Lucrecio, De Rerum Natura
Lecciones de septiembre, Antonio Muñoz Molina
Jane Eyre, Charlotte Brontë
La mujer valiente, Elvira Lindo [El País, 3 de abril de 2011]
Los presentes lejanos, Antonio Muñoz Molina [El País, 29 de enero de 2011]
Ahora hierve la tierra todavía
En alimañas, y el espanto reina
Por los bosques, y selvas y montañas;
Podemos evitarlas sin embargo.
Pero si no tenemos limpio el pecho,
¡Qué combates tan recios sostendremos!
Y a pesar nuestro, entonces, ¡cuántos riesgos
Tendremos que vencer! ¿de qué inquietudes,
De qué cuidados y de qué temores
No es desgarrado el corazón del hombre
Que se entrega sin freno a sus pasiones!
¡Cuántos estragos hacen en su alma
Orgullo, obscenidad y petulancia!
¡Cuántos el lujo y la desidia torpe!
Así el que a todos estos enemigos
Hubiera sujetado, y de su pecho
Los hubiese lanzado con las armas
De la razón tan sólo, ¿no debemos
Colocar este hombre entre los dioses?
Naturaleza como lugar hostil para el humano. Naturaleza versus Cultura. Combatir la superstición y los temores con las armas de la razón. La importancia de la moderación. No se refiere al pecado sino a los vicios que debemos combatir: arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, la torpeza, la ofensa, la degradación moral, la presunción, mostrarse muy orgulloso de sí mismo, el lujo, los excesos, la negligencia, la falta de cuidado, el hartazgo o hastío, mostrarse disgustado.
Casi me atrevería a contraponer las virtudes que propone: humildad o modestia: falta de engreimiento, la diligencia: esmero y cuidados a la hora de ejecutar algo, poner entusiasmo en lo que se hace, la paciencia; frente a la ira, la violencia, la crueldad y los comportamientos irreflexivos: el comportamiento racional, la moderación, la templanza, la generosidad, falta de tristeza por el bien ajeno, la amistad, la capacidad de disfrutar de lo que se tiene, actitud para sobrellevar cualquier contratiempo y dificultad, falta de pereza.
La virtud principal, en este caso, sería la prudencia: la sensatez, el buen juicio, la capacidad para discernir y distinguir lo que nos ocasiona o nos ocasionaría daño y lo que nos ocasiona o nos ocasionaría placer.
Nos autem, escribía Cicerón en persona de los partidarios de Epicuro, beatam vitam in animi securitate, et in omni vacatione munerum ponimus. [Sobre la naturaleza de los dioses. 53]
Nosotros, por nuestra parte, estimamos que la felicidad consiste en la tranquilidad del espíritu y una completa exención de toda clase de obligaciones.
Igual es esto lo que quería decir mi tía sin ser consciente de que este plan de vida como vacaciones ya lo había formulado Epicuro en el siglo IV a.C.
Ataraxia y libertad: «la serenidad espiritual propia del sabio que distingue los deseos naturales de los que no lo son y es capaz de alejarse de aquello que es vano»; la facultad humana para actuar de una manera o de otra, o de no actuar y que permite que otorguemos al humano la responsabilidad de sus actos.
«La virtud descansa sobre la razón y el libre albedrío [libertad], dos cosas inseparables y que se corresponden; porque sin el libre albedrío la razón sería inactiva, y sin la razón el libre albedrío sería ciego.... Este libre albedrío es la facultad de perseguir lo que la razón juzga bueno, y rechazar lo que ésta juzga malo. La experiencia atestigua la existencia en nosotros de esta facultad; el sentido común confirma esto mismo, mostrando que solamente merece alabanza o vituperio lo que se ha hecho libremente, lo que se ha hecho voluntariamente y por elección refleja. Por esta razón, las leyes instituyeron justamente premios y castigos; pues nada sería menos justo que esta institución, si el hombre estuviera sometido a esa necesidad que algunos suponen como soberana absoluta de todas las cosas.»
