne, encerrado con sus libros, pero a la vez yo muestro lo que él no quiere ver. Para saber lo que hay en una novela hay que leerla una vez; para saber cómo está hecha, dos. La novela es el arte de lo cotidiano. Bruno está marcado por el 11-S por haberlo vivido, cuando la cotidianeidad quedó en suspenso, como el reciente apagón de Venezuela.
En la novela se habla de la construcción de refugios pos apocalípticos de lujo como la última tendencia.
Algunas grandes fortunas que han destruido el mundo luego compran refugios anti atómicos o islas. Lo leía en un periódico americano y lo incluí. Como un episodio que me contó la señora de la limpieza de la casa cuando vivía en Lisboa.
¿Para cuándo su libro sobre Onetti, anunciado y postergado?
Está casi entero escrito a mano. Ahí está, pero le falta algo.
Juan Carlos Onetti y Muñoz Molina mantuvieron una admiración mutua. Tal, que el escritor uruguayo pidió el Cervantes para el entonces joven escritor a través de un artículo ya en 1991. Y el escritor de Úbeda, en una visita al maestro en su casa de la Avenida de América le pidió prestada la biografía de Faulkner (admirado por los dos) para así poder visitarlo de nuevo. Onetti se murió y Muñoz Molina muestra ahora los dos tomos de Joseph Blotner, entre cierta pena y orgullo. 

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Publicado por Mirian Boehme en 14:04 No hay comentarios:
Etiquetas: Antonio Muñoz Molina, Artículos, Tus pasos en la escalera

jueves, 4 de julio de 2019

Cómo se almacenan los recuerdos de emociones



Entrevista a Lorenzo Díaz-Mataix, por José Antequera, Gurbrevista.com, 23 de enero de 2015
Identificado el mecanismo que graba el miedo en el cerebro, Manuel Ansede [El País, 14 de diciembre de 2014]
Joseph LeDoux: La emoción es más potente que la razón, Muy Interesante, enero 2000
Estímulos eternizados, CadenaSer, 9 de diciembre de 2014
¿Cuáles son los secretos del miedo?, De lo más natural, 29 de octubre de 2017. A partir del minuto 25.
Viven como reinas, Elvira Lindo [El País, 1 de abril de 2007]

Lorenzo Díaz-Mataix, Going Further: Individual Variability in Pavlovian Threat Conditioning, 17 de abril de 2019       


