¿Por qué la vida merece ser vivida?
Bueno, supongo que hay cosas que hacen que la vida merezca la pena
vivirse. Por ejemplo, Groucho
Marx y Willie Mays; y el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter;
y la grabación de Potatohead blues por Louis
Armstrong; y las películas suecas; y La
educación sentimental de Flaubert; y Marlon Brando, Frank Sinatra, las fabulosas manzanas y peras de Cézanne, los
cangrejos de Sam Wo, y el rostro de Tracy…”
Isaac
Davis en Manhattan, de Woody Allen [1979]
Creo que la
película Manhattan expresa en su conjunto esas cosas que hacen que la vida
merezca la pena vivirse. Pero desde un punto de vista concreto y muy particular:
tener relaciones con una adolescente muy guapa, madura e inteligente que está
apasionadamente enamorada y tiene las ideas muy claras; tener una aventura con
la amante de nuestro mejor amigo y salir indemne; permitirse el lujo de
abandonar un trabajo que no nos satisface para asumir el riesgo de escribir un
libro; descubrir que el exmarido idealizado de tu amante es un hombre vulgar, que
tu mayor preocupación sea que tu exmujer va a publicar un libro contando
detalles de vuestra vida privada y descubrir que, al fin y al cabo, no era para
tanto [incluso poder reírte con los amigos del retrato que ofrece de ti], pasear y vivir en
una ciudad en la que nos sentimos a gusto, mostrando sólo su lado más romántico
y amable; mantener una conversación de madrugada y descubrir que uno se está
enamorando de quien creía aborrecer; alimentar el deseo con citas románticas
[carreras bajo la lluvia, visitas a planetarios y museos, tabernas o cafés con
encanto, conciertos], poder descubrir a tiempo que uno se había equivocado y
contar con una segunda oportunidad,…
He
improvisado mi lista de las cosas que hacen que la vida merezca la
pena:
Por
los pocos momentos en los que sentimos la libertad de elección, por la
satisfacción que provoca el trabajo bien hecho, por los momentos en los que a
uno le asalta la idea de que ha hecho cuanto ha podido en un asunto concreto, por
poder compartir momentos de alegría o belleza con seres queridos, por tener un
hijo y/o contribuir en la educación o enriquecimiento de alguien, por la
experiencia de enamorarse [aunque el amor no sea correspondido], por la
experiencia de contemplar, escuchar o leer una obra de arte, o no
necesariamente una obra maestra; basta con sentir asombro y curiosidad y que
aquello que se admira encierra un mensaje que nos atañe y conmueve; por el
entusiasmo e ilusión compartidos en algún proyecto; por los momentos de
serenidad de espíritu, por practicar sexo después de haber alimentado el deseo
durante horas; por sentirse amigo o advertir afinidad y señales de confianza y
lealtad con otras personas; por sentirse en casa o en el lugar donde uno se
encuentra cómodo o cree que es el adecuado, por la contemplación de ciertos
paisajes o acontecimientos naturales, por los momentos en los que se consigue
vencer el miedo; por los momentos de superación de objetivos y recompensa,…
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