miércoles, 5 de octubre de 2016

La vida de todos los días

Imagino un libro sobre Cervantes y Don Quijote; una secuencia que sea un ensayo a la vez riguroso y fragmentario, con elementos de collage, porque las palabras mismas de Cervantes han de estar en él, de indagación imaginativa muy controlada por el respeto a lo que está escrito y a lo que no se sabe. El eje serían las lecturas que he ido haciendo a lo largo de los años, especialmente la primera, en Úbeda, cuando encontré un Don Quijote de Calleja junto a otros dos libros también editados hacia finales del XIX, aquel Orlando furioso con tapas como de ataúd y grabados que me provocaban pesadillas, y la Historia de un hombre contada por su esqueleto, de Manuel Fernández y González. En el Quijote salen muchos libros olvidados o rescatados, manuscritos sin firma, libros que alguien encuentra por azar. Está bien que yo descubriera así la novela, a los diez o los once años, en aquella casa grande en la que casi no había otros libros, pero sí corrales y camaranchones y abrevaderos para animales como en Don Quijote. Cervantinamente, el ejemplar mismo tiene ya una historia: el Orlando furioso tenía unos filos quemados. Mi abuelo Manuel los salvó del incendio de la biblioteca del cortijo en que era mulero, al principio de la guerra [1]. Unos milicianos asaltaron el cortijo, degollaron a los animales, hicieron una gran hoguera con libros, muebles, cuadros, imágenes religiosas. Esos tres volúmenes cayeron un poco más lejos de la hoguera y mi abuelo pudo rescatarlos sin peligro.



Muñoz Molina sobre Cervantes y sus lecturas de El Quijote
Diario de una vuelta a Cervantes. La escritura desatada, Antonio Muñoz Molina [Revista de Libros]



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