Desde la ventana de su laboratorio, el neurocientífico Lorenzo Díaz-Mataix (Castalla, Alicante, 1976) disfruta de unas vistas gloriosas de Manhattan, con el Empire State y la Torre Chrysler al fondo elevándose majestuosas hacia el cielo. Abajo, miles de neoyorkinos transitan por las grandes avenidas, la Quinta, la Sexta, Broadway, seres diminutos y frágiles sumidos en sus fobias, sus neurosis y sus terrores. «La mayor parte de las enfermedades psiquiátricas están provocadas por algún tipo de miedo», asegura al otro lado del hilo telefónico. Díaz-Mataix trabaja en el Center for Neural Science de la Universidad de New York a las órdenes del neurocientífico y rockero estadounidense Joseph Ledoux, que dirige a un grupo de investigadores empeñados en comprender por qué una persona suda al hablar en público o es incapaz de subirse a un avión o sale huyendo al ser atacada por un ladrón mientras otra le hace frente o simplemente lo ignora. Afincado en Nueva York desde hace ocho años, es probablemente uno de los especialistas que más saben sobre el miedo humano, ha hurgado tan a fondo en el cerebro de los mamíferos que ha sido capaz de identificar los mecanismos neuronales que convierten, durante años, las experiencias desagradables en recuerdos imborrables, provocando nuestros terrores más secretos y ocultos. Sus últimas investigaciones están revolucionando la neurociencia y el conocimiento del cerebro, ese misterioso órgano al que es más difícil llegar que al planeta Marte. «Nosotros no decimos ni que sí ni que no a la existencia del alma, lo único que decimos es que si existe el alma, debe estar ahí, en el cerebro».
Desde el punto de vista neurológico, ¿qué es el miedo?
Como sabes, en neurociencia, trabajamos con animales, no con personas, aunque hay laboratorios que sí lo hacen. Trabajamos con ratas porque tienen la gran ventaja de que podemos entrar directamente en su cerebro. En neurociencia, lo que entendemos por miedo no es lo que entiende el resto de la gente, ni lo que entendemos por emoción o por otro sentimiento. Nosotros lo definimos como la respuesta que tiene un organismo, un mamífero, ante cualquier estímulo amenazante, un estímulo que amenaza nuestra integridad física o nuestra vida. Entonces, lo que sí es verdad es que todos los mamíferos, independientemente de cuál sea la especie, reaccionamos casi del mismo modo ante estímulos que ponen en peligro la vida. Por ejemplo las ratas. Cuando tienen un estímulo delante y ven peligrar su vida, o algo que les causa mal olor, se quedan paralizadas para evitar al depredador, al zorro, que se rige por el movimiento de la presa. Las ratas se quedan paralizadas, con lo cual el zorro no las percibe y así tienen más posibilidad de sobrevivir. A nosotros nos sucede un poco lo mismo, ante una amenaza nos quedamos paralizados y luego huyes o luchas, pero en principio lo que ocurre es que te quedas paralizado. Paralizarse de miedo es algo que nos ocurre normalmente. Por miedo entendemos eso: una reacción que se produce ante un estímulo amenazante para la vida.
Llevas años trabajando es este terreno en el «laboratorio del miedo» de Nueva York. Suena a película de terror, ¿cuáles son los objetivos científicos de este organismo?
Bueno no, ése es el nombre que nos ha dado la prensa. Nuestro jefe, Joseph LeDoux, lleva más de treinta años trabajando en esto. Él fue quien descubrió qué zona del cerebro era la más adecuada para estudiar los mecanismos del miedo. Nosotros no trabajamos con miedos heredados. Por ejemplo, el miedo a los abismos es heredado, un bebé de pocos meses lo pones ante un precipicio y llora, el miedo a las serpientes también es un miedo heredado. Nosotros trabajamos con miedos aprendidos. O sea, son esos miedos que una vez que se te ha presentado el estímulo que pone en peligro tu vida, el animal o la persona lo va a recordar para siempre porque así, la siguiente vez que le pase esto, estará mucho mejor preparado para afrontar la amenaza. De modo que nosotros estudiamos los miedos aprendidos. Y la manera que tenemos de trabajar en este tipo de miedos es con ratas y con el condicionamiento pavloviano.
Entiendo, ¿el perro de Pavlov, no?
El perro de Pavlov era un estímulo apetitivo, de la comida. Antes de darle la comida se hacía sonar una campanilla, entonces el animal, cuando le hacías esto dos o tres veces, asociaba que después del sonido recibía la comida. Y cada vez que escuchaba la campanilla el animal salivaba. Este es un condicionamiento pavloviano apetitivo. Nosotros lo hacemos agresivo, es decir, ponemos un sonido al animal que dura unos 20 segundos y entonces le damos una descarga eléctrica pequeñita en las patas. Con que le produzcas esto al animal una sola vez, luego, al cabo de dos años, le vuelves a presentar el mismo sonido de una determinada cantidad de kilohercios y el animal se queda paralizado. Esa memoria queda grabada en un lugar del cerebro que se llama amígdala y que tenemos en el lóbulo temporal, o sea muy abajo del cerebro, y ahí es donde se almacenan y se recuperan estos recuerdos. El animal ha recibido un estímulo que lo deja paralizado y el tiempo que se queda paralizado es directamente proporcional al miedo que le ha provocado el sonido. Miedo, realmente en los animales está mal dicho, porque no sabemos si ellos sienten la misma emoción que nosotros llamamos miedo, pero bueno, la manera de relacionarse es la misma, quedarse paralizado, aumentarle la presión sanguínea, aumentarle los latidos del corazón, sudar. Los que trabajan con humanos hacen esto mismo, le presentan un cuadrito de color amarillo a la persona y una descarga en la muñeca y la forma de medir el grado de miedo que tiene esta persona es medir la conductividad de la piel.