[…]
el raciocinio
Convénzanos más bien que la experiencia
De que es posible se hunda todo el Globo
Con un fragor horrísono deshecho.
Lecciones de septiembre, Antonio Muñoz Molina: «Human kind cannot bear very much reality». Es cierto: los seres humanos no somos capaces de soportar un grado excesivo de realidad. No la entendemos, no sabemos abarcarla si supera demasiado lo probable, si nos sumerge de golpe en lo más inesperado, en lo más atroz.
[…]
Pero están estos cuerpos tan distantes
De la divinidad, y nos parecen
Tan indignos de estar entre los dioses,
Que, al contrario, más bien nos dan ideas
De una materia bruta inanimada:
No se debe creer que el sentimiento
E inteligencia sean propiedades
De cualquier cuerpo indiferentemente.
Cuerpos celestes no son eternos ni divinos. Contra la creencia del animismo de la naturaleza.
[…]
Luego no están dotadas estas masas
De alma divina, puesto que no pueden
Gozar el movimiento de la vida.
Tampoco puedes presumir que tengan
Los dioses sus moradas sacrosantas
En una de las partes de este mundo:
Porque ellos son substancias tan sutiles,
Que el sentido no puede percibirlas,
Ni el espíritu apenas comprenderlas:
[…]
Decir, a la verdad, que en favor nuestro
Han querido los dioses disponernos
El orden bello de naturaleza;
Que debemos loar por esto mismo
Esta obra admirable de los dioses;
Por inmortal y eterna reputarla;
Que es un crimen minar con lengua osada
De este edificio eterno los cimientos,
Que levantó para la especie humana
El saber de los dioses inmortales:
Estás fábulas y otras semejantes
Indicio, ¡oh Memmio!, son de gran locura.
¿Los dioses nos protegen contra los efectos del cambio climático y todos los desastres medioambientales que amenazan la Tierra? Igual como los creyentes piensan que la superficie terrestre es eterna e inmortal y está ahí para nuestro aprovechamiento...
[…]
Cualquier nacido
Tan sólo debe apetecer la vida
Mientras blando placer le tenga en ella:
Pero aquél que jamás contado fuera
Entre los que gustaron su dulzura,
¿En no haber existido, qué perdiera?
Un argumento a favor del aborto y de la eutanasia. ¿A partir de qué momento un no nacido experimenta dolor/placer? ¿En qué momento de la gestación se despierta la conciencia?
¿Merece la pena vivir una vida ausente de placer/alegría? ¿Merece la pena vivir cuando ya sólo cabe esperar dolor y sufrimiento?
[…]
Suponiendo que yo mismo ignorara
De los principios la naturaleza,
A asegurar, no obstante, me atreviera,
Cielo y naturaleza contemplando,
Que no puede ser hecha por los dioses
Máquina tan viciosa e imperfecta.
Ay, qué lejos de Leibniz: «todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles»; “El fruto del saber divino es, así, el mejor de los mundos posibles…Entre los infinitos mundos posibles, Dios elige y realiza el mejor. Su voluntad actúa conforme a una jerarquía de valores, y se decide por lo mejor, pues si no no habría tenido razón suficiente para crear un mundo.”
[…]
Si la industria del hombre no acudiera,
Hecho a gemir por alargar la vida
Bajo penoso afán, y a abrir la tierra
Con la pesada reja; si volviendo
Con ella los terrones, y domando
El suelo ingrato no le precisamos.
Sin el cultivo de la tierra, el trabajo, las artes, la industria, el hombre se encontraría completamente desvalido ante la naturaleza.
Sin ese conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial, seríamos como Robinson recién naufragado en su travesía de supervivencia. Tendríamos que volver a inventarlo todo.
