¿Por qué el dolor de cada día se traduce en nuestros sueños tan constantemente en la escena repetida de la narración que se hace y nadie escucha? […]
Me contó su historia, que he olvidado hoy, pero era una historia dolorosa, cruel y conmovedora; porque así son todas nuestras historias, cientos de miles de historias, todas distintas y todas llenas de una trágica y desconcertante fatalidad. Nos las contamos por las noches, y han sucedido en Noruega, en Italia, en Argelia, en Ucrania, y son sencillas e incomprensibles como las historias de la Biblia. ¿Pero acaso no son también historias de una nueva Biblia? […]
Porque así es la naturaleza humana, las penas y los dolores que se sufren simultáneamente no se suman por entero en nuestra sensibilidad, sino que se esconden, los menores detrás de los mayores, según una ley de perspectiva muy clara. Es algo providencial y que nos permite vivir en el campo. Y también es ésta la razón por la cual con tanta frecuencia, en la vida en libertad, se oye decir que el hombre es insaciable: mientras, más que de una incapacidad humana para el estado de bienestar absoluto, se trata de un conocimiento siempre insuficiente de la naturaleza compleja del estado de desgracia, por lo cual a causas que son múltiples y ordenadas jerárquicamente se les da un solo nombre, el de la causa mayor; hasta que ésta llegue a desaparecer, y entonces uno se asombra dolorosamente al ver que detrás de una hay otra; y en realidad, muchas otras.Si esto es un hombre, Primo Levi
Sobre la necesidad de contar lo vivido para tratar de asimilarlo, de explicárselo a uno mismo. Dar testimonio porque es importante hacerlo antes de que los testigos directos desaparezcan.
Historias de una nueva Biblia, de un nuevo éxodo. Holocausto era un antiguo sacrificio religioso. Adquiere el sentido de exterminar a un grupo social por motivos de religión, raza o políticos.
Sobre la capacidad humana para sobrellevar el dolor y la desgracia.
Decidí hablar con mi padre. No porque tuviéramos mucha confianza, desde luego. Mi padre era un hombre reservado, tan incapaz de mostrarles sus sentimientos a sus hijos como de aceptar los que ellos tenían hacia él. Durante muchos años sospeché que detrás de tanto hermetismo debía de haber un tesoro escondido. Pero con el tiempo empecé a preguntarme si de verdad había algo allí detrás. Quizá había tenido sentimientos en su niñez y su juventud, y a lo largo de los años, al no expresarlos, los había dejado agostarse y morir.Pero fue precisamente esa distancia lo que me hizo buscar el diálogo con él. No fui a hablar con mi padre, sino con el filósofo que había escrito libros sobre Kant y Hegel, autores que, por lo que yo sabía, habían reflexionado sobre asuntos morales. Creía que mi padre sería capaz de contemplar abstractamente el problema, en lugar de dejarse distraer, como mis amigos, por las deficiencias de mis ejemplos. […]Para empezar se remontó a conceptos como la persona, la libertad y la dignidad, y recalcó la idea del ser humano como sujeto al que nadie tiene derecho a convertir en objeto. —¿No te acuerdas de cómo te enfadabas de pequeño cuando mamá, por tu bien, te obligaba a hacer algo que no querías? ¿tenía derecho a hacerlo, aunque fueras un niño? Es todo un problema. Un problema filosófico. Pero la filosofía no se preocupa de los niños. Los ha dejado en manos de la pedagogía, lo cual es un error. La filosofía se ha olvidado de los niños —añadió con una sonrisa—, y no sólo de vez en cuando, como me pasaba a mí con vosotros, sino para siempre. […]
—Pero en el caso de los adultos, desde luego, tengo muy claro que no hay justificación alguna para anteponer lo que un sujeto considera conveniente para otro a lo que éste considera conveniente para sí mismo. […]
—No, tu problema no tiene ninguna solución agradable. Vamos a ver: esa persona que conoce un secreto y no sabe si debe revelarlo, ¿se limita a observar o tiene algún tipo de responsabilidad en el asunto, aunque sea involuntariamente? Si es así, esa persona debe actuar. Si sabe lo que le conviene al otro, y éste se niega a verlo, debe intentar abrirle los ojos. El otro siempre tendrá la última palabra, pero hay que hablar con él. Insisto, con él, no con otra persona a sus espaldas. […]
Hoy, cuando pienso en aquellos años, me doy cuenta de lo escasa que era la carga visual, de lo escasas que eran las imágenes que documentaban la vida y la muerte (o, mejor dicho, el asesinato) en los campos de exterminio. […] Conocíamos algunos relatos de prisioneros, pero muchos de ellos salieron a la luz poco después de acabada la guerra y no volvieron a ser publicados hasta los años ochenta, pues durante mucho tiempo no interesaron a las editoriales. […] teníamos la sensación de que la conmoción que había producido el mundo de los campos de exterminio no era compatible con la fantasía. […]Quería deshacerme de los tópicos con ayuda de la realidad.
El lector, Bernhard Schlink. Traducido por Joan Parra Contreras
Posguerra de la segunda guerra mundial. Alemania. Relación paterno-filial. Incapacidad para demostrar sentimientos, de abordar cuestiones concretas. Tratamiento de asuntos de carácter moral desde la abstracción. No se ofrece una explicación de lo ocurrido. Los ejemplos que se ofrecen son inadecuados. Escasez de imágenes y testimonios relacionados con el holocausto hasta la década de los ochenta. La segunda generación se pregunta lo que no ha querido preguntarse la primera.
No porque los demás lo vean y lo sepan debe nuestra alma desempeñar su papel, sino para nosotros, interiormente, donde no lleguen otros ojos que los nuestros. Allí el alma nos resguarda del temor de la muerte, de los dolores y de la deshonra misma; allí nos procura la calma cuando perdemos nuestros hijos, nuestros amigos o nuestros bienes y cuando las circunstancias lo exigen nos conduce a los peligros de la guerra; non emolumento aliquo, sed ipsius honestatis decore [No por interés, sino por rendir homenaje a la virtud. CICERÓN, de Finibus, I, 10.]. Este provecho es mucho más grande y más digno de ser apetecido y esperado que el honor y la gloria, los cuales no son otra cosa que un juicio favorable que de nosotros se hace. De la gloria, Ensayos, Michel de Montaigne
Sobre el papel de nuestra conciencia. La nobleza de espíritu nos procura serenidad en los momentos más difíciles. No actuamos por deber sino para procurarnos tranquilidad de conciencia.
Elegir la virtud es elegir el bien (elegir bien). Nuestra voluntad se inclina a lo bueno -no por interés, honor o gloria. Esta elección nos hace sentirnos satisfechos de nosotros mismos. Nos procura calma, paz de espíritu. Relaciono la nobleza de espíritu con la bondad.