Por lo que he leído acerca de vuestro estudio nuestros recuerdos serían la consecuencia de dos neuronas que tras un suceso traumático que sufrimos permanecen conectadas durante largo tiempo y ése sería el motor que después desencadenaría el miedo…
Exactamente, lo hemos descrito en nuestro último artículo. Lo que sucede es que cuando le presentas el estímulo al animal, la fuerza con la que se relacionan dos neuronas en la amígdala se potencia mucho, digamos que se vuelve más fuerte esa conexión entre esas dos neuronas. Eso es la base de la memoria. Al haberse potenciado, esa relación dura para siempre en la amígdala, y es lo que produce luego la reacción, el miedo. Concretamente, es lo que produce el recuerdo del miedo. Me parece importante decir que esos recuerdos emocionales, ya sean de miedo, ya sean de alegría o de tristeza, los tenemos de forma inconsciente, no es necesario que sepamos que tenemos ese recuerdo. Así, por ejemplo, en muchas fobias la persona no te puede decir yo tengo miedo a esto por esto y por esto… No. Está grabado y se ha grabado de un modo físico, al contrario de cuando te preguntan: oye, ¿qué comiste ayer? En ese caso se ponen en marcha unas tareas en el cerebro que son distintas de la emoción que te produce la comida que comiste ayer. Por ejemplo, si te ha gustado mucho la comida te va a producir una emoción positiva, y esa emoción es la que se almacenará en la amígdala, mientras que el recuerdo explícito de lo que comiste se almacena en otras áreas del cerebro.
De modo que la amígdala es como el baúl de los recuerdos, donde está almacenado todo el disco duro de nuestra existencia…
Más bien el baúl de las emociones. Cuando tú hueles algo y ese olor te evoca, no sé, una sensación de asco, entonces esto es lo que se almacena en la amígdala: esa sensación. Lo que hemos visto es que, en personas y de modo experimental, ahora mismo ya somos capaces de borrar, de disminuir la carga emocional que produce un recuerdo. Aquí, en Estados Unidos, hay muchos soldados que han vuelto de Irak con una enfermedad que se llama estrés postraumático. Cuando le haces a la persona rememorar lo que le pasó en Irak o en Afganistán y justamente después le das una droga que se conoce desde hace tiempo y que se usaba para problemas de hipertensión, lo que pasa es que a las dos semanas, cuando esa persona vuelve a la consulta del psiquiatra, la carga emocional del recuerdo ha bajado mucho. O sea, él se acuerda de lo que pasó, pero le produce menos dolor emocional. ¿Recuerdas aquella película? ¿cómo se llamaba? Olvídate de mí. A la protagonista se le borraban todos los recuerdos pero tengamos en cuenta que cada uno es quien es por los recuerdos que tenemos de nosotros mismos. Entonces, en nuestro caso, en los experimentos que se llevan a cabo en la realidad, no se trata de borrar los recuerdos, sino de borrar la carga emocional negativa que te impide hacer una vida normal.
Entonces en vuestras investigaciones de lo que se trata no es de borrar el recuerdo sino de borrar la carga emocional que suscita ese recuerdo…
Exacto, así es en nuestro estudio. Hay otros laboratorios que buscan borrar el recuerdo, no por borrar el recuerdo en sí mismo, sino por entender cómo funciona el cerebro, y parece que también se puede hacer…
No me digas…
Bueno sí, en ratas se puede hacer y parece que en personas también… Lo que pasa es que en ratas lo que hacemos es meter la droga directamente en la amígdala, les hacemos una cirugía, le implantamos una cánula y por esa cánula le metemos droga y luego también le metemos un cable eléctrico para registrar la actividad eléctrica de las neuronas y así tener un fiel reflejo de lo que está pasando ahí dentro. Esto en personas de momento no podemos hacerlo, no podemos hacerle esta cirugía y meterles drogas en el cerebro, por eso creo que funciona mejor en las ratas, pero bueno, no tardaremos mucho en tener fármacos que se tomen por vía oral y que se dirijan directamente al cerebro y a la parte del cerebro o a las células que queramos tratar, eso no tardará. Yo creo que revolucionará la psiquiatría y la medicina en general.
¿Borrar recuerdos? Casi parece cosa de ciencia ficción…
Pues parece que sí podría ser posible, pero ya te digo que los investigadores no lo hacen para borrar recuerdos, trabajan para entender el cerebro. Hay una proteína que parece ser que está muy ligada a la creación de la memoria y lo que hacen es modular la intensidad del recuerdo, más que borrarlo lo que hacen es que el recuerdo no se grabe en el cerebro. Parece extraño que una cosa tan etérea como la emoción tenga una base fisiológica en el cerebro, pero al final es un fenómeno físico, tan físico como el corazón, como el hígado. Las emociones tienen una base física. En nuestro caso, en los humanos, la manera de enfrentarnos a estos estímulos es creando una emoción, no sabemos por qué; en el caso de los animales no sabemos si esto pasa o no pero la emoción la ha creado la evolución para afrontar estímulos que de otro modo sería más difícil de afrontar. Eso sí me parece magnífico, es una cosa tan etérea como el alma, ¿verdad?…
Precisamente quería preguntarte por esa idea. Estos experimentos demostrarían que todo sería físico, que no habría cabida para la espiritualidad, para el alma, ese concepto quedaría excluido por los descubrimientos de la neurociencia…