Lucrecio, De Rerum Natura, Libro V
Yo hubiera deseado de todo corazón explicárselas. Y, sin embargo, me resultaba difícil contestarle con claridad. Los niños sienten, pero no saben analizar sus sentimientos, y si logran analizarlos en parte, no saben expresarlos con palabras. Temerosa, sin embargo, de perder aquella primera y única oportunidad que se me ofrecía de aliviar mis penas narrándolas a alguien di, después de una pausa, una respuesta tan verdadera como pude, aunque poco explícita en realidad.
Jane Eyre, de diez años de edad, explicándole a Mr. Lloyd, el boticario que ha venido a atenderla por qué se siente desgraciada.
La pobreza desagrada mucho a las personas mayores y, con más motivo, a los niños. Ellos no tienen idea de lo que sea una vida de honrada y laboriosa pobreza y ésta la relacionan siempre con los andrajos, la comida escasa, la lumbre apagada, los modales groseros y los vicios censurables. La pobreza entonces era, para mí, sinónimo de degradación.
No, no me gustaría vivir con pobres -fue mi respuesta. […] No me sentí lo bastante heroica para adquirir mi libertad a tal precio.
Para un niño, pobreza significa hambre, frío, fealdad, suciedad, grosería, malos modales, mendicidad, desempleo o falta de actividad.
A un niño le cuesta asociar pobreza con dignidad, laboriosidad, cultura y buenos modales. Pero pobreza y rectitud pueden muy bien ir de la mano.
A mí, como adulto, me cuesta asociar el lujo y la riqueza material con la rectitud. Siempre me pregunto de dónde salen las grandes fortunas. Y me acuerdo de aquello que decía Chirbes de que no hay riqueza inocente.
Me llevaba siempre allá a mi muñeca. El corazón humano necesita recibir y dar afecto y, no teniendo objeto más digno en que depositar mi ternura, me consolaba amando y acariciando a aquella figurilla, andrajosa y desastrada como un espantapájaros en miniatura. Aún recuerdo con asombro cuánto cariño ponía en mi pobre juguete. Nunca me dormía si no era con mi muñeca entre mis brazos y, cuando la sentía a mi lado y creía que estaba segura y calentita, era feliz pensando que mi muñeca lo era también.
Necesidad de hablar y de expresar las emociones. No sé cómo puede resistir una criatura el desprecio de todos los que se ocupan de ella sin contagio. Teniendo en cuenta que Mr. Reed, su tío -el hermano de su madre- había muerto nueve años atrás, cuando Jane contaba con apenas un año y que, por tanto, no ha conocido sino la humillación y el maltrato, ¿de dónde viene su integridad moral y su resistencia? Lo normal sería que se hubiese doblegado y sometido a su tía.
Leer artículo La mujer valiente, de Elvira Lindo
Me sonreí a mí misma y sentí que mi corazón se dilataba de júbilo. Pero aquello no duró más de lo que duró la excitación que me poseía. Un niño no puede disputar ni hablar a las personas mayores en el tono que yo lo hiciera sin experimentar después una reacción depresiva y un remordimiento hondo. Media hora de silencio y reflexión me mostraron lo locamente que había procedido y lo difícil que se hacía mi situación en aquella casa donde odiaba a todos y era de todos odiada. […]
Era preciso ocuparme en algo mejor que en hablar airadamente, sustituir mis sentimientos de sombría indignación por otros más plácidos. […] Hasta en una vida tan triste como la mía no faltaba alguna vez un rayo de sol.
Jane Eyre, Charlotte Brontë
Jane Eyre buscando la serenidad de espíritu, comprendiendo con diez años que debía calcular y reflexionar sus palabras y acciones antes de acometerlas.
El peor castigo que puede recibir un niño es que le retiren la palabra y lo ignoren, que los adultos actúen como si no existiera. Mientras se le ofende y castiga, por lo menos el niño sabe que juega un papel para el adulto, que cuenta para el otro. Pero si se le aisla y no se le permite la palabra, termina con secuelas mentales.
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