viernes, 11 de marzo de 2016

In omni vacatione munerum ponimus



Lucrecio, De Rerum Natura
Lecciones de septiembre, Antonio Muñoz Molina
Jane Eyre, Charlotte Brontë
La mujer valiente, Elvira Lindo [El País, 3 de abril de 2011]
Los presentes lejanos, Antonio Muñoz Molina [El País, 29 de enero de 2011]




Ahora hierve la tierra todavía
En alimañas, y el espanto reina
Por los bosques, y selvas y montañas;
Podemos evitarlas sin embargo.
Pero si no tenemos limpio el pecho,
¡Qué combates tan recios sostendremos!
Y a pesar nuestro, entonces, ¡cuántos riesgos
Tendremos que vencer! ¿de qué inquietudes,
De qué cuidados y de qué temores
No es desgarrado el corazón del hombre
Que se entrega sin freno a sus pasiones!
¡Cuántos estragos hacen en su alma
Orgullo, obscenidad y petulancia!
¡Cuántos el lujo y la desidia torpe!
Así el que a todos estos enemigos
Hubiera sujetado, y de su pecho
Los hubiese lanzado con las armas
De la razón tan sólo, ¿no debemos
Colocar este hombre entre los dioses?


Naturaleza como lugar hostil para el humano. Naturaleza versus Cultura. Combatir la superstición y los temores con las armas de la razón. La importancia de la moderación. No se refiere al pecado sino a los vicios que debemos combatir: arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, la torpeza, la ofensa, la degradación moral, la presunción, mostrarse muy orgulloso de sí mismo, el lujo, los excesos, la negligencia, la falta de cuidado, el hartazgo o hastío, mostrarse disgustado.
Casi me atrevería a contraponer las virtudes que propone: humildad o modestia: falta de engreimiento, la diligencia: esmero y cuidados a la hora de ejecutar algo, poner entusiasmo en lo que se hace, la paciencia; frente a la ira, la violencia, la crueldad y los comportamientos irreflexivos: el comportamiento racional, la moderación, la templanza, la generosidad, falta de tristeza por el bien ajeno, la amistad, la capacidad de disfrutar de lo que se tiene, actitud para sobrellevar cualquier contratiempo y dificultad, falta de pereza.
La virtud principal, en este caso, sería la prudencia: la sensatez, el buen juicio, la capacidad para discernir y distinguir lo que nos ocasiona o nos ocasionaría daño y lo que nos ocasiona o nos ocasionaría placer.
Nos autem, escribía Cicerón en persona de los partidarios de Epicuro, beatam vitam in animi securitate, et in omni vacatione munerum ponimus. [Sobre la naturaleza de los dioses. 53]
Nosotros, por nuestra parte, estimamos que la felicidad consiste en la tranquilidad del espíritu y una completa exención de toda clase de obligaciones.
Igual es esto lo que quería decir mi tía sin ser consciente de que este plan de vida como vacaciones ya lo había formulado Epicuro en el siglo IV a.C.
Ataraxia y libertad: «la serenidad espiritual propia del sabio que distingue los deseos naturales de los que no lo son y es capaz de alejarse de aquello que es vano»; la facultad humana para actuar de una manera o de otra, o de no actuar y que permite que otorguemos al humano la responsabilidad de sus actos.



«La virtud descansa sobre la razón y el libre albedrío [libertad], dos cosas inseparables y que se corresponden; porque sin el libre albedrío la razón sería inactiva, y sin la razón el libre albedrío sería ciego.... Este libre albedrío es la facultad de perseguir lo que la razón juzga bueno, y rechazar lo que ésta juzga malo. La experiencia atestigua la existencia en nosotros de esta facultad; el sentido común confirma esto mismo, mostrando que solamente merece alabanza o vituperio lo que se ha hecho libremente, lo que se ha hecho voluntariamente y por elección refleja. Por esta razón, las leyes instituyeron justamente premios y castigos; pues nada sería menos justo que esta institución, si el hombre estuviera sometido a esa necesidad que algunos suponen como soberana absoluta de todas las cosas.»

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