No es verdad, nosotros no decimos ni que sí ni que no a la existencia del alma, lo único que decimos es que si existe el alma, ese alma está en el cerebro. No sabemos dónde, no sabemos de qué manera, pero lo que sucede es que si existe es porque hay un sustrato biológico en el cerebro que está encargado de eso. Por ejemplo, hay experimentos donde se estimula una zona del cerebro en pacientes con Parkinson, se les hace cirugía para implantarles un electrodo porque al estimularles una determinada área del cerebro mejoran mucho los síntomas. En estos pacientes, cuando se les implanta el electrodo, se aprovecha para hacer otros experimentos y sabemos que cuando se estimula una determinada área del cerebro algunos pacientes tienen experiencias místicas. Por eso no decimos que no exista el alma, la verdad es que no lo sabemos, pero si existe está en alguna parte del cerebro. O sea tiene un nivel físico.
Personas que han vivido traumas, guerras, como esos veteranos de Irak que me comentabas antes, personas que han vivido accidentes graves, violaciones o catástrofes naturales siguen sintiendo miedo y estrés una vez pasado el peligro pero otras sin embargo lo superan mejor, ¿cuál sería la explicación? ¿por qué hay personas que superan el miedo mejor que otras?
De hecho en animales también lo vemos que sucede. En el caso de dos ratas distintas, ante un mismo estímulo, exactamente el mismo, una reacciona con mucho más miedo que otra. Y hay investigadores que se están dedicando a intentar entender por qué. Por qué unos animales son más temerarios o más valientes que otros. Parece ser que depende del tipo de proteínas que se alojan en las neuronas, de cómo se relaciona el estímulo de unas con las otras, pero realmente no lo sabemos todavía, no tenemos ni idea todavía de por qué alguien, ante un mismo estímulo, actúa de forma distinta a otra persona. Se habla en psiquiatría y en psicología de una cosa que se llama resiliencia, esto es, la capacidad que tienen algunas personas ante las desgracias de la vida de reponerse mientras otras quedan hundidas en la miseria. Unas se sobreponen, no les afecta y tienen una vida más o menos normal. Otras no. Esto se llama resiliencia y la verdad no sabemos por qué unos animales o unas personas son capaces de hacerlo y otros no.
Se me ocurre el caso de Stephen Hawking, precisamente ahora que se estrena una película sobre su vida y que es un ejemplo de superación frente al dolor y la muerte, impresiona ver cómo se ha rehecho para conseguir crear algo maravilloso y único…
La verdad es que es impresionante. Y luego otras personas con problemas menos graves se hunden. Pero vamos, seguro que la explicación está en el cerebro, lo que pasa es que sabemos muy poco de este órgano. Es muy difícil entender lo que nos hace entender. Entender un riñón o el corazón es difícil, pero entender lo que te hace entender lo es todavía más. De hecho, yo no sé si algún día podremos llegar realmente a saber qué es lo que está pasando ahí dentro.
Y los miedos infundados, los irracionales, ese miedo a que suceda algo que no tiene ninguna lógica, ¿siguen el mismo mecanismo de producción? Porque ahí ya no hay un acontecimiento externo que produzca esa conexión neuronal que permanece para siempre…
Volvamos al caso de los animales. Al animal se le presenta una vez el estímulo, el tono, con un shock posterior. Es muy importante que el animal aprenda que esto es malo, pero claro, cuando ese tono se lo presentas muchas veces lo normal es que el animal aprenda de nuevo que ese tono al que se les expone ya no es peligroso. Entonces, el problema en gente que no procesa bien el miedo, que sufre ansiedad, es que el cerebro no es capaz de reaprender que esta cosa que una vez sí fue peligrosa ya no lo es más, ahí es donde se producen desregulaciones, ansiedad, fobias…
Yo me refería más a esos miedos irracionales heredados de los que hablabas antes, como el miedo a las alturas, el miedo a una araña aunque nunca hayas tenido un problema con ninguna…
Sí, estos son los miedos heredados de los que te hablaba antes, el miedo a los abismos, a una araña o a una serpiente, son miedos que nos ha dado la evolución, no son aprendidos, sino que naces con ellos ya. Por ejemplo, el miedo a los abismos de momento todavía nos resulta útil, nos ayuda todavía a las personas. Estos miedos se cree que son miedos que ayudaron a sobrevivir al ser humano desde hace un millón de años. Es muy importante saber que una serpiente no te va a hacer nada bueno. Esto en principio no nos genera grandes problemas. Pero en cambio sí cuando se tiene una respuesta exagerada ante cosas que realmente no van a producir ningún daño a la vida. Por ejemplo, hay gente que no puede subir a un avión, esto es una desregulación de la amígdala y cómo procesa estos peligros que en realidad no lo son pero que el cerebro los percibe como tales. Al sentirlo el cerebro como una amenaza, la persona desarrolla ansiedad, y la verdad es que es horrible. Pero sí, el mecanismo es exactamente el mismo que los casos que estamos investigando en el laboratorio. Necesitamos saber más para ser capaces de mejorar los efectos, en realidad todas las enfermedades psiquiátricas tienen un componente de miedo subyacente. Si entendemos cómo se produce el mecanismo, cómo funciona el miedo, seremos capaces de ayudar a estas personas que tienen la amígdala hiperactivada ante estímulos que en realidad no son peligrosos. Lo importante es saber que algo malo te puede hacer daño para evitarlo, de hecho esto es por lo que el cerebro produce el miedo, pero claro, el problema surge cuando realmente no hay una cosa objetiva que te pueda hacer daño y sin embargo te produce ansiedad.

En las sociedades modernas el miedo puede llegar a ser enfermizo: hay miedo a la crisis, miedo al cáncer, miedo a sufrir un accidente, miedo a un atentado terrorista… ¿Puede ser el miedo y los trastornos asociados con el miedo la gran lacra, la gran enfermedad del siglo XXI?
Todo depende del grado. Una cosa es ser cauteloso, cuando ves una maleta vacía en una estación, que está sola, que no tiene dueño, que no es de nadie, yo creo que es normal y lógico que te apartes. No creo que sea ninguna lacra, el problema es cuando no subes al metro en absoluto porque temes que haya un terrorista que vaya a matarte a pesar de que la probabilidad de que esto te pase a ti es muy baja. ¿El miedo a la crisis? El problema es cuando por miedo a las consecuencias de la crisis vas a actuar de otra manera. Yo creo que somos suficientemente libres para hacer lo que nos dé la gana, pero tener miedo es fácil, ¿no? El problema es el grado. Tener demasiado o no tener nada, ése es el problema. Hay pocas personas, pero hay alguna en el mundo, que tienen la amígdala afectada por lo que sea, porque son epilépticos, o por accidentes que se la han destrozado. Hay muy pocas porque es muy difícil que ocurra, porque ese área está muy abajo del cerebro, pero la gente que tiene este problema, que la amígdala no le funciona, es gente totalmente temeraria, sabe que algo puede ser peligroso pero no lo siente como peligro, con lo cual no evita ese peligro. En realidad, es terrible porque no son capaces de evitar algo que les puede causar un daño.
Ahora mismo Occidente está sufriendo el azote del terror yihadista. ¿Nos vamos a tener que acostumbrar a convivir con el miedo? Eso no puede ser muy sano para una sociedad.
Bueno, en España tenemos mucha experiencia sobre esto y, te lo vuelvo a decir, yo creo que está bien ser cauteloso. Pero claro, el problema es cuando dejamos de hacer cosas que haríamos normalmente por este miedo que en realidad existe pero que la probabilidad de que ocurra es muy baja. Y ese miedo puede llegar a generar trastornos. Por ejemplo, lo de restringirle libertades al ciudadano, hay mucha gente que está de acuerdo con esto porque así cree que va a tener más seguridad. Esto sí que es un problema. La gente deja de hacer cosas por miedo.
Además, tras los últimos atentados de París se ha disparado el consumo de ansiolíticos hasta un treinta por ciento, lo cual demuestra que el terror sigue in crescendo…
Los terroristas juegan con esa inseguridad de que el ciudadano nunca sabe lo que le va a pasar, a pesar de que las probabilidades de que te toque sean escasas. En una guerra normal sabes bien quién es el enemigo y puedes etiquetarlo, al cerebro le gusta mucho etiquetar las cosas para comprenderlas. El problema es cuando no se puede hacer porque no sabes cuándo ni dónde va a pasar, entonces se generan los trastornos de ansiedad. Eso fue lo que ocurrió aquí en Nueva York después del 11S…
Precisamente por ello iba a preguntarte ahora. Vives en Nueva York desde hace algún tiempo, una ciudad castigada por el terror. ¿Cómo están siguiendo los neoyorkinos los últimos atentados en Francia?
Aquí la gente ha seguido con mucha atención e interés lo que pasaba en París. Pero bueno, en esta sociedad americana, ellos se sienten como el centro del mundo, lo que pasa fuera de su país les importa poco generalmente. En este caso sí porque se trata de islamistas, como lo que pasó aquí con las Torres Gemelas, pero no miran mucho más allá de sus fronteras. A mí una de las cosas que me sorprende es que cuando en Madrid pasó lo de Atocha, me da la sensación que no se produjo el mismo miedo ni se disparó tanto el consumo de ansiolíticos, y en realidad el atentado fue mucho más grave. Me parece que no hubo esa oleada de terror desbocado de Francia. En el caso de las ratas es más fácil comprobar esto, porque tenemos un modelo controlado, en las personas es más difícil, y en las sociedades lo es aún más porque intervienen muchas variables, como por ejemplo la cultura. Creo que la diferencia que puede haber de cómo procesa el terror la gente en Francia y cómo lo hacemos en España es la cultura, la manera que tenemos nosotros de enfrentarnos al fenómeno terrorista… O a lo mejor es que nosotros tenemos ya mucha experiencia por lo de ETA…
Y estamos más preparados para sufrir este azote…
Exactamente, a lo mejor España había vivido durante muchos años con este miedo a que te puedan matar sin saber dónde ni cómo, en cualquier momento, porque ETA siempre estaba ahí. Supongo que debe ser algo de eso. Por ejemplo, aquí en Nueva York, hasta el 11S no habían tenido un ataque en territorio americano desde Pearl Harbor. Era una sociedad que se creía totalmente segura y claro, cuando ven que el país no es tan seguro como pensaban, ahí es cuando se generan muchos más problemas de ansiedad que en una sociedad que ya está acostumbrada a convivir con el miedo al terrorismo. Pasa lo mismo en África, allí la vida no vale nada con lo cual… El otro día escuchaba que allí estos islamistas matan mucho más cada día, matan más a los suyos, a la gente musulmana, que en París, pero claro, esto no puede ser justificación para una sociedad, porque parece que por desgracia no parece que valga lo mismo la vida de un africano que la de un europeo.
Y luego está el otro lado, el del terrorista suicida que no tiene miedo a morir a pesar de que el miedo es un mecanismo de supervivencia que ayuda a un animal a mantenerse vivo, a sobrevivir. ¿Cómo se explica ese comportamiento antinatural desde el punto de vista neurocientífico?
Yo creo que más que la amígdala atrofiada, lo que se cree el suicida es que va a morir e ir al cielo y realmente esta gente se lo cree. Estoy seguro de que miedo a morir y miedo al dolor tienen, pero esto lo sobrepasa un ideal o una certeza que él tiene. Y luego también creo que a nivel más práctico el musulmán rico, Bin Laden, no va y se suicida él, manda a la gente pobre para que se inmole porque les han dicho que si lo hacen sus hijos van a tener una vida estupenda. Como te digo, en ratas es mucho más fácil estudiar el miedo, pero en humanos es complicadísimo porque entran en juego muchos factores. Por ejemplo, te puede dar mucho miedo coger un avión pero si tu hijo está en un hospital en la otra punta de Europa, una persona más o menos sana, por mucha fobia que tenga a volar va a superar esto, va a subir al avión y va a ver a su hijo. Yo creo que esto, llevado al extremo, es lo que hacen los terroristas que se suicidan.

¿Cuáles son tus miedos? ¿Puedes confesarme alguno?
Claro que tengo miedo, a la enfermedad por ejemplo, a que muera gente que quiero, pero miedo a un atentado no tengo porque en realidad no sirve para nada…
¿Se está trabajando ya en nuevos fármacos o drogas que regulen el funcionamiento de la amígdala para borrar el recuerdo y superar el miedo? El propranolol ya se suministró a víctimas del atentado del 11M, en Madrid. ¿Dio buenos resultados?
Nosotros en el laboratorio usamos drogas distintas, usamos otras que funcionan todavía mejor aunque no podemos darlas por vía oral porque sería tóxico. Pero el propranolol no es tóxico y es un fármaco que se ha usado muchos años para tratar la hipertensión y sí, a nivel experimental funciona. Hay un fenómeno en la memoria que se llama la reconsolidación. En el caso de las ratas, cuando presentas el sonido con el shock eléctrico, el animal aprende y este aprendizaje se graba en el cerebro y crea un recuerdo. Al cabo de un día, este recuerdo ya lo ha consolidado, eso significa que se ha hecho fuerte y lo guarda en la amígdala de forma permanente. Esto se llama reconsolidación de la memoria.
¿Estás de acuerdo con aquella idea tantas veces repetida de que el miedo es libre o estamos totalmente condicionados, determinados por las sustancia químicas del cerebro?
Sí, totalmente condicionados. ¿Que si el miedo es libre? Yo creo que esta frase se refiere más a que cada uno puede tener miedo a distintas cosas que ha vivido, porque claro, si tú nunca has estado expuesto a un atentado terrorista vas a tener un miedo distinto que si has estado allí y te ha afectado la metralla, de modo que es totalmente normal que desarrolles un miedo exacerbado. Por ejemplo, un estímulo muy poderoso que desata el miedo de esta gente que ha sufrido atentados son los sonidos muy fuertes. Es normal que tu cerebro, cada vez que escuche un sonido muy fuerte, va a provocar que empieces a sudar, te vas a quedar paralizado de miedo, vas a tener un ataque de ansiedad, pero si tu cerebro está sano, a las veinte veces que oigas un sonido de estos enormes, tu cerebro va a ser capaz de decir: ahora ya no hace falta que tengas esta respuesta que tenías antes de este estímulo porque sabes que ya no pasa nada. Es verdad que aprender es más fácil que desaprender. Eso en las ratas también sucede. Con una vez que las expongas al shock el animal ya aprende, pero para quitarles ese miedo es necesario repetir el sonido muchísimas veces. Otro experimento interesante: una persona va en su coche y va escuchando una canción. En ese momento choca contra un árbol. Pues cada vez que escuche esa canción, le va a llevar al momento del choque y su cuerpo le va a generar una respuesta de ansiedad. Entonces, una de las maneras de evitar que se produzca esto es oír muchas veces esta canción…
¿Cómo si estuvieras en un bar tomando una copa tranquilamente escuchando la melodía?
Exacto, al principio sentirá miedo pero a fuerza de repetirlo ya no. Se llama a este proceso extinción de la memoria. Pero hay otra manera que hemos visto que es usando el propranolol para conseguir el fenómeno que se llama reconsolidación de la memoria. Hasta el año 2000 se pensaba que la memoria que se había consolidado ya quedaba así para siempre y no se cambiaba, pero a partir del año 2000 vimos que esto no es verdad, cada vez que rememoras un episodio, en este caso trágico, el cerebro saca esa memoria consolidada del baúl de la consolidación y la pone en un estado frágil otra vez para someterla a un nuevo contexto. Por ejemplo, en el caso del accidente de coche, imagínate que estás en una primera cita con alguien que te gusta mucho y escuchas esa misma canción; entonces tu cerebro saca ese recuerdo fuera y le añade al recuerdo inicial del accidente de tráfico ese nuevo contexto, esa nueva situación, que es estar escuchando la canción en la cita con esta persona que te gusta. Y esto se llama reconsolidación, porque esa memoria inicial se va a volver a guardar en el cerebro con el añadido nuevo, con la nueva situación. En nuestro estudio, cuando le damos al animal el propranolol, lo que pasa es que este recuerdo que nuestro cerebro ha sacado a la luz no es capaz de volverlo a guardar por determinadas razones y se borra. Y esto lo vemos en animales porque le ponemos el tono de sonido y el shock, el animal aprende esto y lo guarda. A los dos días le ponemos el tono solo pero inmediatamente después le damos el propranolol y cuando volvemos a ponerle el tono a los tres días el animal se queda tranquilo, no recuerda. Pensamos que recuerda la primera vez que tuvo el shock, pero ya no siente el miedo, no siente la carga emocional del recuerdo. Pensamos que lo mismo sucede con las personas. Cuando se les administra el propranolol tienen presente el recuerdo pero sin la carga emocional tan horrible que no le dejaba vivir.
Este tratamiento ¿se está dispensando ya?
No, está a nivel experimental.
¿Y cuánto puede tardar en llegar al sistema médico público?
Eso no podemos saberlo. En ratas funciona muy bien, en personas peor, pero funciona peor por eso que te comento, porque no se puede administrar la droga directamente en el cerebro. Mientras no podamos usar drogas directamente en el cerebro esto no funcionará de forma fácil y segura. Yo creo que no tardaremos mucho en conseguirlo. De hecho, en el artículo que hemos publicado para demostrar que la memoria se forma al potenciar la manera en que interactúan dos neuronas hay una técnica nueva que tiene pocos años que se llama optogenética, donde lo que se hace es que se coge una proteína de un alga que reacciona a la luz, esta proteína la ponemos en un virus, un retrovirus como el VIH o la hepatitis, lo damos a la amígdala de los roedores y esta proteína que reacciona ante un tipo de luz, como el láser, funciona como un interruptor de la célula, activándola o desactivándola en función de las ráfagas de luz láser que le enviamos. Pues las ratas con la amígdala cerebral apagada eran incapaces de recordar el chispazo y carecían de conexiones reforzadas entre sus neuronas, careciendo de la carga emocional del miedo. Al mismo tiempo, activar las amígdalas de las ratas mediante la ráfaga de luz servía para generar miedo al pitido sin necesidad de ningún tipo de shock.
Al ser humano parece fascinarle el miedo, leemos novelas de misterio, nos atraen las películas de terror, ¿por qué esa atracción hacia el pánico?
Bueno, la verdad es que es algo que yo también lo he pensado. Creo que nos gusta, pero nos gusta sentir miedo siempre en sociedad, acompañados de alguien más, cuando ves la película a solas es cuando lo pasamos peor, sentimos aún más terror. Pasa también con los animales, es un fenómeno que conocemos como buffering effect, efecto de amortiguación social. Cuando a una rata le ponemos el ruido y el shock y está con otra rata, eso produce que los dos animales tengan menos miedo. Quizá el hecho de que los cines se llenen para ver películas de terror tenga un poco que ver con esto. Lo ves en la ficción pero sabes que no te está pasando a ti. Esto lo sabes y al estar con más gente el miedo se amortigua. Y eso pasa también cuando se produce un terremoto o un atentado terrorista, es entonces cuando las sociedades tienden a unirse, a agruparse, y es justamente por eso: porque cuando estamos juntos el miedo es menor. Es un mecanismo básico del cerebro en animales sociables.
¿Es el cerebro humano el gran misterio al que nos enfrentamos en los próximos años?
Es mucho más inaccesible que Marte; falta mucho todavía para que tengamos un conocimiento mínimo del cerebro. Somos capaces de mejorar síntomas de enfermedades psiquiátricas pero curar, ni una sola. No hay ni una sola enfermedad psiquiátrica que se pueda curar. Los tratamientos farmacológicos que se dan solo sirven para mejorar los síntomas, pero no tratan la enfermedad. Por ejemplo, no sabemos qué sucede en el cerebro de una persona deprimida o de un esquizofrénico, tenemos algunas ideas pero no sabemos realmente qué es lo que está pasando ahí dentro. Sin embargo, en el cáncer, muchos de ellos son tratables.
Llevas tiempo trabajando en Estados Unidos. Como otros muchos científicos españoles, desarrollas tu actividad científica en el extranjero…
Sí, ocho años ya…
¿Y te marchaste por una posibilidad de proyección personal o forzado por los recortes, por las carencias en investigación que sufre nuestro país?
Cuando yo marché de España la situación de la investigación en nuestro país no era tan mala…
Te lo pregunto por la fuga de cerebros…
Claro, claro, en la carrera del científico te tienes que ir porque te enriqueces de la manera de trabajar que tienen en otros países, sobre todo en los Estados Unidos, porque es cierto que este país sigue siendo el gran maestro de la ciencia; yo me vine con esa idea, con una beca para dos años y con la idea de regresar a España. Luego me propusieron quedarme y yo me quedé. El caso es que vine porque quise, pero los científicos deberíamos tener la oportunidad de volver. España ha pagado toda mi formación y ahora son los norteamericanos los que están sacando provecho de esa formación que he recibido.
Pero no parece que la situación de la ciencia en España esté como para que los científicos se planteen volver…
La investigación está muy mal en nuestro país, tengo amigos con contrato Ramón y Cajal que están deseando volverse, me cuentan que cobran un salario mínimo y ni siquiera les dan recursos suficientes para poder realizar los experimentos …
Es decir, que si te encontraras con Rajoy en un congreso científico seguro que le dirías un par de cosas…
Yo creo que sé por qué nuestro Gobierno no invierte más en ciencia, y es porque eso no da resultados inmediatos, da resultado al cabo de diez, veinte años, pero no son capaces de ver más allá. Yo creo que es por eso, no es porque hayan ideado un complot contra la ciencia, sino porque la investigación no les da votos, ésa es mi impresión.

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Publicado por Mirian Boehme en 23:22 No hay comentarios:
Etiquetas: Artículos, Elvira Lindo, Joseph LeDoux, Lorenzo Díaz-Mataix

miércoles, 3 de julio de 2019

¿En qué mundo vives?




Entrevista a Antonio Muñoz Molina por Juan Cruz por la presentación de Tus pasos en la escalera, El País, 19 de marzo de 2019
Entrevista a Antonio Muñoz Molina por Núria Escur con motivo de la presentación de Tus pasos en la escalera, La Vanguardia, 19 de marzo de 2019
Presentación de Tus pasos en la escalera en el espacio Bidebarrieta Kulturgunea del Área de Cultura del Ayuntamiento de Bilbao, martes, DÍA 18 de junio. Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo. 

El Faro | Entrevista a Antonio Muñoz Molina | 06/05/2019

Parlem amb... Antonio Muñoz Molina, Presentación a cargo de Anna María Iglesia de Tus pasos en la escalera, 9 de abril de 2019 en la Biblioteca Jaume Fuster 








Antonio Muñoz Molina, el autor de El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987), empieza así Tus pasos en la escalera: “Me he instalado en esta ciudad para esperar en ella el fin del mundo”. Más de 30 años después, la ciudad vuelve a ser Lisboa, y la atmósfera que transmite esa premonición es la de una serenidad asustada. Su personaje espera el fin del mundo, pero su actitud es la de un hombre que aguarda a su amor, científica ocupada en Nueva York. 
La vida y la espera van siendo carcomidas, aparecen sombras que señalan el fracaso total de la vida en el mundo. Pero ha habido un largo instante en que el lector siente que Bruno, el personaje cuyo nombre solo aparece una vez, en realidad está preparándole una fiesta a su amada. Es un libro que no te suelta, del que habla con sosiego este granadino de Úbeda (Jaén). Aparece esta semana, también en Seix Barral, y será presentado este martes a las siete de la tarde en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona y a la misma hora del viernes en la Casa del Lector, en el Matadero de Madrid. Muñoz Molina nació en 1956 y sigue teniendo la paciencia inquieta con la que nació a la escritura como el Robinson urbano que escribe cada semana en Babelia.
El libro le nació caminando por Lisboa, en efecto; su ordenador se había roto, se eliminó lo que llevaba escrito y de una frase que le vino a la cabeza junto al río nació Tus pasos en la escalera. De una destrucción, pues, le vino esa premonición con la que arranca la novela.
Pregunta. ¿En qué situación estamos con respecto a aquella premonición?
Respuesta. La premonición está directamente relacionada con el carácter del personaje y con el modo de vivir su historia. Ha sido expulsado del mundo práctico. Se ha buscado un refugio de cuya precariedad es consciente. Un eje fundamental de la novela es el recuerdo del 11S: su mujer y él vivieron ese día en Nueva York la sensación de derrumbe, con la que comenzó su vida juntos. La mayor parte de las cosas apocalípticas que cuento estaban en los periódicos que leía mientras escribía el libro. Yo estaba escribiendo en ese estado en el que más que dar salida a un mundo que tienes dentro escribes siendo permeable a la realidad que te rodea…
P. Y esa actitud narrativa alerta al exterior se la traslada al propio personaje…
R. Es una persona aislada, pero perfectamente consciente. Ahí está la tensión poética que sostiene la historia: que alguien así te da cuenta de cómo es el mundo y alguien que no acaba de ver la realidad filtra a través de sus relatos lo que él no sabe o no te quiere decir.
P. Parece que vamos a asistir a una historia feliz. Pero de pronto se sabe que esperan el miedo, la devastación…
R. Eso tiene que ver también con la profesión de Cecilia, la protagonista, que se dedica a investigar científicamente, con ayuda del Departamento de Estado, los mecanismos del miedo, de la memoria del miedo en las ratas de laboratorio. De algún modo él es una cobaya del experimento de Cecilia. Crees que ves el mundo orientado en el tiempo y en el espacio, pero con pequeñas alteraciones ese espacio y ese tiempo se desordenan.
P. Está el libro lleno de simultaneidades, se junta lo que pasó en Nueva York con lo que podría pasar en Lisboa. Y se junta lo uno y lo otro en un camino hacia el desastre…
R. La novela sale precisamente de ahí. No está planeada. Salió al instalarnos [Elvira Lindo, su esposa, escritora, y él] en Lisboa e ir viendo semejanzas muy llamativas: el río, el puente, los aviones sobre las casas. Eso que es parte de la novela, esa percepción de las cosas, fue la génesis de la misma novela: te vas a la otra punta del mundo y se está repitiendo, en parte por azar y en parte por decisión propia, la vida anterior. Estás intentando crear un duplicado del mundo que has perdido.
P. No se puede asociar al personaje con usted, pero los escenarios e, incluso, las preocupaciones sobre lo que ocurre en la vida pública son las suyas.
R. Pero lo importante para mí es que es una novela, una construcción narrativa soberana, que tiene una trama. Los materiales con los que está hecha son muy inmediatos, pero el resultado es una invención, una ficción literaria. Hacía tiempo que no creaba una ficción pura y me gusta mucho esta sensación.
P. Pero no ha cambiado la estela de sus libros anteriores, más dedicados a la observación personal de lo que sucede, al menos, desde Todo lo que era sólido…
R. Por supuesto… Esos materiales cobran aquí forma de ficción pura. Me gustan mucho todos los géneros, pero llevaba tiempo queriendo hacer una novela que se sostuviera sola, que no tuviera referencias realistas ni documentales ni de nada, aunque estén dentro. Mis grandes modelos de novela como las de Henry James. Otra vuelta de tuerca, por ejemplo, está construida sobre el malentendido. Claro, los personajes salen de mí, de lo que tengo alrededor, pero me gusta la idea del artificio. Cuando de pronto se me ocurrió a lo que se dedicaba Cecilia, el personaje cobró una intensidad y una concreción extraordinaria. Igual que él es un antiguo ejecutivo, una persona a la que yo le he puesto cosas mías porque son las que tengo.
P. Los desastres a los que va aludiendo el personaje son reales y son destellos dramáticos del fin del mundo.
R. Galdós llama a la serie de sus novelas principales “novelas españolas contemporáneas”. Está bien construir ficciones de un pasado que no has vivido, pero, en mi opinión, el verdadero desafío para un novelista es cómo crear ficciones que se sostengan solas, como un edificio, pero hechas de lo urgente, de lo inmediato, de lo contemporáneo.
P. Se ven la destrucción y el miedo viniendo. ¿Usted mismo lo siente mientras escribe?
R. Es una de las tareas del novelista: ponerte en cada personaje en la medida de lo posible. Pero, cuando una novela surge y se desarrolla con mucha fuerza, todas esas cosas quedan envueltas en felicidad, en la exaltación de la invención. El hecho de crear es tan poderoso que sobre todo te da felicidad.
P. Entre las identidades que le da a su personaje está la de Robinson, que fue también su alter ego como observador urbano en sus primeros años de cronista y escritor en Granada.
R. Forma parte de lo que uno es. Ir fijándote por ahí en las cosas es una actitud vital, de curiosidad y también de cortesía hacia el mundo. Las personas tienen mucha prisa por manifestar, por mostrar sus reacciones. Para mí es mucho más atractivo la paciencia de observar, sin tanta prisa en mostrar tu reacción hacia lo que hay fuera.
P. ¿Es legítimo pensar que entre las metáforas de la novela está la situación actual del mundo?
R. Es una novela contemporánea, como decía antes. Ocurren cosas que pasan ahora. Este libro me llegó cuando estaba haciendo otras cosas. Me había preparado para una novela distinta y, cuando ya estaba dispuesto, hubo un accidente con el ordenador y se borró lo escrito. Junto al Tajo se me ocurrió una frase, la anoté en un cuaderno y ahora el resultado es Tus pasos en la escalera.
P. El personaje parece indiferente al fin del mundo que se le viene encima. Hasta que, al final de la novela, dice: “Ahora tengo miedo”.
R. En ese momento se encuentra perdido, la construcción de su mundo se está desmoronando. Está perdido, en un túnel, rodeado de detritus. No tiene escapatoria. Y es entonces cuando dice que tiene miedo.
P. A Bruno lo expulsan del trabajo, vive el 11S, pasa por todas las vicisitudes de una época que se parece al fin del mundo. ¿De dónde viene Bruno?
R. Hace años estuve en una cena de Nochevieja con amigos y familiares. Una persona muy querida por mí, que trabajaba en una empresa, se quedó muy abstraído. Le pregunté qué le pasaba y me dijo: “Es que estoy pensando en la gente que voy a despedir el día 2, cuando vuelva al trabajo”. Me impresionó mucho. Cómo a aquella persona, buena persona, se le cruza la idea de que hay varias personas que no saben que van a perder el trabajo dos días después. Luego a esa persona la echaron también. De ahí viene Bruno.
P. De las cosas que pasan, y que le han pasado a Bruno y a usted en este tiempo, ¿cuál le da más miedo?
R. A mí me dan miedo las cosas que salen en el libro, me da miedo el horror de Trump, las cuestiones de la crisis climática, me da mucho miedo la fragilidad del sistema económico internacional, supeditado al beneficio a corto plazo de gente corrupta… Todo eso me da miedo.
P. El libro está marcado por las cenizas del 11S. ¿Ese fue el aviso del fin del mundo?
R. Creo que lo que ocurrió en ese momento es que pasamos a otra cosa, a una paranoia. Fue algo muy grave, pero era un atentado terrorista. Al terrorismo hay que responder con la policía, con la ley, no se responde militarmente. Fíjate en la lección de España. La respuesta al ataque del 11S desató una barbarie, una serie de brutalidades cuyas consecuencias aún estamos viviendo. El 11S, Elvira y yo escribimos crónicas inmediatas de lo que estaba pasando allí. Varios años después incorporé las mías a Ventanas de Manhattan y al cabo de los años se han integrado en una ficción. Con el tiempo la experiencia se va transmutando. Se puede convertir en novela.
P. Y en niebla.
R. Claro. Me gusta mucho la sincronía entre la vida privada y los hechos históricos, algo que hace maravillosamente Galdós. Como lector y novelista me apasiona hacer algo así. Imaginarme a los dos amantes subidos a la terraza del edificio y viendo al fondo la columna de humo del 11S me parece poderoso.
P. En todas sus novelas está esa niebla en cierto modo.
R. Es la incertidumbre del mundo.


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